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Los 25 lametazos antes de metérmela
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Tiempo de lectura: 10 minutos

La luz de un nuevo día entraba por la ventana, las cortinas abiertas dejaban ver que todavía seguía nevando, un manto blanco cubría todo lo que alcanzaban mis ojos, un paisaje verdaderamente bonito y sin embargo no era una buena noticia, estaba desnuda sobre la cama con mis rodillas apoyadas en mis pechos, tapada por las sábanas blancas y con mis manos tapándome la cara, me lamentaba y pensaba que no había sido una buena idea lo de anoche, a mi lado también desnudo todavía dormido estaba mi cuñado, estaba realmente abatida por lo que habíamos hecho.

Mi cuñado y yo que también es mi jefe, habíamos estado en una feria en Berlín cuando nos pilló aquella tremenda nevada incapacitando que los aviones pudieran despegar y volar, deberíamos haber salido la tarde anterior, pero fue imposible del todo y la compañía aérea nos facilitó unos hoteles para que todos los pasajeros pudiéramos pasar la noche a expensas de viajar al día siguiente, si el tiempo lo permitía claro esta y al día siguiente, exactamente hoy… Posiblemente tampoco íbamos a poder volar por lo que veía.

Marcos se casó con mi hermana hace ya 20 años, yo era una niña de 4 años cuando se casaron, ahora tengo 24 y el 46, desde que terminé los estudios de marketing me contrató para su empresa, Marcos es un hombre bien guapo, con pelo negro y unos ojos azules muy claritos, le gusta mucho cuidarse tanto en lo físico como intelectualmente, realmente mi hermana tiene muchísima suerte de poder compartir su vida con un hombre como él, tienen cuatro hijos uno de ellos casi de mi edad y no paraba de darle vueltas de cómo podía haberme equivocado tanto, el daño que la iba a hacer a mi querida hermana era inimaginable.

Todo empezó la tarde pasada cuando…

“Joder Marcos, me dicen que no vamos a poder volar, nos están preparando un autobús para llevarnos a un hotel aquí junto al aeropuerto y que esperemos noticias, pero que la noche la pasamos aquí seguro”.

“No pasa nada Lara, que se le va a hacer, llamo a tu hermana y me reúno contigo para ir al hotel”.

No tardaron mucho en recogernos y llevarnos a un hotel pequeño, pero con mucho encanto, un edificio antiguo de ladrillo rojo y techos de pizarra muy inclinados en las afueras de la ciudad cerca del aeropuerto, sus puertas y ventanas verdes decoradas con flores blancas y con todo nevado le confería un aspecto muy romántico, al entrar había una gran salón en el que presidía una no menos pequeña chimenea encendida a todo meter y del techo se descolgaba una hermosa lámpara de araña de cristal, en él nos recibieron muy amablemente y una vez repartidas las habitaciones nos invitaron a cenar y a una copa en aquel salón tan bonito y acogedor.

Al principio había mucha gente, pero poco a poco nos fuimos quedando solos, mi cuñado se burlaba de mí por los colores que empezaba a tener, los cuales yo no sabía si eran del calor que hacía en aquel salón o de las copas que llevábamos ya en el cuerpo cada uno, siempre me lleve muy bien con mi cuñado Marcos, la verdad que era un tío genial, como buen sevillano y sin querer hacer un tópico de esto, no paraba de contar chistes, de inventarse historias realmente graciosas y yo no podía parar de reír.

Las once de la noche y ya estábamos solos los dos en el salón, sentados el uno junto al otro mirando como ardía la leña, me había pasado con las copas y sabía que si me tomaba una más caería redonda, ya que estaba en ese punto de risa tonta, pero todavía controlando, quizás algunas de mis palabras se deslizaban por mi boca como patinando, lo que hacía que Marcos empezara a reírse arrastrándome a mí con él, estaba totalmente desinhibida cuando Marcos que estaba más o menos como yo me dio un beso en los labios a los que yo respondí con alguno más.

Los dos estábamos besándonos en el salón sin pensar en lo que estábamos haciendo debido al alcohol que llevábamos en el cuerpo, unos besos suaves, juntando nuestros labios, mirándonos con deseo, unos besos que a los pocos minutos se convirtieron de apasionados, buscando su legua en el interior de su boca y viceversa, después de los besos vinieron los manoseos por todo el cuerpo, sus manos me recorrían entera desde mi larga melena, mis senos, mis muslos, hasta apretar con su mano mi sexo haciéndome temblar.

