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La primera vez que me tocó fue en mi ano
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Tiempo de lectura: 4 minutos

La primera vez que me tocó fue en mi ano, metiéndome la mano por dentro del calzón, sin desvestirme, casi rozándome los labios de mi vagina que, en pleno verano, estaban calientes y mojados por el sudor, también por los nervios. Era mi vecino, pasábamos muchas horas solos porque ambos teletrabajábamos. Eran nuestros primeros trabajos y ambos estábamos viviendo lejos de nuestras familias. Yo tenía 27 y él 25, ambos habíamos salido de la capital para buscar oportunidades de trabajo y crecer, salir de nuestros lugares conocidos y que la vida nos sorprendiera buscando, no sabíamos qué buscábamos, pero esto, de seguro califica como una de esas tantas cosas que no sabíamos que queríamos.

Vivíamos frente a frente, nos habíamos visto muchas veces salir y entrar a nuestros departamentos, con rutinas desordenadas, sin saber cuándo el uno iba a llegar y cuándo el otro iba a salir, porque la verdad, siempre estábamos trabajando en nuestras casas. Un día, que admito estaba curiosa, caliente y aburrida de una reunión lo vi entrar y fui yo quien improvisé un encuentro forzado y torpe. Salí con lo puesto, hacía calor y yo estaba trabajando en una falda bien corta, elastizada, vieja, pero que me encantaba usar por lo fácil que era de ponerse por las mañanas y comenzar a trabajar. Salí apresurada antes de que él entrara y lo saludé, entonces se presentó y me preguntó que para dónde iba con tanta prisa, por su puesto, fue cordial y ensayamos una conversación protocolar preguntándonos de dónde éramos, hace cuánto vivíamos allí y en qué trabajábamos. Él venía con unas botellas de vino y me preguntó si, terminando la jornada, me gustaría tomarme un rosé que había descubierto hace poco. Yo dije que encantada, que en la tarde podíamos juntarnos en mi casa y que feliz me tomaba algo fresquito para sacarme el trabajo de encima.

Cuando entré, él me preguntó que si acaso yo no iba saliendo, de tarada y caliente, olvidé que la excusa era que yo iba saliendo. Así que estúpidamente le dije que iba a buscar una bolsa y volvía. Yo entré con mi cachetes rojos, un poco acelerada y más caliente aún. Así que, antes de ir a comprar, me senté en el living y me masturbé cortito, pero bien rico, sin sacarme la ropa, me levanté mi falda, me saqué una teta por encima de mi camiseta, me escupí ese pezón que dejé afuera, me escupí mis dedos y me toqué por dentro del calzón hasta que me fui en unos minutos.

En qué pensaba, por supuesto que en él, imaginándomelo encima, quizás apretándome un poco con su propio peso y corriéndome el calzón a un lado para meterme su verga, pero también pensaba en mi propio olor, el de mi piel cuando estoy erizada de caliente, pero, una vez que ya me había acabado, recobré un poco la calma y pensé que como fantasía estaba bien, pero que yo no estaba en esta nueva ciudad para caer en otra relación. Metí mi teta adentro, me ordené un poco, tomé una bolsa y salí a comprar algo para acompañar el vino en la tarde.

Cuando el vecino golpeó la puerta yo estaba igual con el mismo calzón cochino después de mi paja, solo que un poco más ordenada. Fue un regla autoimpuesta, no me quería ni bañar ni arreglar, no quería que esto fuera una cita, era un tarde nada más, con un vecino que, por cordialidad, nos estábamos conociendo, así que no le quise dar más importancia. Él llegó igual, con un short bastante corto, por sobre la rodilla y se le podía ver su muslo, una camisa blanca manga larga, arremangada post trabajo y con el vino muy frío en mano, entró en mi departamento. Nos hicimos bien amigos, la conversación no era torpe y nos reíamos, nos tomamos el vino, yo no estoy tan acostumbrada a tomar, y no me pregunten cómo pero llegamos rápidamente a hablar de sexo. No fuimos muy temerosos o vergonzosos para hablar de sexo, entre medio, yo abrí otra botella que tenía.

Él era muy caballero para hacer sus preguntas de sexo, yo también procuré tener cuidado. Nos preguntamos qué era lo que más nos gustaba, si habíamos tenido sexo anal, si habíamos tenido tríos o experiencias homosexuales. En específico nos quedamos en ese lugar, nos preguntamos, él me preguntó primero, si me habían lamido el ano y si, de haberlo experimentado, me había gustado. Hablamos buen rato de eso, y ambos contestamos lo mismo, ninguno lo había experimentado y ambos queríamos vivirlo, nos reíamos nerviosamente.

Medios borrachos, él sugirió si podíamos intentar juntos para que a nuestra próxima relación fuésemos un expertos en ello, entre broma y enserio, y por supuesto, entre broma y caliente, yo dije que no había problema, pero, y aquí seguí esta línea de humor, que teníamos que estudiar el tema y que él podía venirse a estudiar acá. Nos reímos y él, esta vez un poco más serio y hablando con un volumen bajito de voz, me preguntó si podía tocarme el ano, no la vagina, solo el ano para poder estudiarlo, y yo dije que sí, que claro, que era solo por practicar y tocarnos los genitales era traspasar una barrera que los vecinos no traspasan, solo nos íbamos a tocar los anos, acordamos.

Estábamos en el comedor, yo me puse de pie y le permití que me tocase el ano. Yo sabía que estaba sudado, cochino después de que mi propia paja me humedeciese toda, y no me importó, yo me levante la falda, estaba un poco nerviosa, los dos nos reímos, pero con una risa caliente y nerviosa él me metió la mano por entremedio de mis cachetes y empezó a tocarme el ano, casi como rascándolo, suave y me preguntaba si estaba bien lo que estaba haciendo y yo, siguiendo el juego, le decía que sí pero debíamos practicar. Yo me mordía los labios cuando él no me veía y le sacaba más mi cola para que su dedo hiciera una pequeña presión en mi ano. Trataba de no respirar tan fuerte.

Le pregunté si yo podía hacer lo mismo y él también accedió, así que ambos estuvimos tocándonos los anos al mismo tiempo y preguntando cómo se sentía. Hacía calor, estábamos sudados, mi ano estaba mojado por el líquido de mi vagina que, supongo, él podía sentir y yo, un poco con mis uñas le rozaba sus testículos y también sentía cómo su respiración se agitaba. Estuvimos así uno o dos minutos, preguntándonos idioteces relacionadas a los estudios del ano y cómo no debíamos sobrepasarse, que esto era exclusivamente con términos pedagógicos y que en nuestras próximas reuniones de estudios serían más seguidas. Sacamos nuestras manos, ese día todo pudo haber avanzado más, pero nos calentaba la idea de jugar con nuestros culos, seguir esta ficción de estudios y decimos seguir con la botella y cada uno volver a sus departamentos.

Cuando se fue, lo despedí de un beso en cada mejilla y le dije que mañana viniera porque debíamos seguir con estos estudios, que todo era por el beneficio de nuestros futuros amantes. Cada quien volvió a sus casas, yo volví a masturbarme y esta vez todo me gustaba sentir el olor de mis dedos que habían estado en su culo y esos mismos dedos los pasaba por mi ano, sin que entrasen, tal como él lo hizo conmigo y con mi otra mano me masturbaba. Esta vez mi paja fue larga y caí dormida y borracha en la cama. Al día siguiente, volvimos a hacer lo mismo, pero diferente. Lo contaré en el siguiente texto.

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