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La revancha (04): Empieza el espectáculo
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Tiempo de lectura: 16 minutos

Sentada en el coche, respiras profundamente, en silencio, mientras no puedes dejar de pensar en la carrera, solo 15 días, dos semanas te separan de un espectáculo en el que tú solo serás una yegua sumisa y obediente. Por el retrovisor Nuria te mira, la ves y esbozas una sonrisa. Hace apenas media hora que nos hemos despedido de Lidia, se ha ido con Yoha y Zuleia, que también están de vuelta a su casa. Llegamos a un atasco, parados junto a un camión, veo como el conductor te mira, voy a distraerte un poco… te ordeno que te masturbes para él, obediente, te abres de piernas, tus manos se mueven lentamente, las hundes en tu vello rizado, te acaricias el clítoris, jadeas, mojas tus labios con la lengua, mueves tus pechos brillantes de sudor, el camionero, no deja de mirarte, hasta que unos bocinazos le hacen volver a la realidad, la circulación avanza, y el camión pronto se pierde entre el tránsito.

Al llegar a casa, te ordenamos que te arrodilles, hay nuevas normas para este tramo final, a partir de ahora, cada día subirás hasta el desván, con Nuria practicando con los correajes, queremos que fortalezcas tus patas para cuando tengas que subir la colina. En el jardín vaciaremos unos sacos de piedras de cantera, para terminar de endurecer tus pies, te pondremos un yugo de madera en tus hombros con tus brazos atados a él, y tendrás que saltar, andar o lo que nos parezca sobre el pedregal. Tragas saliva y con un hilo de voz aceptas los nuevos retos. Agarro tus cabellos y tirando de ti, te bajo hasta el sótano, vamos a empezar ya con tu nuevo adiestramiento. De paso, también voy a enseñar a Nuria, a dominar a una yegua como tú, con tus manos en la cabeza voy poniéndote el arnés, unas correas de castigo pasan por tus hombros marcando una X sobre de tus pechos, en su interior están ribeteadas de tachuelas, otra correa rodea tu cintura, y una tercera termina en un bozal con un mordedor que llena tu boca. Te ponemos delante de las escaleras, Nuria ha de llevarte hasta la azotea, pero frenándote, tú has de llegar lo antes posible, pero ella te lo pondrá difícil, te hará correr, y a la vez te lo impedirá, te ha de demostrar que ella es quien manda, tu solo has de obedecer, si te dice que corras, corres, y si sus correas y su látigo te impide hacerlo, tú sigues corriendo, no estás aquí para pensar, sino para obedecer.

Un azote en tus nalgas, te indica que empieces a subir, apenas si llevas cuatro escaleras, cuando las correas se tensan, tu cabeza tira hacia atrás, te encorvas, intentas frenar, pero el látigo golpea tu espalda, tu culo, y te hace seguir hacia arriba, tensas tus patas, los músculos se marcan en cada rincón de tus patas, sudas, tiras tu cuello hacia adelante, intentas vencer la fuerza de tu dueña. Por fin consigues subir al primer rellano, intentas coger aire, respirar un poco, los azotes te obligan a seguir, tu boca abierta babea sin cesar, mientras cada escalón se te hace eterno, Nuria tensa tus correas, las tachuelas se clavan en tus pechos, y gruñes de dolor, solo tu instinto te hace avanzar, Nuria también se está cansando, lo veo en sus manos, en sus gestos, cada vez más nerviosa no deja de azotarte, de gritarte, y tú sigues gruñendo, escupiendo babas y saliva, tirando con todas tus fuerzas de tus correas,

