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La peor o mejor decisión de mi vida, aún no lo sé (II)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Lo que les platique en mi primer relato, fue el preámbulo de lo que ahora quiero relatarles.

Seguramente muchos estarán de acuerdo conmigo en que la actitud machista predomina aún en muchos hombres, sobre todo debido a la crianza y las costumbres del lugar en que nos criamos. Eso es lo que me sucedió a mi; me crie en una pequeña comunidad donde los hombres son "muy hombres" y las mujeres deben dedicarse a su casa y los hijos.

En mi caso, ese molde se rompió al salirme del pueblo, aunque yo no lo sabía. En la ciudad hice nuevas amistades y al igual mi esposa. Su amistad con una de las vecinas influyó en lo que me dijo sobre los derechos de igualdad entre los dos, que tanto derecho tenía yo a divertirme, como lo tenía ella. Claro, yo no sabía de sus pláticas con la vecina, pero el esposo de la vecina si sabía de mi, se lo decía a su esposa y ella a Elena mi esposa, por eso platicaban sobre ese tema.

Todo hubiera quedado en paz si mis celos y desconfianza no me hubieran empujando a tomar la decisión de poner a prueba a mi esposa. Para colmo, y quiero ser sincero en esto, aunque mi mujer era atractiva y tenía un cuerpo deseable, yo no era un garañón ni nada parecido. Es más, ni siquiera era muy cogelon, yo era muy normal y al igual que muchos hombres le prestaba más atención a mi satisfacción que a la de ella y en los tres años de casados que llevábamos, ya me había vuelto muy rutinario y a veces ni siquiera estaba seguro de que Elena quedara satisfecha cuando teníamos relaciones. Ella no se quejaba porque siempre había sido sumisa como la mayoría de las mujeres de pueblo. Sin embargo, el comentario que hizo Leonardo me hizo desconfiar de ella y no estaba tranquilo aunque no se lo decía.

Mi nuevo ayudante era un hombre de 44 años de nombre Antonio, con buenos modales y facilidad de palabra. Se notaba que era un hombre de experiencia y yo, a mis 23 años no sabía mucho de la vida aún.

El asunto es que se me ocurrió platicar con él sobre mis dudas; el me recomienda confiar en mí esposa, a quien el ya había conocido pues lo lleve un par de veces a comer a casa. Me dijo que tipos como Leonardo eran simples habladores que por no lograr su objetivo mienten para quedar bien ante los demás. Quise hacerle caso, pero lo que mi esposa me había dicho sobre "sus derechos de igualdad" me hacían dudar. Al insistir sobre ello, me dice Antonio:

"Si tantas son tus dudas, ponla a prueba. Colócala en la misma situación que la otra vez y ve como reacciona" -Le pregunto ¿Cómo puedo hacerlo y me dice – "Ponte de acuerdo con un amigo de toda tu confianza, llévalo a tu casa y con algún pretexto déjalos solos. El que haga el esfuerzo de "conquistarla " y luego que te diga cuál fue su reacción. Solo que debes estar dispuesto a soportar lo que suceda si las cosas se salen de control. ¿Cómo ves?"

Pensé en eso varios días y, al cabo de un par de meses le dije a Antonio que si quería llevar a cabo ese plan. El ya no recordaba de que se trataba y se lo tuve que recordar. Me dijo que era una completa tontería pero los celos y la desconfianza lo hacen a uno cometer estupideces. Al no tener a alguien de confianza como cómplice, le dije- "¿Te animas a ayudarme tú?" -Él se rio y criticó mi necedad, pero aceptó con la condición de que si las cosas se daban y Elena accedía a sus pretensiones el no se iba a detener. Me dijo- "¿Estás de acuerdo?" -Le dije que si, que de esa manera ya no tendría dudas. Todavía me dijo- "Confío en que tú esposa se va a molestar y me va hasta a insultar, a fin de cuentas soy muy viejo para ella. Pero suponiendo que las cosas se dieran y me acepta, que vas a hacer luego ¿La vas a dejar?"

-Yo no había pensado en eso, así que le dije- "No lo creo, yo la quiero mucho y solo deseo estar seguro de ella y no tener dudas" "Entonces si te ayudo" -me dice Antonio- "es más, voy a tratar de que me diga si tuvo algo que ver con Leonardo, pero para eso tendremos que darle a beber algunas copas para que baje la guardia. ¿Cómo ves?"

