Cuando volvimos al depto. después de cenar en un resto de Miraflores me preparé una copa de ron y me senté en el balcón frente a la noche, sintiendo el murmullo del mar, mientras mi mujer y su hermana seguían desarmando la valija de Carina y entre murmullos percibí aquellas risitas cómplices. Ya tarde, el silencio se hizo en la medianoche, Sandra se acercó al balcón me abrazó por detrás y murmurándome al oído me susurró —gracias por el placer de estos días— yo volví a sentir el goce de sus tetas apoyadas sobre mis hombros cuando suavemente me mordió la oreja; cerré los ojos mientras sentía mi calentura poniéndose tan dura bajo mi pantalón…
Me quedé hasta que logré que no se revelara esa erección cuando mi mujer Carina, se acercó y me besó en los labios, —me voy a la cama, no tardes—, sentí que era ello una invitación a su deseo.
Me fui desvistiendo en el living quedándome en bóxer, rogando que desde el oscuro corredor mi cuñada Sandra lograra verme y se excitara tanto, como me había dejado hacía un rato en el balcón, pero no la percibí.
Cuando entré en el cuarto Carina estaba con un culotte blanco, el que resaltaba su piel dorado caribe, ni bien la vi, no dejó de ver mi erección que marcaba mi bóxer. Me acerqué como siempre, admirando su figura elegante, sus ojos verdes, sus piernas, su fina cadera y su pubis delicadamente depilado para sabor de cuantos antojos; fue cuando percibí que entre las pecas de sus tetas erguidas y cerca de sus pezones se marcaban un par de moretones, testigos de ricos mordiscos que revelaron la infidelidad.
Pasé un dedo sobre uno de ellos —El rastro de tus pecados— apenas le dije; abrió grande sus ojos clavándome la mirada cuando me comió la boca con un chupón, apoyando toda su piel desnuda sobre mis deseos, provocando que abrazados cayéramos sobre la cama…
—Me vas a contar todo putita, ¿cómo te cogiste a ese potro? Le dije mientras mordía sus pezones sobre esas mismas marcas.
Jadeamos entre agresivos besos, besaba toda su piel buscando más rastros de su adulterio, —si hijo de puta, te metí bien los cuernos y me dejé llevar cada día por ese macho— yo seguí bajando con mis besos hasta correr su culotte para que mi legua llegará a su clítoris, mi mujer rasgaba las sábanas anunciando sus orgasmos que húmedos llegaban a mi boca; y allí también, cerca de sus labios junto a ese clítoris encendido, otro mordisco era la marca del amante de mi mujer, enterré mi lengua sintiendo como sus jugos chorreaban junto a mi saliva.
Hasta que gritó un orgasmo tremendo, sosteniendo mi cabeza apretada entre sus piernas y más enterré mi boca abrazando entre mis labios su concha infiel como si fuera una almeja, imaginando como ese tipo Darío, su macho, había acabado tantas veces dentro de ella.
Cuando Carina sintió que rocé sus piernas con una erección tan dura como una roca, me rogó jadeando, —enterrame esa pija—, ella giró y quebrando sus caderas apoyó su cara entre las almohadas, su concha estaba toda depilada y nacarada de flujos, fui punteando con mi glande esos labios que se partían, pero no la penetraba provocando que la deseara aún más, cuando tuve la pija bien mojada le escupí el culito y comencé a tratar de volver a hacerle la colita como le gusta, —por favor hoy no me hagas la colita, Darío me la partió toda la semana, todavía me duele.
Me enterré dentro de su concha y comencé a bombearla con toda la calentura que me provocaba saber que mi mujer tenía el culo ardido por otra pija. No quise acabar, cuando ella cayó sobre las sábanas con otro orgasmo que la dejó dormida, yo acompañé ese descenso sin sacarle la pija y apoyándome sobre ella.
Cuando giré mi cara me sorprendió mi cuñada apoyada en el marco de la puerta, estaba desnuda apenas cubierta con una mínima tanga, llevando puesta una camisa mía desabrochada y anudada a la cintura, sus tetas, las que me había comido la noche anterior tenían esos pezones rozados y erectos; Sandra me guiñó un ojo y con un gesto de silencio me indicó ir a su cuarto, me desprendí de mi mujer y salté a sus brazos, nos comimos la boca ahí mismo como provocando a Carina, pero ella no nos sintió.
—Clavame a mí esa pija, cuñado. —Me susurro entre besos.
La levanté entre mis brazos y mi pija dura como una roca y erecta se fue clavando en su conchita, volvía a ser un placer deseado, Sandra se estaba mojando cada vez que se iba enterrando suavemente, así como nuestras salivas se volvían a conjugar en nuestras bocas. Montada en mis brazos, clavada con mi pija y sin despegar nuestros labios caímos en su cama, seguimos largo rato cogiendo, revolcándonos cuando a punto de acabar me pidió; —haceme la colita como a mi hermana.
