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Familia muy unida… demasiado (4)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Al llegar, nos recibieron los cinco, papá, Bea, Soli y los dos perros, con caras de expectativa.  Mamá saludó muy amablemente y cogió a papá de una mano y se lo llevó a su habitación. Yo me fui a la mía, pero las cuatro fieras se fueron detrás de mí, expectantes.

– ¿Qué pasó? ¿Por qué traen esa cara de felicidad ustedes dos? ¿Se sacaron la lotería? ¡Dime algo! – exclamaba Bea, totalmente desatada.

– Si, peluchito, cuéntanos que pasó. Papá estaba nervioso, muy preocupado, irreconocible. Hasta nos regañó anoche. ¿Qué pasó, donde andaban mamá y tú, que estaban haciendo? ¡Anda, cuéntanos! – decía a su vez Soli. Los perros nos miraban, a ellas y a mí, indistintamente.

– Nada, mamá y yo nos fuimos a la playa a conversar sobre una situación familiar que nos interesa y estuvimos en eso hasta esta mañana. Ya regresamos, ella está poniendo al tanto a papá y estimo que dentro de un rato nos dirán de qué se trata todo esto. Tranquilas, no es nada malo, solo esperemos por ellos. Pero déjenlos en paz, tienen mucho que conversar.

– Tú sabes de que se trata, pero no quieres soltar prenda. Está bien, ya verás cuando quieras saber algo que nosotras sepamos – me dijo Bea, cariacontecida.

– No puedo decir nada, no me corresponde. Paciencia, ya entenderemos todo. Me voy a dar una ducha y a acostarme, hasta que ellos dos nos avisen. Ahora, fuera de mi cuarto que me voy a desnudar – les dije.

– Ay, si, como si nunca te hubiéramos visto desnudo. Gran cosota, como si hubiera mucho que esconder… – dijo Bea, sacándome la lengua.

– No sé si tú sabes de lo que hablas, hermanita, pero yo creo que si hay mucho que esconder. Hay mucho y es… mucho maravilloso… – dijo Soli y salió corriendo para evitar que yo la atrapara.

– ¿De qué habla esa gafa? No sé qué dijo… – soltó Bea, con carita de yo no fui.

– Si sabes a que se refería, no te hagas la tonta y ahora, fuera de aquí. Me desnudo – y procedí a bajarme los pantalones y quedar en interiores. Luego, mientras me quitaba la franela, noté que ella miraba embelesada mi entrepierna – ¿Qué miras, curiosa?

– Guao, hermanito, eso cada día está más grande, con razón te dicen “Tri” – me dijo, sin desparpajo.

– ¡Que sabes tú de eso, de “Tri”! – le pregunté, extrañado.

– Bueno, “Tri”, de trípode, eso es todo lo que sé, jijiji – me dijo otra vez con su carita de niña mala.

– ¡Fuera de aquí, fastidiosa! – le grité, ya incómodo.

Me fui al baño, me duché y luego me acosté a descansar, para reponer un poco las energías consumidas atendiendo a mi espectacular madrecita.

Dos o tres horas después, mamá me llamó para almorzar. Me levanté y fui al comedor, donde ya estaban todos reunidos, mientras mis hermanas servían la sopa. Me senté en mi lugar de siempre y almorzamos en paz, aunque en mis hermanas se notaba la desesperación por enterarse de lo que se “cocinaba”. Ellas se sentían como desplazadas de la confianza, así que papá, que se había dado cuenta, tomó la palabra:

– Bueno, hijas mías, no se sientan mal. Vamos a conversar sobre la situación que nos traemos entre manos mamá y yo, en la que involucramos a su hermano desde el viernes. Llegó la hora de hablar “claro y raspao”. Como ustedes saben, yo tengo que irme a dirigir la obra allá en el Táchira, en ese monte perdido de la mano de Dios. Van a ser de 6 a 10 meses y Dios quiera que de allí no pase, de donde vendré si acaso una vez por mes, un fin de semana, a nuestra casa. Su madre, Anaís, no puede ir conmigo, porque no hay seguridad para ella en el campamento. Yo no puedo renunciar a la obra, porque es mi proyecto y si lo hago, lo pierdo todo, 22 años de trabajo.

Su madre, mi querida Anaís, tiene una condición especial que les voy a explicar sucintamente. Y papá pasó a explicar con detalle la condición de mamá.

