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Eliana e Isaac una historia de amor (madre-hijo)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Estimados lectores, he recibido este mail y quiero compartir parte de él, como así también el relato de su historia de vida.

«Hola Luis, que tal como va la vida, espero que bien, te escribo para comentarte que las sugerencias aportadas por ti, sumado a la lectura de tus relatos, hicieron que nuestro sueño se hiciera realidad. Te pido por favor si puedes hacer uno con nuestra historia, desde ya muchas gracias.»

«Hola Isaac, gracias por el privilegio, (después de algunas preguntas de rigor) me demoraré un poco pero lo más rápido posible lo veras reflejado en la página.»

«Desde ya mil gracias.»

El presente relato tratare de hacerlo con la correlatividad de los mail recibidos, obviando mis preguntas.

Hace un tiempo que falleció mi padre, hombre que le supo dar a mi mama una vida colmada de frustraciones y penurias, jugador y bebedor compulsivo, pero lo más dramático era su faceta de golpeador.

Mama, una hermosa mujer, quien hoy cuenta con cuarenta (bien llevados) años. Eliana se llama, con su metro sesenta, luce sus hermosas piernas y sus pechos bien redondos al igual que su culo parado, hace mucha gimnasia en casa y de vez en cuando sale correr por el pueblo. A su cuerpo lo acompaña su rostro sufrido pero angelical, de labios carnosos y una nariz que me vuelve loco, bien respingada, acompaña a su pequeño físico una cabellera rubia hasta la cintura.

Yo, Isaac, 24 años, estatura promedio, un metro setenta y cinco, también, al igual que mi madre, de tez blanca, delgado pero musculoso producto del gimnasio, no es desproporcionado, pero estoy en forma.

Siempre de pequeño, mama me dio mucho cariño, cada vez que podía me abrazaba, siempre nos saludábamos con un piquito y a todos lados íbamos tomados de la mano.

La verdad todo lo que hablamos comienza hace dos años (recién había fallecido papa) cuando se instaló la semilla del deseo.

Me encontraba solo en casa y salía desnudo de darme una ducha, sin haber escuchado que mi madre había llegado. Terminando de secarme me encontré masajeando mi verga, la que no tardo en pararse, cuando de repente entro mi mama al cuarto, clavo los ojos miel en el miembro, se puso colorada y disculpándose salió de la habitación.

Luego de ese momento, todo cambio, digo para bien. Durante unos días, yo creí que era impresión mía. En varias oportunidades que no desaprovechaba, rozaba con su mano mi miembro o se agachaba con su culo en dirección a mí dejándome disfrutar la bella vista que me ofrecía sus redondas nalgas. Para salir de la duda si era impresión mía o casualidad, comencé, cada vez que tenía la oportunidad, a darle una nalgada, las dos primeras veces me miro de costado y sonrió, luego, cada vez que le aplicaba el golpecito, de su boca salía un sonido parecido a un gemido.

Duro un par de semanas ese “cortejo” hasta que me dijo.

– Isaac tenemos que hablar.

A mí se me derrumbo el mundo, pensé que ahí seria el fin de nuestra sensual danza, pero muy por el contrario, me conto parte de su vida que yo no conocía.

Ella con quince años fue obligada a casarse con mi padre de treinta y seis, ingeniero civil (matrimonio arreglado por mis abuelos) con el tiempo se dio cuenta que le gustaban las apuestas y el alcohol, que era violento y cuando llegaba alcoholizado la molía a golpes y la destrozaba psicológicamente

Ya con dieciséis años me tenía a mí, hasta hoy su único hijo, aunque ella quería más (mi padre la obligaba a tomar anticonceptivos, no quería más hijos) y a su conflictiva pareja.

Hoy por hoy, hace dos años que falleció mi padre de un infarto, dejándonos con una deuda enorme producto de su adicción al juego, por eso, hasta la fecha seguimos pagando fortunas mes a mes.

Toda esta introducción mama la hizo para llegar al punto de esto que te cuento.

Me siguió comentando que desde el día que me vio desnudo, no sabe que le paso, era una sensación muy rara, cada vez que me veía se excitaba, no sabía la causa pero que yo la excitaba, sobre todo el ver que mi pene era más grande que el de mi padre y era el único que había conocido. Ella no tenía casi vida social, mi padre no se lo permitía y si lo combinamos en la zona donde vivimos (una zona semi rural) donde el vecino más cercano está a quinientos metros tanto como el pueblo a distantes diez kilómetros.

Me propuso que quería ser mi pareja, ya no confiaba en ningún hombre más que no sea yo. Le correspondí con un apasionado beso, nuestras bocas se unieron para dar paso al comienzo de una relación que debo ser sincero, yo también la deseaba.

Por el término de aproximadamente una semana, no hubo nada sexual, era un noviazgo, obvio que si había toqueteos y charlas, de sexo aun nada. Hasta que llegó la noche del sábado siguiente.

