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La revancha (08): Un recorrido duro y salvaje
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Casi no puedes ver, medio mareada, con los ojos empapados de sudor, al fondo te parece intuir una mancha blanca, Nuria te azota, ve perfectamente como os acercáis al segundo punto de avituallamiento, Zuleia acaba de llegar, vosotras tardáis medio minuto en entrar, al instante tu reloj empieza a correr, Nuria lo mira, es una cuenta atrás de 20 minutos. Como una muñeca de trapo, dejas que te desaten, que te agarren para no caerte, te quitan el mordedor, chillas de dolor cuando te sacan del sulkie, cuando el hierro reseco y pegado a ti, empapado con tu sangre, sale de tu cuerpo, te tumban en una camilla, el consolador de tu culo, se clava aún más dentro de ti, alguien acerca una botella de agua a tus labios, bebes desesperada todo lo que puedes, sedienta y sudada, buscas con tus labios este líquido que llena tu boca y cae por la comisura de tus labios hasta tus pechos.

Otros levantan tus rodillas, y empiezan a masajear tus muslos, tus piernas, también limpian tus pechos y tu vientre. Alguien habla con Nuria, le dice que esto te va a doler, pero han de tratar lo mejor que puedan la herida de tu coño, tiran de uno de tus labios y la aguja se clava en él , te arqueas de dolor, notas el líquido entrando en tu zona más sensible, Nuria te da la mano, entre temblores te agarras a ella con todas tus fuerzas, poco a poco el dolor va remitiendo, notas unas manos llenando tu agujero con una pomada, sus manos recorren cada rincón, cada herida, cada rasguño, Con la boca abierta sigues buscando más agua, cuando llevas la suficiente te quitan la botella, otra vez chillas y estrujas la mano de tu dueña cuando desinfectan las heridas de tus patas, tus pies en carne viva han de volver a endurecerse, a ser capaces de correr y trotar. Nuria acaricia tus lágrimas, besa tus mejillas, siguen tratando tus pies, tu coño, desinfectan las heridas que llenan todo tu cuerpo. Zuleia también chilla, oyes como grita, como suplica, como llora, pero no se rinde, ni por un momento piensa en decir la palabra que terminaría con todo, no lo hará si antes no lo haces tú, y tú tampoco lo harás antes que ella

El reloj va corriendo, te giran, ahora tratan tu lomo, tus nalgas, tus hombros. Ponen en tu boca una barra energética, para que vayas comiendo, la muerdes, la engulles y abres la boca mirando al chico que las lleva, él sonríe, acaricia tus mejillas, te da otra y otra más, mientras acaricia tus cabellos y te dice “No te atragantes potrilla golosa”, es la primera caricia, el primer gesto amable, desde que ha empezado la carrera.

Tú las comes sin preocuparte de las babas con restos de comida que caen de tus labios y ensucian tu cara. Apenas quedan tres minutos, te levantan, y te vuelven a atar al sulkie, también han llenado de grasa el hierro, y deslizándose va entrando dentro de ti, apenas si notas nada. Mientras te van atando, Antonio le comenta a Nuria, que estás bastante maltrecha, pero de momento no corres peligro de ninguna lesión permanente, seguramente necesitarás semanas o meses para recuperarte, pero eres fuerte y lo conseguirás. Nuria te mira, y te pregunta si quieres seguir, tu levantas la cabeza, intentas relinchar, y lanzas tu cuerpo hacia adelante, solo el freno del sulkie te para. En este momento oyes como sale Zuleia. Antes de salir te vendan los ojos, el siguiente tramo lo haréis a ciegas, guiadas solo por la fusta y las correas que os encadenan. Conocéis a Zuleia, seguro que está asustada y nerviosa, no soporta los sitios oscuros, el látigo azota tu lomo, te lanzas hacia adelante en pos de rival, tus patas han mejorado lo suficiente para no cojear y tu coño es un trozo de carne, que de momento ni siente ni padece. Anclada en tu hierro, corres a ciegas, solo los golpes y los tirones de tu mordedor te indican por dónde ir, donde girar, tras unos pocos minutos chocas contra algo, es el sulkie de Zuleia, ella se ha parado en seco al oír un ruido que se acercaba, asustada, inquieta, ni los azotes ni los correazos la hacen avanzar solo mueve, busca con su cabeza, intenta adivinar lo que no ve, tus correas te giran la cara y vas hacia la izquierda, un correazo, hace que corras, no lo sabes pero estás avanzando a tu rival, Yoha prefiere esperar y ponerse a tu rueda, sabe que será más fácil para su esclava seguir el ruido de tus ruedas que oírte tras ella. Zuleia grita, berrea cuando la fusta la castiga, al final asustada corre tras tu ruido. Nuria decide que es un buen momento para dejarla atrás, levantándose, te azote el lomo, te grita que corras, tú te lanzas hacia adelante, Yoha también fustiga a su hembra, que sollozando sigue aquel ruido que la precede. Las dos chicas en pie, os hacen acelerar al máximo.

