Ese día llegué a la casa de mi amigo Carlos para realizar unos trabajos de la universidad, era mi último año y estábamos cargados de informes por entregar, además de nuestra tesis que estábamos a punto de culminar.
Estaba en la sala esperando mientras veía a su madre caminar hacia la cocina, no recordaba lo linda que era, no sé si era por mi calentura, pero no podía quitarle mis ojos de sus nalgas, que rebotaban al caminar, se tambaleaban de lado a lado como queriendo hipnotizarme, su cadera pequeña hacía que sus nalgas resaltaran más, intentaba pasar saliva, pero mi boca estaba seca ante tal espectáculo.
-¿Quieres agua? –me dijo la señora Ingrid.
-Si, por favor, gracias –le dije mientras me acomodaba mi pene en el pantalón que ya estaba duro como una roca.
Ella veía caminando hacia mí, me entregó el vaso y se sentó en el sillón de enfrente, cruzó sus piernas y miró hacia la ventana. Por dios, que mujer tan hermosa, que piernas más preciosas y sus senos ¡oh por dios! Sus senos, que grandes eran, quería ahogarme ya mismo en ellos.
Ella voltea y me mira, intento sentarme mejor, me incomoda como me mira de abajo hacia arriba, se muerde la boca y se queda mirando mi entrepierna, ya sabe que está tieso mi pene y sabe que es por ella.
-Estas incómodo conmigo, quieres que me vaya? –Me pregunta levantándose del mueble– Es que veo que no dices nada, anda, cuéntame, cómo va la universidad.
-Bi… -no comencé a hablar y llegó mi amigo Carlos.
-Ma, que haces, te he dicho que no hables con mis amigos
-Solo charlábamos de la universidad, nada más, ya me voy para mi cuarto, los dejo solos.
Ella se fue y me quedé solo con mi amigo en la sala.
-Que linda esta tu mam…
-Cállate. -Me dijo mi amigo Carlos.
-Ok, está bien, ni una palabra ¿vamos a tu cuarto?
Comenzamos a trabajar, pasaban las horas y horas, su madre nos trajo un sándwich para comer, cada vez que venía a preguntarnos si queríamos algo para comer podía imaginarme desnudándola y recostándola en mis piernas, dándole nalgadas mientras jalo su cabello y la oigo gritar, cada vez que venía mi pene se paraba y se ponía tan duro que debía ir al baño a acomodarme.
Ya era tarde y estaba a punto de irme, abrí la puerta.
-¿A dónde vas Andrés? –me dijo la señora Íngrid.
-A mi casa, ya es tarde y no quisiera incomodarlos tanto.
-No no no, quédate, ya es muy tarde y es muy peligroso que te vayas a esta hora, tu madre me mataría si te pasara algo, así que voy a acomodar el cuarto de huéspedes y te quedas –me dijo mientas cerraba la puerta y la bloqueaba con todo su cuerpo, no podía resistirme así que le dije que estaba bien, que me quedaba.
Estaba en el cuarto acostado imaginando todo lo que quería hacerle a la mamá de mi amigo, así que quise masturbarme y me tapé con las sábanas y comencé a imaginar a la señora Íngrid entrado desnuda por la puerta, pero no era capaz, no sé si era el cansancio o que ella se encontraba junto a mi cuarto y mis deseos por ir a verla eran más.
Así que salí del cuarto, fue a la habitación de mi amigo, que roncaba bastante fuerte por lo que sabía que estaba dormido, así que fui al cuarto de su mamá, estaba cerrado pero eran tantas mis ganas que intenté abrir lentamente, pero estaba con seguro, maldita sea, maldita sea, solo podía maldecir y maldecir, estaba muy caliente y con ganas de verla.
Así que me agaché para ver por debajo de la puerta, a ver si alcanzaba a ver algo, me puse de rodillas y puse mi cabeza sobre el piso y vi que no estaba en la cama, así que fui mirando por todo el cuarto y la vi frente a un espejo que tiene en frente de su cama, estaba completamente desnuda, ella se miraba de arriba abajo, se llevaba las manos a su abdomen y subía lentamente por sus pechos, con cada mano rodeada la aureola de sus pechos, se acercaba a sus pezones y los pellizcaba, cada vez que lo hacía, arqueaba su espalda y abría su boca, disfrutaba aquello de muy buena manera, luego llevaba las manos a su cuello y lo apretaba, lo apretaba fuerte, podía ver cuando se agitaba su respiración, mientras tanto, yo me llevaba la mano a mi pene y comenzaba a jalármelo, era lo que estaba esperando, comencé a respirar más fuerte, era demasiado rico lo que veía por debajo de esa puerta y más cuando llevó su mano a su entrepierna y comenzó a masajearse, dio unos pasos hacia atrás y se acostó en su cama, se revolcaba y elevaba su pelvis agitando su mano más rápido, veía como la golpeaba una que otra vez como dando palmadas a su clítoris con su mano y con la otra mano se pellizcaba esos pezones tan deliciosos que tenía, se llevaba su mano a la boca y meto sus dedos muy profundo, le gustaba sentirse ahogada, que delicia de señora.
Comencé a jalarme mi pene más rápido, cerraba los ojos de lo rico que lo estaba pasando y pude venirme, que delicia de venida, me sacudí todo, un estruendo en mi cuerpo, temblaba todo, un frio recorrió todo mi cuerpo, me la jalaba más rápido del desespero y solo pensaba en la señora Íngrid, ¡si, si, si! señora Íngrid así, repetía mientras me venía y podía oír cuando ella se empezó a venir al tiempo conmigo, sus gritos no eran fuertes pero oía como se desesperaba, se golpeaba esta vez fuerte su vagina, y no sé si por la calentura, pero le oí decir, más rápido Andrés, más mas, dame duro por favor, reviéntame mi concha por favor.
Esas palabras hicieron que terminara mi mano y mi ropa con tanto semen que me tocó cambiarme completo, no podía creer lo que había oído, seria ese Andrés yo, su esposo no era porque sé que así no se llamaba, no pude dormir esa noche imaginando que era a mí a quien nombraba y que al otro día podía ser yo quien estuviera en ese cuarto con ella y estaba decidido a buscarla a solas para acercarme a ella y verificar que su venida así como la mía, fue pensando cada uno en el otro.