Al llegar al segundo piso, todo tu cuerpo está temblando, el látigo ha pintado de rojo tu espalda y tu culo, te castañean los dientes, tus ojos te escuecen, empapados en sudor, pero a pesar del dolor y de las dificultades sigues hacia adelante, solo piensas en subir un escalón más, y luego otro y otro… Nuria también está envuelta en sudor, no se esperaba tanta resistencia por tu parte, tanta fuerza ni tanto esfuerzo, le digo que cuando tú eres yegua, ni piensas, ni sientes, solo eres carne sumisa obedeciendo a su dueña, el día de la carrera, solo serás músculos, sangre e instinto. Nuria tira con fuerza de tus correajes, te caes, ella tensa tus correas levantándote al momento, tu rodilla amoratada no me gusta, estamos demasiado cerca de la carrera, para que te lesiones ahora. Le digo a Nuria que pare y compruebo que solo sea un golpe, aprovechas para respirar un poco, para ganar algo de aire en tu boca abierta. Te miro, tus pechos son un mar de babas, y tu cuerpo ríos de sudor.

El látigo resuena, otra vez te lanzas escaleras arriba, Nuria va tirando de ti, va obligándote a frenar, a obedecer a estas correas a las que estas atada. Pero sigues adelante, rabiosa, con tus dientes clavados en el cuero, con todas las venas marcándose en tu cuello estirado, otro escalón… y por fin el último rellano, solo queda el tramo final. Nuria está decidida a no ponértelo fácil, coge el látigo y golpea tus nalgas, apunta justo en el centro, el látigo gira y toca de refilón tu vulva, te arrodillas, ella no deja de azotarte, te levantas dejando un reguero de orina que no has podido contener. Finalmente, tras casi una hora llegáis a la azotea, Nuria suelta las correas, te tumbas en suelo, buscar el frescor de las baldosas, que quedan empapadas de tu sudor. Estamos contentos con tu esfuerzo, sentándome frente a ti, te levanto los cabellos, me miras con tus ojos bañados en lágrimas, acerco mi mano hecha cuenco y te ordeno que comas, vas lamiendo, sonríes, es azúcar, lames y relames hasta que no queda ni un grano, mientras, sientes las manos de Nuria acariciando tu espalda, tus nalgas, tus piernas aun temblorosas.

Terminamos de quitarte el correaje, cada tachuela se ha clavado en tu piel, y en cada pecho media docena de gotas de sangre decoran tus tetas. Agarrada a la barandilla vas bajando como puedes, sigues temblando, la prueba ha sido tan dura, que en más de una ocasión casi te desmayas. Al llegar a la planta baja, renqueando vas hacia el jardín, hacia tus cadenas y tu árbol, caes rendida sobre la hierba, una ligera brisa eriza tu piel, tus pechos se mojan en la humedad del suelo, y te relajas un poco, con el pie voy acariciando tu culo, se te cierran los ojos, mientras oyes lejos, muy lejos el clack de tu correa engarzándose a la argolla donde te atamos cada noche.

El sol empieza a despuntar, empiezo a acariciar tus piernas, tus nalgas, desde que Nuria termino el curso, soy yo quien te despierta cada mañana, Te giras dolorida, refunfuñas un poco, quieres un rato más de mimos y caricias, te levanto una pata, y con una esponja vieja, voy limpiándote el culo, luego te remojo bien con la manguera, el agua te despiertas de golpe tiritando y con la piel erizada. Con una esponja limpia, voy limpiando tu cara, tus labios, tus mejillas, voy recorriendo tu frente, tu cuello, abrazada a mi empiezas a buscar mi cuerpo, me mojas con tu piel empapada y fresca, estás empezando a calentarte, pero un chorro directo de la manguera en de tu sexo te corta en seco tu deseo, no es el momento, has de ir a trabajar y no quiero que llegues tarde. Una vez seca, te vistes y te vas. Por la tarde otra vez a correr por la montaña, y así un día tras otro, aderezado con las subidas a las escaleras, y con los ratos que con el yugo en tus hombros, andas en círculo una y otra vez sobre las piedras.

