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La entrevista. Un negocio de azotes
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Tiempo de lectura: 5 minutos

El ambiente en el amplio salón era cálido y acogedor. Fuera se había hecho de noche, llovía y el viento soplaba con fuerza.

Marta, de profesión periodista, rondaba los treinta, cabello largo, menuda, guapa, aguardaba sentada en una silla acolchada. La luz, abundante, lo llenaba todo. Aparte de la silla gemela que aguardaba dueño, había un mueble de madera lleno de libros, una mesa y de las paredes colgaban algunos dibujos en carboncillo representando escenas orientales de carácter erótico.

– Ya estoy de vuelta, perdona por el retraso.

– No se preocupe, está bien.

– Trátame de tú por favor, no soy tan importante. -respondió el recién llegado con una cálida sonrisa que no dejaba indiferente.

– Por cierto, tengo zumo, agua. ¿Te apetece algo?

– Agua está bien. -respondió Marta mirando al anfitrión. Era un tipo bien parecido que rondaría los cuarenta años, metro ochenta, barba negra a juego con los ojos, espalda ancha y rostro interesante.

Después de servir las bebidas, dio comienzo a la entrevista.

– Bueno, lo primero de todo, gracias por conceder esta entrevista. Para empezar, ¿Cuéntanos quién eres y en que consiste tu negocio?

– Gracias a ti Marta. Bueno, me llamo Juan y hace un par de años, junto a una amiga, Clara y un compañero de curro, Rubén, decidimos crear un negocio. La verdad es que yo estaba un poco cansado del monótono trabajo de oficina y un día, mientras tomábamos un café, iniciamos un debate sobre la falta de disciplina en la sociedad actual, el individualismo en las grandes ciudades y bueno, también lo difícil, a nuestro entender, que era sincerarse con la pareja. El caso es que siguiendo con el tema propuse… "¿Y por qué no montamos algo y ofrecemos disciplina a la carta?… Imaginad, a lo mejor una persona ha metido la pata en el trabajo o ha sido perezoso y al llegar a casa o no tiene con quien compartirlo o le da vergüenza… ¿y si le diéramos una buena azotaina en un entorno de confianza? Quizás eso le ayudaría a sentirse mejor".

– Ya veo… propusiste lo de los azotes y todo comenzó…

– Bueno, hubo más, Rubén, que es muy de planificar pensó en todo, problemas, preservar la intimidad… y luego el modelo de negocio, ahí Clara fue la primera en sugerir diversidad para hacerlo rentable… por ejemplo, las sesiones individuales a precio hora, pero también sesiones en grupo… incluso performance gratis y que fuese el público el que pagase.

– ¿Público?

– Sí, fantasías. Las típicas, pues un aula de alumnos y los profesores zurran al que se porta mal. Pero no solo estás, también otras, por ejemplo, hace un mes creamos una fantasía ambientada en la antigua China. Un "malvado" emperador interpretado por un servidor y una doncella que tiene que someterse al castigo tradicional… Compramos la ropa y nos hicimos con unos palos planos de madera largos… La persona voluntaria, se tumba boca abajo en un banco, un "soldado" desnuda el culete y cuando el emperador da la orden, Rubén y Clara, convenientemente disfrazados, azotan por turno las expuestas nalgas. El público paga la entrada para mirar… aunque a veces, por un extra, también alguno puede participar, decir algo, ayudar a sujetar al castigado, en definitiva meterse dentro de la obra…

– Suena… real… quiero decir, ¿Se pega de verdad o es más bien teatro?

– Es real… a ver, todo se pacta con la o las personas que quieren tener esa fantasía con público. Imagina, llega Pili y dice que quiere que la calienten el culo delante de una audiencia, pero luego le damos un azote con la vara y vemos que no lo aguanta… pues en ese caso, sugerimos algo más suave como unas nalgadas tradicionales, más o menos azotes, depende. Ten en cuenta que esto se ensaya.

– Pero, y ya para cerrar este tema del público, son desconocidos… ¿no teméis que algo se salga del guion?

– Bueno, siempre puede pasar y es un riesgo que se corre, es parte de la experiencia. Pero para aclararlo, primero, se graba todo y esa grabación solo se usa si media una denuncia, por supuesto, todo esto se trata con la máxima discreción y privacidad. Esto no son videos eróticos para vender, nosotros hacemos experiencias en directo con el recuerdo de unos pocos como testigo.

– Ya veo.

– Pero dando más detalles, hablamos con el público, no lo mencioné antes, pero Clara es psicóloga. Además, antes de empezar la representación nos reunimos todos, publico, "actores" y empleados durante al menos media hora para romper el hielo y recordar las normas. El castigado ya nos informó en su momento de lo que quiere y no quiere y eso se respeta al máximo. Pero no es todo rígido, dentro del respeto hay cierta libertad, no hay una representación igual a otra. Marta, si te animas nos cuentas tu fantasía y…

– ¿Yo? Buff, no sé, creo que eso se escapa de mi área de confort… pero bueno, imagina que quiero probar algo más privado, sin público, como sería el proceso.

