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El morbo por el culo de doña Felisa fue mi perdición
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Tiempo de lectura: 10 minutos

La Real Academia Española define como morbo, al interés malsano por personas o cosas, y también como atracción hacia acontecimientos desagradables. Pues si señores, el morbo fue el causante de mi historia con Felisa, o mejor llamada doña Felisa como la conocen en el vecindario.

Previo al relato, debo confesar mi adicción a los culos. Mi atracción por las mujeres comienza por el culo. Reconozco que me enloquecen casi todos los culos, con excepción de aquellos planos o diminutos.

Trataré de describir a doña Felisa para que puedan medir el tamaño de mi locura. Ella es una señora española de 60 años aproximadamente, estatura que no pasa de 1,60 y un peso estimado de 65 kilos. De tetas más bien regulares pero que no pudieron escapar a la ley de la gravedad, aunque mantienen solidez y con pezones que se marcan en las prendas que usa. Su cuerpo aparece algo reducido cuando lo comparamos con su gran trasero que se lleva una buena parte de su peso, calculo que mide cuando menos 105.

Lleva las arrugas relacionadas con la edad, pero no son importantes. Sorprendentemente para su edad, no tiene barriga. Su culo es magnífico, grande, pero de forma normal, es decir redondo y con las curvas del caso. Él fue sin duda el causante de la disparada de mi morbo. Aunque lo imaginaba con algo de celulitis y algún otro defecto, mi mente se había propuesto conocer en vivo ese aparato y darle con mi verga de solterón treintañero.

La verdad es que no tenía bien en claro cómo lograr mi objetivo. Yo la había conocido en el almacén del barrio. Nuestra relación no pasaba más allá de los saludos convencionales al principio, y charlas intrascendentes al tiempo de conocernos. Embelesado por su majestuoso culo, la empecé a halagar con frases elogiosas hacia su figura, que la veterana agradecía con sonrisas.

La ocasión se dio de casualidad. Regresando a casa con mi auto reconocí a doña Felisa esperando el bus lejos de nuestro barrio. Me acerqué y le propuse regresar juntos, propuesta aceptada inmediatamente. En el viaje, luego de hablar de trivialidades, después de pensarlo mucho, me armé de coraje y arriesgué diciéndole…

… Doña Felisa, quisiera confesarle algo muy serio, ¿pero usted debe proponerme que no lo tomará a mal ni se enojará… puedo? Prométamelo por favor.

… Marcos, me intrigas con eso de la seriedad. Dime que es, y prometo no enfadarme.

… Seguro? ¿Está segura?

… Pues sí hombre. Ahora me pica la curiosidad por saber de qué se trata.

… Me cuesta un poco decirlo, pero ahí va. Desde hace tiempo tengo una fantasía amorosa con usted. Me encantaría tener la posibilidad de conocerla íntimamente. No sé si me entiende.

… ¿Quééé? ¿Qué has dicho? Claro que entendí muy bien que quieres tener un rollo conmigo. Estás loco muchacho, no te das cuenta que soy una mujer casada con hijos y nietos. ¿Has pensado que puedo ser tu madre? ¿Me has mirado bien? Lo que dices es una locura total, me pregunto si estás bien de la cabeza.

… No se enoje doña Felisa, recuerde que me lo prometió, y además sepa que no estoy nada loco. Es una fantasía que me gustaría cumplir porque usted me gusta mucho y su trasero me tiene alucinado.

… Pero hijo, no te das cuenta de lo que me dices. ¿Qué te gusta mi culo? Tú estás loco. Para que sepas, soy una mujer casada honorable. Quítate eso de la cabeza por favor.

… Bueno, si lo toma así, disculpe y no se enoje porque me lo prometió.

Continuamos el viaje en silencio. Yo iba pensando si había dado un mal paso, y suponía que doña Felisa iría meditando sobre mi propuesta. Al llegar a la puerta de su casa se bajó y además de agradecerme el aventón, me dio un beso en la mejilla y me miró sin enojo.

Pasaron los días y cada tanto la encontraba en el almacén donde volvíamos a dialogar, aunque empecé a percibir que me dedicaba sonrisas que me parecían insinuantes que un día me animaron a seguirla y decirle…

… Doña Felisa, discúlpeme que insista, pero no puedo sacarme de la cabeza su negativa. Quiero que sepa que la propuesta sigue vigente, no se enoje.

… ¿Otra vez con lo mismo? Yo no me enojo, pero me parece una locura eso que propones. ¿Es que no te das cuenta de mi edad y mis compromisos?

