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La otra Marta
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Fuera en la calle llovía intensamente, lejos el sonido de la tormenta. Pasé a la habitación de la otra Marta, miré la foto era ella. Tuve que recordar y retroceder seis años, cuando mi prima Irene me invitó a su despedida de soltera. Faltaban casi dos meses para su boda, pero decidió aquel viernes porque tenía una agenda muy justa de días libres. Me vestí con una blusa de seda negra y una falda de piel granate a juego con mi cazadora, para la ocasión me di un poco de color a las mejillas y me pinte los labios, no suelo maquillarme.

En total entre solteras y casadas éramos doce o catorce mujeres, compañeras suyas de trabajo y amigas. Entre ellas una grata sorpresa estaba Sole, amiga también de veraneos en un pueblo de la costa, había perdido el contacto y hacía mucho tiempo que no sabía nada de ella. Con más años, era la mujer que desde niña se veía venir, presumida con su media melena rubia, mirada tranquila, media sonrisa, con dos tetas que se insinuaban de campeonato al igual que las nalgas, su tendencia a estar rellenita continuaba, estaba casada pero sin hijos.

Estuve a su lado durante la cena, después de tanto tiempo comentando de nuestras vidas. Finalizando la cena entrega de regalos, como es de imaginar algunos de ellos con marcada picaresca, todo aderezado de los típicos comentarios. Después nos repartimos en coches para dirigimos todas a un club nocturno donde se realizan shows de strippers. No era de mi total agrado pero no quise contradecir a mi prima, me tocó ir en el coche de Sole. Ella también con nosotras, aunque ya la había observado en la cena, fue la primera vez que la tuve más cerca, en competición con mi altura me ganaba en tacones, con chaqueta de piel negra, vestido rojo cortísimo, medias negras, zapatos negros de tacón aguja, melena castaña suelta, maquillada y con un rojo intenso en los labios.

Al entrar en el coche nos inspecciono de pies a cabeza. Sole con un vestido colorido de falda al vuelo, recordaba haberlo visto en alguna tienda de las famosas cadenas, calzaba botines de cuero. Cuando llegamos al lugar teníamos reservada una mesa casi pegada al escenario. Era la primera vez que entraba en un local de estas características. En primer lugar salió al escenario un muchacho musculoso y con ropa de mecánico. Bailaba sensualmente mientras se desvestía, algunas ya envalentonadas le gritaban de todo. Siguió otro que no era tan musculoso como el anterior, con uniforme de policía, nuevamente le decían barbaridades y gritaban.

Este número fue un poco más atrevido, pero para mis adentros pensaba que no había caso y la verdad es que los strippers no me llamaron demasiado la atención. Poco a poco y al ritmo de la música se fue despojando de las diferentes prendas, se acercó a nuestra mesa, empezó a acariciarse, moverse eróticamente y subió un par al escenario, una de ellas fue Sole, con unas esposas jugó con ellas como si las estuviera arrestando, mientras las otras se morían de risa y festejaban, tomaban fotos. El boy las sentó en una butaca y empezó restregarse contra ellas. Toda la timidez desapareció en cuanto les puso el paquete a la altura de sus ojos. Sole cambió la cara en un instante, siguió con su show, hasta quedar totalmente desnudo cubierto por un pequeñísimo tanga. El espectáculo continuó mientras ellas seguían festejando comentando la suerte de las que habían subido al escenario. Mientras yo me había retirado de la zona del espectáculo y estaba sentada en una de las barras donde había menos bullicio, tenía sed, hacía calor.

Ella se sentó a mi lado, subidas en taburetes de frente una a la otra, le comenté mi poco interés por el espectáculo. No podía admitir en voz alta que había algo que me atrajo de ella y empecé a sentir frío, siempre me sucede cuando alguien me causa excitación. El ruido de la música hacía que nos acercásemos las caras para hablar, con el olfato olía su perfume, sus manos se posaron sobre mis muslos como apoyándose cuando nos acercábamos y en uno de aquellos me besó discretamente en el cuello, sonrió ampliamente y levantó su copa hacia la mía.

