Benito y su hermana Rosa estaban pescando en una escollera. Usaban sedal, anzuelo, plomo y lombrices marinas para pescar lorchos entre las piedras. Aprovecharan un día medio soleado para ir de pesca. En aquel momento le estaba preguntando Rosa a su hermano.
-¿Por qué te piensas que ando siempre a tu rabo, Benito?
-Porque eres mi hermana.
Metiendo una lombriz en el anzuelo, le dijo:
-¿Por qué piensas qué no me he echado novio?
-¿Adónde quieres llegar, Rosa?
Metiendo el plomo y el anzuelo con la carnada en un hueco entre piedras y mientras la brisa marina echaba su cabello hacia atrás, le hizo otra pregunta.
-¿Por qué te echaste novia, Benito?
-Por qué ya iba siendo hora. ¿No crees?
-No, no creo. Llevo esperando por ti mucho tiempo.
-¿Para qué?
-Para ser tu mujer.
Benito se quedó mirando a su hermana con cara de tonto.
-¡¿Qué?! Eres mi hermana, Rosa.
-Hermana, sí, pero de aquella manera.
A Rosa le picó un pez, tiro y un congrio gordo asomó la cabeza por el agujero. Tenía la boca abierta y mostraba sus afilados dientes. Tiró la tanza y el carrete sobre las rocas, se levantó, y exclamó:
-¡Un monstruo!
Benito la miro, la vio con los ojos abrevados, y le dijo:
-Un monstruo sería si te hiciera daño. Jamás me acostaré contigo.
Cómo Benito volviera a poner el ojo en su agujero y ya le había pasado el susto inicial, cogió de nuevo la tanza y tiró con fuerza, el congrio dio un latigazo tirando por la tanza y Rosa cayó de cabeza al mar. Benito, le dijo:
-¡Por Dios bendito, qué exagerada eres! Sal del agua que hablando se entiende la gente.
Rosa moviendo manos y pies para no ir al fondo, aunque sin nadar, le dio:
-¡Fue el bicho!
-El bicho, no, fue el bichoco de la ignorancia el que te hizo tirarte al mar.
-Mira mi tanza.
Miró y vio que había picado algo. Dejó su tanza y cogió la de su hermana, tiró y el congrio volvió a asomar la cabeza. Benito tiró con fuerza. El congrio salió disparado del mar y empezó a reptar sobre las piedras. Era un congrio de unos tres kilos. Benito sacó la navaja del bolsillo y le hizo un corte en la cabeza para matarlo.
Rosa salió de del mar empapada, con su cabello mojado y la ropa pegada al cuerpo. Benito, le dijo:
-Estás muy sexy.
Fue como si le dijera que era la mujer más guapa de la tierra. Se le hincharon las tetas, a decir:
-¡¿Crees que soy sexy?!
-Siempre lo fuiste, pero así marcándose tus encantos en la ropa, estás arrebatadoramente sexy.
-¿Dejarías a Camila por mí?
-Ya la deje por ti.
-No te entiendo.
-Me dijo que tenía que pasar más tiempo con ella que contigo si quería que siguiéramos siendo novios.
Rosa de contenta pasó a estar exultante.
-¡La dejaste por mí!
-En cierto modo, sí.
-Esta noche me meto en tu cama.
El jamás de Benito era muy poco duradero.
-Espera a que no estén en casa papá y mamá.
Rosa echó sus brazos alrededor del cuello de su hermano y mirándolo a los ojos, le dijo:
-¿Entonces sí?
La respuesta de Benito fue darle un beso a nivel que a Rosa no le cayeron las bragas a plomo porque estaban donde estaban.
Dos días después era sábado y Roque y Clara tenían una cena con unas amistades. Rosa y Benito se quedaron solos en casa. Rosa vistiendo una falda azul, corta, una blusa marrón, descalza y haciendo unas torrijas en la cocina, le dijo a su hermano:
-¿Las quieres con mucha canela?
Benito fue a la cocina, la cogió por la cintura, la besó en el cuello, y le dijo:
-Canela te voy a dar yo a ti, canela fina.
Rosa, coqueta, echando canela obre las torrijas, le dijo:
-No seas impaciente -cogió una torrija y se la puso delante de la boca-. Prueba.
Benito le metió un mordisco.
-Está rica, pero más rica estás tú.
Dándole de comer más torrija le dijo:
-¿Sabes que ropa interior llevo?
-¿Que ropa interior llevas?
-Ninguna.
