Después de unos momentos de intenso sexo sentía como me embestía, como se iba agotando, al grado en que dejó de hacerlo.
Me salí, me volteé y lo miré a los ojos tiernamente, lo llevé hacia el sofá, un sofá muy bonito de piel blanco, que era donde casualmente yo me sentaba cuando teníamos alguna junta de trabajo, pero esta vez yo me sentaría sobre su pene, un pene que yo realmente amaba, de solo pensar en su forma me mojaba y sentía una sensación de cosquilleo dentro de mi, ya que este tenía una forma muy excitante, tenía esa forma curvada hacia arriba, que cuando me la metía me daba un placer sin igual.
Me acerqué frente a él, tomó mi cintura y acarició lentamente hasta mis nalgas, me bajó lentamente mi falda junto a esa tanga húmeda que previamente solo me la había hecho a un lado para cogerme. Me agaché y comencé a chupar ese miembro palpitante, mojado y por supuesto de gran tamaño.
Su imagen de macho, con sus brazos extendidos en el sofá, y yo hincada me hizo sentirme sometida como la puta que era en esos momentos. A dos manos tomé su miembro y comencé a chuparlo lentamente, dejándolo muy mojado por mi saliva que escurría a lo largo hasta llegar a mojar sus testículos duros e hinchados, a punto de arrojar esa leche que tenía dentro.
-Veo que te gusta, ¿verdad? – Comentó él de una forma picara mientras me miraba como su puta sumisa hincada a sus pies, chupando ese gran animal. Yo sin sacarlo de la boca solo asentí con la cabeza.
Él gemía de placer y yo sedienta de ser cogida me levanté, volteándome lentamente sin dejar de mirarle a los ojos, me incliné y me senté, esta vez su miembro entró rápido gracias a la combinación de mi saliva, su líquido seminal así, como mi vagina que estaba demás mojada. Me senté hasta sentirla muy dentro de mi, sinceramente sentía ya venirme, pero yo sabía que tenía que satisfacer a mi hombre.
Me movía de arriba a abajo moderadamente rápido, solo escuchaba sus gemidos incrementado de tono, que se volvían más altos al paso del tiempo, yo disfrutaba tanto estar en ese momento ahí sin embargo, mi cuerpo me pedía más rápido, dejándome llevar por mi instinto, empecé a moverme más rápido, con más energía, disfrutaba tanto que mis gemidos se me escaparon, yo no soportaba más ese momento.
Tal vez al escucharme tan caliente él me tomó por la cintura y me embestía más fuerte que la primera vez, pasaron instantes hasta que dejó de hacerlo y sentí muy caliente dentro de mí, en ese momento fue cuando terminé junto con él, mi orgasmo fue tan increíble que mis piernas temblaban y toda mi energía se fue, cayendo sobre su cuerpo, mi sudor mancho su pecho y mis fluidos empaparon su pantalón.
Nos quedamos recuperando fuerzas, me levanté muy cansada por lo que pasó, sinceramente no podía estar de pie, ni mucho menos volverme a poner mi ropa.
Mientras me vestía seguía mi calentura al máximo al verlo ahí postrado con sus brazos extendidos, su ropa puesta y con ese gran miembro palpitando aun chorreando residuos de su leche tan jugosa.
Decidí acercarme para limpiarlo, y llevarme ese sabor que todo el día estaría saboreando.
Me hubiera gustado que se hubiera venido en mis labios, pero desafortunadamente no fue así, solo me queda esperar la próxima vez que mi jefe esté de malas para poderle quitar ese mal humor, que solo yo sé como hacerlo.