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Mario (13 de 22): Curando las heridas
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Tiempo de lectura: 13 minutos

Pasaron tres meses antes tener noticias de Guillermo. Exactamente noventa y dos dolorosos y largos días.

La reacción de Guillermo, cuando Robert nos sorprendió mientras me montaba en su despacho, curiosamente parecía una escena de cine preparada, me sorprendió. Rapidamente se guardó la enorme verga en el pantalón.

-Es mejor que ahora te marches, ya hablaré con él más tarde de todo esto y le explicaré. -me encontraba en estado de shock, sin poder comprender bien lo que estaba pasando.

Ese día tuve que hacer el recorrido en bus sin poderme sentar por el dolor que sentía en el culo, y estuve dos días sin levantarme de la cama aduciendo que me encontraba mal.

-Ya te lo advertí, si te revelas ante tu destino tendrás siempre las de perder. -parecía que mi abuelo sabía lo que pasaba, a veces sentía como si tuviera un sexto sentido y se anticipara a los acontecimientos.

El mundo se había paralizado para mi y pasaba las horas en la cama deseando la muerte, el dolor, no el mío ya que enseguida me recuperaría, el que le había causado a Robert me rompía por dentro.

Y no acabé como era mi deseo, la vida seguía y terminé por levantarme asumiendo que la vida resulta horrible, y es hermosa en contadas ocasiones, y dura y perversa el noventa por ciento del tiempo.

Comencé a estudiar en la facultad como estaba previsto y en la escuela de idiomas para mejorar el inglés y arrancar con el alemán. Las clases de Marquitos se reanudaron en la escuela. Migue hizo bien su trabajo y Lorenzo terminó contratándolo. La vida continuaba y teníamos que aceptarla tal cual era.

El abuelo pasaba mucho tiempo fuera de casa, según Aldo ayudando en el gimnasio, y era preferible a verlo sentado, mirando hacia la habitación de mama vacía.

El abuelo y Aldo habían forjado una amistad inexplicable, pero a todas luces beneficiosa para ambos que a mi me convenía, me quitaba la preocupación de ocuparme de él.

Comenzaba a sentir la necesidad de un hombre, no para que me diera cariño aunque lo necesitaba, solamente por la necesidad fisiológica de descargar las tensiones del cuerpo, sin recuperar la paz del alma.

Tuve la tentación de recurrir a mi primo, incluso de probar lo que Migue me sugería acerca de su jefe al recordarme que le preguntaba sobre mi constantemente.

El recuerdo de Robert, el dolor que dejó sentir en su grito, hacía imposible que esa parte de mi vida siguiera el curso normal, sino del olvido, pero de contemporizar y acomodarme a lo que la vida me brindaba.

Guillermo continuaba reponiendo los fondos de mi cuenta en el banco, el trato seguía existiendo y de alguna manera esperaba que la llamada se produjera.

La llamada me entró en el móvil un viernes saliendo de una clase de idiomas, ya relajado para pasar los dos días libres, o al menos poder descansar aunque no dispondría de tanto tiempo libre como necesitaba.

-¿Marito? Pásate por mi casa el sábado a la mañana. -la orden tan clara y precisa no necesitaba explicación, pero la dio.

-Tenemos que hablar y te alegrarán las noticias que tengo. -punto, no hubo más.

Previniendo lo que pudiera ocurrir me lavé detenidamente, comprobando que no me dolía el culo cuando me introducía los dedos y al final decidí usar el plug esa noche. Hacía noventa y dos días que mi culito llevaba inactivo y la experiencia de la última vez no había sido para nada placentera.

A la noche estuve tentado de moverlo como me enseñó Guillermo, para darme placer y no me atreví, el dolor que sentí aquel día me tenía secuestrado sexualmente.

Ese día estaba solo en la casa, había dado libre al personal y él mismo me abrió las puertas, había decidido no volver a usar las llaves que me entregó, de momento.

Llevaba puesto unos sencillos pantalones largos y camisa, el frío se dejaba sentir en la calle anunciando el próximo invierno, la calefacción estaba muy alta y se estaba bien.

-Pasa Marito, no tengas miedo. -en el momento que cerró la puerta me sujetó sin brusquedades dándome un beso en la frente. No me fiaba de él y le miraba suspicaz y temeroso, aunque sabía que fuera lo que pasara, tenía que ceder a lo que él quisiera.

