Nos fuimos a la cama con mi marido, él sospechaba que lo había engañado, sin embargo, yo noté que estaba más excitado conmigo que de costumbre, últimamente no me había buscado para hacerme el amor, pero desde que intuyó que yo me había acostado con otro, parecía que me deseaba más, debe haber tenido temor de perderme por completo.
Esa noche me pidió que nos acostemos sin nada de ropa, dijo que extrañaba sentir mi piel desnuda a su lado, que añoraba mi cuerpo, mis curvas, a pesar de que yo ya no lo deseo como hombre, le di el gusto, todavía lo quiero, ha sido mi compañero muchos años, y queda algo de cariño, no sé si amor, pero la vida nos trajo hasta este punto y algo no me permite dejarlo.
Me besó y le respondí, esta vez no lo rechacé, veía en sus ojos que estaba sufriendo y no quise agregarle más angustia, lamió y acarició mis pechos, cerré los ojos y lo dejé seguir adelante, sentí sus dedos tocar mi vagina, que pronto se puso húmeda, recorrió mi cuerpo con sus manos y fue bajando con su lengua a mi entrepierna, me besó allí, exploró mi concha y comencé a suspirar y gemir, hundió su boca buscando mi clítoris y puse mis manos sobre su cabeza empujándolo hacia mí, alentándolo a que no se detenga, pronto me hizo explotar sacándome un primer orgasmo.
Luego se reincorporó y me miró con un dejo de satisfacción en sus ojos, entonces me dijo…
-sé que estuviste con otro, no lo podes ocultar.
Lo sabía, estaba seguro y sentí que ya no quería fingir y seguir mintiendo, al mismo tiempo él parecía estar aceptándolo y deseándome más que antes, entonces pensé que era momento de sincerarme y le contesté…
-si querido lo hice, lo siento.
-¿lo amas?
-no sé bien, por lo pronto lo deseo y me da el placer que no sentía hacía mucho tiempo.
Vi que tenía una enorme erección y se puso casi encima de mí, parecía como que me iba a violar, me tomó de los brazos con fuerza y me dio un cachetazo, lo miré y no dije nada, supongo que lo merecía, lo conozco mucho y no es un hombre violento, no le temo, reconozco que está muy herido y necesitó un desahogo, sé que no pasará de ahí.
Lo miré fijamente y separé mis piernas, me penetró sin piedad, sentí que quería demostrarme su virilidad todavía intacta, lo acepté sin demasiado entusiasmo, yo también estoy angustiada y no se bien cómo manejar esto.
En medio de la excitación que me provocó su forma casi violenta de tomarme, lo insulté, se excitó aún más, me cogió con más fuerza, me puso su pija bien profunda, me penetró hasta sentir sus testículos pegar contra mi, le imprimió más fuerza y velocidad a sus movimientos, me gustó, lo gocé, me aferré con fuerza a él, le pedí que lo haga, que no se detenga, pero de una forma poco convencional…
-cogeme cornudo.
Me mordió un pezón, me dolió, fue un dolor con placer, siguió entrando y saliendo con más celeridad, estaba desconocido, me volvió a morder, grité…
-Hijo de puta, cogeme puto maricón.
Me dio un sopapo en la cara, pero no dejó de cogerme, yo estaba gozando como hacía rato no lo hacía con él.
-dale cornudo, haceme gozar.
-sos una perra, hoy sos mía puta.
Estaba enojado y con bronca, el hoy sos mía que dijo, me hizo pensar que aceptaba sus cuernos, que no le importaba ser engañado, basta que no lo abandone, entonces volví a insultarlo y humillarlo, parecía gustarle…
-cogeme bien, puto cornudo
-date vuelta perra, ahora me vas a entregar el culo.
Me pegó unas nalgadas, parecía estar forzándome, pero no, yo se lo permití, yo también lo estaba disfrutando, sentí que volvía a ser suya, me separó las nalgas y me chupó el ano, se detuvo, me tomó de las caderas, me hizo levantar y ponerme en cuatro, me arrastró hacia atrás y me puso al borde la cama como una perra, el se bajó y se puso de pie detrás mío, me volvió a pegar con su mano abierta en mi nalga derecha, se ensañó con esa sola, me pegó varias veces y cada vez más fuerte, me quejé…
-¿te duele puta?
Dije que si, casi llorando.
-no me importa, te lo mereces.
Acto seguido me metió la verga dura como pocas veces en mi culo, sin contemplaciones, con crueldad, grité y lo insulté pero sin negarme ni hacer nada por impedirlo.
-hijo de puta te odio, cornudo de mierda, maricón, mereces que te meta los cuernos.
Más lo insultaba, más fuerte me cogia y yo más gozaba, me fornicó por el ano, me sodomizo como un animal, prácticamente me violó, una especie de violación consentida, de pronto grité…
-basta por favor, haceme el amor, hoy quiero ser tuya.
Se levantó sin decir palabra, fue a higienizarse demoró un minuto en regresar a la habitación, que fue una eternidad para mí, me encontró hecha un ovillo masturbándome y llorando, me hizo volver a estirar las piernas y las separó ahora con delicadeza, se colocó entre ellas y me penetró con dulzura, la tormenta había pasado, me hizo el amor con pasión, mejor dicho lo hicimos con pasión, acabamos juntos, me lleno de leche, gritamos como animales, ambos lloramos y terminamos riendo.
Mi infidelidad salvó mi matrimonio.
Deseo de corazón que les haya gustado, espero sus comentarios aquí o en el correo [email protected].
Gracias por leerme.
Besos.