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Mi esposo me folla dentro del auto
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Volteé a mirarlo porque se me hacía muy extraño que estuviera tan callado. Él estaba manejando y la ventanilla abierta le volaba su cabello castaño. Viajábamos por una carretera desolada, en completa oscuridad y con puro árbol a nuestro alrededor. De pronto, me miró, sonrió y pasó su mano izquierda sobre el mi pierna desnuda. Veníamos de una fiesta y yo me había puesto un vestido corto.

—¿Sabes qué llevo queriendo desde hace un tiempo? — me preguntó y yo le respondí que no. Cómo sería follarte en la parte trasera del auto.

Le sonreí.

—No me lo habías propuesto.

De pronto, dio el volantazo y se metió entre los árboles y arbustos. Se dio la vuelta y tras quitarse el cinturón de seguridad comenzó a acariciarme con fuerza la cintura. Me volvía loca cada vez que se portaba agresivo, y es que a mí me encanta que me peguen, insulten y escupan mientras me la están metiendo hasta el fondo. Para mi suerte, hizo todo eso sin que yo se lo pidiera.

Mientras me besaba el cuello y apretaba el escote de mis chichis con fuerza yo sentía como la vagina se me iba humedeciendo. No soporté más y comencé a abrir mis piernas, quería que él metiera su mano y me metiera los dedos, pero el maldito solo se dedicó a llenarme el cuello de saliva y apretarse una chichi.

Finalmente me agarró del cabello y me dio una cachetada que sonó fuerte. Sin decirme nada, abrió la puerta, rodeó el frente del auto y abrió mi portezuela para bajarme. Me llevó a la parte trasera y me hizo meterme.

—Quiero saber qué tan mojada estás, vamos, abre las piernas.

Me bajó la tanga de un tirón y subió mi vestido. Cuando uno de sus dedos entró en mí, salió empapado. Lo vi quitarse el cinturón y desabotonarse los pantalones. Su verga estaba durísima, se le remarcaban las venas y la punta ya tenía gotitas blancas.

Se masturbó y dijo:

—Quieres que te llene el bollo de leche, ¿verdad? Eso te gusta, pinche puta.

Se puso encima de mí y mientras me agarraba con fuerza del cabello, me la metió duro. Grité y me quejé mientras me la metía y me la sacaba, una y otra vez mientras el roce mojado de nuestros flujos sonaba.

Abrí las piernas lo más que pude, atoré uno de mis tobillos en el asiento de enfrente y le pedí más. Le pedí que me pegara y que me siguiera llamando puta. Incluso, en el momento en el que escribo esto siento cómo me humedezco.

Saqué la lengua y él me sonrió.

—Pinche puta, te encanta que te meta la verga —me dijo y aquello me erizó la piel.

Comenzó a darme más duró, apoyó su peso sobre el asiento, con sus brazos a los costados de mi cabeza y entró y salió con una fuerza y una rapidez que me hizo gritar.

Cuando se corrió, todo su semen me llenó y entre gemidos su cuerpo cayó sobre el mío.

—¿Estás bien? —me preguntó, y mientras me abrazaba, supe que su ternura normal había regresado. Sabía que después de vestirnos nos iríamos a casa y él prepararía la cena.

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Autor
Sarah Dafne
Sarah Dafne
Sarah Dafne es el seudónimo bajo el cual relato momentos candentes de mi vida. Quiero que conozcas esa parte juguetona de mí, y te adentres junto conmigo, al lugar en el que todo está permitido. Quizá mis aventuras sexuales no sean tan interesantes como la de otras personas, pero es algo que realmente me gustaría compartir contigo.

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