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La otra Marta (III)
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Al abrir los ojos y enfocar la vista, un escalofrió me despertó del todo, estaba sola en la cama, me di cuenta de que debía de ser avanzada la mañana por la luz que entraba por la persiana. Había dormido y lo que era más importante, de un tirón, ambos lados de la cama estaban fríos, señal de que hacía tiempo que estaba sola, me estiré en la cama para desentumecerse un poco e intenté recordar el porque y el como.

La presión, el escozor entre mis nalgas me sacó de dudas, note la presencia de aquel objeto extraño en mi interior. Incrédula y para asegurarme, pasé la mano por la tela de la braga, mi tacto no me engañaba. No era la primera vez que usaba un juguete como aquel, pero aquello había sido diferente, si al principio me resultó incomodo, supongo que por el sueño la presencia de aquel plug en mi interior apenas me había molestado. Me tembló la mano, cuando me di cuenta también del collar que llevaba puesto.

Cierto que era y soy una adicta incondicional al sexo, a tener relaciones sobre todo furtivas, esas que duran lo que duran y luego cada uno retoma su camino sin mirar hacia atrás. Pronto tuve claro que había una gran selección de placeres eróticos y sexuales, sin rechazar si venían tanto del sexo masculino o femenino, aunque hacía tiempo prefería más este último, de ahí que me resultase difícil establecer contactos medianamente serios. Había tenido fantasías y algún pequeño escarceo con el tema de la sumisión, pero nunca me lo había planteado en serio. Sonreí y me dirigí al cuarto de baño, empezaba a tener cierta necesidad, me bajé la braga y cuando en el espejo pude apreciar entre mis nalgas el brillante de la base del plug, me dije: ¿hasta qué punto estaba dispuesta?  

Al verme reflejada en el espejo, desnuda y con el collar, mis dedos acariciando mí raja, volví a sentir un escalofrío que erizo mi piel. Los buenos días de Marta, entrando en el baño y con una sonrisa en la cara me devolvieron a la realidad.

-Te sienta muy bien el collar ¿te gusta? -Mirándome a través del espejo.

No puedo evitar fijarme en ella. Su pelo recogido en una coleta, la camiseta súper ajustada completamente sudada. Sigo para abajo, pantalones cortos de licra, marcando su culo, venía de hacer footing.

-Mucho -La miré un poco asustada, esperaba una reprimenda, por tener el plug en la mano.

-Tranquila, ya as echo un gran esfuerzo -Había leído la expresión de mi cara.

Me comentó que Sole, hacía un buen rato que había marchado, cuando se despertó fue al baño, cogió su ropa y se vistió. No se la veía molesta por lo ocurrido, le dio las gracias por todo y que esperaba verme en la boda de Irene. Se despidió dándole un abrazo y repetidos besos.

Me preguntó cómo me encontraba. Le respondí que bien, solamente que tenía cierto escozor en las nalgas. Tiró de mí y me besó apasionadamente hasta que me temblaron las rodillas, jadeé sin respiración cuando cortó el beso igual de rápido que lo había empezado. Sus ojos se clavaban en los míos sosteniéndome la mirada, se relamía los labios. No me lo pensé, no podía aguantar más y sin más comentarios

Mis labios presionados contra los tuyos. La besé fuerte, suspiró, agarré su garganta y la besé más agresivamente. Ella gimió en mi boca, le besé la cara, me detuve para morderle la mandíbula, luego la besé en la garganta. La lamí hasta la oreja y le mordí el lóbulo.

-Toma lo que necesites -Ella habló

Olfateando, su olor era intenso por el sudor, olía a hembra. Me puse de rodillas delante de ella tirando del pantalón y desplacé la diminuta braga hacia un lado. Apenas con ese leve contacto pude notar como se estremeció, en mi mano percibí el calor y la humedad de su vulva.

-Soy todo tuya…, caprichosa -Me sentía perversa, poderosa, abrí la puerta de la mampara y me introduje con ella dentro de la ducha, debajo del agua el resto de su ropa se empapó y cayó al suelo

-¿Qué haces? -Preguntó sorprendida.

-Mojarme contigo.

Sonrió separando las piernas, besé la parte interna de los muslos y le dí unos mordisquitos con suavidad, jadeaba. La tenía a mi merced, me lo decía la predisposición de su cuerpo. Era yo quien ahora dominaba y me encantaba aplicarle esta dulce tortura. Paseé mi lengua por entre sus labios exteriores, colgaban prietos como alas de mariposa, pegados uno contra el otro, abrí más sus piernas para que se separen, apareció el clítoris brillante por encima de ellos.

Acerqué mi nariz y una ráfaga penetrante de olor a coño entró por mis fosas nasales. Le chupé la vulva con tal voracidad que mientras profería insultos, cerda, puta… se retorcía, gemía, en pocos minutos tuve el rostro impregnado de líquido mezcla de flujos y sudores, sabores dulces y salados.

-Quiero más… -Mientras se apoyaba en la pared dándome la espalda

La entendí y dejé ir mi mano, golpeando la carne de su trasero. Ella lo tomó. Otro. Se estremeció esta vez. Arrastré mi boca húmeda por su espalda para lamer, besar una nalga y marcar con mis dientes la otra. Gruñó. Puse ambas manos sobre ella, apretando su trasero. Dejó escapar un gemido, se apoyaba en la pared dándome la espalda. Me pedía más, así que con mi otra mano separé las nalgas y busque el esfínter de su culo.