Con el paso del tiempo no recuerdo las palabras exactas, pero los echos fueron tal como detallo.

– Qué te parece si brindamos por nosotras.

– Claro, encantada.

– ¿Esperas o tienes que acompañar a alguien?

– ¿A qué te refieres?

– Que podríamos irnos las dos solas. Te he estado observando toda la noche, me has gustado desde el primer momento. Frente a ella yo jugueteaba con el vaso entre mis dedos, nerviosa. Me estaba seduciendo, no tenía ninguna idea preconcebida, pero todo paso como tenía que pasar. De pronto Irene me estaba buscando. El tema era Sole, no estaba borracha, pero si bastante alegre, hacerle volver a su casa en aquellas condiciones era temerario, me proponía conducir su coche y además poder llevarla a mi casa para pasar la noche, habían contactado con su marido y estaba enterado. Marta al ver mi cara de circunstancias, me hizo que razonara un poco, era hacer un favor a una amiga que hacía mucho tiempo que no había visto.

Pero la sorpresa fue cuando acercándose a mi oído, me dijo que al igual sería divertido que pasase la noche con nosotras. Nada más poner el coche en marcha propuso un último trago y hacerlo en su casa. Sole aceptó de inmediato pues no le importaba en que casa pasaba el resto de la noche. Durante el trayecto, sentada detrás, no paró de hablar las excelencias del espectáculo. Conduje con las indicaciones que me hacía Marta, no conocía el lugar, a pesar de la oscuridad aprecié que entramos en una urbanización de las afueras.

El resto de la noche se prometía larga, sentadas en la sala, delante de unas copas de vino, empezamos hablando de temas banales. Marta hábilmente le fue picando con lo del boy, el morbo y el alcohol hacían su efecto caldeando el ambiente. Sole soltó la lengua, comentando que desde hacía un tiempo estaba insatisfecha sexualmente con su marido. Quería de él más morbosidad y de ciertos atrevimientos. Se había quedado sin trabajo y pasaba muchas horas sola en casa. Ratos libres, reuniones con amigas donde comentaban sus intimidades, con un par de ellas habían ido a una reunión de tuppersex y quedó alucinada cuando una le propuso un intercambio de parejas e incluso ofreciéndose para una relación lésbica. Tenía claro que su marido no entraría en el juego y ella tampoco lo tenía en ambas sugerencias.

– Mira Sole, a veces se han de tomar ciertas decisiones -.Dijo, Marta guiñándome el ojo.

– ¿Que decisiones? -.Mientras apuraba la copa de vino.

– Eres joven, estás en tus mejores años y te sientes insatisfecha, ¿verdad? -.Afirmó moviendo la cabeza.

– Se dé que hablo cariño, mira, no te importaría responder a unas preguntas.

Le preguntó primero la edad y el tiempo casada, en algunas respondió rápidamente, en otras se lo pensaba y contestaba titubeando. Mientras sentada a su lado había posado una mano en sus rodillas.

– ¿Cuándo ha sido la última vez que has follado?

– Unos 10 días.

– Le comes la polla. ¿Te gusta?

– Si y a mí que me coma el coño -.Soltó riéndose a carcajadas.

– Bueno algo es algo. ¿La suya ha sido la única?

– Si, bueno alguna tontería, cosas del verano -.Dirigiéndose hacia mí.

– ¿Te masturbas?

– Antes lo hacía esporádicamente, pero últimamente entre las charlas con las amigas y la reunión, la cosa es más a menudo, además veo a escondidas pelis porno y ahora tengo un “amigo” que me llena toda -Risas.

– ¿Toda, toda? Por delante y también por detrás.

– Si… por delante y estoy probando… -Se ruborizó un poco y se agitó nerviosa.

– Tranquila, todo es bueno para lograr placer -Dije yo.

– ¿Le has puesto cuernos a tu marido?