Por ello, mamá no puede quedar en casa, desatendida. Le hemos dado mil vueltas al asunto, durante más de dos meses y lo único que hemos podido hacer es que su hermano, Alejandro, nuestro hijo mayor, se “encargue” de ella. Esto quiere decir que Alejandro se va a convertir, en mi ausencia, en el marido o amante, como quieran llamarlo, de mamá. Es quien la va a mantener a salvo. En mi ausencia, mi hijo mayor será el jefe de la familia, ocupará mi sitio en todo sentido. Incluso con mamá. Parecería una cosa terrible, porque es incesto, indudablemente, pero no tenemos otra salida. Somos una familia muy especial, unidos, confiables, liberales y creo que ustedes pueden entender perfectamente la situación. Alejandro y Anaís se fueron a la playa el viernes para hablar del asunto y se entendieron favorablemente. Todo dependía de él, de que él entendiera la situación y aceptara. Y lo hizo, afortunadamente. Ya todo está donde debe estar y solo faltaba que ustedes se enteraran, para que todo marche sobre ruedas. Lo terrible del incesto, como dice mi querida Anaís, sería procrear un bebé, hijo de ellos dos, pero Anaís no puede tener más hijos porque se hizo la ligadura después de parir a nuestra linda Soli. Lo demás, como ella bien dice, es hipocresía pura y simple.

Todo esto que estamos hablando aquí en esta mesa, es secreto sumarial de nuestra familia, de nosotros cinco. Nadie más, ni siquiera el novio o la mejor amiga o el cura confesor deberán saberlo, porque en ello nos jugamos nuestro prestigio familiar. Si alguien de nosotros habla, si comete el desliz de mencionárselo a alguien, sin importar si es el Papa en Roma, bajo secreto de confesión, perjudica al resto de la familia. Será nuestro fin como personas respetables y pasaremos a ser, socialmente, unos parias, unos pervertidos, depravados, unos degenerados. Esto tengo que puntualizarlo, porque es vital. Si algún miembro de esta familia tiene algo que decir al respecto, es la hora y el lugar. Que hable ahora…

Mis hermanas se miraban entre ellas, asombradas. Luego nos miraban a mamá y a mí y por fin Bea habló:

– Estoy asombrada, yo tenía mucha curiosidad por saber de qué se trataba, pero la verdad, papá, me has dejado asombrada. Nunca me imaginé que fuera algo así. Esto es muy fuerte, te entiendo cuando dices que no debemos hablarlo con nadie, pero creo que antes de decidir algo, debimos estar informados de lo que cocinaban, no después. No sé si pueda con esto. Es muy fuerte, muy fuerte. Yo amo a mamá, amo a mi hermano, te amo a ti pero no me los puedo imaginar teniendo sexo entre ellos dos. Entiendo tu preocupación, papá, porque se trata del esfuerzo de toda una vida de trabajo y de tu familia, pero creo que debimos explorar otras alternativas. No sé, esto es muy fuerte. No quiero quedarme en ésta casa con ellos en ese plan – dijo Bea, con las lágrimas brotando de sus hermosos ojos. Nunca la había visto y escuchado hablar tan emotiva.

– ¿Explorar otras alternativas? ¿Alguna idea? ¿Algo se te ocurre? – le preguntó papá, con calma.

– No sé, no puedo pensar en este momento, estoy bloqueada…

– Entiendo, hija mía… ¿Y tú, Soli, tienes algún punto de vista que compartir con nosotros? ¿Algo que nos ayude a solucionar esta situación? – inquirió mamá, tomando la palabra por primera vez.

– Estoy tan asombrada como Bea, pero escuchándote a ti, papá, mientras lo exponías y mirando las caras de mamá y Ale, serenas y confiadas y los argumentos de Bea, creo que estaremos bien. ¿Qué mejor amante para mamá que su propio hijo? ¿Algún hombre sobre esta tierra podría amarla más que él mismo? No lo creo. Así todo quedaría en casa y los trapitos sucios se lavan mejor así. ¿Qué es muy fuerte, como dice Bea? ¡Siiii!, pero ni modo. A grandes problemas, grandes soluciones. Yo los apoyo, cuentan con mi respaldo. ¡He dicho! – dijo, teatralmente, Soli.

– ¡Coño! Esto es muy fuerte, es depravado, es perversión pura. Somos una familia liberal o somos unos libertinos. ¿Qué somos? No cuenten conmigo, me iré de esta casa – soltó Bea, ya disgustada.

– No hija, no tienes que irte, simplemente tu posición es entendible y nada, el problema es mío y yo lo resolveré, como tiene que ser. Renunciaré al proyecto y a la empresa y punto. No puedo darme el lujo de desmoronar a mi familia por un trabajo. Ustedes están primero, mi esposa, mis hijos y mi hogar. Son lo más importante para mí. Mañana mismo iré a la firma a renunciar. Pero mi familia seguirá unida, sólida. Como debe ser. Es todo – dijo papá, solemnemente, con carácter, pero con tristeza. Se le veía derrotado.

