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Me cogí a mi media hermana en pandemia
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Micaela, mi media hermana por parte de padre, llegó al pueblo un sábado por la tarde. A mí me tocó ir a recibirla a la terminal de autobuses. Nos saludamos con un fuerte abrazo y con un beso en cada mejilla. Estábamos muy contentos de volver a vernos tan pronto. Meses atrás, hacia el final de las fiestas decembrinas, nos habíamos despedido pensando que pasaría al menos un año antes de que volviésemos a vernos, pero la pandemia por covid 19 lo había cambiado todo.

—Cuando entendieron que la pandemia no terminaría en un futuro cercano, mi mamá y su marido decidieron enviarme para acá, con la abuela Damaris —le dije a mi hermana de camino a casa—. Dijeron que aquí, en un pueblo pequeño que está en medio del campo, estaría más seguro.

—Mi madre y mi padrastro dijeron lo mismo —me explicó Mica—. Que no tenía sentido que me quedase en la ciudad, si de cualquier forma ahora mis clases de la prepa son en línea. Es curioso, ¿no? Que nuestras madres digan odiarse, pero siempre piensen de manera similar. Me imagino que por eso se hicieron amantes del mismo hombre —Micaela soltó una risotada y yo apreté puños y dientes—. Ya, no pongas esa cara, que solo fue un chascarrillo sin importancia.

Al menos alguien se lo tomaba con humor, porque a mí ese tema siempre me ponía muy incómodo. Éramos hijos ilegítimos y hasta la fecha, nuestro padre negaba que fuésemos suyos. Para él y su conspicua esposa, nuestras madres solo eran dos mujerzuelas arribistas cuyos propósitos de convertirse en señoras de alcurnia se habían visto frustrados.

El resumen de la historia es el siguiente. Nuestro padre se casó a los diecisiete años con su actual esposa debido a que ella salió embarazada. Un año después, él se fue a la capital a estudiar una licenciatura. Allí conoció a la mamá de Mica y a la mía. Las enamoró y las embarazó en la misma época en la que su esposa esperaba a su segundo hijo. Nuestro padre siempre negó que fuésemos suyos argumentando que las cuentas no le cuadraban, pero a nuestra abuela Damaris le bastó con mirarnos recién nacidos para reconocer que éramos de su sangre.

—Eres idéntico a mi difunto hermano Eusebio, y Astrid es igualita a mi prima Ignacia —me dijo mi abuela en cierta ocasión—. ¿Cómo madre no van a ser de mi hijo Alfonso? Ojala que algún día se le ablande el corazón con ustedes dos.

Mica se instaló en la habitación contigua a la mía y pronto establecimos una rutina. Casi todo lo hacíamos juntos. Yo la ayudaba con su tarea y ella me obligaba a acompañarla a correr. Mis momentos favoritos del día eran cuando íbamos por un helado y cuando subíamos al techo a observar las constelaciones. Ella era la única mujer de mi edad con la que podía hablar sin tartamudear, por eso me gustaba tanto estar con ella.

Mi nombre es Gael y en aquella época era un chico bajito, flacucho y de cabello enmarañado. Mica, por su parte, era una encantadora muchacha de cabello castaño, ojos zarcos y hermoso cuerpo juvenil. Yo vestía siempre con ropa holgada y remendada, pero mi hermana gustaba de usar prendas ceñidas y relevadoras. Yo era muy tímido y ella demasiado extrovertida. A mí, por ejemplo, me daba mucha vergüenza caminar por el pueblo, ya que sentía que todos se me quedaban viendo y me señalaban como bastardo; a mi hermana, en cambio, le encantaba deambular por las calles con la frente en alto, saludando a todos los que se cruzaran en su camino. La muy descarada a veces hasta saludaba a nuestro hermano Axel, uno de los hijos legítimos de nuestro padre, que solo asentía con educación, pero también con indiferencia.

