Después de nuestro primer encuentro se atravesó el fin de semana, y en mi mente le daba vueltas y vueltas a lo ocurrido entre nosotros, había sido, en una palabra: magnífico, Melissa era una fiera sexual y, afortunadamente, había decidido descargar su ímpetu en mi.
El fin de semana me masturbé un par de veces a su salud, sin embargo, eso no era suficiente para acallar las ganas de verla de nuevo.
El lunes, de nuevo hubo mucho trabajo y pasé tarde la visita vespertina, solo para dar el alta al papá de Melissa que para bien ya se había recuperado.
-Bueno, es momento de irse a casa, lo cual es una fortuna -dije alegre por el señor, pero miré nostálgico a Melissa porque sabía que no la vería tan seguido como ahora.
-Muchas gracias Doctor, es usted muy bueno -dijo agradecido el señor- verdad que es muy bueno? Dile hija.
-Sí, es muy bueno papá -dijo Melissa devolviéndome una mirada furtiva.
-Bueno, iré a preparar su hoja de alta y recetas, y vuelvo en breve -dije y me retiré, no sin antes echar una última mirada a ese cuerpo escultural.
Melissa se veía fenomenal, llevaba su vestimenta habitual, un top blanco que cubría su escaso pecho pero que transparenta sus rosados pezones, y un pantalón de lycra a juego que, mentalmente, me hacía babear imaginando los tesoros que apenas guardaba. Recordé su iniciativa de ir sin ropa interior y sonreí para mis adentros.
Fui al consultorio para apurar el papeleo, con suerte vería ese cuerpo una vez más, y quién sabe, tal vez la invitaría a salir con la intención de poseerla una vez más. Terminé muy rápido, cargué con todo y me apresuré a regresar, abrí la puerta y vaya sorpresa de encontrar a Melissa con un puño a punto de tocar la puerta.
-Qué sorpresa -dije haciéndola pasar y la atraía a mi por la cintura.
-Sí, es que venía a ver cómo llevabas lo del alta -contestó devolviendo mis caricias.
-Así que vienes a supervisar -y la tomé de la nuca para besarla.
Era obvio que hacía ahí y si ese no fuese el caso, que tonto sería yo sino incitara una situación más íntima.
-No, en realidad, vengo a agradecerte por todo lo que has hecho por mi papá -y me respondía los besos cada vez con mayor pasión.
-No tienes nada que agradecer, es mi trabajo y lo hago con gusto -agregó, pero no me quejo, al contrario, tengo lo que llevo días deseando.
Seguimos besándonos, en la habitación se oyen nuestras respiraciones agitadas y ambos comenzamos a recorrer el cuerpo del otro, esta vez tenemos prisa, ambos queremos sentir al otro, queremos sentir de nuevo esa conexión. Mientras le beso el cuello la ayudo a desvestirme el torso, y yo que retiro el top, necesito sentir su piel en mi piel.
-Eres divina -le digo levantándola y asentándola en el escritorio- y tus pechos son hermosos -agrego antes de lanzarme a comérselos.
Como antes he dicho, sus pechos son pequeños, pero su manera de exhibirlos me fascina, el rosado de sus pezones en perfecto contraste con su blanca piel me hipnotiza, son algo menos que unos duraznos pero su sabor me deleita.
Acudo primero al pezón derecho y lo chupo sin cesar, lo succiono, lo deseo, paso la lengua por toda su areola y dejo algunos besos de vez en cuando, mientras tanto con mi mano derecha estoy masajeando su pecho contralateral. Sus pezones se endurecen con el contacto, y a la vez los siento tan suaves y carnosos que me dan ganas de morderlos pero no me atrevo a dañarlos.
-Mmm, mmm, mmm… -Melisa gime suavemente y me acaricia la nuca.
Cambio y repito mis acciones en su pecho izquierdo, Melissa me recibe con más gemidos y su pelvis se revuelve debajo de nosotros, sus manos buscan mi pantalón para retirarlo y se lleva una sutil sorpresa.