Ante las pantallas, la gente aplaude y os anima, las dos estáis agotadas, doloridas, rebozadas en sudor y heridas, pero seguís corriendo como auténticas jabatas, llega una curva, notas las correas girando tu hocico, giras, el sulkie roza con un muro, tras de ti, Zuleia golpea contra él. Yoha casi se cae, Zuleia nota como se tensan todas sus correas, le fallan las patas y solo el anclaje de su coño evita que ruede por el suelo. Su dueña la obliga a retroceder, la hace girar y continúa la persecución. Tú te tuerces un tobillo al pisar mal una piedra, vuelves a cojear un poco, Nuria te frena, no quiere que una lesión te rompa. Poco a poco vas mejorando, pero Yoha consigue cogeros, los dos sulkies siguen juntos durante un buen rato, es un tramo muy técnico, con constantes giros y bajadas empinadas, un tramo donde vuestra oscuridad os provoca más de un golpe contra los márgenes y los zarzales que rodean el trayecto…

Cada vez el camino desciende más y más, y un hedor insoportable va llenando el ambiente, Yoha y Nuria se ponen sus chubasqueros amarillos, las cubren de los pies hasta la cabeza, incluidos zapatos y guantes, cierran las cremalleras, y os azotan para que no frenéis. Tú y Zuleia, tan solo podéis respirar esta peste sin ver que es. El camino llega a otra curva, una más, notas en tu piel como algunas moscas empiezan a picotearte, te mueves para asustarlas, para echarlas de ti. De pronto el látigo silba y Nuria te ordena que corras, te lanzas hacia adelante, y te hundes en la ciénaga, el carro se llena de porquería hasta más de medio metro de altura, y tú quedas de estiércol hasta la cintura. También Zuleia está en el lodazal, Yoha y Nuria saltan del carro, os quitan las vendas estáis separadas, son dos surcos profundos, estrechos y largos, durante días han vaciado en ellos camiones de fosas sépticas, purines de granjas de cerdos, barro, lodo y miles de litros de agua, que se han estancado en este barrizal. Toses, escupes, no quieres moverte, Zuleia está paralizada, chilla sin parar mientras algo sube por sus piernas, gusanos, escarabajos y todo tipo de insectos, llenan la ciénaga, y ella inmóvil en pleno ataque de pánico, no puede ni moverse, Yoha le aprieta su argolla en la nariz y la arrastra entre chillidos y suplicas.

Tu tampoco avanzas, estás vomitando a través de tu mordedor, no puedes respirar con esta peste, no puedes soportar estas heces ensuciando tota tu piel. Nuria también tira de la argolla de tu nariz, intentas evitar mojarte los pechos, los hombros. Intentas mantenerte lo más lejos posible de esta inmundicia. Nuria te ordena que te pongas de rodillas, tu niegas con la cabeza, el látigo marca de marrón tus pechos, sigues negándote, otro azote, y otro más, hasta que, entre lágrimas, te arrodillas, la porquería llega a tu cuello, ella agarra tus cabellos y hunde tu cabeza en el lodo, no puedes cerrar la boca, tus dientes, tus labios, tu cara, todo se llena con esta mugre. Te saca la cabeza, restos de todo tipo caen de tu cara, coge tu aro y tira de ti, sigues paralizada, vuelve a hundir tu cara en el lodo y azota con todas sus fuerzas tu lomo, gritas de dolor y de asco, mientras aguantas la respiración, otro latigazo, hace que tiemble todo tu cuerpo, y un tercero más. Luego saca tu cabeza, sumisa te levantas y tiras de tu sulkie, embarrado y enfangado en el cenagal, Zuleia también está siendo azotada, Yoha y Nuria quieren acabar pronto esta prueba, también ellas huelen el hedor del aire y se enfadan con vosotras al veros rebozadas en mugre y sin querer andar.

