Hace una semana que mi hija cumplió 21 años y festejamos a lo grande, pues al siguiente día estaba dando a luz a unas hermosas gemelitas. Todos estamos felices pues mientras ella trabaja y estudia, mi esposa y yo cuidamos con mucho amor a las gemelas y al niño de 2 años que mi hija tuvo en su primer embarazo. Lo que la familia ignora y es un secreto entre mi hija y yo, es que en realidad las gemelas son mis nietas, pero también son mis hijas.
En uno de esos tantos días calurosos del mes de mayo, mientras caminaba hacia la habitación de mi papá (el abuelo de mi hija), en la planta alta de la casa, escuché ruidos raros en la habitación de mi papá. Creí que le sucedía algo malo y a toda prisa abrí la puerta para auxiliarlo. Sin embargo lo que vi me dejó helado: mi propio padre y mi propia hija estaban completamente desnudos en la cama teniendo relaciones sexuales. Al reaccionar lo primero que hice fue golpearlo y echarlo de casa y también de nuestras vidas. Quise llamar a la policía, pero mi hija me convenció de no hacerlo y llorando me pidió que la perdone. Me confesó que llevaba una relación secreta con mi padre (su abuelo) y que lo amaba. Decidimos guardar el secreto e ir a descansar. Al notar la ausencia de mi padre, mi esposa se preocupó y me preguntó qué sucedió. Le inventé que tuvo una salida de emergencia a una convención médica en Europa, pues mi papá era médico cirujano.
Unos días después, mi hija me reveló que estaba embarazada y que el padre de la criatura era el abuelo, pues él había sido el primer y el único hombre con quién había estado. Estuvo de más y no era necesario que me dijera que perdió la virginidad con su propio abuelo.
A la familia le inventé que a la chica la embarazó un muchacho de la universidad y que, al enterarse de la situación la abandonó y huyó del país.
Las amigas de mi hija le hicieron fiesta sorpresa. Llevaron regalos tanto para ella como para el bebé.
Meses después, mi propia hija estaba dando a luz a su hijo, que sería también su tío. Tuve un mis brazos a mi nieto que al mismo tiempo era mi hermano. Así como tiempo atrás tuve a mi hija en mis brazos.
Supimos que el doctor "L" (mi padre) había fallecido. Estuvimos en su funeral y un tipo muy extraño me entregó una carta. Mi hija abrió la carta y la leyó; en ella, el doctor "L" nos pidió perdón a ambos y se despidió de nosotros. Anexado a la carta, venía un documento muy extenso, donde mi padre dejaba como única y absoluta heredara a mi hija y a los hijos de mi hija. De alguna forma me hizo entender que realmente quiso a la muchacha y realmente quería tener un hijo con ella. Era poéticamente enfermizo.
Una noche de fiesta de año nuevo y ya con unos tragos de más, mi hija me besó con tanta dulzura que no pude resistir y le correspondí, pues también yo tenía algo de alcohol en el sistema.
Creí que había sido un sueño. Ella es la copia fiel y exacta de su madre.
En ese encuentro fugaz, mi hija volvió a quedar embarazada, ahora de las gemelas.
Ahora comprendo al doctor "L", comprendo a mi padre. Se enamoró de la mujer más bella y sorprendente que ha existido.
Frente a la sociedad y frente a la familia, ella es mi hija, una madre soltera joven a quien papi y mami adoran y apoyan incondicionalmente. Pero en la privacidad de nuestra casa, de nuestras habitaciones y en la intimidad de nuestras camas, somos dos seres que se entregan a las pasiones primarias.
Somos dos seres que se entregan mutuamente en carne y alma.
Actualmente mi hija es una reconocida médico cirujano en su especialidad. Esta por obtener otra maestría y otro doctorado.
Estamos orgullosos de ella y orgullosos de verla feliz.
Mi nieto que es también mi hermano es muy hábil en sus especialidades.
Y mis nietas que también son mis hijas, están estudiando para seguir los pasos de su bisabuelo y los pasos de su madre. Ya deseo verlas con su título médico en sus manos y con sus hermosos vientres abultados gestando a sus propios hermanitos. Y como dije antes: es poéticamente enfermizo pero satisfactorio.