Decadencia filial: Un acuerdo inesperado (1)

0
9882
Tiempo de lectura: 6 minutos

Los personajes de este relato tienen las siguientes edades:

Manuel (19 años), Mariana (44 años), Carla (21 años) y Paula (18 años).

Manuel se levantó de la cama al escuchar a su madre llamándolo por fuera de su habitación. Bajó las escaleras con cierto miedo y nerviosismo por el aprieto en el que se había metido. Su hermana Carla estaba cansada de lo que le había estado haciendo y al final se lo contó a su madre.

Carla considera a su hermano un pervertido. Lleva mucho tiempo obsesionado con su culo. Ella siempre ha tenido un trasero llamativo, por lo que su hermano no paraba de insinuárselo, le decía obscenidades y a veces le daba una nalgada. Con el paso de los años, sus molestias se volvieron más intrusivas: la tomaba por atrás, sacudía sus nalgas para luego intentar apretarlas contra su erección y frotarse contra ella cuando estaba boca abajo o agachada.

Empezó a hacerlo con su hermana menor, Paula, pero el culo de Carla está mucho más formado, por lo que al final la eligió a ella. A pesar de todo, Manuel nunca se atrevió a intentar hacerle algo fuera de la casa. Ni siquiera alguien como él iba a ser tan estúpido como para atreverse a tanto. Aunque, de vez en cuando, intentaba manosear a otras chicas sin que lo vieran. Esto fue la gota que colmó el vaso.

Cuando Manuel llegó a la sala, su madre Mariana, le hizo saber con dureza y de forma pausada por qué lo había llamado. La escuchó atentamente mientras tragaba saliva nervioso.

—Esto se ha salido de control y se acaba ahora mismo. Aquí mismo… ¡Ahora!

Mariana lo miró fijamente a los ojos y no hizo falta saber que no debía apartarle la vista, aunque él quisiera.

—Deja a tus hermanas y a todos los demás en paz. Entiendo que eres joven, que tienes impulsos, y en tu caso fetiches. Pero tienes que saber que, si sigues así, podrías ir a la cárcel por agresión. ¿Has entendido?

Manuel asintió con la cabeza mientras su madre, con una mano sobre la frente y la otra en la cintura, caminó dos o tres pasos de un lado al otro.

—Mira… a muchos hombres les gustan los traseros, y es evidente que tú sientes una atracción particular hacia ellos y que te estimula especialmente frotarte.

Mariana hizo una pausa, se sentó de frente a su hijo, respiró profundo y suspiró.

—Está claro que tenemos que sacar esto de tu sistema con regularidad y mantenerlo entre nosotros. No podemos permitir que tu problema afecte a todo el mundo. Así que estoy dispuesta a… bueno, sacrificarme por el equipo, por así decirlo.

Manuel se sorprendió, con los ojos desorbitados. No podía creer lo que su madre le estaba diciendo.

—Podrás aliviar tus impulsos conmigo, así obtienes lo que quieres y dejas en paz a todos los demás… especialmente a los miembros de tu familia. Esto no será como tu quieras, como lo has estado haciendo, sino que lo haremos mis términos. No me quitaré la ropa, y mucho menos… bueno, ya sabes. Sin embargo, dejaré que me abraces por detrás… así también… que me acaricies y te frotes hasta que termines.

Mariana se levantó y puso los brazos en jarra.

—No me importa si te gusta o no mi culo. Sé que está lo suficientemente en forma y estoy segura de que encontraremos la manera de que esto funcione. Trabajaremos juntos en casa cuando no estén tus hermanas y ninguno de los dos se lo dirá a nadie, ¿me has entendido?

Mariana miró a su hijo a los ojos con cara de disgusto y pena. Manuel asintió con un lamento y salió presuroso, según ella se lo había ordenado.

Si le pusieran un detector de mentiras y una pistola en la cabeza a Paula, la más chica de las hermanas, probablemente confesaría que estaba un poco enamorada de su hermano. Era de esperar que sintiera un poco de celos hacia Carla, sabiendo que a Manuel le gustaba más ella. Pero también hay que aceptar que Carla tiene un cuerpo más sensual. Tiene un trasero más prominente y unas piernas más tonificadas y atléticas. A pesar de que Paula reconoce que su hermana mayor está más desarrollada, aun así, le gustaría recibir más atención, y no solo de su hermano. Manuel no le ha metido mano tanto como a Carla.

Hace unos meses, Paula estaba en el suelo, vestida con un pijama y jugando con la consola de videojuegos cuando Manuel se le tiró encima, se restregó contra su culo hasta que ella le dijo que parara y lo empujó sacándoselo de encima. Nunca se lo contó a nadie, pero el contacto de su entrepierna hizo que se masturbara esa noche pensando en él.

Era viernes por la tarde cuando Mariana llevó a sus dos hijas a pasar el fin de semana con su primo y su tía Julia. Manuel se sentía extraño. Pasó todo ese tiempo tumbado en la cama mirando al techo.

No sabía qué le esperaba cuando su madre regresara, y no podía creer que le estuviera ofreciendo su culo para que se masturbara.

Estaba muy confundido por lo que se le venía encima y decidió no masturbarse en ese momento por si pasaba algo con su madre. Se preguntó si ella le daría un baile erótico. Si le resultaba raro, no podía imaginarse cómo se sentiría ella. Pensó que seguro su madre solo lo haría porque era un pervertido.

Para ser sincero, Manuel no podía quitarse de la cabeza el manosear culos, sobre todo el de su hermana mayor. Solo con pensar en sus nalgas perfectas, de inmediato tuvo una erección.