Puse mi dedo allí y me lo encontré sumergido en sus propios jugos y el agua, lentamente se lo fui entrando, empezó a mover la pelvis en círculos como intentando darle una mayor profundidad a la penetración. Movía sus caderas mientras con los dedos de una mano penetraba el coño y con la otra le introducía dos dedos completos en el culo, no ofrecía ningún tipo de incomodidad al respecto, solo sé que gemía desesperada y volvía insultarme y pronunciar palabras soeces…

-¡Me voy a mear de placer! -dijo enloquecida, dándose la vuelta, mientras temblaba presagiando un orgasmo.

De rodillas, puse mi boca sobre la extensión completa de su raja. Un alarido profundo precedió a unos espasmos violentos y mi boca se llenó rebosando una copiosa cantidad de líquido, mezcla de orín y flujo vaginal. Continuamos juntas en la ducha lavándonos mutuamente sin dejar de bromear, besándonos y acariciándonos.

Sin dar tiempo siquiera a secarnos me condujo a la habitación, se sentó en la cama dándome instrucciones yo de pie frente a ella, palabras picantes y calientes que me hicieron arder con excitación y humillación. Abrí las piernas, arqueé la espalda, jugué con mis pechos y me froté el coño. Todo para ella y aunque sentía la humillación, también mi cuerpo era un gigantesco pulso de libertinaje y obediencia.

-Solo las putitas traviesas se excitan con esto. Creo que te gusta estar desnuda y dar espectáculo -Me mordí el labio, sintiéndome de repente increíblemente tímida. No podía admitir en voz alta que me gustaba, aunque la evidencia que hice estaba empezando a gotear por mi muslo. Se levantó rodeándome por detrás, pasando su mano sobre mis pechos, con un toque suave ahuecando y apretando. Luego agarró los pezónes y los retorció, duro, más duro, hasta que grité.

-Por favor.

-Me gusta cuando me suplican.

-¡Ay! por favor, te estoy suplicando, duele.

Soltó mi carne maltratada y solté un suspiro de llanto. A pesar del dolor sufrido, tenía los muslos pegajosos con mi propia excitación. Frente a mí, se quedó mirándome, tenía una gran sonrisa en su rostro. La miré hasta que lentamente bajé los ojos y me mordí el labio. No es que tuviera en aquellos momentos mucha experiencia en la obediencia y sumisión, pero me gustaba, me sentía cómoda con cierta esclavitud.

-Serás una buena chica para mí -Asentí con la cabeza.

-Te gusta follar, ¿verdad? -Respondí afirmativamente.

Me hizo colocar de rodillas e inclinada sobre la cama. Empezó a introducirme un dedo en el ano muy despacio, mientras me echaba un aceite, iniciando un movimiento de mete y saca. Al poco empezó a introducir dos dedos, mi esfínter se iba dilatando muy despacio, con más aceite consiguió entrarme cuatro, mientras el dedo pulgar presionaba el perineo. Cuando consideró que estaba suficientemente dilatado cogió un consolador de dos puntas y bien lubricado, introdujo primero una punta en el culo, después la otra en el coño follándomelos primero lentamente para ir aumentando el movimiento.

Al principio noté una sensación extraña y un cierto dolor, me pinzaban desde dentro. Salían, una pausa y luego volvían a entrar, más fuerte, tocando fondo. Me retorcí, nada que hacer excepto tomar su maldito castigo, delicioso. Cerré los ojos y me concentré en el placer que me recorría en espiral por la columna, apretando los músculos de mis muslos. Si seguía con esto, me iba a correr pronto, hubo una breve suspensión, un suspiro de pausa, temí por algo más.

-Sabía que a la sumisa de mí putita esto le gustaría, estás jodidamente mojada -Sus palabras ásperas y sucias me hicieron sonrojarme por completo, el calor me recorría todo el cuerpo. Hasta que sin sacarme la parte del consolador del culo, me tumbó en la cama y sentada frente a mí, untó de nuevo la otra parte del consolador y se lo colocó en su coño, cuando nuestros cuerpos se amoldaron moviéndonos despacio al principio para ir aumentando la velocidad.

El roce era de lo más gozoso, relajante. Utilizó una mano para acariciarme los labios vaginales, me masturbaba, yo cerraba los ojos, la escena continuaba con el continuo vaivén del consolador. Estaba muy mojada muy mojada. Cayó sobre mí, sentía su aliento en mi cara, su constante jadeo que me excitaba aún más y más. Su botar se hizo más rápido, cada vez más y continuado. Era cada vez más sonoro, el roce dolía.

-Más rápido, más rápido… -gritaba ella, mi aguante no era normal.

Mis gemidos eran entrecortados, era incapaz de hacerlo más fuerte. Y ella botaba empujando, más y más fuerte. Gritábamos al unísono, nuestras voces se confundían, estábamos a punto, íbamos a corrernos y en medio de uno de esos gritos ella se corrió toda y yo me fui también pocos segundos después, por entre el consolador nuestros líquidos se mezclaron. La abracé, la besé, era un vicio del cual no quería escapar. Puse mi mano sobre su rostro, pasé el pulgar por su labio. Abrió la boca y comenzó a chuparla, lamerla, suspiró.

-Olvida todo por ahora y escucha -Me dijo, interrumpiéndome.

-Sí, dime -Suspiré.

-Deberías temerme.

-Tú ordenas y yo obedezco, Marta -Con una sonrisa malévola como las de ella.

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