Decadencia filial: Un acuerdo inesperado (2)

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Tiempo de lectura: 5 minutos

Los personajes de este relato tienen las siguientes edades:

Víctor (20 años), Julia (43), Carla (21 años), Paula (18 años), y Manuel (19 años).

En cuanto Carla y Paula llegaron a casa de la tía Julia, pasó poco tiempo desde que su madre se había marchado, y Julia abrió unos refrescos para que sus sobrinas las tomaran con ella y con su hijo Víctor. No los habían visto desde que este se fue a la universidad. Estaba más tonificado y en forma. Estaba claro que hacía ejercicio. Su tía también estaba más atlética de lo que la recordaban.

Más tarde, en el salón, mientras se tomaban unas cervezas y se ponían al día, Julia les preguntó a las chicas si habían tenido novios o si seguían siendo vírgenes. A Carla le resultó extraño e inquietante escuchar preguntas tan directas y personales salir de la boca de su tía. Mientras las dos estaban sentadas frente a ellos, ya más relajados por el alcohol, Víctor sugirió jugar a un juego. Julia apoyó la idea de su hijo, le dio unas palmaditas en la pierna y se levantó del sofá anunciando que tenía uno estupendo en la otra habitación. Víctor la siguió.

Carla le comentó a su hermana sobre lo inoportunas que habían sido las preguntas que les había hecho Julia, por lo que Paula le dijo que estaba siendo exagerada y que no debía tomárselo tan en serio.

Carla esperaba que al menos el juego cambiara el ambiente incómodo de la noche.

Víctor estaba muy inquieto y había aprovechado ese momento a solas con su madre para manosearla.

—Hijo, cálmate. Sé que te gusta mucho este juego y que nuestra relación cambió después de esa noche de borrachera. Fue divertido mientras jugábamos los dos solos, pero ahora están tus primas y no quiero incomodarlas demasiado.

Víctor asintió con la cabeza y la abrazó apretando sus nalgas. Julia suspiró y le aconsejó que no hiciera eso en la sala.

—Bueno, volvamos que hemos estado aquí mucho tiempo.

Durante el juego, Julia acababa de confesar que había tenido sexo con un hombre a cambio de mucho dinero cuando aún estaba con el padre de Víctor. El juego era una locura. Era un juego de verdad o reto, pero con una ruleta y un tablero cuyo incentivo era decir verdades más atrevidas a medida que uno avanzaba. Paula no había entendido bien las reglas, pero igualmente siguió jugando y acabó confesando que se había besado con el ex de Carla.

A su hermana no le hizo ninguna gracia y la miró con el ceño fruncido mientras tomaba una carta para jugar su turno. Eligió un reto y, al leer las instrucciones, gruñó al ver que decía: «Propinarle al jugador masculino más cercano un baile erótico hasta el siguiente turno». Todos los demás suspiraron y se rieron.

—Mierda… este culo es demasiado.

Durante el reto Víctor se disculpó con su madre por no poder controlarse, aunque no era cierto. Carla estaba haciendo círculos con el culo sobre su entrepierna. Julia se rio y le dijo que no era con ella con quien debía disculparse, sino con su prima.

—No te preocupes, Víctor. No eres el primer miembro de la familia que…

Paula interrumpió para preguntar a quién le tocaba el siguiente turno.

Víctor esbozó una pequeña sonrisa y le pidió a Carla que le alcanzara una tarjeta. Ella se quedó quieta un momento, por lo que pudo contemplar mejor sus nalgas. Luego ella suspiró, se inclinó hacia adelante y consiguió que tuviera ante él la vista más increíble del culo de su prima en esos jeans ajustados. Víctor sujetó fuerte sus caderas para mantenerla sobre su regazo. Ella se inclinó hacia atrás, empujó su culo contra su evidente erección y le entregó la tarjeta.

«Besar al jugador de la izquierda durante un minuto». Víctor había leído antes de sacar su “tarjeta comodín”, que le permitía pasar ese reto al jugador opuesto, es decir, a Paula.

—¡Maldición! Esto está muy mal.

Carla tenía toda la razón. Acababa de frotar el culo contra su primo delante de su madre, la cual no se perdía ningún detalle.

Aunque hay que reconocer que Víctor es atractivo, fornido y fuerte, y se lo veía muy tonificado con su camiseta sin mangas. Por lo que, para Paula, mientras su hermana estaba sentada sobre él, la idea de estar en su lugar se le había pasado por la cabeza una o dos veces.

—Deja de lamentarte y hazlo.

Paula se puso entre las piernas de su hermana y la atrajo hasta entrelazar sus labios. No era la primera vez que se besaban. Una vez tuvieron que hacerlo en una fiesta, insistiendo en que le “enseñara” cómo hacerlo. Pero esta vez era diferente, con su tía mirando, la cual parecía encantada de que el pene de su hijo palpitara contra el culo de Carla. Para ella parecía imposible tener un momento de paz. Además de su hermano, ahora se sumaba su primo. El minuto del reto pareció una eternidad. Mientras las tetas de Paula la frotaban, Víctor la embestía por el otro lado. Él es atlético y alto, no como su primo. Manuel es macizo y pesado, por lo que las embestidas en el culo de Carla siempre eran aterradoras.