Cada día estás más nerviosa, menos parlanchina, un día al salir del trabajo, no te llevo al bosque, tus patas ya estas suficientemente fuerte y tus pezuñas duras como suelas de zapato, ahora toca adiestrarte para que sepas reconocer al instante las ordenes de Nuria, ella te azotará, te gritará, te insultará, todo ello para que sigas adelante, pero hay algo más. En el jardín, te vendamos los ojos, atamos tus manos a la espalda, y te ponemos las riendas en tu bozal, no tardas en morder con fuerza el cuero, Las explicaciones son sencillas, cuando Nuria mueva varias veces y de manera rápida las riendas de tu boca de derecha a izquierda, has de estar atenta, te va a ordenar algo, sino simplemente corre todo lo deprisa que puedas. Lo prueba, tu cabeza se mueve de lado a lado, mientras las primeras babas de tu boca, mojan tus pechos. Una vez haya movido tu cabeza, dos latigazos seguidos en tu nalga o en tu brazo derecho, quiere decir que gires hacia este lado, lo mismo con el izquierdo, asientes con la cabeza. Chillas cuando dos líneas rojas se dibujan en tu nalga, intentas girar hacia la derecha, un tirón de tus riendas hacia atrás te hace parar, lo primero es esperar a que movamos tu cabeza con las riendas, Como castigo recibes un par de azotes en tus pechos. Atenta notas como tiramos de tus riendas, empiezas a andar, azota tu lomo para que corras, como puedes lo intentas, más azotes, más gritos, más castigos que te ponen nerviosa, sueltas un bufido mientras escupes saliva, de pronto con las correas Nuria marca la señal, atenta notas un azote en tu brazo izquierda, al instante otro en tu nalga, giras, oyes como aplaudo, la potrilla ya empieza a recordar como lo hicimos hace 20 años, más azotes te hacen correr, quiere que trotes dentro de la zona de piedras, algunas se te clavan en la planta del pie, te paras, pero a latigazos, Nuria te hace avanzar, lloras, tiemblas, cada paso es un infierno, un castigo que lacera tus pies, intentas salir, pero otra vez el movimiento rápido de tus correas, y un azote en tu nalga izquierda, has de girar y continuar el castigo por esa zona de piedras, finalmente te dejamos salir y con un fuerte tirón de tus correas te ordenamos parar, y como siempre tras el castigo, el premio, hoy una tarrina entera de una de las mejores marcas de comida para perros.

Otro amanecer, te revuelves en tu rincón cuando notas mi mano tirando de una de tus patas, es pronto, muy pronto, te quejas, me dices que hoy no has de ira a trabajar, es domingo, el último antes de la prueba. Mientras limpio tu vulva suavemente, te digo que ya lo sé, hoy no tenemos prisa, hoy no tengo por qué renunciar a disfrutar de mi potrilla, tu sonrisa se hace inmensa y empiezas a restregar tu hocico por mi pierna, te quito el collar, la correa, y cogiéndote de uno de tus pechos, te llevo hasta la casa, hasta la ducha, te pongo junto a la pared, tu sonríes traviesa, buscas mis labios, mis besos, acaricias con tus pechos mi cuerpo, un chorro de agua a la temperatura que más te gusta empieza a caer sobre nosotros, una vez mojados, con mis manos llenas de jabón, empiezo a pintar de blanco cada centímetro de tu piel, tú pones tus manos ante mí en forma de cuenco, las lleno de jabón, y apretándote a mí, siento tus dedos mi cuerpo, tus manos recorriendo mi espalda, mi culo. Pegado a ti, voy enjabónate tus nalgas, mientras mi verga se endurece más y más.

Cuando ya estamos enjabonados, abro el agua, otra vez un chorro templado va quitando el jabón de nuestra piel, te arrodillas y engulles mi verga, mientras el agua moja tu rostro, pero hoy no quiero tu boca, te levanto por los hombros y te empujo contra la pared, te agarras a mí, te penetro hasta el fondo, empalada entre la pared y mi cuerpo, con el agua acariciándote, te mueves al compás de mi deseo, de mi placer, en un vaivén que te acerca a mí, y golpea tus nalgas contra la pared una y otra vez, tu lengua busca mi boca, mi cara, bebes de ella, mientras sigue cayendo esta lluvia fina y caliente.