-Estuve de acuerdo, aunque le advertí que ella casi no bebía y dijo que era mejor, pues así rápido estaría en condiciones de hablar. Era miércoles y acordamos que lo haríamos el siguiente sábado ya que salíamos más temprano de trabajar. El encargaría a un amigo suyo un mezcal de la sierra muy sabroso. Lo hacían de manera clandestina y sin marca, pero estaba muy sabroso aunque muy fuerte.

Ese sábado, salimos de trabajar y fuimos a recoger el mezcal con su amigo Javier. La cita era en una cantinita llamada "El Vaquero" que yo no conocía. Mientras llegaba Javier nos tomamos varias copas y me puse un poco alegre y me di valor, porque ya me estaba desanimando.

Llegó Javier, Antonio me lo presenta y nos tomamos otras dos copas más, pero Javier no se despedía y se hacía tarde, hasta que en un momento en que fue al baño, me dice Antonio- "Sospecho que Javier creé que va a haber parranda por los 4 litros de mezcal que me trajo, por eso no se va y va a querer que lo invite. Cómo ves, ¿Le hablamos del asunto? A fin de cuentas no te conoce ni la conoce a ella. De esa manera es más probable que Elena se niegue pero al menos la haremos hablar y sabremos si tuvo que ver con Leonardo. Yo me encargo de que hable".

Yo ya estaba algo tomado y me pareció bien la idea al estar seguro que ella podría negarse, y es que ya me estaba arrepintiendo y no me atrevía a decirle a Antonio. Fue él quien le planteó el asunto a Javier con mucho tacto y Javier estuvo encantado de acompañarnos. Lo que no me gustó y me irritó mucho, aunque no dije nada, fue su expresión. Dijo- "¡Claro que sí, un palito no se le niega a nadie!". Acordamos que yo fingiria haber olvidado el cambio de un billete grande al pagar el hielo y que iría de prisa a reclamarlo antes de que cerrarán. Fingiria salir y me ocultaria en la cocina para escuchar lo que Elena dijera, muy seguro de que nada pasaría. No obstante, Antonio me dice muy firme- "En el remoto caso de que todo se diera y Elena se preste ¿Estás dispuesto a soportar lo que ocurra?" -Muy seguro de que nada pasaría, pero ya con cierto morbo extraño que nunca había sentido antes, les dije- "Ustedes sigan hasta donde ella lo permita, lo que me importa es saber que dice y que hace, así ya no tendré dudas"

Acordamos que alguno de ellos dejaría caer unas monedas como por accidente, esa sería la señal para que yo entrará, ya sea que hubiera dicho lo que me interesaba oír o que terminara lo que ella les permitiera hacer, cosas que yo estaba seguro no ocurriría, aunque insisto, sentía yo un morbo tremendo y pensaba: "¿Y si ella permite que se la cojan que voy a hacer? Ya veremos" -me decía yo mismo y es que ya me sentía bastante tomado y eso me daba valor.

Nos fuimos y llegamos a casa, le presento a Javier a Elena, a Antonio ya lo conocía. Prendí el televisor para esperar que inicie el fútbol, aunque aún faltaba un buen rato. Mientras nos servimos unos tragos y Antonio le ofrece a Elena. Ella no quería aceptar pues prácticamente no tomaba, pero ante la insistencia aceptó. Se tomó una, luego otra y después de la tercera ya daba señales de embriaguez y reía de todo. Una faceta que yo no conocía en ella. Le sirvió Javier la cuarta copa y al ponerle el hielo me dice lo acordado- "Oye, ¿Si recogiste el cambio de tu billete? Yo recuerdo que la cajera lo mando cambiar y en eso llegó el taxi y nos vinimos".

Antonio lo apoyo y me "aconsejaron" fuera de prisa a reclamar antes de que cerrarán en virtud de la hora. Yo como que ya no quería, pero ese fue el acuerdo, me dí valor y salí. Ellos estaban en la sala que, como ya les dije, era sala y recámara a la vez, así que Elena no podía ver si realmente salía de la casa. Abrí la puerta y luego la cerré fingiendo irme, luego vuelvo de puntitas y me oculto detrás del refrigerador por si Elena se asomara a la cocina. Los escucho platicando cosas sin importancia, salgo de mi escondite y con mucho cuidado separó un poco la cortina de la ventana corrediza que daba hacia la sala. Previamente la había dejado un poco abierta para ver y escuchar, listo para ir a esconderme detrás del refrigerador si se ofrecía.