Una preciosa cena, muy casera y con amor, dos copas de vino tinto. Ella venía con un bonito vestido color carmín sugerentemente transparente con una lencería al tono. Yo camisa blanca, jeans y unos zapatos que tenía olvidados en el fondo del placar.

Al término de la misma, luego de la sobremesa, nuestras miradas se cruzaron, en ella se podía leer, es el momento.

Fuimos a la habitación de ella, recostándonos en la cama donde otrora estaba ocupada por mi padre. Los besos apasionados iban subiendo el tono a nuestra libido, trate de ser lo más cuidadoso posible a la hora de dejar expuesta su desnudez, a medida que lo hacía, mi boca besaba sus pechos, mi lengua recorría sus rosados pezones sin dejar de aplicar pequeños mordisquitos, los pezones habían tomado textura y dureza ante el ataque suave de mis labios. Fui descendiendo por su anatomía con mis besos, me detuve en su abdomen para poder quitarle el resto de las prendas, una vez logrado, seguí bajando hasta su estrecha vagina que destilaba líquido por doquier, hermosa y rosada como su ano, una línea de vellos bien recortados delimitaba el contorno de los labios, pasaba la lengua de arriba hacia abajo, sin desperdiciar la oportunidad de circundar el esfínter anal, sus gemidos se escuchaban muy fuertes, sus musculadas piernas temblaban a la vez que se aferraba con fuerza a las sábanas, con un grito que no me lo esperaba, tuvo su primer orgasmo luego de tanto tiempo.

Haciéndome detener, hizo lo propio conmigo, entre los dos quitamos mi ropa, se sentó en la cama me atrajo hacia ella y comenzó a chupar mi miembro, (nunca la imagine haciéndolo) aunque se notaba su falta de experiencia, me hizo disfrutar como nunca.

Se acostó boca arriba y abriendo las piernas me pidió que la penetrara, pero con cuidado, pues era muy estrecha, hacía mucho que no tenía sexo y la mía era más grande, haciendo caso, muy suavemente la fui penetrando, hasta llegar al fondo de su húmeda cavidad. La escuche gemir como nunca podía haber imaginado, cada vez que empujaba era un gemido que incrementaba en intensidad. En cada orgasmo que tenía, gritaba “me voy, acabo”, frase que me excitaba sobremanera. Aumentaba paulatinamente el ritmo de ese sabroso polvo que estábamos teniendo, hasta que una electricidad recorrió mi cuerpo, mi verga se tensó y llene de semen la vagina de mi madre.

Conversamos un rato de lo hermoso que fue, luego nos besamos apasionadamente, con todo el amor de madre e hijo y así abrazados nos dormimos.

Al sonar el despertador a las seis de la mañana, tarde unos segundos en procesar que hacia desnudo y en la cama de mi madre, ambos queríamos esto, era hora de dejar de lado la culpa que me invadía, la desperté con unos amorosos besos diciéndole que era la hora de ir al trabajo, pero antes… salía una pequeña y rápida sesión de sexo.

Desde esa primera vez y hasta hoy compartimos cama, sentimientos y amor y como ocurre en toda pareja recién casada, en nuestro caso, recién “juntada”, hacíamos el amor en cuanto lugar se podía y a la hora que sea.

En una oportunidad, hasta en un supermercado abandonado, veníamos excitadísimos y no podíamos o no queríamos esperar a llegar a casa, le propuse la experiencia con la adrenalina que eso produciría, a lo que accedió de inmediato.

El local si bien es grande, tiene varios cuartos que en su momento eran oficinas o depósitos, buscamos el más limpio. El lugar era pequeño, una mesa de metal como único sobreviviente de lo que otrora hubiera sido tal vez la recepción o cuarto del personal de seguridad, tuvimos el mejor sexo oral que yo pudiera recordar y algo más que no voy a olvidar.

Se abalanzó sobre mi entrepierna bajando el cierre para liberar mi verga, lamia y chupaba como habíamos visto en las película triple X, debo acotar que ella no tenía mucha experiencia, pero juntos hicimos que hiciera un arte de sus mamadas.

Baje su jean, la recosté sobre la fría mesa metálica, se estremeció y separo sus piernas para que ahora siga con mi tarea

Que decir, habíamos descubierto desde un primer momento que mama era multiorgásmica y no le costaba tener esos deliciosos orgasmos, Luego de varios de ellos, creo que fue más instintivo que por deseo, al verla en esa posición eleve sus piernas y lamí su sabroso esfínter anal, su piel se erizo y sin dudarlo puse sus rodillas sobre mis hombros, ensalive ese delicioso ano y sin dudarlo lo penetre, el grito quedo rebotando entre las vacías paredes de la locación. Pasada la cabeza de mi pene, me detuve unos segundos, mis, ahora, lentos movimientos comenzaron, hasta tenerla toda adentro, el mete y saca se hacía cada vez más rítmico e intenso, estaba a punto de terminar, la saque de golpe, me acerque hasta donde estaba su cabeza, masturbándome le pedí que abra la boca para dejarle todo el semen en ella, debo aclarar que no quería tragar el semen, pues lo hizo una vez con mi padre y le supo feo.

