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La madura vendedora de dulces
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Cuando rondaba por los dieciocho años, todo el día estaba en ebullición, muy caliente. Me masturbaba dos o tres veces por día, siempre y cuando no me desviara en otros temas, sino eran más. En fin, era muy caliente, mis hormonas estaban siempre en revolución.

Tenía algunos descargos con chicas de mi edad, rápidas y tan calientes como yo, pero siempre andaba alzado, como decían mis compañeras de clases.

Recuerdo cuando aquella mañana mi madre me dice muy sonriente y despreocupada que la vecina, la señora Lulú, una vendedora de dulce que vivía a lado necesitaba ayuda y ella me había ofrecido a ayudarle a la señora Lulú.

Lulú era una mujer mayor, pero recostado en mi cama la visualicé con sus grandes pechos bamboleándose, pechos turgentes muy lindos.

Enseguida me endurecí ferozmente, mi verga se puso de pie y luego vi su culo parado, la vi tantas veces en casa cuando venía a charlar con mi madre.

Saqué mi pija endurecida, toqué mis huevos, los acaricié y puse los ojos en blanco, suavemente empecé a masajear, haciéndome una buena paja.

De repente mi madre me grita de la puerta no sé qué cosa haciendo que no pudiera continuar con aquella emocionante y necesaria masturbación, ¡quedé muy duro y re caliente!

La mañana paso muy veloz, cuando me quise acordar era la hora de ir a lo de mi vecina Lulú.

Un rato después estaba tocando la puerta, ¡ella abrió la puerta en bata!

El cabello roto mojado, su olor penetrante era limpio y excitante, se me nubló la razón, enseguida mi sangre joven empezó a hervir.

L: ¡Hola Lulú!

Lulú: Hola Luisito, pasa querido, ¡pasa!

L: ¡Mi madre dijo que me necesitabas!!

Lulú: ¿Sí, algo así, ponte cómodo, siéntate!!

La imagine desnuda, su mirada estaba rara, un poco roja.

L: ¿Te sucede algo?

Lulú: ¡Oh no querido, nada, nada, cosas de la vida!

Su vista se nubló y agachó la cabeza, me acerqué a ella y le rocé el cabello húmedo y erótico, ¡mi verga reacciono al sentir el aura deslumbrante de la mujer vendedora de dulces!

Lulú: ¡No es nada cariño!

L: ¡Cuéntame! ¿Qué sucede?

Lulú: ¡Cosas de grandes! ¡Tú eres tan joven!

L: ¡Y eso que! ¿Puedo ayudarte?

Acaricié su rostro y olí su sexo muy próximo, ¡era como que ella emanaba un perfume poderoso que me atraía!

Mi verga estaba dura como una roca. Imaginaba desnudándola y mamar sus enormes tetas, ¡la señora vendedora de dulces era un manjar!

Lulú: ¡No entenderías!

L: ¡Espero que no sufras por un hombre!

Lulú ¡Algo así

L: ¡Como alguien puede hacerte sufrir?

Lulú: ¡Cómo?

L: ¡Eres tan hermosa Lulú, una mujer increíble!!

Lulú: ¡Oh, no digas eso cariño

L: ¡Me gustas tanto, yo no te haría sufrir!!

Por alguna razón me sentía con confianza, algo me decía que tenía que seguir como iba, le dije tocando su hombro.

Ella agacho la cabeza de forma tímida, la tomé muy seguro y busqué sus labios, besándola, de forma suave.

Lulú: ¡No está bien Luis!

L: ¿Qué es lo que no está bien?

Lulú: ¡Eres tan joven!!

L: ¡La edad es solo un número!

Volví a tomar su barbilla y le metí la lengua muy profundamente, ella no se resistió y empezó a gemir, al cabo rocé sus pechos desnudos bajo la bata, ella se movió, pero no quitó mis manos, apreté sus hermosas tetas y pellizqué sus pezones erguidos y grandes.

Lulú: ¡Ohh, ohh, esto no puede pasar, ahhh, sí, ahhh!!

La tenia gimiendo muy caliente, la saliva nos chorreaba las bocas y baje a chupar sus exquisitos melones, que había deseado de siempre.

No podía creer que finalmente esa mujer, la señora amiga de mi madre, al que vendía dulces afuera de la secundaria, ¡me permitía mamar sus ricas tetas!

Lulú: ¡Oh querido, chúpame, ahh, que rico!!

L: Lulú, ¡que ricas tetas!

Lulú: ¡Eres tan joven, esto no está bien!

L: ¡Ya no pienses!

Mi boca succionaba sus enormes pezones, duros, ricos, parecía un bebe con mucha hambre.