La plática de ellos parecía no tener importancia, y a pesar de todo yo sentía que el corazón me latía con fuerza y sentía un vacío en el estómago, una sensación como de angustia, pero a la vez como de frustración porque nada importante hablaban ni ocurría. Se terminan la copa que para Elena era la cuarta. Es entonces que Antonio le dice a Elena – "Aprovechando la ocasión, ¿Puedes buscar de una duda a Javier?" -Elena pregunta de que se trata, ya con un tono de embriaguez en su voz, y Antonio le dice –

"Es que Javier está preocupado porque hace días su mujer le descubrió fotos de una amiga y lo amenazó con cobrarle con la misma moneda si se enteraba que la engaña. ¿Tu crees que si se anime? ¿Tu que harías en su lugar?" -Elena se queda pensando y les dice- "Es que todos los hombres son bien sinvergüenzas y se merecen eso y más" -Insiste Antonio – "¿Tu lo harías si estuvieras en su lugar?"

Ésto que sucedió enseguida fue crucial, pues aquí tomé una desición de la que me arrepentí muchísimo, pero que a la ves no, porque mis emociones estaban muy confundidas. No sabía si estaba sufriendo o disfrutando con lo que sucedía. Era un mar de confusiones. Les sigo contando.

Seguramente por efecto de la bebida, Elena se explaya y les platica lo que le dijeron de mi, que me iba con las mujeres de un centro botanero, que ella muchas veces me notó señales de que había tenido sexo y que para ella era muy humillante saber que prefería estar con otras en lugar de venir con ella. Pero dijo- "Yo así lo quise y ahora me tengo que aguantar". -Est me calo mucho y seguí prestando atención. Dice Elena dirigiéndose a Javier, con evidentes señales de estar borracha- "Yo no sé cómo sea tu esposa, pero si da coraje y siente una muchas ganas de hacerles lo mismo. Yo tuve oportunidad hace meses y no me atreví. No sé si tú esposa tenga más valor ".

-Aprovechando la ocasión, Antonio le pregunta sobre esa oportunidad y Elena les habla sobre Leonardo y de como lo tuvo que poner en su lugar. Les dijo que si tal vez hubiera sido una persona de su agrado quizás se hubiera atrevido, pero que ése le caía muy mal y que ella no era de las que se esconden. Que si un día la ofendía al grado de querer cobrar venganza, ella misma me lo diría.

Después de esto siguen platicando cosas sin importancia y Antonio saca su pañuelo y se le caen unas monedas. ¡Esa era la señal que acordamos para que yo "llegará", pero no supe reaccionar porque me preguntaba: "¿Me dio la señal o se le cayeron por accidente?" El caso es que no me moví de mi sitio y quería seguir viendo y escuchando lo que sucedía, aunque sentía un montón de cosas raras! Ansiaba entrar, pero una fuerza mayor me detenía y no quería reconocerlo, pero deseaba que le hicieran alguna propuesta o trataran de tocarla para ver su reacción.

Ellos, viendo que yo no "llegaba", le dicen a Elena- "Bueno, como Gilberto ya se tardó, vamos a brindar por ti, por ser tan fiel y respetuosa con tu marido". -Ella se resiste diciendo que ya no quiere tomar, pero Javier le sirve otra copa bastante cargada según alcancé a notar. Brinda con Elena pidiendo tomársela de un solo empellon y, al tomarle ella tose por lo cargada de la bebida. Luego Antonio hace lo mismo y brindan nuevamente. Minutos después era evidente que Elena estaba completamente ebria.

Ya no le insistieron que volviera a tomar viendo su estado. Elena se veía inquieta y reía mucho y de todo. Les dice- "¡Voy al baño, Me urge orinar!" "¿Por qué no decías?" -le preguntan – "¡Es que me da pena! -dice ella. Hace por levantarse y casi se cae, pero la alcanzan a detener. Insiste en ir sola, pero no pude, así que la toma cada uno de un brazo y la llevan al baño. Ahí los perdí de visita y solo escuchaba lo que decían-

"¡Yo puedo sola!" -Decia Elena- "¡No puedes, te vas a caer si te soltamos! Deja que te ayudemos". "!Hay no! ! que vergüenza" -les contesta. Un par de minutos y se oye otra ves la risa y la resistencia de mi esposa cuando Antonio le dice- "¡Si te suelto te caes, permíteme secarte". -Eso ya era mucho para mí, pero ¿por qué no reaccionaba y entraba? Estaba como pegado a la ventana muy atento y lleno de morbo. ¿Dónde estaban aquellos celos y el coraje que sentía? En ese momento no sabía responderme.

