-Perdóneme Padre, porque estoy a punto de pecar
-Hija, ponte de rodillas para rezar por tu alma
-Dios te salvé María llena eres de gracia- rezaba con devoción el sacerdote mientras Valeria sacaba esa enorme verga de la sotana y se puso a mamarla. Si no era un miembro especialmente largo, si era grueso, moreno y con un par de venas que recorrían toda la carne desde el pubis hasta la base del glande.
-Bendita eres entre todas las mujeres Ah!
Un gemido causado por la campanilla de Valeria masajeando el glande del cura, lo interrumpió en la oración. Ella lo mamaba con pasión y alegría, sentía la excitación de estar teniendo contacto con ese bendito pene, hundió su cara dentro de la sotana para chupar esas bolas repletas de leche sacra para su eucaristía. Saboreaba de tal manera la herramienta de aquel macho que la saliva ya escurra por los huevos.
.Bendita eres entre todas las mujeres ah! Y bendito el fruto de tu vientre. Santa María ah!
-Dime qué pecados has cometido, hija
-Perdóneme Padre porque he pecado – no puedo dejar de pensar en su verga y como me acerca más a Dios cada vez que usted la mete en mi. También confieso que cada vez que mi esposo me penetra cierro los ojos y pienso que es usted – dijo eso último quitándose la ropa y cuándo estuvo totalmente desnuda se agachó para volver a mamar a aquel hombre santo.
-Hija, ponte en posición de penitencia – La posición era Valeria en cuatro patas viendo directo al altar. El cura se colocó atrás de ella, con su pene a la altura de la vagina pecadora que sería limpiada y purificada con el esperma de un hombre de la iglesia.
Su verga estaba totalmente erecta e hinchada. Lista para entrar con fuerza y determinación hasta el fondo de ese cuerpo habitado por un alma descarriada. El sexo de la joven estaba brillante y rosado, listo para recibir al hombre que la hacía sentir a Dios dentro de ella.
-Mi niña, tengo que limpiar tu alma desde adentro una vez más- le advirtió
-Soy una puta, padre! Me volví a acostar con el hijo de mi hermana! – dijo urgida de encontrar en aquel hombre de Dios, algún consuelo
-Hija, no te juzgues antes de tiempo. La Santísima Virgen era una prostituta, aunque tu eres puta por placer con apoyo del Espírito santo lograré ayudarte – dijo aquel padre sujetando las nalgas de esa ramera buscando con su miembro esa vagina lujuriosa
-Padre! Por favor no me abandone, déjeme sentir al Espíritu Santo para encontrar el camino! – grito la mujer mientras era embestida. Lo exclamó desde el fondo de su alma alzando su cara para clavar sus ojos entrecerrados en la cruz
-Lo haré, pondré toda mi Fe en eso. Recibe al Espíritu Santo! – dijo mientras lentamente seguía hundiendo su carne dentro de ella
-Siento cómo va entrando! Ahh! Padre, el Espíritu Santo es muy grande, siento que me abre toda Ayyy! – grito postrada como una perra frente al altar – No soy digna de su grandeza! Ah!
-La fe que tengo en ti es mucha! Vas a dejar de ser una puta, hija mía – dijo el padre tomando esas tremendas carnes para impulsar su verga erecta dentro de la vagina más caliente que había usado – No voy a dejar de estar detrás de ti! Guiándote hacia la gloria de nuestro Señor!
-Siento la potencia de su Fé! Ahhh! Ojalá más hombres tuvieran una Fé tan grande como la suya! Ah! Ahhh! Tiene que ser más, no dejo de pensar en mi sobrino! La tiene grandota! Me avienta más de 4 palos y es muy lechero! Ayúdeme, padre! – gritaba esa perra sintiendo que el placer la estaba deshaciendo, sentía que su vientre se iba calentando de forma extrema.
-Dime más! Necesito saber todos tus pecados! – dijo el cura con saliva escurriendo de su boca por hablar y gemir al mismo tiempo – El único camino a la redención es que confieses todo, hija mía!