Hacia a finales de Semana Santa de 2020, unos primos nos invitaron a una de las típicas tardeadas de nuestro pueblo, que se celebraban en la orilla del rio. Mica aceptó la invitación de inmediato, pero yo la rechacé cortésmente ya que en realidad, era ella quien tenía una amistad con ellos, no yo. Esa tarde me la pasé encerrado en mi habitación, solitario, durmiendo y mirando películas en internet. A esas alturas yo estaba tan acostumbrado a estar con mi hermana, que resentía demasiado su ausencia.

Cuando ya casi era de noche, se me ocurrió revisar las redes sociales de Mica para ver cómo estaba yendo su tarde. Las fotos eran magnificas. El sol arrancaba destellos del rio. El azul del agua contrastaba artísticamente con el verde de los árboles de la ribera. Y, sin embargo, había ciertos detalles que para nada me gustaron:

Primero, Mica llevaba un diminuto traje de baño de dos piezas, que dejaba muy poco a la imaginación. El hilo se le metía de manera obscena entre las nalgas. Algunos culeros ya hasta le habían puesto comentarios morbosos en sus publicaciones.

Segundo, mi hermana estaba tomando cerveza. Yo sabía muy bien cuán cariñosa se ponía ella cuando bebía. En varias fotos salía abrazándose con tipos que no desaprovechaban la ocasión para acariciar su piel.

Tercero, mi hermano Axel estaba ahí con ella. Yo sabía muy bien que a veces se saludaban, pero en las fotos, tal vez por el alcohol, parecía que fueran mejores amigos. Salían riendo, platicando, bebiendo y jugando juntos. En una foto salía Axel mirando a la cámara mientras Mica le daba un beso en la mejilla. En otra foto Axel estaba cargándola sobre sus hombros mientras ella reía. Todas las publicaciones donde salían juntos tenían decenas de reacciones y comentarios. Mi medio hermano era un tipo alto, musculoso y bien parecido. Tenía la misma edad que yo, pero me sacaba veinte centímetros de estatura y veinte kilogramos de puro musculo.

Una persona normal jamás habría visto con malicia esas fotos. Una persona normal se habría alegrado de que Axel y Mica conviviesen como los hermanos que eran. Pero yo no era una persona normal. Yo conocía muy bien el lado oscuro de mi media hermana.

Antes de las vacaciones de verano del 2019, mi relación con mi media hermana era más bien de indiferencia. Teníamos el mismo padre, pero nos habíamos criado con nuestras respectivas madres. De vez en cuando coincidíamos en la casa de nuestra abuela Damaris, pero incluso entonces, por lealtad con nuestras correspondientes madres, tratábamos de mantener una sana distancia entre nosotros.

Sin embargo, un par de semanas antes de las ya mencionadas vacaciones, Mica comenzó a escribirme por Messenger para pedirme asesoría con ciertas tareas de su prepa. Yo, más que nada por educación, siempre accedí a ayudarla. En cierta ocasión me escribió para pedirme ayuda con un sistema de tres ecuaciones con tres incógnitas, pero yo tardé varias horas en responder. Por cortesía, para que ella no pensara que la estaba ignorando, o que ya no la quería ayudar, le expliqué el motivo de mi demora.

Gael: Hola, Mica. Una disculpa por la tardanza. Lo que pasa es que estaba en casa de un amigo mío. Su hermana acaba de sufrir un caso de acoso callejero y nos lo estaba contando. O bueno, se lo contaba a él, pero yo escuchaba todo.

Micaela: No te preocupes, hermano. Un amigo ya me pasó la tarea jejeje. Espero que todo esté bien con tu amiga.

Gael: Por fortuna no pasó a mayores. Solo fue un rato desagradable. Karina, la hermana de mi amigo, se quedó muy impactada al principio, pero después hasta se lo estaba tomando con gracia jejeje.

Micaela: Pero cuenta bien el chisme jejeje. Solo Hablas sin decir nada.

Gael: Lo que pasa es que saliendo de la prepa, Karina tomó un bus a su casa. Extrañamente, iba casi vacío. Ella se sentó hasta atrás y al poco rato se subió un señor, que también se sentó en el asiento de atrás, pero en el extremo opuesto. Ella iba en su mundo, mirando por la ventana, pero de pronto volteó y se dio cuenta de que el señor tenía el miembro de fuera y se estaba masturbando mientras la veía.