Mis manos ayudaron a quitar la bata, ¡un cuerpo esplendoroso se me ofreció a la vista y no lo podía creer!

Estaba muy buena, ¡siempre que vendía usaba su minifalda mostrando unas piernas torneadas o usaba pantalones que marcaban sus duras nalgas y finamente la tenía desnuda para mí!

Mis dedos pronto se apoderaron de su clítoris magnifico, no dejaba sus tetas, las lamía de a una, regocijándome extasiado en medio de sus pechos.

Mi verga estaba a punto de romper el pantalón de lo dura que estaba, gemíamos los dos muy calientes, besaba su cuello y lo marcaba, ella suspiraba dando pequeños grititos de calentura, ¡daba la sensación de que hacía tiempo no tenía buen sexo!

Su almeja babeaba de forma abundante y sus gemidos explotaban en orgasmos consecutivos, su duro clítoris se hamacaba entre mis dedos y mi boca no soltaba sus pechos dándoles quizá la mamada de su vida.

Lulú: ¡Eres un demonio Luis, ohhh me haces gozar!!!

Ella casi gritaba, aquella madura mujer, en un momento me alejo suave de su cuerpo que chorreaba jugos por todas partes.

Lulú: ¡Espera!

L: ¿Qué sucede?

Lulú: ¡Quiero verte también desnudo!!

Como buen aprendiz obedecí a al madura, empezamos a quitar la ropa, ella me ayudaba, la remera voló por los aires, el pantalón al piso., el bóxer cayó velozmente, apareció por fin mi pija rocosa, bailando al ritmo de los movimientos.

Lulú ¡Oh Luis!, que linda verga tienes!!

L: ¡Es toda para ti Lulú!!

Ella se abalanzó sobre mi humanidad, tragando de mi pija de un bocado con sus bonitos labios carnosos, chupaba mi verga con pasión, llenándola de saliva, la inundaba de humedad y con su mano agarraba el palo y lo frotaba deliciosamente.

Lulú: ¡Ah Luis, hace tanto no agarraba con mis manos una pija tan dura y tan sabrosa!!

L: ¡Uhm, dios, que rico!

La vecina de al lado, la amble vendedora de dulces, ¡me mamaba la verga como nadie hasta ese momento!

Creí que iba a desfallecer de tanto placer, el que aquella hermosa madura me estaba dando, con sus dedos jugaba como al pasar con mis redondas bolas, ¡yo gemía y tragaba saliva!

Ella masajeaba el mástil sin prisa, pero constantemente, la veía arrodillada a mis pies y no lo podía creer, esa vista era inmejorable para regodearme con su trasero, sus nalgas eran perfectas, sobre todo para una mujer de su edad y con las aventuras que ya habría tenido.

Sus chupadas me volvían loco, ¡saboreaba cada milímetro de piel!

Mis sentidos estaban a punto de locura, un hormigueo en todo el cuerpo anunciaba que prontamente acabaría, hacía esfuerzos por aguantar un poco más.

Pero era urgente mi placer y ella lo sabía y lo buscaba, creo que esperaba que le regara la cara como lo hice, ella bebió y trago y chupo hasta la última gota de mi leche espesa y abundante.

L: ¡Ah, Lulú!

Lulú: ¡Que rica leche!

Ella se entretuvo un poco más con mi alicaída herramienta, luego la dejo un momento y me tomo la mano.

Lulú: ¡Vamos ven a la cama cariño!!

Fuimos caminando lentamente, entramos a un amplio cuarto, olía a fresco y limpio, corrió las sábanas y sin soltar mi mano se acostó en ella, sus hermosas y calientes tetas se bamboleaban descontroladas.

Lulú: ¡Bésame allí, pasa tu lengua!!!

L: ¡Dios, que rico se ve eso!

Lulú: ¡Vamos, lo necesito!

Hacia allá fui, no me hice del rogar, los pliegues de su húmeda y rosada cueva me saludaban con charcos de líquidos vaginales.

Chupaba y saboreaba mientras la mujer se retorcía y gemía sin parar, estaba disfrutando de aquellas caricias de mi lengua y mi boca.

Lulú: ¡Ah Luis eres majestuoso, chúpame, no dejes de besar mi concha ah, así, cariño, eres genial, dame lengua ah!!!

Mi lengua iba y venía recorriendo cada rincón de aquella jugosa almeja abierta para mí, me tragaba sus fluidos, con mis manos apretaba sus enormes tetas, ella gemía y me pedía que no parara, ¡la hermosa madura estaba gozando y desquitando su larga ausencia de sexo!