Jadeas, gruñes, mientras te corres con tus manos asidas a mi culo, te fallan las piernas, pero mis manos en tus nalgas te mantienen levantada, mi leche se funde con el agua que sigue cayendo, abrazada a mi, empapada, con mis manos en tus nalgas y tus besos en mis labios, cierras los ojos, te abrazas con fuerza a mi cuello, abres la boca, te gusta beber esta agua que baja por tus cabellos, tu frente, tu nariz hasta tu boca, vuelvo a besarte, me gustas, me excitas, me encanta azotarte y castigarte, y también amarte y acariciarte, sentirte mujer, sensual y caliente y a la vez hembra salvaje y esclava.

Abrazados los dos, aún estamos un buen rato besándonos bajo el agua, relajados, disfrutando de este instante, finalmente tras un beso en la punta de tu nariz traviesa y pecosa, paro el agua, te aferras a mí, no quieres soltarme, no quieres que termine esta ducha, no quieres dejar de ser mía… Y nunca dejarás de serlo.

Salimos de la ducha, Nuria ya ha preparado el desayuno. Hoy no comerás tu pienso, hoy te dejaremos compartir estos bollos recién horneados, con un buen tazón de chocolate. Te decimos que pongas las manos a la espalda, lo haces y abres la boca, te acerco el primero de los bollos, lo buscas con tu boca, con tu lengua, gotea algo de chocolate sobre tu pecho, y también se te ensucia un poco la cara. Ahora es Nuria quien juega contigo, te hace el avión, tú vas girando la cara, intentando acertar su mano, ensucias tu nariz, antes de poderlo coger, nosotros también vamos comiendo, con tu lengua busca un nuevo bollo, que voy entrando y sacando de tu boca, no la cierras, este juego cada vez te calienta más, y mucho más, cuando me agacho y empiezo a limpiar con mi lengua, el chocolate que hay en tus pechos, en tu vientre. Cierras los ojos, mientras unos dedos acarician tu vulva, te sonrojas un poco, es tu hija quien está tocándote, pero hoy y aquí, solo eres una yegua obediente y dócil, que merece ser premiada por su dueña.

Mi boca llena del chocolate de tus pechos, te besa, no puedes mover los brazos, te lo hemos prohibido, pero con tu cara relames mis labios, con tu lengua comes de la mía, mientras marrana y cachonda mojas la mano de Nuria, que sonríe satisfecha cuando ve cómo te corres entre sus dedos. Tras desayunar, te sacamos al patio, nos has pedido que sigamos con tu adiestramiento, quieres ganar, por ti, por nosotros, para convertir la plata de tu herradura en oro. Te pongo el yugo en tus hombros, te doblas un poco, pero respirando hondo, vuelves a la zona de piedras a caminar, es lo que llevas peor, y quieres mejorar, gritas “azotadme”, al instante lo oyes silbar en el aire, y enroscarse en tu cintura, chillas, pero sigues andando, sigues endureciéndote, sigues siendo la esclava que todo dueño desearía tener.

Empieza ya la semana de la revancha, cada día que acaba, es un giro más a este nudo que crece en tu estómago, es un temblor constante de tus nervios, es recibir todo tipo de castigos por rebotarte y protestar por cualquier cosa.

El miércoles, entregas la última carta, el jueves te has cogido fiesta, tus compañeros se despiden hasta el lunes, en la calle ves nuestro coche. Entras, y me pides una última carrera en nuestro bosque, lo dos sabemos que no lo necesitas, que todo lo que tenías que fortalecerte ya lo has hecho, pero te dejo que desnuda, corras y te desfogues durante media hora entre piedras y zarzas. Vuelves jadeando, con tus pechos moviéndose al compás de tu respiración y tus nervios. Entras en el coche y volvemos a casa, Nuria te espera con los correajes y el látigo para la subida final a la azotea, mientras te atamos, piensas en aquel primer día, en que probamos si todavía merecías ser una yegua, y orgullosa y satisfecha te lanzas hacia arriba, Nuria tensa tus correas, pero no desfalleces, sigues luchando escalón a escalón, orgullosa y sumisa, altiva y valiente, tus patas tensadas, tus pezuñas endurecidas y tu pundonor al máximo.