Entre gritos histéricos Zuleia levanta las patas, chilla, llora, algo vuelve a subirle por las piernas, a bofetadas Yoha la hace reaccionar, tú has conseguido avanzar un poco más, cuando algo entra en tu boca, te vuelven a venir arcadas, otra vez vomitas, mientras sigues este aro que tira de tu hocico. Yoha retuerce el aro de Zuleia, que casi cae de costado, os siguen azotando, insultando, gritando, y vosotras solo podéis intentar seguir entre sollozos y miedo. Poco a poco vais avanzando, todo tu cuerpo te escuece, te pica, mientras las ruedas giran lenta, muy lentamente.

Zuleia también tira de su sulkie, pero te ve lejos, has conseguido sacarle una buena ventaja, y Nuria no piensa desperdiciarla, así que azotándote te obliga a correr, a trotar hacia un final que se adivina cercano. Yoha también golpea a su yegua, pero el miedo a dar un nuevo paso en esta ciénaga, el miedo a que cualquier animal la muerda, o encuentre algún recodo para entrar en alguno de sus agujeros la hacen temblar, es un pánico irracional y brutal que ni el látigo, ni la argolla retorciéndole la nariz le hacen superar. Por fin ves la salida, tiras con fuerza del carro, poco a poco vas saliendo, embarrada en estiércol y heces, caen restos de todo tipo de tu cuerpo, sin quitarse el chubasquero Nuria sube a un sulkie totalmente rebozado en mugre y estiércol, el látigo golpea tu lomo y empiezas a avanzar en una subida larguísima, mientras Yoha con mucho esfuerzo, tirando de su animal, azotándola, consigue que avance poco a a poco, aún le falta un buen tramo para salir, cuando vosotras ya habéis empezado la ascensión.

Zuleia tarda más de diez minutos en llegar al final, una vez fuera, Yoha la azota, y ella empieza a galopar, a correr, mientras va dejando en el suelo un reguero de suciedad. Nuria también te azota a ti, que no dudas en clavar tus patas, en retorcerte para dar más velocidad a tu impulso. Parecéis dos cerdas rebozadas en heces saliendo de vuestra pocilga. El sol quema vuestra piel, por un instante agradeces esta mugre pegada a ti, que algo te protege. Zuleia sigue avanzando, respira agitadamente, escupiendo y babeando. Tú intentas mantener la ventaja, aunque la subida se te hace cada vez más difícil.

Vane, sentada a mi lado, con su boca, sus labios y sus mejillas llenas de mi corrida, no pierde detalle de vosotras, del asco que dais y que sufrís, del dolor de vuestros músculos al límite, de vuestra piel castigada y herida. Le giro la cara y le pregunto si le gustaría estar con vosotras, competir y correr por todos y cada uno de los lugares por donde estáis pasando, ella acariciándome con su hocico me contesta que si soy yo quien la lleva, quien la azota y la hace cabalgar, SI. Pongo mi mano en su entrepierna, ella se abre, mientras se abraza aún más a mi cuerpo, noto el tacto suave de sus pechos, el calor de su cuerpo, el movimiento casi imperceptible de su respiración. Beso sus labios con sabor a mí, ella se arrodilla sobre mis piernas, se agacha, entra dentro de su coño mi verga. Marrana y golosa, se mueve, contrae sus músculos, va calentando más y más mi deseo, la gente que tenemos cerca, nos mira, la mira, a ella le encanta ser observada, deseada, excitar con sus movimientos, con sus gemidos, con su cabellera rojo moviéndose sensual ante todos estos desconocidos. Se abraza a mí, mordisqueo uno de sus pechos, me gusta como gime cuando mis dientes pinzan su pezón, cuando tiran de él, mientras de fondo, en la pantalla oímos vuestros gemidos, vuestros gritos roncos y rotos. Sigo jugando con Vane, moviéndome, excitándome y excitándola, entre espasmos se corre clavada a mi verga, con su boca llena de la mía, con sus pechos restregándose en mi piel, es un placer compartido e intenso. Abrazada a mí, se deja caer, cierra los ojos, mientras fondo seguimos oyendo tus gemidos, tus suplicas.