Regresan del baño, pero ahora no se sientan en la sala, sino en el borde de la cama por el lado de los pies. Elena está cabizbaja y como adormilada, Javier está a un lado de ella y Antonio del otro. Javier comienza a acariciarle su pelo, luego las mejillas y finalmente le da un beso, a lo que Elena no se resiste. Antonio solo la toma de sus manos y se las acaricia. Javier le baja el cierre de su vestido en la espalda y le baja la parte superior del vestido hasta la cintura. Es el momento en que ella parece reaccionar y les pregunta –

"¿Que están haciendo? ¡No hagan eso yo no les he dado lugar!" -ninguno le hace caso. Ella insiste diciendo "¡no, no quiero!" , pero la ignoran. La ponen de pie y le sacan el vestido por los pies dejandola solo en ropa interior. Antonio se coloca frente a ella, la abraza acariciándola y le da un beso apasionado a lo que Elena ya no se resiste. Mientras se besan, Javier se desnuda y, yo quería correr y entrar, pero la verdad es que estaba absorto con lo que sucedía. La sientan nuevamente en el borde de la cama y ahora Elena se deja conducir docilmente, le sacan el brasier acariciando sus pechos por turnos. Antonio la recuesta dejándola con los pies colgando del borde de la cama, se arrodillara los pies de ella y le saca la pantaleta, le acaricia el vientre y el pelo púbico, luego separa sus piernas y mete el rostro entre ellas haciendole un oral.

Yo seguía absorto y como paralizado viendo lo que ocurría y solo reaccioné cuando escuché el gemido de Elena, casi fue un alarido cuando Antonio le comenzó a dar lengua, gemido que nunca había lanzado conmigo, cosa que lastimó mi orgullo. Mientras Antonio estaba dándole atención a su vagina, Javier se coloca por un costado sobre su cara y le pone su herramienta en la boca de Elena. Al ver eso creí que lo rechazaría pues no era del agrado de ella hacerme oral, pero ahora parecía que le habían dado un caramelo y chupaba con ansiedad.

No pasaron ni tres minutos cuando Elena pareció ahogarse, tosió como atragantada y tuvo algunas arcadas, escupe hacia un lado un plasta viscosa y blanquecina, pero sigue concentrada en lo que está sintiendo, porque Antonio la está haciendo retorcer y finalmente estalla en algo que nunca le había provocado yo de esa manera. Sus orgasmos eran silenciosos y y nada explosivos, pero ahora era increíble para mí lo que veía en ella.

Se quedó un momento como noqueada y Antonio ahora le acariciaba la entrepierna con mucha delicadeza, sube por su vientre acariciándola con su boca hasta llegar a sus senos y Elena comienza a reaccionar nuevamente. Ahora Antonio se acuesta en la misma posición que estaba ella y la invita a que ella le haga oral. Elena de inmediato se pone de pie y como si fuera un caramelo comienza a meterlo en su boca con ansiedad, mientras Javier se coloca a espaldas de Elena, le separa las nalgas y la penetra en esa posición, inclinada sobre Antonio.

En cosas de pocos minutos se vino en ella y se separa con aquello ya flácido. Pude ver su vagina empapada de fluidos y no pude evitar, no celos, sino por increíble que parezca sentí cierta repulsión al ver su vagina llena de semen.

Apenas se separa Javier, Elena se monta en Antonio que estaba recostado en el borde de la cama, y comienza a cabalgarlo con ansiedad. ¡No podía creer lo que veía! A mí humilde esposa tan recatada, ahora galopando de esa manera con un hombre que no es su esposo. Se movía con ansiedad y de manera frenética, hasta que nuevamente explota igual o con mayor intensidad que la anterior. Se desploma sobre Antonio quien sigue bombeando hacia arriba, hasta que también el se viene en ella.

Se quedan los dos quietos, Antonio acostado y Elena encima de él, mientras Javier se sienta junto a ellos, toma la mano de Elena y se la coloca sobre su pene. Ella, me imagino que inconscientemente se lo comienza a frotar y ya se le estaba enderezando nuevamente, pero Antonio aparte suavemente a Elena y la deja recostada. Toma su pantalón y al hacerlo deja caer varias monedas al suelo. Ahora sí entendí la señal, pero cometí el error de no fingir que metía la llave en la cerradura y abría. Simplemente entre a la habitación sorprendiendo a mi mujer, quién se puso pálida y muy asustada.

Solo les dije- "¡Vaya! No les preocupó mi tardanza, se mantuvieron muy ocupados!

Continúa.

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