Lo cité después de conversar en una App anónima, a pesar de ser mayor que yo y no ser de mi tipo, su manera de ser era encantadora.
Cuando lo vi, no podía estar más nerviosa. Era más alto que yo, más fuerte, efectivamente los años lo delataban. Me sentí intimidada y estuve a punto de huir, pero me tranquilizó su hermosa sonrisa y cálido trato.
Conversamos amenamente, nos reímos y quedamos para una próxima vez. Pasaron los días, y sin saber cómo ni porqué, ya había hecho de las mías y estaba sobre él dándole masajes eróticos.
Los masajes lo eran todo, sentir sus manos grandes sobre mí era muy relajante y sexy, sus besos en mi cuello, mis pechos, y mi espalda. Las nalgadas de vez en cuando, las venidas dentro mío.
Me había enamorado como nunca de aquel hombre mayor que yo, estaba a sus pies, al menos sexualmente. Y las afirmaciones diarias, claro. Eran pan de cada día. Dime… ¿qué eres? Soy tu perra, amor. ¿Qué más? Soy tu zorrita. ¿Siempre? Sí, siempre seré tuya, amor.
Al tiempo, le dije que no iba para más, que no era correcto. Él me dio la razón, todo un "caballero". Y después de una charla de dos horas, sobre la moral y ética, decidimos ser solo amigos. Pero que sorpresa, a los minutos de nuestra conclusión, el hombre me jaló efusivamente hacia el pasadizo de su casa. Y contra la pared, me cargó colocándose entre mis piernas. ¿Qué eres amor? -Soy tu perrita. -Amor ladra. -Wuof, wuof. -¿Siempre serás mía amor? – Siempre mi amor. -Entonces déjate de tonterías y dame la colita.
…
Agregando…