Micaela: Y en vez de huir, la tonta de tu amiga se quedó ahí, sentadita, ¿no? A mí se me hace que le gustó el wey jejeje.

Gael: Todo lo contrario. Precisamente lo que la enojó es que era un señor chaparro, moreno y gordo. Se quejó de que no le “tocara” uno alto, güero y mamado jejeje.

Micaela: Qué lista me salió la Karina jejeje.

Gael: ¿Y tú qué harías?

Micaela: ¿Si me tocara un wey como el que pedía tu amiga? Pues darle unas buenas mamadotas… digo, unas cachetadas jejeje.

Mi verga reaccionó bajo mi pantalón.

Gael: No sé por qué, pero ahorita que leí eso, sentí un escalofrío.

Micaela: Porque has de ser bien pinche caliente jejeje. A mí una vez me pasó algo más o menos similar, pero no en un autobús, sino en el metro. Era la hora pico y me tocó irme parada. Un wey se puso atrás de mí y sin ninguna discreción, iba agarrándome las nalgas y restregándome su pito. Yo nada más le movía la colita, porque la neta estaba bien bueno. Era así, tal cual como lo pedía tu amiga: alto, güero y mamado. Cuando yo iba a bajarme, ese wey me abrazó por la cintura, me besó el cuello y me propuso que fuéramos a un lugar más privado. La neta yo no iba a aceptar, porque mi novio me estaba esperando, pero de pronto pensé que a ese wey lo veo todos los días y al del metro, nunca lo volvería a ver. Así que acepté su propuesta y nos fuimos a un hotel jejeje.

Yo estaba tan caliente que perdí completamente el pudor y le pedí a Mica un chingo de detalles sobre lo que había pasado después. Ella me contó a qué motel se la habían llevado y hasta cómo la habían puesto. Le pregunté si le gustaba mamarla y ella reconoció que sí, que le encantaba. Mica describía las escenas con tanto detalle y con palabras tan sucias, que pronto comencé a masturbarme por la excitación.

Gael: Qué bueno que no estás aquí, de lo contrario no sé qué podría pasar. Hasta se me iba a olvidar que somos hermanos.

Micaela: Jejeje, no mames, tan seriecito que te ves. Ya estás bien duro, ¿verdad?

Gael: Más o menos. ¿Quieres ver?

Micaela: A ver…

Le mandé un video de dos minutos donde me estaba masturbando. Al final del mismo me venía a borbotones.

Micaela: Qué fuerte… La neta sí te la andaba chupando… Qué bueno que no estamos tan cerca…

A partir de ese día, Micaela y yo tomamos mucha confianza el uno con el otro. Ella me platicaba sus intimidades con su novio y con sus amigos. Por mi parte, yo no tenía nada que platicarle. Mis experiencias en lo sexual eran prácticamente nulas. Sin embargo, no quería quedarme atrás, de modo que busqué la manera de mantenerla entretenida. Comencé a contarle historias veraces, pero que no me habían sucedido a mí, sino a mis amigos, aunque poniéndome yo como protagonista. Eso me sirvió para mantener enganchada a mi hermana hasta las vacaciones de verano.

Durante las vacaciones de verano de 2019, Micaela y yo nos encontramos en la casa de la abuela Damaris. La verdad es que yo estaba muy nervioso. Una cosa era platicar con ella por internet y otra muy diferente hacerlo de frente. Sin embargo, ella con su actitud jovial, pronto me hizo entrar en confianza. Una cosa llevó a la otra y en menos de una semana, ya estábamos hablando cara a cara de los típicos temas sexuales que estilábamos por internet. A veces nos encerrábamos en mi cuarto a ver porno, pero siempre teníamos el pendiente de que mi abuela nos podía descubrir, aunque eso no hacía sino aumentar todavía más nuestra adrenalina.

En cierta ocasión estábamos viendo una película de terror en la sala. Mica se había acurrucado a mi lado porque según tenía miedo. Era casi la medianoche y había una tempestad. Nuestra abuela ya estaba dormida. De pronto se fue la luz por la tormenta.