Le dio un beso con lengua, le echó la mano derecha a las tetas y la izquierda al coñito, y después le dijo:
-Estás mojadita.
Cogió otra torrija, le metió un bocado, y dijo:
-Le falta algo.
Rosa apoyada con el culo en la cocina levantó la falda, pasó la torrija por el coñito y la volvió a morder-. Ahora sí, ahora está deliciosa.
Roque con una sonrisa de oreja a oreja, le dijo:
-¡Qué cochina!
Rosa bajó la cremallera lateral de la falda y esta cayó sobre las baldosas del piso de la cocina. Benito vio su vulva con labios grandes y abiertos y se le hizo la boca agua, se agachó, le echó las manos a las caderas y lamió de abajo a arriba. Rosa abriendo los botones de su blusa, le preguntó:
-¿Te gusta mi coñito?
-Está rico.
Benito lamió con ganas el coño de su hermana. Rosa, después de quitar la blusa y dejar sus bellas tetas al aire, riéndose, echó a correr cómo una gamberra que huye después de hacer una gamberrada. Benito fue detrás de su hermana. Al llegar a su habitación, Rosa, se echó boca abajo sobre la cama, y le dijo:
-No te dejo comer otra vez mi coñito si no me haces guarrerías en el culo.
Benito se desnudó a la velocidad del rayo, empalmado, se metió en la cama, le abrió las piernas, le echó las manos al vientre, le levantó el culo y le lamió el periné y le lamió y folló el ojete tomándose su tiempo. Cuando ya Rosa gemía cómo una perrita, se escabulló y se puso en pie. Benito se sentó en el borde de la cama y mirando interior de sus muslos mojados, le dijo:
-¿Ahora que te ibas a correr te vas?
Rosa se echó sobre sus rodillas.
-Dame en el culo por mala.
Rosa quería que le diera con las palmas de las manos, pero Benito vio una de sus zapatillas a tiro, la cogió y le dio con ella.
-Plas, plas!
-¡¡Ayyy!! Tu puta madre.
El piso de goma de aquella zapatilla marrón al entrar en contacto con las nalgas de Rosa le habían producido un gran dolor. Se quiso escapar, pero Benito pensando que su hermana quería jugar le volvió a dar:
-¡¡Ayyy! Me cago en tus…!!
Benito le tapó la boca con una mano, y le volvió a dar.
Rosa, con el culo en carne viva y llorando a moco tendido, al quitarle la mano de la boca, le dijo:
-Para, por favor.
Benito le echó una mano al coñito. Notó que lo tenía empapado, se lo frotó con la palma de la mano, le echó una mano al cuello, apretó, y le preguntó:
-¿Quién se va a correr para Benito?
Rosa, entre lágrimas, se corrió con una fuerza bestial.
Al acabar le dijo Benito:
-No sabía que te iba el rollo de los azotes y los insultos.
Rosa, con las nalgas doloridas y el coñito cómo un pantano se puso en pie y no le quiso decir lo que le realmente estaba pasando por la cabeza.
-Sabes, ahora me gustaría que metieras unos cubitos dentro de un paño y me los pasaras por las nalgas.
-Te lo hago si mientras tanto me haces una mamada.
-Vete por los hielos.
Benito con la polla señalándole el camino fue a la nevera y volvió con la cubitera y un paño. Se olvidó de la mamada. Con su hermana boca abajó sobre la cama, y con un cubito en cada mano fue recorriendo sus nalgas, su periné y su ojete. Más de diez minutos estuvo así, cambiando los cubitos cuando se derretían, luego Rosa, cachondo de nuevo y sin escocimiento en el culo le dio la vuelta. Benito le pasó un cubito por los labios y por la lengua y otro por sus pezones, después se lo pasó por los pezones y por el clítoris. Cuando ya estaba buena de ir, lamió el clítoris con la lengua y aquel cambio del frío al calor hizo que se corriera como una fiera, a lo grande, soltado una riada de jugos que su hermano se tragó.
Benito ya no aguantaba más, tenía que meter. Subió encima de su hermana, y besándola con lengua se la metió hasta el fondo del coñito, Rosa le cogió las nalgas con las dos manos, lo apeó contra ella y movió el culo alrededor. Ni un minuto tardó Benito en decir:
-Para y suéltame que me voy a correr.
Rosa no paró y no lo soltó, al contrario, lo apretó más contra ella al sentir la leche de su hermano dentro de su coño.
Rosa quedó preñada. Nunca supo si de Roque o si de Benito, pero Benito acabó pagando el pato.
Quique.