– No, pero. Ufff… con el boy, no me importaría, le comería la polla, me abriría de piernas y me dejaría follar hasta por el culo aunque la tuviera muy gorda -.Risas

– ¿Alguna mujer?

– Bueno, solo ciertas cositas en aquellos veranos ¿te acuerdas, Noa?

– No algo más serio, ya de mujer adulta.

– Bueno… he visto videos de ese género y tengo mis fantasías, la idea me tiene cautivada y me he masturbado mirándolos. ¿Creo no poder considerarme lesbiana?

-¿Te gustaría? Eres una mujer guapa, interesante, apetecible sexualmente.

– Joder tia. ¿Me estás proponiendo algo? ¿Vosotras, sois?

– ¿Por qué no? nosotras dos y tú.

– Joder -.Dirigiendo su mirada hacia a mí.

– Mira Sole, ahora te excitas en silencio tu sola, ¿es todo a lo que aspiras? -.Con los ojos abiertos como platos me escuchaba.

– Haz realidad tus morbosas fantasías y satisface tus deseos ocultos -Le dijo Marta, mientras con una mano le acariciaba el trozo de pierna que quedaba sin cubrir del vestido.

– No sientes curiosidad por disfrutar de ciertos placeres -Le susurré en el oído.

Un largo silencio, mientras Marta se agachaba frente a ella, pasando ambas manos bajo la falda del vestido, le acariciaba los muslos mirándola fijamente. Soltó un leve gemido y se recostó hacia tras en el sofá como en un gesto de aceptación.

– Estás muy tensa, quizás agradecerías unos masajes.

– Ahora. ¿Tú crees? -Tragó saliva y se mordió el labio.

– Si, ahora, ven conmigo.

Marta se levantó, le alargó la mano que ella tomó y se dirigió a una habitación. El espació era amplio, en el centro una cama grande tipo tatami, con cabezal de barrotes, una cómoda, un pequeño diván, predominaba el color blanco, encendió unas velas dejando la luz tenue de una pequeña lámpara, puso música apenas audible. El clima de la habitación de lo más sensual.

– Todo lo que te importa ahora es disfrutar. ¿Lo entiendes? -Sacó de la cómoda una cinta tapándole los ojos.

– Si, estoy nerviosa -Susurró.

Le preguntó si quería irse y olvidarlo. Con rotundidad -No -Con los ojos vendados y de pie aceptó inmóvil, esperando. Me acerqué a ella, le dije que se relajara y le di un beso suave en los labios. Le sacamos el vestido, el sujetador y las botas, quedando con la braga culote y unas medias elásticas sujetas en los muslos.

Tal como yo la había conocido continuaba rellenita, no había tenido hijos, sus curvas repartidas con armonía, los senos generosos empezaban a perder verticalidad, areolas grandes, rosadas, los pezones erectos quizás por estar excitándose, caderas y buenos muslos, por detrás un generoso trasero. La braga color burdeos con encajes, cubría el bulto del pubis, la transparencia de la tela permitía entrever un cierto color oscuro, por lo que supe de inmediato que seguía con el pubis peludo. En la época de los años de la adolescencia en el grupo reducido de amigas nos enseñábamos las novedades que surgían en nuestros cuerpos y ella destacaba siempre por la abundancia de su vello púbico y su postura de no arreglárselo, incluso cuando le sobresalían de su bañador. Como ella había insinuado, en aquellos años inocentes, juegos digitales, tocamientos, algún que otro beso, en ocasiones las cosas llegaron a más con alguna, algo parecido sucedía con algún chico. Aunque ella era de las que cuando las cosas subían de tono desaparecía.

La ayudamos a tumbarse sobre la cama de bruces, nos desnudamos, quedándonos solo con medias liguero, las dos coincidíamos, las que dejan al descubierto muslos, glúteos y delantero. Desnuda daba la impresión de ser más alta, vientre plano, el pecho, de las tres los de menor tamaño, sin aureolas pero sobresalían unos pezones en punta rosados, un triángulo de pubis recortado y delimitado, entre unos torneados muslos su sexo donde unos labios mayores colgaban como los lóbulos de las orejas, unas nalgas redondas con una marcada canal separándolas. Me dio un beso en los labios, me acarició suavemente los pechos y pasó la mano por mi pubis completamente rasurado.