-Entiendo tus recelos y no te culpo Marito, ven siéntate y hablemos. -tomé asiento, precisamente en el sofá que tan malos recuerdos me traía y lo hice en una esquina.

-Tenía que hacer algo para obligarle a marchar, tu sabes lo tozudo que es. -Guillermo no se había sentado y me imponía viéndole tan grande allí de pie, pareció darse cuenta y se sentó en el otro extremo.

-Resulto todo muy cruel.

-Si, para él, para ti y para mi también. Quiero pedirte perdón y decirte que no volverá a ocurrir.

-Nos odiara siempre Guillermo, eso es lo que has conseguido. -me veía acurrucado en el extremo del enorme sofá.

-Era lo que queríamos los dos, ¿no es cierto? Tu me pediste que le dijéramos lo nuestro, esa fue la forma para que el mismo lo viera, ahora se que no fue la mejor decisión para nadie.

-Aún tiene que sentir el dolor de nuestra traición.

-En eso te equivocas, al menos sirvió para que él cogiera su camino. -Guillermo no entendía que Robert había elegido otro y que tenía derecho a ello, o al menos a saber la verdad dicha de otra manera menos cruenta.

-La información que me llega es que ha comenzado a salir con una chica que estudia con él, una muchacha japonesa. -dijo lo de japonesa con cierto desdén.

La noticia me produjo un agudo dolor, pero también me alegraba por él, Merecía encontrar alguien que le amara y le hiciera feliz. Sentí la necesidad de defenderle frente a Guillermo.

-¿Tampoco te gusta ella, no es lo suficientemente digna para ti?

-¡Ja, ja, ja! No se trata de eso, ella es hija única de un importante empresario japonés y en riqueza le gana a Robert, es porque eso implica que será más difícil que regrese. No pienses que soy más perverso de lo que realmente sea.

Me sonreía socarrón e irónico.

-Ven, acércate Marito. -me fui aproximando, arrastrando el culo sobre el cuero del asiento hasta estar a su alcance, me sujetó y me colocó sentado sobre sus piernas y empezó a pasar la mano por mi cabello enredándolo.

-Se que amas a Robert, pero tienes que entender que él debe seguir un camino diferente, lo que ahora está haciendo, sus responsabilidades son muy serías y debe dejar descendencia que siga mi obra cuando yo no esté. -sus ideas me sonaban a arcaico y anticuado pero tampoco se lo podía discutir.

-¿De verdad qué es feliz?

-Sin duda pequeño, solo estaba confundido y creyó que te amaba, y es cierto que te quiere, como siempre te ha querido, como yo o su madre, no tienes que pensar más en él de esa manera, él era como un hermano tuyo. -Guillermo tenía toda la razón y yo había estado equivocado y le había seguido el juego ilusionado, sabiendo, o sintiendo que aquello no era realidad.

No podía contener las lágrimas y mansamente descendían por mi cara.

-No llores Mario, al final todo ha sido para bien. -Guillermo me iba besando cariñoso, pasándome la mano por la cabeza y estrechándome contra el pecho hasta que sentí una ligera excitación que apretaba en mi culo.

-¿Quieres qué…? -me levantó la cara y me besó la boca sin dejarme terminar de hablar.

-No bebé, hoy no, ya te dije que quería que habláramos y aclararlo todo. -le agradecí de corazón que fuera tan delicado, y levanté la cabeza para besarle yo.

A pesar del mal que Guillermo me hacía, según él necesario, en sus brazos me hacía sentir seguro y protegido, metí la mano dentro de su camisa para enterrarla en el felpudo del vello de su pecho acariciándole.

-Pero tampoco tienes que provocarme.

-No te entiendo, no lo estoy haciendo.

-Solamente con tus besos consigues excitarme pequeño y si sigues tocándome de esa manera no me aguantaré. ¿Quieres tomar algo, comer alguna cosa mientras seguimos hablando?

-Lo que tu quieras. -conseguí esbozar una pequeña sonrisa y repetí el beso.

-Así me gusta Marito, seguimos siendo amigos.

En esta ocasión no le ayudé a preparar lo que sería su cena, tenía preparado medallones de pescado blanco fritos y ensalada.