Por la noche, enroscada en tu rincón, no puedes dormir, me acerco y empiezo a tocarte, me miras, te gusta cómo te acaricio, te excitas con mi mano jugando en tu entrepierna, te encanta como con solo mirarme, con solo dejarte acariciar, levantas mi verga, como aquel lejano día, en que acepte ser tu dueño.

El sol ya ha salido, apenas si has podido dormir, te limpio con la manguera, te levanto la pata para limpiar bien tu coño con mi semen aún reseco en tus muslos, luego tu cara. Al acabar te doy la toalla, estás secándote cuando suena el timbre, te digo que abras tú, haces una mueca de enfado, desde el primer día has llevado fatal lo de tener que mostrarte desnuda ante desconocidos. Es un chico joven, se toma su tiempo mirándote, empiezas a ponerte nerviosa, vas a preguntar que quiere, pero en aquel mismo instante te da un sobre, sonríe y te desea un buen día.

Nerviosa abres el sobre, y lanzas un chillido de alegría, es un vale para una sesión de peluquería, manicura, depilación y un masaje completo, dentro de media hora. Te doy permiso para vestirte, corres a ponerte algo, y vuelves a bajar corriendo, Nuria ya te espera en el coche, y ella misma te lleva a tu lugar de destino. Al bajar se te ilumina la mirada, también Zuleia tiene la misma tarjeta, os dais un par de besos y entráis.

Tumbadas en la camilla, con las manos suaves de aquellas dos tailandesas acariciando vuestra piel llena de aceite, charláis contentas y satisfechas, miras a Zuleia, con su cabellera de leona recién peinada, sus uñas arregladas, el ligero color de ojos en su cara. Ella te mira a ti, tus piernas recién depiladas, tus labios perfilados, tus cabellos con sus puntas recortadas, sois dos amigas disfrutando de una mañana de charlas y risas, mientras, aquellas manos recorren tus piernas, tus nalgas, tocando en el punto exacto, con la presión adecuada, para hacerte disfrutar mientras bebes la copa de cava que te han traído. Zuleia se gira, gime un poco al notar los dedos en sus pechos, en sus pezones de azabache, tú también te das la vuelta, la chica está acariciando tu vientre, instintivamente te contorneas, te tocas, mientras ella masajea tu entrepierna, hunde sus dedos es tu vello rizado y oscuro, que también os han recortado hasta dejarlo perfectamente encuadrado. Cierras los ojos y levantas las piernas, mientras aquellos dedos no dejan de acariciarte, de cuidarte y mimarte.

Son casi las once, cuando salís del local, la chica de recepción os da un sobre para las dos, ilusionadas lo abrís, es la dirección de una tienda de ropa y complementos muy conocida, más de una vez hemos ido a que te comprases algún vestido. Al momento llega el taxi que os han pedido. Riendo, cogidas del brazo, no dejáis de mirar por la ventana como dos colegialas. Al llegar os dicen que os estaban esperando, vais mirando por aquí, por allá, eligiendo probando, descartando, volviendo a probar, hasta que finalmente encontráis lo que buscáis, Zuleia se queda un precioso vestido blanco, con un corte lateral que le llega casi hasta la nalga, el contraste con su piel negra es total, y tras ponerse unos zapatos de tacón imposible y un bolso a juego, espera a que tú elijas, no tardas en salir, un vestido rojo a juego con tus labios, con un escote por donde asoman buena parte de tus pechos, un cinturón bien ceñido a tu cintura y unos zapatos negros a juego con un pequeño bolso que te ha gustado desde el mismo momento en que has entrado a la tienda. Y antes de salir en la caja os dan otra tarjetita para las dos. Ahora es Zuleia quien la abre ilusionada, solo hay una dirección, la de uno de los mejores restaurantes de la ciudad.