—Puta madre, justo lo que faltaba —exclamó Mica—. Tan buena que estaba la peli…

—Hay muchas cosas que se pueden hacer en la oscuridad. —dije yo, y entonces ella me besó. Estuvimos fajándonos hasta que regresó la luz. Luego fingimos que nada había pasado y terminamos de ver la película.

A partir de entonces, Mica y yo nos fajábamos cada vez que teníamos la oportunidad. En cierta ocasión me animé a pedirle las nalgas, pero ella me dijo con firmeza que eso jamás pasaría, y que me conformara con unos besos.

Así pasamos las vacaciones de verano. Ella me usaba como un juguete para entretenerse y yo la veía como una especie de novia. El último día que estuvimos juntos, Mica se desnudó de la parte de arriba y me dejó tocarle y lamerle los pechos.

Pasamos los siguientes meses escribiéndonos como de costumbre. Cuando llegaron las fiestas decembrinas y nos volvimos a ver, intenté besarla en cuanto estuvimos a solas, pero ella me detuvo diciendo que debíamos detener esa locura. Fue en esa época en la que comenzó con la cantaleta de que estaba muy enamorada de su novio y ya no quería seguir engañándolo. Yo me resigné como un caballero; sin embargo, aun así seguía procurando estar el mayor tiempo posible a su lado.

Aunque ya no nos besábamos ni nos tocábamos, eso no impidió que Mica y yo pasásemos un magnifico diciembre juntos. Tanto así, que cuando nos despedimos, ella se puso a llorar porque tenía planeado ir a pasarse el próximo verano a Mazatlán, razón por la cual no nos veríamos sino hasta el siguiente diciembre.

Pero al final esos planes se fueron al diablo por el Covid 19 y volvimos a vernos tres meses después. Esta vez estaríamos juntos por un plazo de tiempo indefinido.

Micaela regresó de la tardeada borracha y alegre. Lo primero que hizo al verme fue platicarme que estaba muy contenta porque ya se estaba llevando mejor con nuestro hermano Axel. De inmediato le advertí que se cuidara de él.

—El tipo tiene su reputación en el pueblo —le comenté—. Dicen que es bien mujeriego y rompe corazones. Ándate con cuidado.

—No mames, Gael. No seas enfermo. Aunque el wey esté bien pinche guapo y tenga un cuerpo como para chupárselo todo, cómo crees que voy a hacer algo con mi hermano.

Mica soltó una risotada al advertir mi cara de celos.

Pasaron los días y Micaela comenzó a pasar más tiempo con Axel que conmigo. Todas las tardes, el muy maldito iba a buscarla para llevársela a andar en moto. Yo me masturbaba como loco pensando en lo que pudieran estar haciendo. Por su parte, nuestra abuela estaba tan contenta de que Mica y Axel compartiesen tanto tiempo, que ni siquiera se daba cuenta de que su nieta se vestía cada vez más puta.

Un jueves por la noche mi abuela se tuvo que ir a hospital para cuidar a un hermano suyo que estaba muy enfermo de covid. Mi hermana aprovechó la ocasión para irse a un antro con Axel. Esa fue la primera noche que salieron juntos y los celos no me dejaron dormir, de modo que esperé en la sala, a oscuras y en silencio, hasta que regresaron.

Micaela y Axel entraron besándose como si fueran novios. Estaban tan ocupados en lo suyo, que ni siquiera advirtieron que yo estaba en el sofá de la sala, oculto entre las sombras. Axel cargó a Mica y se la llevó para el segundo piso. Escuché una puerta abrirse y cerrarse. De inmediato me levanté, me quité los zapatos para no hacer ruido y me dirigí a hurtadillas hasta la puerta del cuarto de Mica. Los muy malditos ni siquiera intentaban no hacer ruido. Se escuchaban obscenos gemidos sexuales. Me saqué la verga y me masturbé imaginando las porquerías que estaban haciendo. Me vine unos treinta minutos después y luego me fui a acostar, pero no pude dormir, ya que mis hermanos siguieron cogiendo escandalosamente casi hasta el amanecer.