… Es más fuerte que yo. No lo puedo evitar…Viendo que no se había cerrado a la propuesta, agregué… Prométame que lo pensará y me dará una respuesta definitiva…Le alcancé un papel con mi número de teléfono y le dije… Si está de acuerdo, llámeme por favor. Si no lo hace, sabré comprenderla

… Ay, ay, este muchacho… Dijo, guardándose el papel.

No pasaron unos días cuando recibo su llamada en mi celular…

… Hola Marcos? Soy Felisa. ¿Puedes hablar?

… Si señora, que gusto de oírla. Tengo todo el tiempo del mundo.

… Hace varias noches que no duermo pensando en lo que me dijiste aquella vez en el auto y pensarás que estoy loca, pero tu propuesta me ha revolucionado la cabeza y despertado sensaciones que tenía olvidadas. Te digo que acepto, aunque con algunas condiciones porque tengo mucho miedo. No quisiera que nadie nos vea y que sea de la forma más discreta posible. No estoy para exhibiciones ni para armar un follón en mi familia.

… Descuide que yo me ocupo… Dije relamiéndome… Iremos a un lugar donde nadie la reconozca. Dígame cuando y yo la paso a recoger con mi auto lejos de aquí y luego vamos a un hotel muy reservado que conozco.

… Te va bien el miércoles a las dos de la tarde? Pancho, mi esposo, estará fuera de la ciudad y regresará por la noche, así tendremos tiempo de sobra.

… De acuerdo. A esa hora la recojo en… Y le di las coordenadas donde encontrarnos.

En el día y la hora convenidos estaba yo en el lugar indicado. Llegó a los cinco minutos muy bien vestida con una pollera que le marcaba como nunca su portentoso culo y una camisa haciendo juego. Se montó en el auto y partimos hacia el hotel por horas. Ambos estábamos nerviosos y en el camino casi no hablamos.

Cuando ingresamos a la habitación, iniciamos el diálogo…

… ¿Parece mentira, pero se hizo, está contenta doña Felisa?

… Mira Marcos, si hemos de hacer lo que me supongo haremos, empieza por tutearme. No sé si estoy contenta, pero curiosa y nerviosa, bastante.

… Vamos Felisa, relájate que la vamos a pasar muy bien… Dije mientras le hacía dejar la cartera sobre una mesa y la llevaba a sentarse en un sillón.

… Es que esta situación me parece irreal. Un sueño que no quisiera que termine mal.

… Esto aquí y ahora es muy real, y ya verás cómo te sentirás nuevamente una mujer deseada.

… Qué más quisiera yo, espero que no te asustes de mi cuerpo y salgas disparado.

… Todo lo contrario Felisa, estoy muy caliente y ya no puedo esperar más.

Crucé un brazo sobre sus hombros y me acerqué para darle un beso en sus carnosos labios mientras fantaseaba pensando que esos labios me iban a chupar la verga. Felisa no abrió su boca, por lo que el beso fue en sus labios. Ni lento ni perezoso, mientras la vieja me miraba sorprendida, empecé a desabrocharle la camisa para luego levantarle el corpiño y empezar a tocarle las tetas. Masaje va, masaje viene y pellizcos en los pezones, poco a poco Felisa fue levantando temperatura. Ya se empezaban a oír sus gemidos.

Tomé una de las tetas y me la llevé a la boca para chuparla y morder sus pezones. Hice lo mismo con la otra, y así repetí la tarea muchas veces mirando de reojo que Felisa tenía los ojos cerrados, los labios apretados y respiraba profundamente. Apoyé una mano en sus rodillas y la deslicé hasta su entrepierna para jugar con su chocho por sobre sus bragas. Metí un par de dedos por debajo del elástico y los introduje en su panocha. No me lo imaginaba por su edad, pero sorpresivamente la encontré bastante pringosa. Para completar la escena, tomé una de sus manos y la llevé a mi verga que ya estaba muy dura. Ahí fue que abrió los ojos y me miró.

Le sonreí y haciendo un gesto de complacencia la invité a que jugara con ella. Era evidente que la situación la superaba y no sabía cómo proceder, por eso la tomé de la mano y la llevé hacia la cama. Ella me dejaba hacer, le quité la camisa y le bajé la pollera.

El espectáculo que se ofrecía a mis ojos no distaba mucho del que me había imaginado. Ella lucía una amplia bombacha para contener un culo de grandes dimensiones enmarcado por un par de piernas rellenas con pequeñas várices asomando. Cerré los ojos y para mis adentros me preguntaba si era capaz de seguir con aquello. El morbo pudo más.

Mientras ella me miraba como inquiriendo que parte del libreto venía a continuación, me quité muy rápido mis ropas y quedé desnudo con mi pene enhiesto apuntando hacia doña Felisa.