Al salir, más de una mirada se fija en vosotros, no sois dos jovencitas bonitas, sois dos mujeres espectaculares, hermosas y atractivas. Ya estáis en un taxi, camino del restaurante, al llegar me veis, me he vestido para la ocasión, traje, corbata y esta camisa tan especial que tú me regalaste no hace mucho. Nos besamos, y entramos en el local, en una de las mesas, veis saludando a Yoha y Nuria, igual que vosotras también se han vestido para la ocasión, Yoha con un vestido azul claro de tirantes que realza su piel mulata, Nuria con un escote en la espalda que le llega casi hasta sus caderas, le dices que lo encuentras un poco excesivo y ella hace una mueca de enfado y te dice –mama, ya soy mayorcita. Todos reímos, poco a poco los platos van llegando, comemos, charlamos, contamos anécdotas, y poco a poco también vamos hablando de lo que os espera, de esta competición salvaje y brutal que continuara la que hicisteis hace 20 años. El miedo, los nervios os hacen sudar un poco, pero también os excita, sabéis que podéis páralo en cualquier momento, ahora, mañana o en el mismo instante de la carrera, porque, aunque el látigo lo lleven vuestras hijas, quien decide si si o si no, siempre sois vosotras

Tras el postre, Yoha y Nuria se van, han de hacer algunas cosas, y yo sacando una nueva tarjeta os la doy, eres tú quien la abre, Zuleia la lee, una suite en un hotel de 5 estrellas. Me abrazas, me besas, también lo hace Zuleia, estáis tan ilusionadas que casi os dejáis uno de los bolsos. Al salir otro taxi nos lleva al hotel, allí nos enseñan la suite, un salón con vistas al mar, una habitación con todo lujo de detalles y una cama inmensa, y un par de baños, uno de ellos con un jacuzzi de película. Te desnudas y dices que va a probar el jacuzzi, Zuleia no tarda en seguirte, el agua burbujea en vuestros cuerpos, me llamáis, pero os digo que esperéis que estoy preparando una cosa. Al poco llego, os reís contentas al ver mi verga totalmente levantada, os encanta excitarme, Zuleia se acaricia los pechos, y tú en cuclillas, engulles mi rabo hasta el fondo. Sentado entre las dos, sé que no durare mucho, saco tu cabeza del agua, Zuleia se tumba sobre mí, sus pechos retozan en mi pecho, acaricio sus piernas depiladas, juego con su pubis recortado, mientras ella busca mis labios, mis besos. Agarrándola por sus nalgas, hundo mi verga en su coño mojado y caliente, ella jadea mientas voy moviéndome, moviéndola, tensa todo su cuerpo mientras me estruja todo lo que puede, y nos corremos entre espasmos de placer. Tu no dejas de mirarnos, de besarme, de besarla, tus dedos juegan dentro de ti, te acaricio las mejillas y te digo que tranquila, que la noche es larga, y habrá momentos para las dos.

Más relajados, pongo un DVD en el televisor que hay justo delante del jacuzzi, pones tu cabeza en mi hombro, acaricio tus cabellos, mientras mi otra mano, va jugando con los pechos de Zuleia, las dos sonreís al ver que son vuestros videos, los que grabaron hace 20 años, tú no has visto nunca el de Zuleia, y ella no conoce el tuyo. No perdéis detalle, con mi mano en el agua, voy acariciándote, gimes levemente, te gusta mi mano en tu clítoris, mis dedos sabiendo encontrar este punto de deseo que escondes entre tus piernas. Es tu video, Zuleia no deja de fijarse en tu cara, tu esfuerzo, tu rabia, reconoce que hasta el final pensó que la ganarías. Tú le pellizcas el culo, y le dices que este año la ganarás, ella te besa y te dice que esto se verá en la carrera, realmente lo que más os apena a las dos, es que una de vosotras no puede ganar.

