Herminia una muchacha gallega de ojos marrones, de estatura mediana y con su largo cabello de color negro azabache recogido en una coleta estaba en la cama de su habitación tomando la siesta. Dormía boca arriba tapada con una sábana blanca, con una mano bajo la almohada y la otra estirada a lo largo de su cuerpo. Su hermano Pablo, un cabronazo incorregible, que se follara a media aldea, entró en la habitación sigiloso, fue hasta la cama, le quitó lentamente la sábana de encima y su sorpresa fue mayúscula cuando vio que tenía la falda subida y estaba sin bragas.
Se fijó en sus torneadas piernas en el vello de su axila, en su coño rodeado con una buena mata de vello negro. Vio a un lado sus bragas arrugadas, las cogió para olerlas, se pringó la mano de algo así cómo mocos y se empalmó. Era obvio que su hermana se acababa de masturbar. Sacó la polla y mirando para el coño comenzó a masturbarse.
Al rato le apartó para un lado la camiseta blanca de tiras hasta que una teta quedó al descubierto, era una teta gorda con una pequeña areola marrón y un pezón gordito. Se siguió masturbando con su polla a un par de metros de la boca de su hermana, luego le apartó la camiseta por el otro lado y vio la otra teta. Se fue a los pies de la cama para tener una buena vista y siguió pelándola.
Así estaba cuando su hermana se despertó. Vio lo que estaba haciendo su hermano. Vio lo que estaba enseñando ella. Se sentó en la cama, se tapó con una mano, echó la palma de la otra a la frente, y le dijo:
-¡¿Cómo pudiste, Pablo? ¡Soy tu hermana!
Pablo la seguía pelando.
-Tengo muchas ganas. Si no me corro me explotan los huevos.
-Guarda eso y haz lo que quieras en tu cuarto.
Pablo le imploró.
-Deja que vea un poco más tu coño y tus tetas.
-¡Nooo! ¿Te has vuelto loco? Soy yo, Herminia, tu hermana.
Ni hermana ni hostias, Pablo la seguía pelando. Herminia veía cómo el glande de la polla aparecía y desaparecía bajo la piel y el coño se le empezó a mojar. Pablo insistía.
-Solo un poquito.
-¡Vuelve a tu cuarto o cuando papá y mamá vengan de la marea les cuento lo que hiciste
-Me da igual, hasta que me corra no me voy. Tu cara me vale para correrme.
Herminia no entendió que le decía que se iba a correr solo con mirar para su cara y se escandalizó.
-¡¿Te vas a correr en mi cara?!
-¿Me dejas?
-¡Nooo!
-Destápate y deja que vea lo que estaba viendo.
Herminia ya estaba caliente, pero no se atrevía a entrar al trapo.
-¡Ni harta de vino!
-Si me dejas ver tus tetas y tu coño me corro en nada.
-No insistas. Mira, si quieres puedes correrte mientras miro para ti, es todo lo que puedo hacer.
-Si fueras tú la que estuvieras en mi posición te dejaría ver lo que quisieras para que te corrieras
-Te lo creo bien, descarado.
Pablo, sin dejar de menearla, comenzó el ataque frontal.
-¿Cuándo te tocaste por última vez?
-Yo no hago esas cosas.
-Y los pollos no nacen de los huevos. ¿Cuándo, traviesa?
-Vale, a veces me toco cuando tengo muchas ganas, pero me da mucha vergüenza hablar de eso con un hombre.
-Anda, dímelo, bonita. ¿Cuándo fue la última vez?
Herminia seguía mirando para la polla de su hermano y viendo cómo la mano subía y bajaba por ella se estaba poniendo negra. Comenzó a entrar al trapo.
-¿Si te lo digo haría que acabarás…?
-Ayudaría.
-Fue antes de quedarme dormida.
-Lo sabía. Sabía que hiciste una paja antes de echarte a dormir.
Herminia no entendía nada.
-¿Y cómo sabías eso?
-Te limpiaste el coño a las bragas. Aún están mojadas con los jugos de tu corrida.
-¡Y sabiéndolo estuviste enredando! ¿Qué buscabas?
Pablo estaba cansado de saber cómo se masturbaban las mujeres, pero siguió enredando.
-Nunca vi a una mujer hacer una paja. Enséñame cómo la hacéis.
-¡Me moriría de vergüenza!
Al no decirle que no, se vino arriba.
-Lo que pasaría es que te correrías.
-Eso también.
-Dime, Herminia. ¿Estás cachonda?
-Mentiría si te dijera que no, pero eres mi hermano.
-Unas pajas…
-Unas pajas llevan a lo otro.
-No necesariamente.
-¿Tú crees? Estoy muy caliente.
-Lo que tenga que ser, será.
-Eso es lo que me da miedo.
Pablo ya se lanzó de cabeza al mar.
-Desnúdate para ver tu cuerpo totalmente desnudo.
Herminia deseaba desnudarse para su hermano, pero le dijo:
-Sí, sí, espera sentado.
-Desnuda debes de ser… ¡Ummm!
-Normalita.
-Un encanto.
-Ni tanto.
-Tienes que ser algo digno de ver.
-Pelotillero.
-Tía buena. Destápate y desnúdate.
Herminia ya estaba deseando echar un buen polvo.
-Para eso tendría que desnudarte tú antes. Me sentiría incómoda estando yo desnuda y tu vestido.