-¿Cómo van tus estudios? Estás ya para finalizar un trimestre. -comenzamos a hablar sobre ello, Guillermo parecía estar muy interesado y me obligó a contarle como llevaba todas las materias y que le explicara las dificultades que encontraba.

-Lo peor es el alemán, se me hace muy difícil.

-Piensa en coger un profesor particular de apoyo.

Cuando me despedí de él todo parecía haber vuelto a la normalidad, a cuatro meses atrás antes de que Robert llegara.

No había comido nada de lo que Guillermo preparó y tenía algo de hambre, el abuelo no había regresado, preparé la cena de los dos, dispuse la mesa y me senté a esperar viendo la televisión.

Media hora más tarde escuché ruidos de trompicones en la escalera y voces apagadas por el ruido de la madera. El abuelo volvía sostenido por Aldo que le pasaba el brazo por debajo de los brazos.

Los dos se detuvieron en el dintel de la puerta y luego entraron, dejó sentado a mi abuelo en la mesa de la cocina y se dirigió hacia mi que les miraba desde la sala.

-Lo siento Marito lo encontré de esta manera y lo ayudé a llegar.

-Gracias Aldo, te volverás su ángel guardián. -luego me acerqué a la mesa.

-¿Estas bien para cenar abu? -coloqué la mano sobre su hombro y con un brusco gesto me rechazó.

-¿Dónde tienes lo que don Guillermo te ha dado para mi? -su mirada mostraba ansiedad.

-A mi no me ha entregado nada. -no esperaba su reacción tan violenta, barrió con el brazo lo que contenía la mesa tirándolo al suelo, un gran ruido de platos al romperse estrellados se escuchó. Instintivamente me arrinconé protegiéndome con los brazos en la cara.

-Te lo quedas todo para ti, fui yo quien te puso de puto y tengo derecho a mi parte. -era la primera vez que mi abuelo reconocía mi venta.

-No se de que me hablas.

-¿No sabes? Nunca sabes nada. He sido muy blando contigo últimamente, yo te enseñaré a respetarme. -se levantó y con paso tambaleante se encaminó a su habitación.

Miré un instante la comida esparcida por el suelo y los trozos de loza desperdigados, luego a su figura enarbolando la temida fusta.

Aquella verga de toro trenzada, que usaba en contadas ocasiones para golpearme, sabiendo que causaba más daño que su cinto de cuero ancho.

Elevó la mano dispuesto a descargar el golpe y me dejé caer haciéndome un ovillo, colocando los brazos sobre la cabeza en un intento vano para protegerme tiritando de miedo.

Esperé temblando, con los ojos cerrados, el primer golpe, pero la fusta no llegó a tocarme.

-¡No don Román! No permitiré que trate así a su nieto. -la voz de Aldo retumbó en mi cabeza. Abrí los ojos para ver al muchacho sujetando en el aire la mano del abuelo.

-Tu no te metas, el chico se merece una lección. No es asunto tuyo.

-Lo siento don Roman pero eso no es justo, entrégueme la fusta por favor. -forcejearon un poco, pero a pesar de que el abuelo tiene mucha fuerza, no podía con la de Aldo más robusto y joven.

Le arrebató el espantoso objeto que cayo al suelo y lo apartó de una patada.

-Tranquilícese don Roman. -el abuelo dejó de resistirse y Aldo le llevó a su habitación cerrando la puerta. Aunque hablaban en voz alta, a veces el abuelo gritando, no podía entender nada, la congoja y mis sollozos me ahogaba y me faltaba el aire para respirar. Aunque apretaba los dientes no podía evitar los temblores que sacudían mi cuerpo.

No se si el propio miedo me hizo perder el conocimiento o el contacto con la realidad, tampoco sabía el tiempo que había pasado. Solo escuchaba a Aldo hablándome y le sentía pasar la mano por mi cabeza.

-Ya pasó todo Marito, ya pasó todo. -entonces arranqué a llorar en silencio mientras Aldo protector me abrazaba.

**************

Encontré el profesor de alemán como me aconsejó Guillermo. Al salir de la escuela de idiomas, pegado en una farola se anunciaba. Era un hombre joven que a su vez estudiaba haciendo un doctorado y necesitaba el trabajo. Quedamos en que una hora a la semana, para resolver dudas e ir practicando poco a poco, sería suficiente de momento.