No es que mi instrumento sea algo extraordinario, pero al verlo bien erguido, Felisa abrió muy grande sus ojos y me dirigió una mirada cómplice.

… Esto es para ti… Dije tomándole la mano y apoyándola en mi falo.

… Vaya, vaya, parece que esta aventura valió la pena con solo ver esta maravilla me doy por satisfecha. Hace rato que no veo una cosa tan linda como esa. ¡Años, que va!

… Ya la vas a sentir toda adentro tuyo Felisa, te aseguro que te va a gustar mucho.

… Se me hace agua la boca.

… Antes vamos darles un poco de alegría a nuestros sexos. ¿Hagamos un sesenta y nueve, sabes cómo es?

…. Coño Marcos, que no soy una caída del catre. Ponme a prueba y vemos que resulta.

Antes de acostarnos le quité la bombacha y el corpiño. Tal como imaginaba el culo lucía un poquito de celulitis, pero a pesar de su tamaño guardaba las formas y realmente me gustaba. Su entrepierna mostraba una concha muy peluda con vellos entrecanos. Separé el pelambre y me dediqué a comerle la almeja a la viejita. Su sabor me gustó, lo encontraba más sabroso de lo que esperaba así que me dispuse a darle con todo lo que mi boca y lengua tienen en su repertorio. Mi lengua se hizo un festín recorriendo todo el interior de la vagina, con amplia satisfacción de ambos.

A todo esto, Felisa tomó mi verga con sus dos manos y antes de engullirlo en su boca me dedicó una bella paja que tuve que interrumpir para no correrme. Debía tener una garganta profunda porque se tragó todo el aparato y aún tenía espacio para jugar con él con su lengua. Sus labios carnosos me dieron unas chupadas fenomenales que me calentaron aún más. Cada tanto me clavaba unos dientes aunque sin hacerme daño. Estaba embelesada jugando con mi polla, y se veía muy feliz y gozando al extremo.

Entretenido con su vagina comencé a profundizar mis embestidas moviendo mi lengua en todo su interior buscando todos los rincones. Llegado el momento de acariciar su clítoris, con solo dos lamidas Felisa se vino con un orgasmo que sacudió su voluminoso cuerpo al tiempo que daba gritos apagados de goce. Cuando se calmó un poco le dije…

… Felisa querida, parece que te gustó la jugadita de mi lengua, ¿no?

… Hombre, eso estuvo genial, no recuerdo que me hayan comido el chumino en tan buena forma como tú lo has hecho. Me has llevado al cielo con esa lengua endiablada que tienes.

… Eso fue el principio, porque ahora te voy a dar una cogida como nunca en tu vida gozaste.

… Sabes una cosa, eso estoy esperando desde hace tiempo y ya tenía perdida mis esperanzas. El pobre de Pancho ya no me atiende como me gustaría.

Dado el tamaño de la señora, no tenía claro cuál era la mejor manera de follármela; me decidí por ponerla de espaldas e intentar darle caña de esa forma. Aparté como pude sus piernas buscando abrir el panorama. No bien divisé el interior de su raja, apoyé mi tranca en el coño y me mandé. Me costó un poco porque la lubricación no era mucha, lo cual hizo que Felisa se quejara un poco de dolor porque mi picha es un poco gorda. No obstante ese inconveniente la penetración llegó al fondo. Muy despacio empecé los movimientos de vaivén esperando que el conducto vaginal se adaptara al tamaño del intruso. Cuando mi amante dejó de quejarse comencé a darle más duro…

… Qué cosa tan buena Marcos, estoy gozando como una muchacha. No te pares, sigue, sigue que me encanta.

… Me costó pero ya la tienes toda adentro Felisa. Qué bueno que te gusta que te cojan duro. Seguro ya lo tenías olvidado.

… Es verdad, hace años que no me hacían sentir tan bien follada. Ya creía que era cosa del pasado. Estoy embelesada con tu polla.

… Tienes una vagina muy estrecha y eso me hace gozar a mí.

Seguimos diciendo guarradas mientras yo seguía dando garrote hasta que ella no pudo más y apretándome los brazos, me dejó saber de otro orgasmo tan violento como el anterior. Eso fue como una invitación para que yo también me corriera llenándola con mi leche.

Felisa quedó despatarrada en la cama mordiéndose los labios y acezante, no paraba de contarme cuanto había gozado con ese polvo. Calmado yo también y aplacada mi calentura, viendo el espectáculo de la veterana completamente en bolas junto a mí y chorreando de su vagina mi semen, comencé a preguntarme si eso era lo que había querido. Me agarró un bajón y con la excusa de que tenía que orinar me marché al baño.

