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Daniela mi prima, una pasión prohibida (3)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

A partir de ahí, mi prima Daniela cambió mucho con mis tíos, estaba más motivada y alegre. Verla desenvuelta, en lo particular algo que me incomodaba era no saber disimular al verme con ese brillo y deseo en la mesa, al comer. Entre mis bromas y ocurrencias, todos reían sin embargo a ella no me quitaba la vista de encima, en un par de ocasiones mi tía se percató, al principio no le pasó nada por la mente, pero al paso del tiempo, ella quería estar más cerca de mí, al ir al cinema todos juntos, yo siempre le di su lugar, era yo caballeroso, con mi tía también, pero ella era mi amor clandestino, éramos inseparables, mi tía creo que pensaba que era simplemente mucha admiración hacía mi de parte de Dany.

Me escuchaba en todo, y lo poco que sabía de la vida se lo transmitía, con añoranza pienso que me veía como un sabio. Por las noches al llegar de trabajar, ya muy de madrugada le admiraba al verla dormir, ella sabía bien entre qué hora yo estaría en casa, ya no perdía mi tiempo con la fotógrafa, puesto que en un mal momento me chantajeó y la mandé muy lejos a chingar a su madre, me amenazó decirle a si esposo, bla, bla, bla, lo que me entró por un oído y salió por el otro, por qué la realidad es que era yo un cabroncito, pero tan dócil con mi amada prima Daniela. No perdía tiempo, moría por llegar. Aunque disfrutaba cada momento íntimo con ella, no era mi prioridad.

Pero en una noche, se levantó en la obscuridad, estando yo sentado en la cama, se acercó y abrazó del cuello, me besó tempestivamente. Busqué susurrarle al oído: te extrañé, y esto también. La tomé de la cintura, abracé sus caderas y comencé a manosearle rico las nalgas, mis manos se metían debajo de ese bendito short amarillo, desgarrado, debajo de su blusa de dormir, mis dedos recorrían su piel erizando cada poro, sus montes y sus cimas sumamente erguidas, su aliento cálido.

Le hice caso a la cordura, y le dije en forma de susurro: “Mami, no podemos estando todos durmiendo, ven quiero abrazarte!”.

La hice sentar en la cama en medio de mis piernas de espaldas a mi, llevé sus manos a mi nuca y simplemente, besé su cuello mientras magreaba sus montes, moldeaba su cintura y caderas con mis manos, untando toda mi pelvis y extremidad en sus asentaderas, la abrazaba con una mano en su seno derecho y mi mano entre su prenda y patita de camello, carnosa con pocos vellos, masajeaba con cuatro dedos su pelvis, mallugando tiernamente su botoncito, el problema es que comenzó a gemir delicioso, coloqué mi mano en su boca ahogando sus gemidos y me dediqué que masajear y masajear, extendiendo mi mano, abarcando ambas ingles, las notas de ese rasgueo emitían gemidos que yo los encerraba y ahogaba, se lo hacía más intenso, metí dos entre esos labios tiernos, húmedos y con el radio de mi mano, en su botoncito sus caderas la traicionaban…

Y dediqué los próximos minutos a tener su placer en mi mano, un par de minutos después se contraían sus paredes, sintiendo un leve apretón en mis dedos, me llenaba de orgullo el haber encontrado su punto de escape. Se vino a chorros en mi mano, salpicando sus muslos interiores, ese bendito short amarillo así como la alfombra, era inoloro.

Me encantaba hacerla mi mujer, enseñarle. Unas veces con ternura, otras veces con tanto deseo hasta enseñorearme de esta preciosa joven, recuerdo que una de tantas fue en el patio a la vuelta de la casa, mi tío encerando su coche, mi primito viendo la televisión, y mi tía cocinando, nos encontrábamos arreglando el jardín del patio, ella con ése bendito short amarillo, que solo al verselo puesto sabía que ella odiaba usar ropa interior al usarlo, en fin, se encontraba reclinada con las nalgas para arriba, y en sentido juguetón, le dije: “con permiso, no estorbe!”, al mismo tiempo de un arrimón que casi la desbalancea, ella tomó tierra y me la arrojó, comenzamos a jugar y a reírnos, de pronto le dije con arrojo: “tengo ganas de hacértelo aquí mismo!

Tomándole las manos para evitar me siguiese aventando tierra, con el rostro muy cerca, esa mirada transformada, me tomó la palabra y restante me dijo: “házmelo aquí!”. Tomó los bordes de una maceta reclinándose dejando ver sus labios a través de las rasgaduras de ese mentado short. Sudé frío y a la vez un adrenalina corrió por todo mi cuerpo, me llevaba lejos de los límites y la cordura; mis dedos deslizaron el zipper de mi bermuda, saqué cómo pude mi extremidad ya tiesa, dirigí el glande acercándome más, entre las rasgaduras hallé la corriente río arriba, y siii.

Allí al aire libre, por ambos lados expuestos, y siendo visibles desde los techos. Me comprometí a embestirla, en forma de castigo, y sabiendo que iba a ser un escándalo, jejeje. Tomé precauciones colocando una mano en su boca. Arremetí contra esas paredes que ya se habían acostumbrado a mi forma, me recibían, cada vez más húmedas, no sé si era inconsciente su manera de omitir resistencia a mis embistes, que se ponía apretadita, vientre joven tratando de contenerme, lo único que me resistían eran sus pompis, jejeje.

Que rico era eso me fascinaba, no me inmutaba, siempre la inundaba y me empuñaba a dejarlos bien adentro, esos espasmos eran gloriosos, sin una gota más, robándome toda la energía viril. Eso era jugar sobre un precipicio, en cuestión de segundos, me guardo la extremidad morcillona, Dany vuelve a su postura erguida y mi tía a metros de distancia convocando a sentarnos a la mesa. Casi nos da un paro cardíaco a los dos.

Los meses transcurrían, y se hacía notable como a mí Dany se le ensanchaban las caderas. Muchas veces mi conciencia me acusaba pero no podía luchar contra eso. Fui su primera vez en muchas cosas, nos contábamos todo, reíamos…

Orgullosamente la instruí a como sobar y masajear un pene, y como aguantar teniéndolo más allá de la garganta, varias veces practicamos, varías veces le prometí no venirme antes de tiempo, muchas veces fallé en el intento, jejeje. A cómo sujetarme las nalgas hasta tenerme adentro de su garganta a lo que solo sujetaba su nuca y le daba de beber a chorros hasta más allá de su garganta, diría yo hasta la boca del estómago jajaja. La ayudé a descubrir su sexualidad y contribuí a desarrollarla.

Y como en el tomar riesgos, hay una elevada tasa de pérdida. Una última noche sucedió mi pesar más grande, en medio de la noche mientras yo perdidamente me batía deliciosamente, mi boca y su labios vaginales, se prendió la luz, tal vez por los gemidos inevitables y fuimos descubiertos, mi tía entró en pánico y como era de esperarse y bien merecido lo tenía, a la calle fui a parar, en más de dos décadas no he hablado con ella. Mis tíos cortaron lazos conmigo.

El incesto es un camino errático que tarde o temprano trae vergüenza.

Nunca superé esto, es tan claro que al casarme con una mujer de la misma complexión que mi prima Daniela en aquellos días, y que muchas, muchas pero muchas veces en mi mente se lo estoy haciendo a mi pasión prohibida: mi prima Daniela.

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