La subida sigue interminable, aún llevas algo de ventaja a tu rival, que poco a poco va recuperando terreno. Tragas saliva, y vuelves a lanzarte hacia arriba, ella también lo hace, os tiemblan las piernas, la cabeza os da vueltas, vuelves a notar el dolor intenso de la barra metálica en tu agujero. La sangre vuelve a manar de algunas de tus heridas, y el olor a estiércol sigue impregnando todo tu cuerpo. Zuleia está enfadada, irritada, no quiere llegar al final como una cerda marrana, no quiere que su victoria sea la de una puerca rebozada en mierda, ella también nota nuevamente el dolor en su pie, otra vez cojea, mientras sus manos se agarran con fuerza a las barras de sulkie, y tras una nueva curva, otra recta aún más empinada, otro tramo donde sufrir y gemir.

Zuleia está a pocos metros tras de ti, enfadada aceleras, coja y dolorida no quieres que te avance, ella también renquea un poco, los dos sulkis vuelven a alejarse unos metros, finalmente tras la última curva ves un recta, y al fondo unas carpas blancas, se te ilumina la mirada y te lanzas con todas tus fuerzas hacia ella, Zuleia también lo ha vista, y cabalga pegada a ti, de pie, Yoha y Nuria os azotan, os animan, os insultan, todas, yeguas y amas queréis llegar, queréis dejar atrás esta porquería que os envuelve, Zuleia está a tu par, pero tú no cedes, sigues corriendo, galopando, y prácticamente juntas entráis en esta zona de avituallamiento, que será la última de esta carrera.

Nada más entrar, te fijas en el reloj 45 minutos, respiras aliviada, mientras unos operarios te desatan de tus correas, levantándote por las nalgas te arrancan de la barra de hierro, con el mando quitan los hierros que se clavan en tu culo, y te sacan el consolador-cola… Mientras, Nuria y Yoha son acompañadas hasta unas duchas, allí, un pareja de esclavos se pone al servicio de Nuria, tras que ella se desnudase, empiezan a lavarla, Nuria se fija en el chico, joven, atlético, con un aro de hierro minúsculo con puas de castigo comprimiendo su verga por si se decide excitarse, él le enjabona la cara, los pechos, la cintura, su sexo, mientras que la chica tras ella, va lavándole sus cabellos, su espalda, sus nalgas, sus piernas, de rodillas le limpia los pies, el chico se muerde los labios, no puede evitar excitarse, clavar su verga en aquel hierro diminuto que le estruja, Nuria se acaricia, se toca, le apetece este chico, su cuerpo, su mirada sumisa, su entrega.

El agua cae por sus cuerpos, la esclava sigue tocándola, acariciándola, limpiando cada rincón de su piel, ella ve una llave colgada del techo, el la mira y tímidamente sonríe, Nuria coge la llave y abre el aro de hierro que oprime la verga del chico, al momento su verga se endereza, se endurece, se vuelve más y más potente. Ella lo agarra por sus nalgas y lo entra dentro de ella, él no puede evitar moverse, contornearse, penetrarla hasta golpearla una y otra vez contra la pared, la esclava de rodillas espera. Nuria tira de sus cabellos, la levanta, la besa, toquetea sus tetas, mientras el chico agarrado a sus nalgas, va moviendo más y más su verga dentro de ella. Con sus músculos Nuria exprime y ordeña al joven, que entre espasmos de placer se corre dentro de ella. Nuria también goza y disfruta, le encantan estas sorpresas, estos avituallamientos tan inesperados. El agua de la ducha sigue cayendo sobre los tres, se besan, se acarician, mientras las cámaras no dejan de mostrar la belleza intensa y morena de Nuria que ha sabido llevar a su esclava hasta aquí.