Ella se aseguró de morder los labios de Paula con fuerza para que supiera que estaba enfadada por lo que había hecho con su ex novio.

Carla se sintió aliviada cuando su tía interrumpió para decir que el minuto ya había terminado. Empujó a Paula para que se apartara, se bajó del regazo de Víctor y se sentó contra la pared, bebiendo grandes sorbos de la botella que tuviera a su alcance. Se sentía algo perturbada, no como su hermana, que parecía lo contrario ante lo que estaba pasando.

De inmediato, a Carla le llamó la atención que Julia se arrimara tanto a su hijo, rodeándolo con un brazo para empezar a frotarle el pene con la otra mano por encima de los pantalones. Víctor parecía encantado con que su madre le hiciera eso. De hecho, se aseguró de que mantuviera su mano allí cuando ella tiró los dados, movió su contador y tomó su carta, mostrándose muy emocionada.

—¡Oh sí, esto podría terminar el juego!

Con los ojos desorbitados, Julia examinó el texto y las otras cartas que había sobre la mesa. Estaba claro que iba a dar un anuncio. Su idea de que así terminaría el juego parecía fascinarla.

Carla, por otra parte, solo quería irse y olvidar esa noche. Sin embargo, mientras Julia se aclaraba la garganta, su mano se deslizó dentro de los pantalones de su hijo y sostuvo su pene mientras sonreía.

—Bien, chicos, esto es todo: el juego lo termino yo siendo la ganadora y Víctor es el gran perdedor.

Víctor no podía creer que hubiera llegado tan lejos y que se iba a salir con la suya. La situación no podría ser mejor para él. Su madre lo estaba masturbando mientras les leía las instrucciones a sus primas, una de las cuales solo un momento atrás había terminado de frotar el culo contra su pene. Estaba tan excitado por lo que pasaría a continuación. El juego era tan retorcido y eso a él le encantaba.

Julia anunció a todos que ganaría si realizaba el reto más extremo de su tarjeta: provocarle a otro jugador un orgasmo. Sus sobrinas pusieron cara de asco al darse cuenta de que iba a hacer eyacular a su propio hijo.

Víctor tuvo que intervenir y explicarles la situación y de cómo habían llegado a esto. Su madre trató de disuadirlo, pero cuando él le señaló su mano puesta sobre su pene, fue ella quien se ofreció a contarles. Les dijo que a su hijo le gustaba el porno de incesto y que lo había sorprendido viendo uno de esos vídeos. Más adelante, ella sacó el tema cuando jugaron a este juego por primera vez y se ofreció a ayudarlo a cumplir esa fantasía. Así durmieron juntos todos los días siguientes. Incluso Julia pagó algunos vídeos a los que su hijo no podía acceder sin suscribirse a sitios de internet.

Víctor les comentó a Carla y a Paula que para él era un sueño que participaran en esto y que haría cualquier cosa por ellas si compartían su pene con su madre. Por desgracia para Víctor, rechazaron la propuesta, aunque accedieron a besarse, ya que lo habían hecho antes.

Mientras le acariciaba las tetas y el culo a su madre, su destreza oral lo tenía a punto de explotar en cualquier momento. Gritó y acabó en su boca. Les dio las gracias a todos por el recuerdo increíble que guardaría para siempre. Las dos hermanas se fueron directamente a dormir sin mirarlos.

Más tarde esa noche, mientras intentaba disimular su erección mientras sostenía encima a su madre, Víctor le comentó que lo anterior había estado increíble.

—Así es, Víctor. Aunque siento que fuimos demasiado lejos con tus primas. Pobre Carla. Seguro que le resultó muy incómodo.

Víctor insinuó que a algunas personas les costaba más aceptar lo excitante que podía resultar el incesto. Aunque también pensó que Paula podría haberse soltado un poco más si su hermana no hubiera estado allí. Al final, desvió la conversación fuera de los remordimientos y volvió a estimularse con su madre, hablando sobre sus primas, sus sobrinas, y sus increíbles cuerpos. Básicamente, tuvieron sexo durante lo que restaba de la noche.

Cuando Carla se levantó aquel sábado por la mañana, se sentía fatal. Despertó a su hermana y le insistió en que volvieran a casa en ese mismo momento. Ni Julia ni Víctor intentaron convencerlas de que se quedaran. De hecho, Víctor accedió a que se llevaran su coche. Después de todo lo que habían hecho por él y su madre, se lo habían ganado.

Ambas estuvieron de acuerdo en que nunca debían hablar de lo sucedido.

Carla se consoló pensando que por fin volvería a casa, donde todo era normal. Al menos a su madre nunca se le ocurriría provocarle un orgasmo a su hijo.

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