– ¿Te estás divirtiendo? -Asentí y sonreí.

– Te gusto -Le dije casi en silencio

– Eres increíble, pero primero es ella.

Seguidamente le derramó aceite sobre su espalda y con las manos empezó con masajes circulares, sus dedos se deslizaban hasta la zona justa de la goma elástica de la braga. Con una seña me indicó sacarle las medias, esparció aceite sobre sus piernas y nos repartimos recorriéndolas desde los tobillos, por los muslos, llegábamos a la entrepierna y pasábamos los dedos por encima de la tela. A cada subida las separaba más. Marta con la palma de la mano le golpeó la nalga, lanzó un pequeño grito, volvió a repetirlo en el siguiente masaje, con señas me indicó que hiciera yo lo mismo. Levantó las caderas alzando el culo, como si no le importaran las nalgadas, más bien parecía aceptarlas y las acompasaba con suspiros, con ritmo continuo, entre las dos fueron más de una docena las que le propinamos. Marta decidió terminarlas y sacando unas manillas de la cómoda, le hizo colocar los brazos por encima de la cabeza, se las colocó y con una cinta las sujetó en un barrote del cabezal. La ayudamos a darse la vuelta, tensionado su cuerpo. La braga color burdeos con encajes seguía cubriendo el bulto del pubis, la presión del tejido marcaba su sexo y se podía apreciar una cierta humedad. Unos mínimos reparos por la sujeción de sus muñecas. Se le notaba nerviosa, tumbada boca arriba, tendida estaba a nuestra merced.

El proceder fue parecido, aceite sobre sus pechos, masajeándolos, tirando suavemente de los pezones y bajar hasta la goma de las bragas. Nos inclinamos sobre sus pechos y succionamos. Lo agradeció con gemidos. De nuevo a sus tobillos, piernas y muslos, su respiración se agitaba por momentos así como la humedad en la tela era cada vez más apreciable. Me indicó tirar de la goma de la braga y sacársela, hizo movimientos para facilitar incluso deslizarla por sus muslos, a la vista ese órgano exquisito, se lo había visto y tocado en aquellos tiempos, ahora era más rotundo, más desarrollado, más mujer, cubierto por un abundante pelaje, denso, puro matojo, de color castaño. Marta le separó las piernas alargó la mano, levantó con los dedos su vello púbico.

Empezó a arquearse, entre el bosque de pelaje unos alargados y carnosos labios, una grieta abierta, la llenó con dos dedos y apenas con ese leve contacto se estremeció. Flexionó las piernas, tratando de acomodarse, los dedos entraban y salían, su coño empezó a latir y segregar jugos, se podía oír el chapoteo de los dedos, la respiración se le agitaba y cuando parecía estar a punto, paró de golpe y se lo palmeó con fuerza, negándole el orgasmo. Sonó un chillido, seguro tanto por la sorpresa como por el dolor. Rostro colorado, protestas apagadas.

– Tranquila, aún no, te puedo asegurar que después suplicaras.

Seguidamente a las indicaciones de Marta, de rodillas me puse entre sus piernas, se las separó para facilitarme el acceso, entendí el mensaje. Su sabor era entre dulce y salado, indescriptible. Le chupaba la vulva con tal voracidad que elevó la pelvis, tire de sus piernas doblándoselas, se abrió más, el interior rosado, humedecido por sus jugos, hacía atrás sus gruesas nalgas separadas, dejando al descubierto su ano, las terminaciones nerviosas se abrían y cerraban, no me contuve y mi lengua lo rodeó rozándolo, empezó a gemir descontrolada, volví con la lengua a su coño.