Ella tenía un orgasmo tras otro, se retorcía y gemía, acariciaba mi cabeza, mis cabellos, gritaba, moviendo sus piernas, abriendo y cerrando, mi estaca se estaba endureciendo otra vez, mi lengua no paraba de penetrar en sus profundas humedades, la recorría y mordisqueaba su botón eléctrico y cada vez ella desfallecía y se retorcía en orgasmos explosivos y calientes.

Mis dedos se hundieron en aquella almeja hirviendo, ella grito y se movió y yo hundí más los dedos yendo y viniendo dentro de aquella agradable cueva.

Los sacaba y los volvía a clavar, ella se retorcía clamando por mi nombre y gozando una y otra vez de forma salvaje.

L: ¿Te gusta?

Lulú ¡Si cariño ahora mete tu verga!

Alcance su hueco despacio, ¡mi endurecida verga se perdió en su cueva!

Ella lanzaba suspiros conmovedores., entraba y salía, ella se movía y apretaba mi espalda para que la clavara más fuerte, me encantaba las caricias que me daba con sus piernas, le mordía las tetas y me empujaba con más fuerza dentro de ella!

La horadaba moviendo mis caderas, ella con sus músculos atrapaba mi verga y la succionaba con su vagina, era un concierto de ahogados suspiros y gritos, nuestra calentura era muy grande.

La deseaba desde que la había conocido y ahora no podía creer que mi verga estaba ensartada en su concha magnifica, ¡tantos años parado mirando sus nalgas y sus ricas piernas y finamente al estaba ensartando riquísimo!

Se agarró firme de mis nalgas y clavaba sus uñas allí, rasgando mi piel, para que no pudiera salir del estuche, era como si quisiera devorarme sin remedio.

L: ¡Ah, Lulú dios!

Lulú: ¡Mas, dámela más, uhm!

L: ¡Siempre quise cogerte!

Lulú: ¡Pues dámela, agh!

Su boca y la mía se fundieron sacando fuego, nuestras lenguas se golpeaban y volcaban agua por todos lados, se chocaban y explotaban de lujuria y placer.

¡Mi endurecida pija se vanagloriaba de estar dentro de aquella mujer madura espectacular!

Mordía sus pechos enormes, golosamente, ella gemía, respiraba de forma entrecortada, mi lengua se posaba en los pezones duros, los mordisqueaba suavemente y volvía a chupar con desesperación, ella daba pequeñas patadas de electricidad.

Lulú: ¡Oh! si cariño, dame tu lengua, ¡chupa!

L: ¡Hermosas tetas Lulú!! ¡Son muy ricas mamita!!!

Lulú: ¡Por favor Luis, no acabes dentro, hazlo por tu mami!!

L: ¿Y dónde quieres mi leche??

Lulú: ¡Aquí, aquí, en las tetas, si, anda, dámela aquí, vuelca tu leche aquí, nene!!!

Esas palabras enloquecieron mi intelecto, sentí un huracán de pasión dentro de mí y sentí que podría coger a aquella mujer todos los días y a cada rato.

La cama se sacudía al ritmo de nuestros alocados y febriles cuerpos, mi verga se hinchaba dentro de aquella mujer hermosa que me volvía loco.

Apuré mis serruchadas, sentí el hormigueo que volvía a apoderarse de mis entrañas, de mis genitales de todos mis sentidos y de mi cuerpo.

Ella lamía mis orejas diciendo cosas en mis oídos rojos, metía su endiablada lengua en el fondo de la oreja, arrancando gemidos desde muy profundos sitios.

¡Apure las embestidas, me tensé, mis músculos eran de acero, al menos era la sensación, saqué mi verga a punto de estallar y fui largando escupitajos sobre las tetas grandes de Lulú que gemía y tenía otros orgasmos sin parar!

Recibía mi leche con ternura, algunos chorros cayeron sobre sus carnosos labios y no dudo en lamer y comer aquel apetitoso manjar, acarició mi espada que aún temblaba, la sacudió de forma tranquila, ordeñando toda la lechita que aún quedaba dentro de mis bolas flácidas.

Lulú: ¡Eres todo un semental, estoy encantada contigo!!

L: ¡Me alegra que te haya gustado!!

Lulú: ¡Pero aún no te vayas!!

L: ¿Quieres que me quede contigo?

Lulú ¿Tienes algo mejor que hacer?

L: ¡Debo ir a práctica!

Lulú: ¡Pensé que te gustaba estar conmigo!!

L: ¡Me encanta… pero debes darme tiempo a recuperarme!!

Lulú: ¡Está bien, tienes razón, estoy comportándome como una golfa!!

Luego de un rato me vestí y salí de allí, para volver a la noche y a la noche siguiente y durante muchas noches más, hasta que un día la madura vendedora de dulces se tuvo que marchar de allí.

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