Inmediatamente brincó mamá, como una fiera y dijo:

– No, tú no vas a renunciar al esfuerzo de toda una vida por un problema que te produzco yo. Me someteré al procedimiento de “Castración química” que nos mencionaron hace unos años y ya. Pero no puedo permitir que por mi culpa pierdas tu esfuerzo de toda una vida, no podría vivir con eso – dijo mamá y se puso a llorar.

Bea se levantó de la silla y se fue, intempestivamente, para su habitación. Detrás de ella salió papá, para tratar de consolarla y nos hizo señas a Soli y a mí para que atendiéramos a mamá.

– Señora Bonita, no te pongas así, esto no ha acabado, tú no te vas a someter a ningún procedimiento químico. Nadie en esta familia lo va a permitir. Tú eres sagrada para nosotros. Bea comprenderá, papá se encargará de eso, él es capaz de convencerla, tu bien dices que es tan convincente que convertiría al Papa en musulmán – le dije, con convicción.

Una vez que la vi más tranquila, la dejé en manos de Soli y subí a ver si podía integrarme con papá y Bea, pero encontré la puerta del cuarto de ella cerrada. Adentro se oía la voz serena de papá y el llanto de mi hermana. Pero papá insistía con ella en renunciar y ella le decía que no quería cargar con esa responsabilidad el resto de su vida. Me pareció que la cosa iba por buen camino y bajé a acompañar a mis otras dos damas.

Dos horas después, papá y Bea bajaron, abrazados y ella nos informó que había cambiado de parecer, que aceptaba la situación y que no daría problemas con eso. Todos nos alegramos un montón, especialmente mamá. Luego, ya relajados y cada quien a lo suyo, le pedí a Bea que saliéramos a la terraza, a fumarnos un cigarrito y conversar. Ella no quería estar conmigo, sentía cierta aversión hacia mí, pero después de insistir un poco aceptó.

La abracé tiernamente y salimos a la terraza; nos sentamos en el banco de plaza y le ofrecí un cigarrillo. Prendí ambos y mientras despedía volutas de humo, la observaba. Luego de un buen rato, le pregunté:

– ¿Estás molesta conmigo? ¿Te parezco un pervertido por aceptar estar con mamá? Sabes que la amo, como a ti y a Soli. Ustedes tres son mis más grandes amores. Yo mataría por ustedes y cuando mamá me explicó la situación, me asusté. Puedes preguntárselo. Pero reaccioné. Mi madre me necesita, la tranquilidad de mi familia depende de eso y está en mis manos poder controlar la situación, traerles tranquilidad. Pues, entonces, yo mismo soy. Un hombre es del tamaño de las dificultades que enfrenta o no es hombre. Punto. Y como las amo más que a mí mismo, incluyendo a papá, también, pues aquí estoy listo. Y que tarea más maravillosa que amar a mi madre, la mujer más hermosa y espectacular del mundo. Haría lo mismo por ti y por Soli, porque las amo. De eso se trata. No es depravación o perversión, es amor. Yo no busqué esto, aunque era mi fantasía, no lo puedo negar, jamás me habría atrevido, porque la respeto. Mamá es sagrada para mí. Pero la vida me puso en esto y yo acepto, sin ningún tipo de coacción, solo por convicción, por amor. Hermanita, te amo y me complace que hayas entendido, porque la seguridad y tranquilidad de nuestra familia, de nuestro hermoso hogar, depende de todos y cada uno de nosotros. Tú tienes tu responsabilidad, como yo la mía. Todos tenemos la nuestra y tenemos que cumplir con eso. Te amo… dame un abrazo – terminé diciendo.

Bea me abrazó cálidamente, lo que despejó mis dudas. Le di un beso en la frente y me separé de ella. Fui en busca de Soli, que estaba en su habitación y toqué la puerta para entrar.

– Pasa, peluchito, no seas tímido. Dime…

– Solo quería saber cómo estás con esto. Sé que es muy fuerte, pero hay que seguir adelante… – le dije.

– Peluchito, amo a papá y a mamá, tanto como tú o Bea. Y confío en ellos, en su buen juicio. Es muy fuerte, pero si ellos lo decidieron así y además tú aceptaste, pues para mi está bien, porque también confío en ti. Tú eres mi héroe, mi prototipo de hombre, mi hermano mayor. Si no fueras mi hermano, me enamoraría de ti y no solo porque estés buenísimo, sino porque eres un hombre de verdad. No te imaginas cuanto te quiero y lo que es más, cuanto confío en ti, en tu criterio, en tu buen juicio. Si te vas a convertir en el amante de mamá, adelante, hazla feliz y preserva la tranquilidad de nuestra familia… y disfrútala, porque creo que una mujer como esa no la vas a conseguir por ahí así nomás. Mamá es una mujer completa, maravillosa, hermosa… y según he escuchado sin que nadie se dé cuenta, es una hembra de altos vuelos. Palabras de papá…

– Gracias, mi niña linda, te amo… la responsabilidad que esto conlleva es enorme. Tengo que ponerme las pantuflas de papá y creo que me quedan grandes… – le dije, con humildad.