Los tres siguientes días intenté encontrarme con mi abuelo lo menos posible, me quedaba estudiando en la biblioteca municipal y llegaba a casa justo con el tiempo para meterme en la cama, a las mañanas me levantaba temprano y escapaba.

Sabía que el temporal había pasado y que no corría peligro hasta que se presentara la ocasión propicia, cuando bebía perdiendo el control. Sin estar influido por el alcohol no era fácil que me llegara a golpear, además yo sabía que temía causarme marcas con sus golpes y que don Guillermo llegara a verlas.

Esa tarde había quedado con Migue, mejor dicho, él quería saber sobre mi encuentro con don Guillermo.

-¡Vaya, si que tuvo prisas Robert para encontrar consuelo!

-Eso está bien Migue, a mi me libera y descarga mi conciencia.

-Entonces es el momento de que te ocupes de ti mismo, tienes que divertirte, has pasado tres meses recluido y aislado, ¿no tienes necesidad de un hombre después de tres meses?, y sobe todo, encontrar alguien en quien poder confiar y que llegue a amarte ahora que lo de Robert está lejos.

-Eso ultimo es difícil que vuelva a pasar Migue, y hombres ya tengo, si no recuerdo mal soy amante de don Guillermo, tu puedes prestarme a mi primo, no necesito más. -desde hacía algún tiempo no reíamos como en este momento.

-Y no olvides a Lorenzo, me pregunta por ti cada día.

-No voy a iniciar una aventura más Migue, no de momento.

-Pero puedes tomar un café con él, hablar. Es lo que Lorenzo quiere. ¡Por favor Marito! Necesitas hablar y saber que alguien te escucha. Mi jefe es un buen chico.

-No lo dudo Migue, pero para hablar ya te tengo a ti. Igual algún día paso por allí para ver vuestros modelos y tomaremos ese café que propones.

El jueves me llamó Guillermo, quería que pasara por su casa el viernes y estuviera disponible para él hasta el sábado.

Sentía cierta sensación, no de temor, desasosiego más bien, por como resultaría volver a ejercer de amante suyo. Tenía dos noches para usar el plug y prepararme, seguía usando el de tamaño pequeño y pensaba que era suficiente por la experiencia que ya tuve.

La oportunidad de visitar la tienda de Migue y Lorenzo, se me brindo de repente, tenía que comprarme algo para el frío ya que Guillermo querría subir al monte para practicar su deporte favorito.

Llamé a Migue y le dije que esa misma tarde pasaría por allí y que fuera buscándome algo apropiado.

Cuando llegué Lorenzo atendía a una pareja y me saludo con un gesto y su mejor sonrisa.

-¿Tienes ya algo para mi preparado? -abracé a mi amigo, admirado de como dominaba y lo bien que se manejaba en aquel ambiente.

-Un montón de cosas, algo que te va a gustar. -fue verla y gustarme inmediatamente.

-Esta parka te va a caer de cine, quítate la chaqueta y pruébala. -me dejé guiar por Migue, de verdad que me encantaba la prenda. Era principalmente amarilla con grandes bolsillos y capucha ribeteado de simil piel con algunos detalles en negro.

-¿Te gusta?

-Pues sí, esto era lo que buscaba.

-Estas precioso. -No me había dado cuenta de que Lorenzo había terminado de atender a sus cliente y estaba a nuestro lado. La cara me ardía y me sonrojé como un niño. Le miré y sonreí como pude.

-¡Gracias por el cumplido!

-No es una galantería Marito, es la verdad. -busqué a Migue que con prudencia se había alejado y colocaba otras ropas en sus perchas.

-Lo que sea gracias. -Lorenzo se aproximó, sujetó la parka afirmándola sobre mis hombros con las solapas abiertas y la capucha desplegada, haciendo que mis cabellos asomaran por encima.

-Para mi es un lujo tenerte de cliente, y de amigo si me aceptas un café. -no sabía lo que me pasaba pero lo que decía me subía los colores.

-De acuerdo, me apetece tomarlo. -iba a añadir “tomarlo contigo” pero me contuve.

Le dejamos a Migue envolviendo la compra y me llevó a una cafetería cercana, pidió un café cortado para él y uno más grande con leche para mi.

-Me ha dicho Migue que vas a la universidad, que eres muy inteligente.

-No es cierto, Migue es mi amigo, ¿qué puede decir él?