Aunque estábamos solos en el salón y decidimos irnos a un sitio más discreto, así que nos levantamos y después de coger mi bolso y seguimos besándonos y magreándonos por el pasillo hasta llegar al ascensor, al abrirse las puertas me empotro contar el cristal sobándome los pechos y subiéndome la ropa que llevaba puesta que no era poca. Sus manos sobre mis pechos desnudos apretándolos con fuerza y metiéndose en su boca mis pezones lamiéndolos, excitándolos más de lo que ya estaban, su pelvis apretaba la mía con fuerza y notaba su polla tremendamente dura queriendo romper tanto sus pantalones como los míos, mi vulva recibía aquellos roces con deseo, mojando mis bragas, prácticamente encharcándolas de mis fluidos.

Levanté la pierna izquierda rodeando su cuerpo, ahora sus roces los sentía más intensos, sus besos sobre mi cuello, llegamos jadeando hasta el último piso cuando se abrieron las puertas y las luces de los pasillos se iban encendiendo al nuestro paso, prácticamente íbamos limpiando las paredes con mi espalda, sus embestidas sobre mi vulva cada vez más duras hacían que pequeños gemidos salieran de mi garganta, deseando que no parara o quizás que lo dejara, estaba un poco mareada, desinhibida por el alcohol, pero aun sabía quién era Marcos y sabía que aquello estaba mal y sabía que él no iba a parar.

Al llevar a su puerta, empecé apartarme de él, a decirle que parara poniéndole las manos por delante como barrera y apartándole.

-Para Marcos, para no sigas por favor.

-No te gusta Lara

-Si claro que me gusta y ese es el problema Marcos, que me gusta.

-Entonces qué problema hay

-Tu mujer, mi hermana, tus hijos, quieres que siga, joder Marcos, que estamos haciendo.

-Tienes razón Lara, perdóname.

Marcos se apartó de mí por completo, dejándome salir de la prisión de sus brazos y empecé andar hacia mi habitación, sentí cerrar la puerta de Marcos y no dejaba de sentirme mal, pero no por haber hecho lo correcto sino porque realmente deseaba estar con él, seguía sintiendo sus besos sobre mi cuello, sus manos acariciando mis pechos y mi vulva por encima del pantalón vaquero, sentía mis bragas tremendamente mojadas cuando empecé a meter mi tarjeta en la ranura de mi puerta abriéndola y cerrándola.

-Si paso, me prometes…

-Te lo prometo Lara

-Ya pero…

-Lara, calla y no lo pienses más.

Marcos me cogía de la cintura atrayéndome hacia él, abrazándome y besándome después de que momentos antes llamara a su puerta, había llegado a mi habitación, había abierto y cerrado la puerta en el mismo segundo, quedándome en el pasillo mirando fijamente hacia su puerta, quería con todo mi ser pasar la noche con él, deseaba con todo mi corazón ser poseída por mi cuñado.

La habitación prácticamente a oscuras salvo por una luz de lectura al borde de la cama, minutos después de entrar en su habitación caímos los dos sobre la cama prácticamente desnudos, un reguero de ropa entre la puerta y la cama hacía presagiar una noche de sexo apasionado.

Ya no había nada de qué hablar, solo nos dedicamos a los besos y a las caricias, Marcos estaba tumbado boca arriba en la cama y mis labios le recorrían el cuerpo, encima de él y de rodillas mi cabeza alcanzaba su bóxer, pasando mi melena sobre sus piernas, empecé a bajarle la prenda negra que separaba su polla de mi lengua y de mi boca, mis nalgas en dirección a su mirada acariciando mis muslos con sus manos, sus dedos buscando la entrada de mi vulva por debajo de mis bragas, abriendo y separando un poco la tela roja para empezar acariciar mis labios vaginales cuando yo metía su glande entre mis labios.

Mi boca iba profundizando más sobre aquella barra que parecía estar hecha del más duro acero, saboreando hasta el último centímetro de aquella polla y lubricada con mi saliva, mis manos la rodeaban e iban subiendo y bajando al ritmo de mi boca, mi lengua por dentro intentando jugar con su glande en el momento que este salía un poco a la superficie, apartándome continuamente el pelo de la cara, mi cabeza subía y bajaba oyendo una música hermosa con sus gemidos.

Marcos cogió una de mis piernas pasándola al otro lado de su cuerpo, metiendo su cabeza entre mis dos piernas, mis labios seguían lamiendo su tronco, mordisqueándolo a la vez que sentía como sus manos me iban quitando las bragas despacio, sacándolas primero por una pierna y luego por otra, dejando mi vulva a disposición de sus caricias, de su lengua que empezaba a recorrer mis labios mojados, dándoles aire, bebiendo de ellos, sentía su nariz deslizarse por ellos hasta que su lengua se metía en mi vagina, moviéndose de un lado a otro y sus dedos acariciando mi clítoris haciéndolo cada vez más grande.