– No, chamo, nada de eso. Son de tu talla, solo tienes que ponértelas y caminar con ellas. Al ratico ya estarás como si fueran tuyas de siempre. Confío en ti. Por las mañanas, cuando bajemos a desayunar, sabremos cómo te va, te lo aseguro. Cuando papá atiende a mamá, ella baja a desayunar como una flor, sonreída, feliz, dulce. Cuando papá no la atiende, baja como una flor, pero media marchita. Ya veremos, estaré observando, jejeje. Te amo, confío en ti.

Luego fui a la habitación de mis padres, a ver cómo estaba mamá. Toqué para entrar y me respondieron que adelante.

– Solo quiero saber cómo están ustedes dos. Sé que ha sido difícil, pero si ya Bea se convenció, todo estará bien, supongo – les dije, con convicción.

– Hijo, confiamos en ustedes. Sé que cada uno jugará su papel con responsabilidad. Tú te asustaste, Bea se molestó y Soli aceptó sin más. Cada uno de ustedes es diferente al otro, pero ya estamos todos sintonizados, en el mismo canal. Ahora la mayor responsabilidad recaerá en ti, porque no podrás irte de fin de semana con tus amigos y/o amigas. No podrás alejarte de Anaís más de 48 horas. Y tendrás que hacerte cargo de la familia, como hombre. Tu madre seguirá siendo la que manda, pero tus hermanas dependerán mucho de ti. Tendrás que darles permiso o negárselo según tu criterio, para sus salidas. Sé que ustedes se llevan muy bien, pero no te confíes, una cosa es ser parte de la tropa y otra pasar a comandarla. Es más difícil. Por otra parte, ya tu mamá me informó que pasaste su prueba de fuego de forma sobresaliente. Te felicito, no esperaba menos de ti, de mi hijo. Además, ya conocemos algunas historias sobre ti. De primera mano, jajaja. Ahora en serio, te estoy encomendando a mi amada esposa y a mis dos hijas, lo más preciado de mi vida. Cuídalas mucho, mejor de lo que lo haría yo. Son tu madre y tus hermanas, son tu sangre, tu carne. En ti confío. Sé qué harás tu mejor esfuerzo. Te amo, hijo – papá terminó su “discurso” y se paró a darme un abrazo. Luego mamá hizo lo propio y me dio un beso en los labios, con lengua y todo. Eso me dejó descolocado – Ella ya es tu mujer, acostúmbrate, aunque solo en privado, con mucha discreción. Esto ya no tiene vuelta atrás, supongo. No es una simple suplencia, de esas de “ya regresaste, ya terminó”. Ya Anaís me participó que es para siempre, entre ustedes hay un vínculo mucho más fuerte que entre ella y yo. Entre ustedes dos nunca cabría un divorcio.

– De acuerdo, comprendido. Sin embargo, necesito tiempo para ciertas cosas. Ya sabes, el respeto por mis padres no puedo tirarlo a un lado. Aunque tú digas que ahora eres mi mujer, siempre serás mi madre y eso es mucho más fuerte que lo otro. Y tú, siempre serás mi padre. Sin renuncia. Por el otro lado, están mis hermanas, a quienes también debo respeto. Así que creo que todo deberá ser con discreción y mucha mesura… La bendición, voy a salir a dar una vuelta antes de cenar – y me fui a caminar por la urbanización, para respirar un poco de aire fresco de la tarde y despejarme. Había sido un fin de semana poco convencional, muy pero muy fuerte. Estaba agotado física y mentalmente.

Cuando salí de su habitación, mamá le comentó a papá, según ella misma me dijo luego:

– Mi amor, creo que dimos en el clavo. Es más, no creo, estoy segura. Alejandro es mucho más hombre de lo que tú y yo imaginábamos. Es sereno y concienzudo. Lo va a hacer todo bien, te lo garantizo. Yo lo estimularé adecuadamente, ya verás. Y es una maravilla desde el punto de vista sexual. Me dejó más que satisfecha. Es tu hijo, no hay dudas. Es tan varón como tú y sin importar su edad, es un gran amante. Se gasta una herramienta que me vuelve loca y es muy tierno y sin embargo, también sabe fornicar cuando se lo solicito. Estoy feliz, como niña con muñeca nueva.

– Me alegro mucho, mi amor, eso me hace sentir orgulloso de él. Esperemos que todo salga como deseamos – le respondió papá.

Continuará…

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