– Uuumm, sois unas cerdas -Movía las caderas y respiraba hondo.

– Te gusta. ¡Eh! estás disfrutando -le soltó Marta

– Por favor no pares ¡joder! -Le escuché gritar entre gemidos, sus piernas le temblaban. Había desatado la bestia que disfrutaba a lo que se estaba sometiendo. De nuevo succioné su clítoris que sobresalía entre los labios, se retorció de caderas doblando más las rodillas, así que con mi otra mano busque el precioso orificio. Puse un dedo y sumergido en los jugos que descendían de su vagina se deslizó suave, dio un salto en sus caderas pero no me lo impidió, hundiéndose dentro.

– Nooo, hija de puta, ahhhh… -Chilló mientras se desbordaba en mi boca.

Marta tumbada a su lado le acariciaba los pechos bamboleándolos hacia los lados y tiraba de los pezones. Me di cuenta de su mirada, con una expresión de viciosa lujuria, enseñaba la vena de dominante que llevaba en su interior.

– Te ha gustado como te comió el coño tu amiga.

– ha sido algo raro, me ha gustado, increíble, nunca… -Con la respiración aún entrecortada.

– Ahora quiero que te centres en devolver el favor a tu amiga -Con voz dominante, mientras le quitaba la venda de los ojos, pero no la atadura de las muñecas.

– Pero… de qué manera.

– Pues, ahora toca a ti.

Me ordenó colocarme a horcajadas sobre su cara. Necesitaba correrme, mi clítoris palpitaba, presioné mi coño mojado sobre su boca, respiraba agitada. Le facilité el acceso separando con mis dedos los labios y me quedé sin aliento cuando primero su lengua lamió agresivamente el clítoris y después la entró dentro. Una sacudida se disparó a través de mi cuerpo, no pude reprimir un grito y de una manera incontrolada mis jugos cayeron sobre su cara. No quise desperdiciar ni una gota de mi placer, me acerque a sus labios mojados, se los lamí y cuando los abrió aceptó mi lengua en un beso profundo. Cuando descabalgué, mientras le había colocado unas tobilleras y con mi ayuda se las sujetamos a los muslos, le colocó una almohada bajo las caderas, su culo se izó y quedaron expuestos de forma obscena, su ano y los labios vaginales brillantes aún por la humedad, incluso su clítoris se asomaba duro y rojo, como una polla en miniatura.

– Me vais a matar -Dijo entre jadeos y con un tono airado al verse forzada de aquella manera, se la veía excitada pero también asustada.

– No dejaremos que te mueras, vivirás porque te está gustando.

Marta sostenía en sus manos un doble dildo, me introdujo uno en la vagina y me ajustó el arnés que sostenía el otro, un pene oscuro, de venas simuladas y rematado con un grueso glande, lo untó con lubrificante.

– Ahora tendrás que aceptar la putita viciosa que llevas dentro, porque te vamos a follar.

– Follarme ya de una vez, cabronas -Levantaba la cabeza para poder mirarnos.

– Así nos gusta como una perrita en celo.

Con su coño expuesto al máximo pasé la punta sobre los labios hinchados. La embestí con fuerza, húmeda como estaba aquel pene de goma entraba y salía como si nada. Marta abrazada a mi espalda me acompañaba acompasando los movimientos, me cogió los pezones, apretó, tiró de ellos y me los retorció con fuerza, me excitaba jaleándome. Sole se tensó, mirarla era excitante, lloraba, sollozaba, rugió de placer y explosionó con un largo orgasmo. Yo seguía embistiendo sin parar, no parecía terminar nunca y no paré hasta quedar satisfecha.

Cuando le soltamos las ataduras, apoyada su cabeza en la almohada, dejó escapar un fuerte gemido, las venas se abultaban en su frente. Aún con lágrimas en los ojos, mientras nos miraba desafiante. Con voz áspera, tensa, nos insultó.

-Shhh… tranquila -En un lateral del tatami, encogida de piernas y abrazándose ella misma, se quedó dormida.

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