Mis gemidos se unieron a los suyos, mi mano sobre su polla subiéndola y bajándola, mi lengua saboreando su glande, metiéndose con suavidad en mi boca, sus manos sobre mis nalgas y su cabeza levantada hundiéndose en mi vagina con mis labios metidos en su boca lamiéndolos, bebiendo mis fluidos, sus dedos se metían en mi vagina, descargando mil voltios sobre mi cuerpo y parando mi boca para poder gemir del placer, sus dedos no paraban de penetrar en mi interior mientras que mi clítoris era succionado por su boca.

Despacio, muy despacio mis labios se separaban de él y mis manos sobre sus muslos empezaban a deslizarse hacia arriba, sobre sus caderas, sus pechos, mi cuerpo poco a poco se iba poniendo en vertical, me senté a horcajadas sobre su cabeza, con su boca abierta abarcando toda mi vulva pasando su legua de arriba abajo, sus manos cogiéndome de mis caderas, sujetándome para que no me moviera ni un milímetro, mis manos acariciando mi cuerpo, apretándome los pechos, subiendo mi melena y revolviéndola como una loca del placer que estaba sintiendo con sus lametazos, moviendo mis caderas adelante y atrás para que su boca comiera de mi vagina, con mis labios menores metidos en su boca y su lengua haciendo estragos en mi interior.

Notaba como mi vagina empezaba a soltar más flujo del normal, me sentía tremendamente mojada, empecé a sentir como me lamía con toda la lengua desde la vagina, prácticamente saliendo desde dentro de ella hasta mi clítoris, mis labios eran arrastrados por su lengua a su paso, una, dos, hasta 25 lametazos, no podía más, mis gemidos atravesando las paredes, mi piel en un estado que cualquier roce me hacía vibrar, sus manos apretándome bien hacia abajo, estaba a punto de ser asaltada por un placer que haría que mi cuerpo se estremeciese cuando Marcos paro y con un movimiento de sus manos me va empujando despacio hacia delante, hasta tumbarme con mi cabeza al otro lado de la cama.

Marcos me dio la vuelta y metiéndose entre mis piernas, besándome, acariciando mis mejillas fue metiéndome su polla muy despacio, la iba deslizando con tanta suavidad que sentía entrar cada centímetro de su polla, metiéndose hasta la misma raíz, empujándolo un poco más, queriendo meterse más y más, estaba tan mojada que su pene navegaba por mí interior con movimientos suaves y lentos, sintiéndola tan dentro de mi que notaba como su polla recorría aquel canal que era mi vagina encharcada de mis flujos como nunca antes había sentido, nunca había estado tan mojada antes de correrme, los 25 lametazos sobre mi vulva obtuvieron como regalo una vagina totalmente inundada, entraba y salía haciendo que mis gritos sordos se empezaran a vislumbrar en la habitación como gemidos bien audibles.

Marcos paso de estar tumbado sobre mí a ponerse de rodillas, de acariciar mi cuerpo a cogerme de las caderas fuertemente, de la suavidad de sus penetraciones al vigor de sus empujones, de sentirla entrar despacio a sentirla entrar y salir en el mismo segundo, de mis gemidos suaves a que mis gritos de placer que envolvían la habitación, de mis pechos moverse como si fueran gelatina a subir y bajar sobre mi cuerpo sin control.

Sus empujones y penetraciones cada vez más fuerte, metiéndomela hasta el fondo de mi vagina hacia que mi cuerpo se desplazase hacia abajo, mi cabeza salirse de la cama, mi pelo soltarse y caer sobre el suelo, veía el mundo del revés, los muebles boca abajo mientras su polla deslizarse dentro de mi vagina con tanta suavidad que de poder ver, habría visto un tsunami de flujo se dirigía hacia ella, un tremendo grito salió de mi garganta, mi espalda se arqueaba que de no estar Marcos sujetándome hubiera caído al suelo, mis piernas temblaban a la vez que su polla estaba siendo arrasada por una ola de fluidos que empezaban a salir de mi vagina por las pequeñas ranuras que dejaba su polla al salir de mi cuerpo.

Un tremendo orgasmo, un delicioso e intenso orgasmo invadió mi cuerpo, mis gemidos no cesaban al igual que los de Marcos que seguía entrando y saliendo de mí con tanta fuerza que parecía partirme en dos, con un grito grave Marcos la metió y apretó su polla entrando tan dentro que rozaba mi cuello uterino y allí empezó a descargar su semen, llenándome toda la vagina con su leche, su polla disparaba con tanta velocidad que directamente parecía inyectarme su esperma en el útero, los gritos se multiplicaron, los gemidos acallaban a los gritos hasta quedar la habitación en un silencio solo quebrado por nuestra respiración y nuestros besos cuando mi cuñado me levanto llevándome al centro de la cama.