– Sería personal y a medida. El día y hora acordados previamente el cliente vendría a las oficinas. Estamos pensando en un servicio a domicilio, pero todavía no lo tenemos claro. Luego los pasos son, entrevista personal con uno de nosotros dónde el cliente nos comenta el motivo de la visita y determinamos el correctivo a aplicar. Luego…

– ¿Qué correctivos hay?

– Azotes, me refiero más a concretar, número de nalgadas, severidad de las mismas, si se emplea algún objeto. Normalmente recomendamos usar solo la mano si no se tiene experiencia. Luego está el examen del culo. Normalmente pasamos a un cuarto y allí él o ella se "bajan los pantalones" y con una linterna comprobamos que todo está en orden. Y ya después tiene lugar la sesión en concreto. Allí hay de todo, desde estoicos a lloricas.

– ¿Y qué pasa con el componente erótico? ¿Se practica sexo?

– No. Nosotros nos centramos en azotar el culo. Siempre desnudo para controlar lo que pasa. Dicho esto, es innegable que el trasero es una zona erógena y el calor, incluso el dolor, excita a más de una y uno. Es normal y si algún cliente tiene ganas de masturbarse, o se le pone dura o bueno… algunos y algunas tienen hasta orgasmos. Lo que no hacemos es fomentar activamente el sexo.

– Pero, perdona que insista, tengo curiosidad. -insistió la reportera haciendo sonreír a Juan.- Entiendo que la gente está nerviosa. Yo estaría hecha un flan. Seguro que os han pasado cosas, digamos, embarazosas.

– Es parte de los azotes, el componente de la humillación, la vergüenza, los nervios son tan importantes o más que el correctivo. Hemos tenido de todo, desde un tipo al que se le escapó el pipí a una chica que se tiró un pedo en plena azotaina y no sabía dónde meterse. Por supuesto, somos conscientes de los nervios e invitamos a los clientes a que usen el baño y se alivien antes de la sesión. Si el tema pasa de lo anecdótico entonces la sesión se suspende y no se devuelve el dinero o incluso se exige un extra por saltarse las normas.

– Ok. Y por ir terminando… ¿qué se siente?

– ¿Qué se siente?

– Quiero decir, los clientes, que comentan.

– Los clientes, pues hay opiniones para todos los gustos y colores, pero… perdona que sea indiscreto. ¿A ti te han azotado alguna vez?

– ¿A mí? -respondió Marta ruborizándose.

– Sí, me explico, veo que estás interesada en el tema y bueno, creo que la mejor manera de describir algo es experimentarlo. Sería un bonito epílogo para el artículo. Claro, si tú quieres.

Marta contrajo sus nalgas involuntariamente.

– Bueno… yo…

– Anímate, es un minuto, te tumbas sobre mis rodillas y te doy una docena de nalgadas.

– ¿En el culo?

– Si claro, en el culete desnudo. La humillación es parte de la experiencia.

****

Epílogo

Las sensaciones se agolpan y mezclan en mi cerebro. Miedo, curiosidad, nervios, muchos nervios. Me levanto y me acerco a su sitio, puedo oler su perfume, percibir su mirada. El calor sube por mi cuerpo como una corriente tiñendo de rojo mis mejillas cuando me bajo los pantalones y descubro mi culito.

Durante un instante, antes de acostarme en su regazo, me fijo en su entrepierna, en la erección que se oculta bajo el pliegue de sus pantalones. Durante unos segundos, allí tumbada, noto como sus ojos se recrean con mi trasero mientras que una corriente de aire, real o imaginaria, acaricia mis nalgas.

El primer azote me pilla por sorpresa, es contundente. Solo un instante después, sin casi tiempo a experimentar todas las sensaciones, su mano cae de nuevo, golpeando mis posaderas justo en medio. Su voz rompe el silencio recordándome que he sido una chica traviesa e indisciplinada, que me prepare para lo que viene. Me muerdo el labio, contraigo las nalgas y un nuevo azote, focalizado en mi nalga izquierda, cae con fuerza seguido de otro en la nalga derecha. Luego le siguen nueve más a buen ritmo que hacen danzar mi trasero.

Una pausa, hemos llegado al final. Me reincorporo y me visto. Juan me pregunta que tal y le respondo bien por responderle algo. Lo cierto es que no sé muy bien que siento. No han sido muchos azotes, pero mi culo tiene memoria. Me froto distraída las nalgas. Esa noche, al llegar a casa, tumbada en la cama, recuerdo y vuelvo a experimentar sensaciones, mi mano quiere jugar, distraída acaricio mi sexo.

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