Me arrodillé detrás de ella y comencé a lubricar su esfínter, le pedí que quebrara la cintura y dejara caer su carita en la almohada, le enterré mi lengua en su colita hasta dejar que chorreara toda mi saliva por su ano, me gustó el sabor y no paré de comérselo hasta que acabó y más se mojaba también su conchita, fue cuando pasándole mis dedos, dilatando esos labios fui subiendo hasta que Sandra comenzó a gemir sintiendo que girando mis dedos comencé a dilatarla mientras mi legua se conjugaba con el sabor de su esfínter.
—¿Te duele o te gusta cuñada?
—Un poco, pero creo que lo puedo soportar, dijo jadeando a boca abierta. —Apoyé mi pija y fui dilatando aún más ese culito como no había podido durante toda la semana que estuvimos cogiendo.
—Por favor, clávamela, que no aguanto más. —Me enterré en mi cuñada hasta que ella misma empezó a bombearse contra mis pelotas. —me arde, pero que placer, jamás me hicieron sentir esta sensación.
—Ayyy, la siento toda adentro, por favor Fran… —La agarré de las caderas y le enterré la pija bombeándola.
—¿Te duele?, le pregunté.
—Si, me duele, pero no la saques, seguí que quiero acabar así. Ahhh, ya está pasando, ya está pasando, movete mi amor, cogeme, cogeme más cuñado, —Siguió murmurando.
—Como me gusta que jadees, cuñadita, me calienta mucho que ahora seas mi hembra.
Cuando sentí que estaba por acabar me detuve y tomándola desde las tetas la levante hasta apoyar mi pecho contra su espalda y girándole la cara nos comimos la boca a mordiscones.
—Te voy a acabar en la colita, le dije.
— Nooo, quiero la lechita en mi garganta, —Me dijo, clavándome esos ojos también verdes en mi mirada.
Nos paramos al lado de la cama, yo me masturbaba con ganas y Sandra recogiéndose su pelo rubio, se fue arrodillando hasta que sus labios envolvieron mi pija, comenzó a pajearme con su boca y sus manos, yo elevaba mis jadeos al cielo, era increíble el placer, ver como mi cuñada me estaba mamando mientras dejaba caer su saliva sobre sus pecosas tetas.
—No pares nena que acabo, le dije acariciándole la cabellera y sosteniéndola. Cuando desde la puerta mi mujer le ordenó, —No pares hermanita, mamalo bien, pero dejame algo de esa lechita para mi también…
Yo la miré a Carina, ella me guiñó un ojo y comenzó a masturbarse pellizcándose también los pezones; yo no pude resistir más y una catatara de semen sentí que eyaculaba en la boca de mi cuñada, que no se desprendía abriendo más los ojos y mirando de reojo a su hermana, comenzó a tragarse mi leche.
Yo pegué ese grito de placer, Sandra saboreó con sus gemidos su orgasmo y mi mujer desde la puerta de la habitación diciendo —Ahora quiero yo también mi sachet de leche. Mientras Sandra se metió en la ducha, Carina y yo nos metimos en nuestra ducha y seguimos franeleando, mientras nos confesábamos los adulterios y los cuernos de esos días.
—Mientras trataba de volver a tener una erección, me calentaba preguntándole; ¿Cuántas veces te acabo en la conchita tu amiguito?
—Me cogió todas las noches cuando volvíamos al hotel, y nunca dejé que una gota de su leche saliera de mi concha, me llenó todas estas noches… —Me murmuraba mientras no despegaba sus labios de mi boca.
—¿Y vos… ¿cuántas veces acabaste en la concha de mi hermanita?
—Tantas veces como las pastillas anticonceptivas que le dejaste… ¡¡¡putita!!!
Salimos de la ducha, nos revolcamos con otro polvo bien misionero y nos dormimos. A la mañana siguiente mi Cuñada estaba preparando el desayuno, llevaba puesta mi camisa blanca desprendida y anudada a la cintura, un culotte negro y sin corpiño…
—Hola cuñado… me dijo, colgándose de mi cuello y dándome un piquito en los labios.
—Hola cuñadita… acariciando su colita sobre el raso de su culotte; ¿disfrutaste la noche?
—Todavía me arde la colita, ¡pero me encanta el placer que me dejaste!
Cuando se despertó mi mujer, nos vio todavía abrazados y casi a punto de volver a besarnos; la miró a su hermana y le dijo: —Hermanita, queremos que vivas con nosotros.
Sandra me miró, me besó con pasión abriendo su boca devorando mis labios me susurró: —Gracias cuñado, no te vas a arrepentir. Yo le devolví ese beso sosteniéndola desde su cola para que así lo viera mi mujer y murmurándole también: —Te amo cuñada y le comí la boca delante de Carina.
Una semana después nos fuimos los tres de vacaciones a Dominicana, dormimos juntos bajo el sol del Caribe y cuando volvimos también terminamos invitando al macho de mi mujer.