-Me coge más que mi marido! Cómo está jovencito se viene y su verga sigue bien tiesa! Le gusta hacerme muchas cosas, me coge por el culo muy duro, se viene en boca y me dice que nos quiere coger a su novia y a mi al mismo tiempo! Yo le dije que si! Soy una puta, ayúdeme por favor! Ayúdeme, padre! Ah! Ah! Ahh! – Valeria estaba al rojo vivo, su piel estaba erizada y perlada en sudor. La adrenalina y el calor se los sirios la tenían con una tensión adicional
-Eres igual que la virgen María! Ah! Dentro de ti hay una santa y por eso debo llegar al fondo para lograr sacarla! Tengo que derramar muy dentro de ti la semilla creadora! – Gritaba el hombre santo
-Padre! No trae nada! Ah! Ah! Me va a preñar! Mmm! Usted sabe qué soy una puta con esposo! – gritaba sintiendo la gruesa verga del cura, incapaz de quitarse por obedecer una penitencia y seguir sintiendo placer divino que sólo un hombre de Dios es capaz de dar – … No me la saque!! Su fé tan recta está removiendo todo dentro de mí Ahhh!
-Si quedas panzona es por gracia del Espíritu Santo! No olvides que eres su fiel servidora y tienes que aceptarlo – El lujurioso padre le decía eso mientras sujetaba el gordo culo de la mujer que postrada frente al altar chillaba de placer al ser penetrada por él – Yo sólo soy un instrumento para salvarte de la puta que llevas dentro!
-Es que soy muy puta, padre! No siente cómo estoy escurriendo?! Ahhh! No siente?! – le preguntó desesperada volteando a verlo para encontrar palabras de aliento. Sentía la carne de aquel hombre se ponía más gruesa a medida que absorbía sus jugos – Me encanta ser penetrada por quién sea!
El padre, tan lujurioso, con negras intenciones siguió hundiendo su carne en aquella puta. La hacía chillar dentro de la privacidad de esos sacros aposentos que eran refugio para las sesiones de sexo que él le proporcionaba. El cuerpo joven y hermoso de la mujer estaba brillando de sudor, su cabello largo se había mojado y de la frente de esa vigorosa hembra escurrían gotas que atravesaban su bello rostro cayendo al suelo cuando llegaban a su delicada barbilla.
-Voy a necesitar ayuda contigo, hija mía! El padre Alberto tiene una Fé más grande que la mía! – decía aquel párroco esperando poder compartir la calidez de esa vagina hasta dejarla seca – Quieres recibir al Espíritu Santo de su parte?! Quieres sentir una Fe más grande que llegue al fondo de ti?!
-Ahhh! Más grande que la suya?! Si! Si quiero! Pártanme! Ahh! Ahhh! Hagan pedazos a la puta que llevo dentro! – gritaba desaforada sabiendo que sólo iba a ser un objeto de masturbación para dos hombres benditos – Quiero que me llenen del Espíritu Santo a través de la potencia de su Fé! Ah! Ah! Ayyy!
-Si la lujuria dentro de ti no fuera tan grande podría hacerme cargo yo sólo, el problema es que eres demasiado puta, me quema cada vez que intento llegar al fondo de tu alma – decía el párroco sintiendo su orgasmo acercarse en medio de aquella monta – no te preocupes, hija mía, yo y el padre Alberto estaremos detrás de ti siempre que lo necesites
-Padre! Padre! Ay! No deje de empujar hasta que haya llegado! No pare! -Valeria chillaba y se retorcía cómo ramera ante las embestidas de aquel hombre en sotana. Este hombre perforaba no sólo su vagina, también su alma – Dios mío! Siento que ya no me puedo sostener! Ahhh!…
-Bendita eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! – decía el padre en medio del trance que viene con la eyaculación – Te bendigo, hija mía! Te bendigo!
-Ya démelo! Sáquelo hasta el fondo de mi! Ay!!… No tenga misericordia de esta ramera pecadora! – le pedía a gritos sabiendo por encuentros previos que al padre le faltaba poco para llenarla de caliente semen – Suéltelo hasta el fondo! Se lo suplico! Ya sáquelo!
-Ahhh! Ahhh! Recibe mi bendición! Ahhh! Ahh! – gritaba el cura mientras se aferraba a esas nalgas de manera desesperada, manteniendo su virilidad lo más profundo. El padre no dejó de estrujar esas carnes hasta que se había vaciado
-Padre!… Cada vez llega más adentro… – decía esa mujer entre chillidos – usted es un hombre bendito… no soy digna de su virilidad…
-Lo serás, hablaré con el padre Alberto y juntos te empujaremos con toda nuestra fuerza hacia la gloria – le prometía el párroco extrayendo su hombría de las entrañas mojadas por la blanca bendición que le acaba de dar.