Fuera, con unas mangueras también te están lavando a ti, tus cabellos, tu boca, tu cara y toda tu piel, abres los labios, te encanta sentir este chorro llevándose hasta el último gramo de mugre que cubría tu cuerpo. Al terminar te secan y te llevan a un buffet para que comas, allí ves a Zuleia, tan limpia y satisfecha como tú, os sonreís, os saludáis con la cabeza, os queréis contar mil cosas, pero el tiempo apremia, y habéis de comer, lo necesitareis para el tramo final. Comes, bebes, te relajas un poco. Antes de volver al sulkie te masajean, curan tus heridas, vuelven a poner esta pomada desinfectante en tu vagina, en tu vulva, en tu clítoris, en toda tu zona más íntima y sensible. Miras el reloj, apenas si faltan 10 minutos para volver a la carrera.

Te llevan hasta el sulkie, no es el mismo, este es más antiguo, por un instante dudas, y al final lo reconoces, es el auténtico, el que usaste hace más de veinte años, sus ruedas con aquella pequeña abolladura, la madera de sus barras algo gastada, la barra de hierro incluso más temible que la actual, más larga y con protuberancias. Ponen grasa en ella, y te colocan correajes y bozal nuevo. Ves a Zuleia, limpia e imponente, su cabellera de leona cayendo sobre sus hombros, sus piernas largas y fibrosas, tan solo decenas de cortes y heridas por toda su piel le recuerdan el dolor y el sufrimiento recibido hasta ahora. Se acerca Nuria, te quedas impresionada, también ella ha cambiado su vestuario, dos guantes largos le llegan por encima del codo, unas botas negras cubren sus piernas hasta cerca de sus nalgas, y un minúsculo vestido de cuero rojo, cubre su sexo y parte de su pecho hasta cerrarse en su cuello. Se monta en el vehículo, aún quedan 4 minutos, el tiempo justo para que terminen de retocar tu maquillaje, para que oculten estas ojeras de tantas horas galopando, incluso te levantan los labios y con un cepillo eléctrico te limpian la dentadura, quieren que cuando muerdas el cuero de tu boca, tus dientes se vean blancos y brillantes. Te aprietan el mordedor, tensan tus correas, cierran los anclajes de tus muñecas, entran hasta el fondo y te clavan tu consolador-cola, y para terminar ponen un par de cascabeles en tus pezones.

Notas como sube Nuria, coge las correas, tensa tu cabeza hacia atrás, miras el reloj, 20 segundos, a tu lado Zuleia, igual de tensa y dispuesta que tú, se apartan todos, miras al frente, la fusta golpea tus nalgas, sales corriendo, a tu lado Zuleia, al fondo ya veis el corral de la casa donde todo ha empezado, pasáis junto a la casa, y justo a la derecha ya veis las vallas donde centenares de personas se agolpan. Los dos sulkis van a la par, se tocan, se golpean, se apartan, oyes los cascabeles de Zuleia, ella los tuyos. Entre un aplauso atronador giráis a toda velocidad, Nuria y Yoha se cuelgan en la rueda que se levanta, entráis en la recta de tribuna, tres kilómetros de ida, tres de vuelta, y todo habrá terminado. El sudor empapa vuestras heridas, la sangre vuelve a dibujarse en alguno de los cortes que lleváis por todo el cuerpo, pero nada importa, ni este dolor intenso que Zuleia siente en su pie, ni aquella cojera que casi te hace abandonar, todo es pasado, la historia está por escribir y la escribiréis vosotras.

En una de las vallas, vuestras compañeras gritan, os animan, orgullosas de vosotras, las pancartas con vuestros nombres ondean en los distintos grupos que os animan, pero no veis nada, no queréis ninguna distracción, solo correr, correr y correr, Zuleia consigue ponerse delante, tu intentas aguantar su ritmo, un nudo en tu garganta te recuerda el final de hace 20 años, pero aún quedan más de cinco kilómetros, y el cansancio empieza a notarse, te cuesta mantener su ritmo, pero ella tampoco puede correr como antes, solo el aplauso de la gente, los gritos, la tensión os hacen acelerar, no importa el dolor, ni la sangre, ni los golpes, sois dos yeguas al galope dispuestas a ganar.

(Continuará)

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