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La vecina con la que cumplí todas mis fantasías
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Mi novia vivía en el último piso de un edificio de cinco pisos. A pesar de ser mayores de edad, evitábamos gastar en hoteles por lo que acudía a su casa frecuentemente para tener sexo mientras sus padres no estaban. El sexo con ella era maravilloso, pero mi novia era un poco recatada, no le gustaba el sexo oral ni el anal. En varias ocasiones hablamos de ello, pero ella nunca aceptaba.

Un sábado por la noche, terminando de tener relaciones, tuve que salir a toda velocidad porque sus padres estaban por llegar. Bajé las escaleras con velocidad y estaba a punto de salir del edificio cuando vi que sus padres estaban en la entrada. Sin saber que hacer, pensé en subir, pero una puerta se abrió y una vecina me indico que entrara. Sin pensarlo entre de inmediato y cerré la puerta.

Ya hacía tiempo que había visto a esta vecina, era tres años más grande, tenía un cuerpo suculento, un par de tetas gigantes y un culo gordo y bien formado. Y además de toda su belleza, tenía fama de ser muy puta. Mi novia era bonita y atractiva, pero su vecina además de ser muy bella y tener un hermoso cuerpo, era una mujer sensual. Siempre caminaba meneando su cadera y se mordía los labios al terminar de hablar.

Por los nervios de ser descubierto por los padres de mi novia, no note que la vecina estaba enredada en una toalla. Y una vez adentro de su casa, me concentré en ver por el ojal de la puerta. Mientras veía, descubrí que los padres de mi novia permanecían afuera platicando con otro vecino. Continuaba observando por el ojal de la puerta cuando la vecina aprovecho y me agarró el pene por encima del pantalón. Instintivamente intente detenerla, pero al voltearme me beso y continuó agarrándome. De nueva cuenta intenté apartarla y ella se acercó a mi odio y en voz baja me dijo:

—voy a gritar.

Le suplique que no lo hiciera, fue entonces que ella dejó caer su toalla y me quedo hipnotizado viendo su cuerpo desnudo. Tenía unos senos grandes y sus pezones eran grandes y rosados. Tenía una vagina bonita y depilada. Mientras la veía pasmado, ella se hincó y comenzó a bajar mi pantalón. Quería detenerla, pero mi erección era tan evidente que opte por dejarme llevar. Me chupo el pene de una manera desquiciada, se lo metía completo a la boca y podía sentir su campanilla rozando la cabeza de mi pene.

Nunca había tenido esa sensación y estaba a punto de estallar cuando una idea se me vino a la mente. Cuando ella tenía mi pene hasta dentro, la sostuve de la nunca con fuerza para evitar que lo sacará y me corrí dentro de su garganta haciéndola toser. Sonreí mientras ella me veía fijamente tosiendo con sus ojos llenos de lágrimas.

A pesar de mi travesura ella continuó chupando mi pene hasta que fue perdiendo tamaño, después se levantó y camino hacia dentro del baño. Imaginé que traería papel para limpiar, pero en pocos segundo regreso y me beso. En medio de los besos, sentí que ella me pasó una pastilla, pensé en resistirme, pero era lo menos que podía hacer después de hacerla ahogarse. Decidí tragarme la pastilla sin saber que era y cuando ella estuvo segura de que me la había pasado, me susurro al oído.

—Es viagra.

Jamás había tomado esas pastillas, pero sabía lo que hacían. Nos seguimos besando hasta que mi pene estuvo erecto y fue entonces que ella me agarró del pene y comenzó a jalarme hasta llegar a su habitación. Al llegar cerró la puerta y me dijo:

—Ya puedo gritar sin problemas.

Acto seguido, se tiró en la cama, abrió las piernas y me indico con su dedo índice que me acercara. Sin pensarlo me pare frente a ella y lentamente introduje mi pene en su vagina. Comencé a bombear lento, y ella me pedio que lo hiciera rápido y fuerte. Empecé a cogérmela con odio, como si no me importara y ella lo disfrutaba dando gritos de placer.

Después de algunos minutos cambiamos de posición y ella se subió en mi, en ese momento tuve la oportunidad de chupar sus ricos pechos y morder un poco sus pezones. Por un momento sentí que la cama se caería con los brincos tan fuertes que ella daba. Sentí que estaba a punto de correrme y decidí cambiar de posición. La puse en cuatro y comencé a rosarle su vagina con la punta de mi pene. Mientras hacía eso pude ver su ano, era rosado y muy cerrado.

Quería tener mi primera relación anal y no estaba seguro de si ella estaba acostumbrada a eso, por lo cerrado que lo tenía, así que sin decir nada me agaché y comencé a hacerle sexo oral, mientras lamía su vagina trataba de darle algunas pasadas a su ano. Cuando supuse que había la lubricación correcta, dejé de hacerle sexo oral y volví a acercarle mi pene, ella se movía hacia atrás como intentando introducir su vagina en mi pene.

Con mi mano izquierda, sostuve su cadera con fuerza y con mi mano derecha coloqué mi pene en la entrada de su ano. Ella se movió para intentar que no lo introdujera, pero fui más rápido que ella y con fuerza lo introduje hasta el fondo. Un grito de dolor resonó por todo el cuarto, ella intento zafarse, pero una vez que estuvo adentro, la sostuve con fuerza con ambas manos para evitar que se saliera. Ella gritaba de dolor y haciendo caso omiso de sus suplicas, comencé a bombear con fuerza.

En poco tiempo ella misma me repegaba sus nalgas y gritaba que le diera con más fuerza, estaba a punto de estallar y quería cumplir una última fantasía. Le saque el pene del culo y con fuerza la jale hacia el piso y me corrí en su cara. No sé si fue por la pastilla, pero la llene de semen.

La escena era algo turbia porque mi pene tenía algo de sangre y caca, pero ella sonrió, me dio algunas mordiditas en la cabeza del pene y después algunos besitos. En seguida de esto, se levantó y nos bañamos. Los padres de mi novia ya se habían marcado cuando salí y la vecina me pidió que se repitiera.

Es mi primer relato, espero que sea de tu agrado.

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