-Yo me lo creo, solo hacer falta mirarte a los ojos para darse cuenta.

-¡Jo! Lorenzo, conseguirás ponerme rojo otra vez.

-Te sienta muy bien, con el brillo de tu cabello se te ve delicioso, pero tienes razón, hablemos de otras cosas.

-Tendrás novio…, o novia, un chico así no puede estar solo.

-Soy gay Lorenzo…, y no, no tengo novio. -algo debió ver en mis ojos.

-Yo también lo soy. Perdona, creo que no debía preguntarlo

-No importa, tuve un novio pero duró muy poco. -tenía la mano sobre el mostrador y el repiqueteó con sus dedos sobre ella.

-Cuéntame algo sobre tus estudios, ¿por qué te decidiste por empresariales?…

La charla se fue alargando, me daba cuenta de que lo que me dijo Migue era cierto, Lorenzo era una buena persona, amable, lista y hasta algo guapo de cara, del resto era divino.

-Me tengo que marchar Lorenzo.

-El tiempo para tomar un café es muy corto, ¿volveremos a vernos?

-Tu tienda me gusta, también tu ropa.

-¿Nada más?

-Aún es pronto Lorenzo, lo siento.

-Puedo esperar y eso haré.

**************

El viernes a la tarde volví a hacer uso de las llaves de la casa de Guillermo. Había dejado una nota a mi abuelo diciéndole que estaría con él hasta el sábado y que no se preocupara. Seguramente no lo haría pero yo quería creer lo contrario.

Guillermo estaba en el salón, sentado delante de una enorme pantalla de plasma, dejó de mirarla girando la cabeza hacia mi.

-Por fin llegaste. -me acerqué para darle un beso y me sujetó para que me sentara a su lado, la pantalla quedó delante de mis ojos, la miré incrédulo fijamente, no pensaba que aquello fuera real.

Un muchacho debatiéndose en la cama, debajo de un hombre mayor y peludo que lo tenía sujeto montándolo, con una verga que daba miedo entrando y saliendo del culito del chico.

-¿Nos has grabado?

Me encanta observarte, ver tus reacciones cuando te poseo, tus gestos y expresiones me alucinan. Marito, necesito tenerte.

Sin apagar la pantalla se abrió el batín que llevaba, su enorme y oscura verga temblaba expulsando precum. Me maravillaba aquel don que la naturaleza le había otorgado y me arrodillé abriéndoles las piernas, sujeté la polla con las dos manos y empecé a lamerle los ricos hilos de líquido que resbalaban por ella.

Comencé a chuparle el glande e intentar tragar todo lo que podía de la caliente carne.

-¡No!, espera, mejor en la cama, quiero tenerlo como recuerdo.

Me cogió en sus brazos y me llevó atravesando el salón y el pasillo con su vergón al aire, los faldones del batín flotando contra sus potentes piernas siseaban al rozarle los duros pelos.

Me depositó en la cama, y mientras yo me desnudaba, él se quitó el batín y manipulo algún mando en la cabecera de la cama. Se tumbó sobre ella totalmente desnudo, un exquisito cuerpo de hombre maduro, perfectamente esculpido y cubierto de vellos se me ofrecía sonriente y dichoso.

No lo dudé un instante, sin pensarlo me abalancé sobre él para seguirle mamando aquella prodigiosa polla, lamiendo los inmensos testículos, acariciando su abdomen mientras él dejaba salir roncos gemidos de placer.

Tenía tanta necesidad de mamar verga, de volver a sentir aquel sabor delicioso en mis papilas que no me cansaba y todo me parecía poco.

-Espera pequeño, también yo quiero chupar tu polla. -sin que él se moviera me subi sobre mi macho ofreciéndole mi pene, cabalgando su cabeza para que me comiera como él quería.

Guillermo me chupaba el pito, pero sobre todo me mamaba el huequito del culo perforando el ano con la lengua. Así estuvimos un rato, aullando de placer con la comida de culo que Guille me daba, el gruñía roncamente comiendo mi culo, haciéndome sentir los pelos de su bigote rozando la entrada de mi culo, y luego la boca aspirando, y la barbilla apretando y queriendo meterse en mi culo.