Tras el video tuyo, pongo el de Zuleia, la cámara se entretiene en sus piernas largas y fuertes, en su cuerpo fibroso, la voz en off habla de una autentica yegua africana, ella ríe, es inglesa, aunque sus padres si que eran keniatas. Entre bromas, caricias y arrumacos va pasando la tarde, decidimos cenar en la habitación, al poco el camarero llama a la puerta, las dos le abrís, desnudas y hermosas sonreís. Y cuando va a salir, le decís que la propina la tendrá que buscar él. El camarero sonríe, y tras pedir perdón, pone su mano dentro de Zuleia, está un rato acariciándola, tocándola, nota perfectamente el billete, pero no tiene prisa por cogerlo, al final lo saca sucio y mojado, lo limpia en sus pechos, y se lo guarda, ahora te mira a ti, muy correcto también te pide perdón, acaricia tu entrepierna, juega con ella, antes de entrar sus dedos en tu interior, respiras hondo mientras él pellizca tu clítoris, te hace estremecer, te muerdes los labios mientras sigue con sus caricias, luego saca el billete, y lo limpia en tus nalgas, tú le coges la mano y con tu lengua, vas limpiándole cada uno de los dedos empapados de ti. Cogiéndote por la barbilla te besa hasta el fondo de tu paladar, luego besa a Zuleia, y deseándoos una feliz estancia se va.

Tras recuperar fuerzas con la cena, tumbados en la cama, seguimos charlando, riendo, follando, te encanta cabalgar sobre mi verga, mientras Zuleia te besa los pechos, los labios. Tumbada en la cama, ella lengüetea golosa toda la corrida que va rebosando de tu coño, pero el reloj sigue girando, y finalmente, cansadas, satisfechas, relajadas y expectantes ante el día que os espera, termináis por dormiros, yo no tardó en hacerlo, con mi cuerpo pegado a vosotras, sintiendo el ronronear de vuestra respiración y el tacto húmedo y suave de vuestros cuerpos.

Me despierta el sol entrando por el balcón, te veo a contraluz, sigues teniendo un culo increíble, estás apoyada en la baranda, mirando el mar, con tu piel erizada por la brisa marina, voy junto a ti, te beso, reclinas tu cabeza en mi hombro, me miras, has llorado, me dices que tienes miedo de volver a fallarme, de volver a perder, te acaricio, te beso, y te digo que las dos ya habéis ganado, las dos sois insuperables y las dos vais a demostrarlo, y no será una herradura, lo que os haga mejores o peores… y ahora vamos a despertar a la dormilona de Zuleia, que ya es hora.

Corres hacia la cama y saltas sobre ella, haciéndole cosquillas por todo su cuerpo, ella se mueve, ríe, y en pocos minutos ya está levantada. Tras ducharnos, salimos del hotel, nos está esperando en la puerta Yoha, montamos en el coche, y nos dirigimos a nuestra casa, allí Nuria está terminando de preparar los últimos detalles. Al bajar del coche, le das la mano a Zuleia, se os hace un nudo en la garganta, veis un remolque para el transporte de caballos de carreras, es donde iréis vosotras cuando salgamos. Las últimas horas pasan rápido, y tras una comida ligera, llega el momento

En el jardín, bajo un sol que brilla en vuestra piel, Nuria y Yoha os van preparando, primero el mordedor bien cogido a las bridas y al bozal, con la boca abierta, notes el olor, el sabor a cuero en tus dientes, Yoha también muerde con fuerza. Luego os van poniendo el correaje, Nuria va cerrando los distintos anclajes. Oyes gruñir a Zuleia, Yoha está entrando en su culo el consolador-cola que llevará estos días. Tú aprietas los puños mientras notas las manos de Nuria separando tus nalgas, al instante también estás ensartada. Ponen en vuestros cuellos el collar con la herradura, el collar con el que empezó todo. Mientras os van preparando, voy grabando cada instante, cada gemido, cada rincón de vuestros cuerpos, es el primer minuto de un rodaje que será largo, muy largo.