Frente al espejo me miré y conteniendo las ganas de largarme, traté de serenarme pensando que aún no había ni empezado a gozar del culo que me había llevado a esta aventura. Decidí que ese culo me seguía atrayendo por lo que había que seguir con el plan y salir airoso.

Volví a lecho. Felisa me recibió con una sonrisa de oreja a oreja. Era evidente que estaba gozando como hacía tiempo no lo hacía. Tan entusiasmada estaba que tomó mi verga dormida y se la llevó a la boca para volver a darle vida. Lo hizo con tanto empeño que lo logró. Por mi parte, me apropié de su culo para tocarlo con mis manos y tantear la profundidad que había para llegar a su esfínter.

… Oye, no estarás pensando darme por el culo, ¿verdad?

… Por supuesto. ¿Qué pensabas? Acaso no te dije que me había enamorado de ese portentoso culo que llevas.

… No te había tomado en serio. Me parece que esa polla gordita me va a hacer daño.

… No me digas que nunca lo hiciste por ahí?

… Pues fue hace mucho tiempo. A Pancho no le gusta.

… A mí sí me gusta y te voy a dar caña por ahí y te va a gustar, te lo aseguro. Pero antes, te ruego que vayas al baño e higienices tu recto. No quisiera encontrarme con alguna sorpresa desagradable.

Obediente, partió hacia el baño. Me acerqué a la puerta y escuché cuando la ducha del bidet limpiaba la cañería de doña Felisa.

Cuando regresó, me miro y con los ojos me dio a entender que ya estaba en condiciones.

… Prométeme que si me duele, te detendrás, ¿vale?

… Sí Felisa, pero te prometo que nada te va a pasar. Debes tener confianza.

La puse boca abajo y empecé mi faena. Primero pasé mis manos por toda la superficie acariciándole, luego chupé y lamí ese portento de culo, para terminar abriéndole los cachetes y pasar mi lengua por toda la raja y chuparle el agujero. Felisa no esperaba esto último y cuando sintió mi succión dio un brinco de sorpresa y me animó a seguir. Unté un par de dedos de un pote de vaselina que había llevado para la ocasión y metí dos dedos en el agujero y esperé su reacción.

Sólo hizo un leve movimiento con lo que entendí que no había problemas. Para asegurarme despaché un tercer dedo que tampoco molestó. Me dije para mí que el campo ya estaba expedito y tomando mi dura verga apoyé el glande en el hoyo.

La vieja no se quejó cuando la cabeza de mi miembro quebró la resistencia de su esfínter y gracias al aporte de la vaselina mi falo se fue deslizando suavemente en el recto de Felisa. Empecé el bombeo yendo de menor a mayor mientras le castigaba las nalgas con cachetazos…

… ¿Hombre, porque me atizas esos mamporros? ¿No te gusta lo que haces?

… Porque me gusta, te pego. Es como una caricia Felisa. Me gusta mucho romperte el culo.

… Pues a mí también me está gustando. Temía que me doliera pero la estoy pasando bomba. Siento esa picha gorda que me llena toda.

… Espera un poco que te lleno de leche. Te va a gustar más.

… Que me haces con la mano? Dijo cuando sintió que le pellizcaba el clítoris.

… Te hago una pajita para que goces más.

… Sabes? Me gusta, sigue, sigue, no pares que me corro.

… Y yo también. Dije, apurando mis embates cada vez más profundos y repetidos.

… Pareces una máquina Marcos. Que bueno, me corro, me corro, ahhh.

… Y ahí va mujer. Y me descolgué con un polvo que salió desde lo más profundo mi interior.

… Siento tu corrida, la siento, ¡que gozada!

Cuando acabé me dejé caer sobre Felisa abrazándola. Y ahí terminó el encantamiento del morbo que me había llevado a esa situación. Satisfecho éste último, me dieron ganas de volarme. Sentía que no tenía ánimo para mirar la cara y cuerpo de esa mujer mucho mayor que yo. Ya no me importaba el culo de Felisa, sino poder acabar con esa fiesta. Rápido la invité a vestirnos para marcharnos.

En el auto, mientras regresábamos al punto del encuentro donde debía dejarla, pensaba como me iba a sacar de encima ese problema. A todo esto, la cara de ella rebozaba de felicidad. Cuando la dejé respiré aliviado. Por un lado, me sentía satisfecho de haberme culeado a doña Felisa y por otro, un tanto avergonzado.

Mi historia con Felisa terminó muy rápido. No hubo segunda oportunidad, porque un par de días después, recibí su llamado disculpándose porque no quería repetir porque temía que Pancho o alguno de sus hijos nos viera y se armara la de San Quintín. Me dijo que lo había pasado bomba y que siempre recordaría mi verga y la sesión de sexo que habíamos tenido. Respiré aliviado.

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