Antes de que ellos despertaran, me salí de la casa y tomé un autobús. No llevaba ningún destino fijo. Solo quería alejarme de allí. Me bajé en el último pueblo al que llegó el autobús y me pasé la tarde deambulando sin rumbo. Micaela me dejó un chingo de mensajes, pero ni siquiera los abrí. En la noche renté una habitación de hotel y contraté una scort en un tugurio cercano. Esa fue mi primera vez y la pasé a toda madre.

Regresé a casa la tarde del sábado y me encerré en mi habitación sin hacer ruido. El domingo en la mañana mi abuela nos obligó a acompañarla a misa y no nos dirigimos la palabra, ni en ese momento, ni en todo lo que restó del día.

El lunes por la mañana mi abuela se fue de nuevo al hospital a cuidar a su hermano. Micaela me acorraló en la cocina mientras me preparaba un licuado.

—¿Estás enojado conmigo? —Me preguntó.

—No, simplemente no te quiero hablar.

—Me vas a hacer llorar si sigues ignorándome.

—Igual que yo lloré mientras te escuchaba coger con el Axel. ¿Por qué con él sí y conmigo no? Te quiero hacer el amor. Estoy enamorado de ti.

—La neta no te quiero lastimar.

—Me lastima más tu desprecio.

Mica me tomó de la mano y me llevó a su habitación. Entramos besándonos, acariciándonos y desvistiéndonos. Apliqué con ella todo lo que había aprendido con la scort dos días atrás. Le chupé los pechos, le estimulé el clítoris y cuando ya estaba mojada, le metí los dedos. Mientras la masturbaba, le susurraba al oído que la amaba, pero ella me dijo que me callara y que la besara.

Arrojé a Mica a la cama, le abrí las piernas y comencé a mamarle su zona intima. Ella soltaba gemidos de placer y sujetaba mi cabeza para evitar que la retirase. Yo sentí que sus jugos eran como mi ambrosia, mi néctar de los dioses, mi tesoro soñado.

Cuando tuvo su primer orgasmo, Mica se incorporó, me hizo tenderme en la cama y comenzó a mamarme la verga mientras me veía con ojos de puta. Me la chupó hasta que estuvo empapada de saliva y liquido pre seminal. A continuación, se montó sobre mí, guio mi pito hacia su interior y se sentó sobre él soltando un gemido. Mientras ella me cabalgaba, yo le estimulaba los pezones y el clítoris, tal como me había enseñado la prostituta del viernes.

Mi hermana estuvo cabalgado un buen rato y cuando sentí que iba a venirme, la puse en cuatro y procedí a penetrarla así. Mientras me la cogía, le estimulaba el clítoris y el culo. Ella solo gemía como una puta descarada.

Derramé me leche en su espalda y me tendí sobre ella. Estuve besándole el cuello y susurrándole cosas al oído hasta que ella me dijo que me fuera, porque necesitaba bañarse para su cita con Axel, que de nuevo iba a ir a la casa a cogérsela.

En la noche, después de haber pasado la tarde cogiendo con nuestro medio hermano, Mica se coló en mi habitación y volvimos a hacer el amor. Incluso nos bañamos y nos dormimos juntos.

Pasamos varios meses cogiendo cada vez que teníamos oportunidad. Axel también se la cogía de vez en cuando y a veces hasta su novio aparecía en el pueblo para llevársela a algún hotel. Mi retorcido cuento de hadas llegó a su fin cuando mi hermana me dijo que estaba embaraza. Yo era con quien más cogía y por lo tanto lo más probable es que fuera mío. Pero nadie podía saberlo. De manera que iba a meterle el niño a su novio. Motivo por el cual Mica tuvo que irse del pueblo a vivir con él.

Tanto Axel como yo entramos en depresión por la ausencia de nuestra hermana. Él se hizo alcohólico y yo me hice adicto a las prostitutas. Sin embargo, un par de meses después, en mayo del 2021, Mica nos sorprendió regresando al pueblo con un pequeño bebe en brazos. Todo el mundo decía que era idéntico a su tío jejeje.

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