Pablo, a los pies de la cama, se desnudó. Tenía un cuerpo de lo más normal. Herminia quitó la sábana de encima, la camiseta y la falda, y le preguntó:
-¿Que te parezco?
-La mujer más sexy que han visto mis ojos.
Herminia sonrió y puso cara de mimosa.
-Zalamero.
Pablo mirando para su hermana volvió a menear la polla.
-Deja que vea cómo lo haces.
-No.
-Anda, bonita, haz una paja para tu hermano, por fa, por fa, por fa.
Herminia ya no pudo aguantar más. Necesitaba correrse.
-Si me lo pides así.
Herminia puso la yema del dedo medio de la mano derecha encima del clítoris y apretándolo y moviéndolo de abajo a arriba y de arriba a abajo comenzó a masturbarse. Pablo la meneó lentamente, disfrutando del momento. Su polla ya empapara la palma de la mano con la aguadilla que saliera del meato, pero aún la iba a mojar más cuando vio que del coño de su hermana salían jugos mucosos que le bajaban hasta del ojete, y más aún cuando al correrse comenzó a gemir y a sacudirse y de su coño salieron jugos a borbollones.
Al acabar de correrse, Herminia, se tapó, después cubrió el rostro con las dos manos, y dijo:
-¡Qué vergüenza!
Pablo fue a su lado y cuando quitó las manos de la cara le puso la polla en los labios. Herminia le dijo:
-¡Quita! ¡¡Qué asco!
La destapó y quiso meter la cabeza entre sus piernas, pero Herminia las cerró y le empujó la cabeza con las dos manos.
-¡Quita, cerdo!
Cerrara las piernas, pero la lengua de Pablo llegó al capuchón de su clítoris y lo lamió.
-Deja que te coma el coño.
-¡Nooo! ¡Me daría asco!
Quiso seguir lamiendo, pero Herminia se dio la vuelta, Pablo le abrió las nalgas de su culo respingón con las dos manos y le lamió el ojete. Herminia, le dijo:
-¡¡Cerdo!!
Siguió lamiendo. Herminia quiso volver a darse la vuelta, pero no le dejó, lamió y le metió y sacó la lengua en el ojete mientras se revolvía y le llamaba de todo menos hermano… Al rato estando con la cabeza de lado en la almohada más quieta que una muerta y más caliente que una brasa, le dijo Pablo.
-Date la vuelta, Herminia.
Más mansa que una corderita, se dio la vuelta, flexionó las rodillas, le puso el coño en bandeja a su hermano, y le dijo:
-No te corras dentro.
Pablo tenía otros planes. Pasó su lengua por el coño encharcado y acto seguido besó a su hermana, que puso cara de asco al recibir en su boca la lengua pringada con sus jugos, mas después se la chupó con ganas. A continuación pasó su lengua por los pezones mientras le metía dos dedos en el coño que entraron cómo balas en su vagina engrasada. Lamiendo sus pezones y chupando sus tetas la masturbó hasta que su respiración y sus gemidos le dijeron que se iba a correr, en ese momento sus dedos volaron dentro de la vagina, la besó en la boca y Herminia se corrió cómo una bendita.
Al acabar de correrse bajó hasta su coño encharcado, lo lamió, le folló la vagina con la lengua y después se detuvo sobre su clítoris mientras sus manos la magreaban las tetas. Su lengua plana lamió de abajo a arriba, lentamente. Herminia jadeaba cómo una perrita. Pasado un tiempo, al tenerla a punto, se arrodilló entre sus piernas y frotó su polla desde el coño al clítoris. Herminia le dijo:
-¡Me voy a correr, Pablo!
-Lo sé.
-¡Me corro, Pablo!
Le clavó la polla hasta el fondo mientras se corría. Sintió sus contracciones y casi se corre él, pero aguantó cómo un jabato.
Al acabar de correrse le dio la vuelta, y con su hermana encima y la polla dentro de su coño, le dijo:
-Te toca, haz que me corra.
-Me da vergüenza.
Pablo, armándose de paciencia y mirándola a los ojos, le dijo:
-Herminia, tienes mi polla dentro del coño, si no te dio vergüenza antes ahora ya no te va a dar.
-Además de eso es que…
-¿Qué?
-Que tardas un mundo en correrte… Me voy a correr otra vez y vas a pensar que soy una puta.
-Las putas no se corren.
-¡¿Ah, no?!
-No.
Herminia, que se moría por follar a su hermano y por volver a correrse, le dijo:
-Siendo así…
Herminia cabalgó a su hermano cómo le gustaría cabalgar a su novio. Sus duras tetas apenas se movieron, ni al paso, ni al trote ni al galope, solo se desplazaban hasta la boca de su hermano cuando se las daba a mamar. Lo que se movía era su coleta y su precioso culo. Consiguió que se corriera su hermano antes de correrse ella. Pablo, antes de correrse, le dijo:
-¡Sácala que me corro, Herminia!
Herminia sacó la polla del coño, la cogió en la mano pringada con sus jugos, la meneó y cuando vio salir la leche de la corrida, la metió en la boca y la tragó.
Al acabar de correrse, la que no le gustaba mamar pollas ni que le comieran el coño, se lo puso en la boca a su hermano, y le dijo:
-Ahora te toca a ti.
Pablo la cogió por la cintura y lamió el coño de su hermana hasta que se corrió. Del coño volvieron a salir jugos a borbollones que cayeron en la cara y en la boca de Pablo.
Así se inició una historia de incesto entre Pablo el cabronazo y su hermana Herminia la vergonzosa.
Quique.