Tirando de vuestra correa, os acercan al vehículo, notáis en vuestros pies el heno que llena todo el suelo. Primero te suben a ti, Nuria te lleva hasta el fondo, te gira, estira tus brazos hasta encadenar tus muñecas a unas argollas, ata tus correajes a una barra central, acaricia tus mejillas, te un par de besos y con una palmada en el culo, te dice que hasta pronto. Ahora es Yoha quien sube a su yegua, encadenada y atada como tú, queda frente a ti, os miráis asustadas, nerviosas, inquietas, Yoha también la besa, y dándole un par de palmadas en sus tetas, os dice –Portaros bien.

Oís como se cierra el portón, el silencio solo está roto por vuestra respiración agitada e intensa, de pronto oís el motor del coche, y os empezáis a mover al ritmo de la carretera, sabéis que más o menos hay dos horas de viaje, desnudas, atadas, con vuestro culo atravesado por un consolador, con la boca abierta, y un cielo que asoma por las pequeñas ventanillas que hay en la zona superior del vehículo, solo os podéis mirar y esperar.

Te duelen los brazos, las piernas, tus pechos están empapados de tus babas y el trayecto continua, sin reloj, sin nada que te oriente, los minutos se hacen eternos, ya hace rato que hemos dejado la autopista, y a medida que la carretera se vuelve camino, vuestro corazón se acelera, gruñís, pataleáis, os movéis todo lo que las cadenas os dejan, de pronto el vehículo se para, oís música, gente, ruido. Aun os tienen un buen rato en el vehículo, al final se abre el portón, y quedas bocabierta, Nuria lleva botas negras altas, un mono de cuero rojo intenso que la cubre desde el cuello hasta los tobillos, ceñido, marcando en él cada una de sus curvas, su cabellera cae suelta sobre su espalda, sus labios pintados de rojo y en sus manos enguantadas, una fusta. Tras ella entra Yoha, la única diferencia es el color negro intenso de su mono de cuero y un pelo rizado muy parecido al de Zuleia. Os van desatando, cuando te quitan las argollas por fin puedes desentumecer un poco tus brazos, antes de salir limpian vuestros pechos de las babas que los han ido mojando durante el viaje, os retocan un poco el maquillaje de vuestros labios, de vuestros ojos, os atan las manos a la espalda, y satisfechas de sus yeguas tiran de vuestras correas, la primera en salir es Zuleia, un aplauso atronador llena el lugar. Cuando sales tú, se repite el aplauso, decenas de flashes, varias cámaras grabando, focos por todas partes, y un speaker narrando en directo la llegada de las dos yeguas veteranas, las dos “mamas” que van a competir tras 20 años de espera, en la carrera más dura y salvaje que cualquier esclava pueda temer.

Levantas la cabeza, erguida muestras orgullosa tus pechos, andas satisfecha tras tu dueña, moviendo tu culo, marcando cada paso, la gente no deja de mirarte, tu cuerpo estilizado, sin un gramo de grasa, tus pechos sensuales, los pezones duros como piedra. Delante va Zuleia, también ella se muestra en todo su esplendor. Vuestras dueñas tiran de vuestras correas, y os llevan hacia una carpa que se ve al fondo. Al llegar, Yoha mira a Nuria, las dos sonríen, todavía es pronto, y tirando de vuestras correas, os llevan hacia la gente, al instante decenas de manos acarician tus pechos, toquetean tu culo, recorren tus piernas, uno de los hombres pregunta algo a Nuria, ella dice que si, notas su mano en tu entrepierna, va moviéndose entre tu vello rizado, notas sus dedos rozando tu vulva, jugando con tu deseo, con tus gemidos. Oyes a Zuleia, también ella está siendo acariciada, magreada, alguien juega con sus pezones, ordeña sus pechos. Tú empiezas a moverte, a contornearte con aquellos dedos en tu interior, una boca besa tus mejillas, recorre tus labios abiertos, alguien mueve la cola que llevas ensartada. Una verga se pega a tu espalda, usa tus manos para masturbarse. De pronto alguien sale de la carpa, os dice que todo está listo, ya podéis pasar, un tirón os arranca de entre la gente, la mano que estaba en tu coño sale de él, le miras con tristeza, ha faltado poco, muy poco para correrte entre sus dedos…

(Continuará)

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