Hizo el esfuerzo de tragarlo, al finalizar me dijo…

– Isaac este sabe rico.

– Si mama, es que somos lo que comemos, yo tengo una alimentación sana, en cambio papa…

– No me hables de el por favor.

Ya nuevamente con nuestra ropa acomodada y como si fuéramos dos ladrones furtivos, observamos por una ventana el movimiento, para poder salir sin que nadie nos viera.

En este punto ambos veníamos alucinados con la relación. Debido a las distancias de proximidad de los vecinos y familia, nadie sospechaba nada, solo éramos madre e hijo que Vivian en soledad en el medio del campo.

Para no hacerla tan larga, te cuento cómo va la situación hasta ahora.

En algún momento, habíamos hablado que sería lindo tener un hijo, que sea el fruto de su fruto más amado, por eso ella dejo de tomar las pastillas.

Lo que viene continuación se inició en el cumpleaños de quince de mi prima, luego de la fiesta, habíamos salido bastante mareados por el alcohol (siempre nos medimos en su consumo pero ese día nos pasamos de copas)

Íbamos caminando muy mareados, mama se tomaba de mi brazo pues le costaba dirigirse derecho, como quedaba relativamente cerca de casa nos manejamos caminando, al fin y al cabo diez cuadras para nosotros que acostumbramos a caminar no era mucho.

Ella venía con un vestido hasta las rodillas, muy similar al de nuestro primer encuentro sexual.

Las calles vacías por el horario de madrugada, el alcohol y los lugares desolados que pasábamos fueron los cómplices para decidirme al momento de pasar por un callejo estrecho y oscuro, para tener sexo.

– ¿Eliana, te parece “hacer nuestras cositas” allí en ese callejón?

– No Isaac, mira si pasa alguien.

– Por la hora no creo que ande nadie por acá.

Creo que muy a disgusto accedió, entramos en el callejón a los tumbos del mareo que teníamos, buscamos el mejor lugar para que no nos viera nadie y comenzamos la faena.

Me la comí a besos, su cuello estilizado y pude chupar a gusto sus hermosas tetas mientras levantaba la falda y bajaba su tanga. La di vuelta para que apoye sus manos en un árbol recién cortado, parecía hecho para nosotros. Había quedado en una posición de perro pero de pie, saque mis diecisiete centímetro y de un solo empujón la envié hasta el fondo de su cavidad, yo estaba más desinhibido que de costumbre, la saque arrodillándome para chupar esa húmeda vagina, luego de su habitual orgasmo le toco su turno, se dio vuelta y violentamente me bajo los jeans y me la comenzó a chupar, como si fuera un chupetín, (hoy sé, que chupármela la calienta demasiado) salivándola se atragantaba con mi verga.

Estábamos a full, como locos, la posicione como antes en el medio árbol y la penetre suave pero firme, para a los pocos minutos encontrarme frenéticamente bombeando esa concha hermosa, rosada y apretada para llenarla de semen, ella solo atinó a decir…

– Que rico mi amor, es hermoso recibir tu semen.

Mientras la ayudaba a subir la tanga pude ver como el líquido blanquecino, que brillaba a la luz de la luna, caía lentamente por sus piernas.

Le di una pequeña nalgada e iniciamos el camino a casa.

Al otro día, se despertó con un malestar e indisposición impresionante, vomitaba sin parar, la lleve al médico.

Mientras hacia la consulta la espere fuera del hospital, pensando que no íbamos a beber más en demasía.

La veo salir muy sonriente, viene casi corriendo, se arroja a mis brazos y me susurra, vamos a ser padres.

La alce en brazos y tuve que esforzarme para no besarla en esa boca deliciosa que tiene.

De repente (como decía mi abuela) me cayó el veinte. Como íbamos a hacer para blanquear el embarazo, pero Eliana ya tenía todo resuelto,

Cuando el médico le pregunto quién era el padre, le dijo que era viuda y el novio que tenía hace unos días la había dejado, aunque ella estaba tratando de quedar embarazada. Mientras me contaba no paraba de llorar.

Este embarazo lo veníamos planeando, ella quería tener un hijo mío, la personita que siempre la cuido y la protegió. Según me dijo quiere después de este tener más, es mi intención también.

Ya llevamos tres meses de embarazo, quise que fueras el primero en enterarte, pues como dije al comienzo, agradezco nuestras charlas y tus sugerencias. Te enviamos un gran abrazo y seguimos en contacto.

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