-Vaya, vaya, pero qué es esto? -dice sonriente y coqueta mirando hacia abajo – así que ahora vamos por la vida sin ropa interior eh, que chico tan atrevido.
-Bueno, seguí tu consejo, el calor aquí es insoportable.
-Sí, se siente muy caliente aquí abajo -dice al sentir mi polla con ambas manos- tal vez yo pueda ayudarte a refrescarte un poco.
Lo dudo, cualquier cosa que Melissa haga sólo me calentará más, pero la dejo hacer. Se retira la lycra, se pone en cuclillas frente a mi y comienza a chupar mi polla con vehemencia, no deja de verme mientras lo hace, juega con ella, la chupa por los costados, la chupa de arriba abajo, la saca y me la jala mientras me ensaliva los testículos. Estoy en el paraíso y se lo hago saber.
-Esto es lo más delicioso del mundo -digo extasiado, acariciándole su lacia cabellera.
-Te gusta? -pregunta lujuriosa dándome los últimos chupetones del momento.
-Me encanta, toda tú me encantas.
No miento, pero sospecho que Melissa no lo cree del todo, pero de momento no me lo hace saber, sólo sonríe pícara, me empuja y obliga a sentarme, y ella hace lo propio pero sobre mi, toma mi polla con la mano dominante, jala y menea un par de ocasiones antes de enviarla al fondo de su vagina.
-Que rico, ya extrañaba esta sensación -dice apretando los ojos- y está muy dura, creo que también me extraña.
-Sí, te extrañó mucho éstos días -empecé a bombear continuo y rápido- nos estábamos volviendo locos sin ti.
Nos fundimos en un nuevo y apasionado beso, nuestras lenguas estaban en guerra, nuestros labios peleaban territorio al otro, estos besos transmitían los reproches que nos teníamos por los días que nos habíamos privado de este buen sexo.
Melissa comenzó a subir y bajar apretando sus labios vaginales alrededor de mi falo, dejando escurrir sus jugos los cuales llegaban a mis testículos, pero esta vez le devolví los sentones con estocadas ascendentes. Todo en conjunto producía un sonido de chapoteo que hacía eco en las paredes del consultorio.
-Que gusto tenerte así de nuevo -dije tomándola de las nalgas para facilitar sus incursiones -pero hace falta algo princesa.
-Qué? Sí, así, más por favor.
La respuesta de Melissa no se hizo esperar cuando, quedándome quieto, comencé a mamar de sus pezones una vez más, creí haber descubierto que esto le causaba especial placer y quería evocar en ella el recuerdo de la primera vez que se vino montándome. Ataqué sus pechos sin tregua, los chupé y succioné fervientemente, esta vez no me importaba dejarle alguna que otra marca, succionaba sus pezones como recién nacido y ella imprimía más fuerza a sus sentones, subía apoyándose en mis hombros pero se dejaba caer clavándose mi polla entera y haciendo chocar sus generosos glúteos contra mi pubis, subía y bajaba rápido, su vagina me apretaba cada vez más, la sentía contraerse alrededor de mi, y entonces estalló en un orgasmo ruidoso.
-Ahhhh, que rico, que rico, que rico.
Se mordía los labios y cerraba los ojos. Se inclinó dejando caer la cabeza hacia atrás lo que impulsaba su pelvis hacia el frente y la cual no dejaba de mover en círculos sin apenas sacárselo, yo la sostuve por las nalgas y seguí besando sus pechos ahora con más gentileza mientras ella saboreaba los últimos espasmos de placer.
-Que rico, no puedo creer que me hagas venirme de esa forma -decía recobrando la compostura.
-Yo no puedo creer que tú te vengas así – respondí señalando la humedad de nuestras pelvis, producto del sudor y los flujos que había generado tras correrse.
-Oye -dijo ahora más tímida- de verdad quiero agradecerte por todo, y quiero ser tuya en todas las formas posibles, pero…
"Todas? Pero? Algo pasa y yo lo noto"
-Dime, anda, no tengas miedo.