Nunca había disfrutado tanto con un hombre, nunca un hombre me había hecho ver las estrellas, nunca vi fuegos artificiales cuando me hacían el amor y mi cuñado esa noche no solo me mostró todas esas cosas en aquel maravilloso polvo, sino en el siguiente y siguiente, eran las cinco de la mañana cuando caíamos sudorosos sobre unas sábanas envueltas en nuestros fluidos y entre ellos el sueño se apoderó de nosotros con nuestros cuerpos enrollados, con mi pierna sobre su cuerpo y mi vagina todavía mojada frotándose con él.

Miraba a mi cuñado todavía dormido con lágrimas en los ojos por lo que habías hecho esa noche, pero con la felicidad de una niña cuando le dan y disfruta de un juguete nuevo, estaba triste y feliz a la vez, triste, pero me quedaba la esperanza de que yo misma me pudiera engañar diciéndome que estaba borracha, feliz por haber tenido una noche como la que disfrutamos Marcos y yo, las manillas del reloj seguían inexorablemente su curso, era hora de levantarse y enfrentarme al mundo, busque mi braga y me fui con ella a ducharme.

Llevaba un rato debajo del agua cuando marcos abrió la puerta.

-Se puede Lara.

-No Marcos, ya no se puede.

-Estás segura Lara.

-Sí, deja que me duche y me vaya a cambiarme.

-Segura Lara.

-Marcos por favor no me hagas esto.

-Hacerte que.

-Esto que estás haciendo.

-El que, te refieres a ¿esto? o a ¿esto?

-Mmm por favor Marcos no, déjalo.

-Y si te meto esto, me dirás que lo deje también.

-Mmm, no, no, eso aahh, eso no mmm

-Te gusta verdad Lara.

-Si, mmm sigue ahora no pares.

Marcos había entrado en la ducha y me había empezado a besar y acariciar mi cuerpo, sus dedos nuevamente buscaron mi vagina y detrás de ellos su polla se metía nuevamente en mi interior, el agua de la ducha caía sobre nosotros, su polla entraba y salía de mi vagina y nuestras lenguas bailaban fuera de nuestros cuerpos, Marcos se iba alejando de mí lo que hacía que mi vagina fuera con él, mi cuerpo doblado hacia delante, el agua cayendo en mi espalda y mi cuñado cogiéndome de la cintura, saco su polla de mi vagina y la empezó a pasar por el agujero de mi culo, muy pocas veces me habían sodomizado, pero estaba segura de que esa iba a ser una más, mi cuñado se echaba crema en su pene, meneándosela y acercando el glande a mi ano lo fue metiendo poco a poco, despacio, muy despacio su glande iba haciendo camino dentro de mis entrañas, la notaba como se metía dentro de mi ano, cogiéndome por la cintura y con un golpe seco empujo y la metió entera dentro de mi cuerpo.

Mi cuñado metía y sacaba su polla abriéndose paso, abriendo cada vez más mi ano, mi espalda paralela al suelo de la bañera con sus dos manos agarrándome de las caderas, mis manos sobre los azulejos de la ducha que seguía vomitando agua sobre mi cabeza, empapando mi pelo que caía a ambos lados de mi cara mirando hacia abajo, la guía perfecta para que el agua cayera sobre mí, llenando mi cara con miles de gotas metiéndose en mi boca que abierta gritaba en cada penetración con la que Marcos me llenaba con su polla el culo.

Marcos empezó a correrse dentro de mi ano, sacándola y terminando con su semen sobre mi espalda que poco a poco el agua iba limpiando, su cuerpo cayó sobre mi espalda con sus manos apretando bien mis pechos mojados, me incorpore y debajo de la cascada de agua nos empezamos a besar, limpiando bien su polla con el agua, meneándosela hasta tenerla nuevamente tan grande y dura como antes.

Nos apresuramos a salir de la ducha y mojada todavía me tumbé en la cama abriéndole las piernas para que me volviera a follar.

Al igual que en mi vagina, la nieve no paraba de caer en el exterior, dos días con sus dos noches sin salir de la habitación hasta que pudimos volver a Valencia y allí terminó todo, nuestra aventura iba a quedar en aquella habitación del hotel de Berlín.

Mientras que el feliz estará con su familia, yo me siento angustiada, con miedo, llevo casi tres semanas de falta y ahora me encuentro sentada en el servicio con un predictor en las manos esperando una u otra noticia.

Positivo, ha salido positivo, el mundo se me acaba de caer encima, pero había una cosa clara, mi hermana nunca se enterara de quien es el padre, lo que tenía muy claro es que no sería yo la que le hiciera tanto daño a mi hermana por no haberme podido controlar.

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