-Sí papi, si que rico papi, sigue comiendo mi culito. ¡Ayyyyyy! ¡Ayyyyyy! ¡Ayyyyyy! ¡Ayyyyyy! ¡Ummmmm! que bueno sabe papi.

-Te quiero follar ya.

-Sí papi, yo también quiero tu gorda verga en mi culito.

El ambiente parecía electrificado, se palpaba la lujuria, se olía el sexo.

Me giró en la cama colocándome boca abajo, tiró de mi cintura para que elevara el culo y se metió entre mis piernas. Cuando sentí el glande de la enorme polla apretando, tuve un estremecimiento nervioso, de la necesidad que me embargaba por tenerle dentro.

No fue fácil al principio, pero no sentía dolor y también yo colaboraba empujando mi cuerpo hacía él hasta que estuve lleno de carne, con toda su polla metida en el culo.

El macho pegado a mi espalda, con sus pelos acariciantes dando calor a mi piel, se quedó un minuto jadeando sin moverse, luego hacia pequeños movimientos de giro hasta que, para él, era el momento de la acción.

Empezó a embestirme primero despacio para ir haciéndolo más fuerza y cogiendo velocidad. Su fortaleza parecía inagotable y me follaba magistralmente, me tenía totalmente entregado a él, ocupado en sentirle palpitar cuando descansaba, y como la verga se le hinchaba más anunciando el tremendo placer que sentía el semental que me montaba.

-Ya, ya, ya voy a acabar, no puedo aguantar más. -rugió como un león en la selva disputándose la primacía del macho sobre la hembra, y pude sentir la ingente cantidad de semen borboteando, con el que me llenaba.

Aún no había llegado mi momento, pero me masturbé velozmente y empecé a eyacular cuando mi hombre acababa.

Después de la ducha estuvimos viendo la televisión y hablando, sobre todo él me hablaba, acerca de sus negocios y como los enfocaba. No lo sabía aún, pero esa era la primera lección de las muchas que recibiría de él sobre temas de negocios, me gustaba escucharle y a él que le preguntara.

Me despertaron sus manos acariciándome el culo, las pasaba con suavidad por ellos y a veces los apretaba.

-¿Qué hora es?

-Las tres, pronto para levantarnos.

-¿Y tu qué haces despierto?

-Sintiéndote como duermes. -estaba tumbado boca abajo y me di la vuelta abrazando su cuerpo desnudo. Coloqué la pierna sobre él y tenía la polla dura.

-Continuas caliente papi.

-No importa, tu duerme. -bajé la pierna y la agarré con la mano.

-¿Guille? -no me contestó

-Me gusta tu verga papi. -no la podía abarcar con la mano pero si sujetársela para masturbarle.

-Los dos necesitamos sexo al parecer.

-¿Me dejas que te la chupe?, hasta que te corras en mi boca.

La sentía tan caliente en la mano que la boca se me hacía agua y el culito se me abría palpitando, y también su pene se ponía más duro según se lo meneaba.

Como no me respondía bajé la ropa dejándonos desnudos sobre la cama, al contraluz de la ventana la miraba toda tiesa y se la moví sujetándola por la base.

Me incliné y la metí en mi boca, profundamente hasta sentir arcadas que contuve. Me sabía tan rica, y su delicioso olor propio de una verga de macho supurando jugos.

Chupaba y lamía con destreza.

-¿Te gusta papi? ¿Te gusta como te hago?

-Sigue, continua bebé, lo haces muy rico. -me sujetó de la nuca marcándome el ritmo que quería y yo lamía, chupaba, y metía su verga larga, negra y gorda en mi garganta.

Luego le comí, mordiendo con delicadeza sus negros y velludos testículos, hundía la cara en su pubis deseando integrarme en él. lamiéndole el negro vello ya con canas blancas.

El olor a verga impregnaba mi cara.

-Papi, ¿no has hecho nada estos meses? tu polla está más dura que otras veces.

-No bebe, esperaba que tu llegaras. -comenzaba a ponerse duro y a contraer el abdomen, supe que estaba a punto de venirse, coloqué la punta del glande abrazado entre mis labios y lo pajeé lentamente.

Unos instantes después sentí en mi boca el sabor dulzón del primer disparo de leche, no terminaba de salirle el semen, y a chorros, con presión y abundantes, trague todo lo que pude hasta que tuve que abrir la boca y que saliera para no ahogarme.

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