-Verás, recuerdas que la vez pasada me asusté un poco porque pensé que querías hacerlo por detrás?
-Sí claro, te dije que estuvieras tranquila porque no pensaba entrar por ahí.
-Aún… eso fue lo que dijiste, bueno, pues hoy quiero que sea ese día, pero…
"PERO?" "Es broma, sí impacienta, pero como caballero uno tiene que entender que el sexo anal es un arte que requiere paciencia, preparación, gentileza y comprensión"
-Dime, no te preocupes, sabré entender -contesté a sabiendas del discurso que vendría, sobre sus temores al respecto. Afortunadamente mi polla seguía dentro de Melissa y francamente era un lugar acogedor.
-Bueno, dije que nunca lo había hecho, pero no es del todo cierto, una vez lo intenté pero no pude, mi novio en ese tiempo era un bruto y quiso entrar a la brava, sin caricias, sin lubricante, nada, no lo permití. Desde entonces he tenido algunas parejas y, no sé porqué, siempre quieren entrar por ahí, pero siempre los rechazo.
"Yo sí sé porqué, y no los juzgo, con semejante trasero quién no querría? Pero como dije, eso requiere tacto"
-Entiendo -dije sin entender realmente a dónde quería llegar.
-En fin, que el otro día que estuvimos aquí tú fuiste el primero y único que me ha tratado bien, sin prisas, y encima, bueno, hiciste lo que hiciste… -dijo con las mejillas sonrosadas.
-Chuparte el culo?
-Sí, exacto -tenía la cara roja de pena, pero las contracciones de su vagina me decían otra cosa- el punto es que lo disfruté mucho, nunca nadie me había hecho eso, nadie me había hecho desear tener sexo por detrás.
-Sexo anal? -dije provocando nuevas contracciones de su vagina.
-Sí, eso, y mi papá dijo que te diera las gracias, y de verdad quiero dártelas -dijo bajándose de mi y apoyando las manos en el escritorio mientras me daba la espalda – mi culito es tuyo, sólo no seas un bruto, por favor.
No se diga más, una mujer que admite que le gusta que le chupen el culo y encima te ofrece su virginidad? No es algo para desperdiciar, y menos teniendo un culo como el que Melissa poseía. Sus redondas y carnosas nalgas estaban expuestas frente a mi, listas para ser poseídas.
-Te prometo que no lo seré, daré mi mejor esfuerzo por ti, sólo relájate y disfruta.
Con las manos separé sus nalgas y las amase para relajarla, y fui directo al centro de su culo, lo observé un tono claro, apenas más oscuro que el resto de su piel, cerrado, Melissa se mantenía quieta y en silencio, pasé mi lengua desde su ano y por toda el canal que separaba sus glúteos, ella se estremeció. Repetí esa acción varias veces y cuando estuvo más relajada le di una auténtica comida de culo, se lo chupé, le escupí directo en el ojo y luego relamía hasta dejárselo impecable, una y otra vez, empujaba con la lengua y presionaba, Melissa ahora gemía discreta, movía y empujaba su culo contra mi, suspiraba profundo por ratos.
-No está mal, verdad? -pregunté curioso.
-No, nada mal, continúa -decía entre suspiros.
La confirmación que esperaba de que íbamos bien, la comunicación es importante en estos casos. Avancé la yema del dedo índice hasta su centro y empecé con un masaje suave, en círculos, aplicando presión tenue, ella no me rechazaba, alterné lengüetazos con el masaje digital y se mostraba cada vez más dócil. Me levanté apenas por menos de un minuto con la intención de tomar un ungüento analgésico.
-No, no te detengas, por favor, vas bien. -fue su reacción, lo que me alentaba aún más.
-Tranquila, esto ayudará.
Puse una pequeña cantidad del ungüento en la punta de mi dedo y lo esparcí en su esfínter procurando avanzar la primera falange dentro, lo hice en 2 ocasiones más y a medida que lo hacía introducía el dedo cada vez más hasta que al fin entró todo. Saqué el dedo, lo llené de más ungüento y repetí la maniobra. Continúe ahora con dos dedos y luego tres, Melissa que hasta hace unos momentos suspiraba y aguantaba, se mostraba cada vez más receptiva.
Me levanté, hubo silencio y quietud, sabíamos lo que seguía, puse una pequeña cantidad de ungüento en la punta de mi polla y apunté a su agujero virgen.
-Tranquila, estás lista, iremos lento y tú me dirás cuando estés más cómoda.
-Sí, hazlo, no te preocupes, confío en ti.
Acerqué mi polla a su esfínter y presioné, firme pero suave, lentamente introduje la cabeza y me detuve, quería dar tiempo a que se acostumbrara a recibirme, su ano se contraía, supe que era momento de avanzar cuando Melissa dejó de apretar, avancé lentamente, cuando iba por la mitad, me detuve un menor tiempo que antes y retrocedí, le di un pequeño mete y saca a mitad del camino para acostumbrarla a recibirme, Melissa no luchaba, y poco a poco empezaba a gemir de nuevo de placer. Habían pasado 15 minutos desde que inició la penetración anal y lejos de rechazarme parecía deseosa de más. Finalmente avancé el resto de mi verga dentro de su canal rectal hasta que tuvo mis bolas pegadas a su concha.
-Listo, ya te entró toda Melissa, ves que no fue tan difícil? -le dije sin moverme.
-No es posible -incrédula llevó una de sus manos a retaguardia para comprobar que efectivamente no había separación entre la base de mi pene y su desvirgado ano- de verdad entró toda.
-Sí, cómo te sientes? -mi verga palpitaba dentro de ella.
-Estoy bien, me siento llena y es extraño, pero me gusta.
La tomé de las nalgas y se las abrí para contemplar como mi verga la llenaba, comenzó nuevamente la faena, adelante y atrás continuamente, se la sacaba hasta la mitad y se la volvía a meter, desde mi posición veía cada centímetro de polla introducirse en este tesoro que había permanecido inalcanzable para todos y que ahora se me había entregado por voluntad propia.
-Amm, que rico, no puedo creer que esté tan rico -decía Melissa que abandonaba su participación pasiva y comenzaba a reaccionar de su letargo.
Ahora cada vez que le sacaba la polla ella se alejaba de mi buscando sacarla casi toda para unirnos de nuevo con más fuerza, aumentamos la velocidad y la fuerza de los empujones que nos propinábamos, ahora ella se movía buscando más placer, buscando el encuentro violento de mi verga para calmar la comezón anal que le había surgido.
-Más, más duro, más rápido, dame más, lléname de ti -decía tratando de sujetar su cabello infructuosamente.
-Sí, toma, toma, toma, te dije que te gustaría, que te lo haría bien.
De repente soltó un aullido de placer, y sus paredes anales me apretaron la polla tan fuerte que no pude evitar vaciar mis testículos dentro de sus profundidades, con cada espasmo un nuevo chorro de esperma se adentraba dentro de su culo. Saqué mi polla morcillona de su culo y Melissa se lanzó a mamarla, la chupó hasta que quedó reluciente.
-Gracias bebé, eres el mejor -no sabía si se lo decía a mi polla o a mi, pero respondí por ambos.
-Tú eres la mejor, eres una auténtica fiera, gracias por este regalo.
-Y es sólo el comienzo -dijo con cara de niña buena, de las que no rompen un plato, y después se metió mi polla a la boca una última vez.
Ya habíamos tardado demasiado con el papeleo del alta, así que nos apresuramos a salir, no sin antes intercambiar número de teléfono, correo, direcciones, todo. Total, que con la cantidad de fluidos que habíamos intercambiado no pasaba nada.
Nos despedimos en la salida de la clínica, con la promesa en la mirada de que no sería la última vez que nos veríamos.
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Hola nuevamente, espero les haya gustado. Seguiré esperando y recibiendo comentarios, críticas y sugerencias.