Para él no era fácil crecer y convivir todos los días con la persona más sexualmente estimulante que jamás haya visto y que nunca lo dejarían disfrutarla como él quisiera. Aunque ya había arruinado unos cuantos calcetines al imaginarla con su pelo rubio oscuro y sus jeans ajustados, inclinada sobre el mostrador mientras la cogía con fuerza.

En cambio, con su madre, quizás le habría hecho lo mismo una o dos veces. Pues nunca había pensado en ella de esa manera, ya que no le interesaban las mujeres maduras como a otros. Mariana tiene un cuerpo apenas más grande que el de sus hijas y, por su edad, su figura no es tan vivaz como la de Paula ni tiene la figura imponente de Carla, pero aun así su cuerpo es bastante atractivo como para excitarlo.

Ella lo sabía y lo único que tenía que hacer era conseguir que él se sintiera atraído. El problema es que su hijo es demasiado exigente y meticuloso. Sin embargo, cabe mencionar que, aunque ella haya parido tres hijos y no tenga un hombre en su vida, igual encontraría la manera de que su culo hiciera acabar a su hijo, tal y como lo había asegurado.

Manuel es muy ambicioso. No le gustan muchas cosas, pero cuando encuentra una que sí, se obsesiona. Por eso siempre estaba Carla en su cabeza. Aunque ahora supuestamente su madre se estaba ofreciendo a que le usara el culo, y hasta se lo había ordenado. Quería que su hijo se ensañara con ella en lugar de con su hermana. Tan pronto como Manuel empezó a asimilar ese pensamiento, escuchó cómo se abría y se cerraba la puerta del vestíbulo. Su madre estaba en casa.

La idea de Mariana era ponerse en posturas que llamaran la atención de su hijo y que este la tomara desde atrás como quisiera.

Para ella, el sentarse en su regazo y tomar el control podría poner las cosas incómodas, así que pensó en cambiar de escenario para que él estuviera a cargo. Mariana pensó que por una vez sería agradable que un hombre volviera a desearla después de tanto tiempo, ya que desde que su marido la dejó, cuando Paula tenía menos de un año, nunca había tenido parejas estables.

Pero, claro, este era su hijo, por lo que no podía concretar en algo más que eso. Lo único que haría con él sería retenerlo con su culo para evitar que su perversión de seguir frotándose en alguien más lo llevara a la cárcel.

Mientras aparcaba el coche en la casa, sabía que ese fin de semana las cosas iban a cambiar entre ellos. Aunque aún no sabía como se vestiría.

Y fue el sonido de las llaves sobre el mostrador lo que realmente le hizo traer a la mente la idea de que iba a hacer que su hijo se masturbara esa noche.

No solo eso, sino que también le dijo que sería algo rutinario. Aunque fue autoritaria y se mantuvo en control de cómo iba a suceder, en realidad no tenía un plan concreto. La verdad es que ella estaba muy nerviosa y pensó que seguro su hijo también lo estaba.

Ya en el vestíbulo, pudo oír pasos y lo vio bajando para dirigirse a la cocina. Para evitar encontrarse con él en ese momento, subió rápido las escaleras para ducharse.

Manuel había terminado de prepararse algo en la cocina y subió a su habitación. Al pasar por el baño, se dio cuenta de que la puerta no estaba completamente cerrada. Se preguntó si su madre lo había hecho a propósito. Quizás quería que entrara. Luego se dijo a sí mismo que se tranquilizara, que tendría que estar loco para pensar que ella lo estaba invitando a verla ducharse.

Luego pensó que, si ella iba a excitarlo esa misma noche, bien antes podría hacerse una idea de su cuerpo. Antes podría entrar e intentar echar un vistazo insolente a su madre desnuda. Nunca la había visto así y pensó que era su oportunidad, antes de que todo comenzara. Se había convencido de que las cartas ya estaban echadas para su madre por lo que decidió adelantarse y ser él el que diera el primer paso.

A través del sonido del agua que goteaba sobre la nuca de Mariana, ella seguía escuchando débiles pasos que se acercaban. Aunque no había dejado la puerta del baño abierta a propósito, pensó que lo mejor sería no darse la vuelta, quedarse como estaba y seguirle el juego a su hijo. Sabía que era él el que entraba para verla ducharse, así que decidió no empeorar las cosas e incomodarlo. Disimuló y dejó que la observara centrando la vista en su culo.

Se limitó a lavarse las nalgas y los muslos, y mantuvo la cabeza mirando hacia la pared, aunque prestando atención a cualquier sonido que se acercara por detrás. Mientras se lavaba, se aseguró de levantar más el trasero. Entonces escuchó algo metálico. Manuel se estaba desabrochando el cinturón.

Optó por continuar e inclinarse más, lo que pareció acrecentar su excitación. Tenía el jabón en la mano y lo dejó caer a propósito. Escuchó lo que estaba segura era un jadeo ahogado. No se dio la vuelta. Al contrario, se agachó muy despacio para que, al recoger el jabón, su culo pareciera lo más grande y ancho posible. Sabía que estaba funcionando porque inmediatamente pudo oír a su hijo exhalando gemidos. Siguió agachada, apretando las nalgas contra la mampara, y luego escuchó sus gemidos más fuertes detrás de la espalda. Sintió que se acercaban, como si alguien le respirara en la nuca. Pensó que la situación se le había ido de las manos, por lo que decidió interrumpirlo.

—¿Acabaste, hijo?

Ella seguía en la misma posición, con la cabeza mirando por encima del hombro. Fue un momento incómodo para los dos. Manuel había eyaculado y, si no fuera por la mampara, habría manchado con semen a su madre. Al disminuir la euforia, se sintió avergonzado y quiso inventar una excusa de por qué había entrado en el baño, pero ella lo detuvo diciéndole que no quería hablar de eso.

—Nos ocuparemos de esto mañana. Ahora vete a la cama, Manuel.

Loading

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí