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Tiempo de lectura: 3 minutos

Esto más que un relato o la proyección de una fantasía será simplemente una anécdota, una confesión. No hay demasiados detalles ni demasiado que contar, porque realmente todo lo ocurrido nace de una vaga idea que parecía estúpida, pero se convirtió en una intriga que solo tenía una forma de ser resuelta.

Una tarde no hace mucho tiempo aproveché que ya me había liberado del trabajo y el estudio, para hacer una de las cosas que más me entretiene y me relaja: fumar un porro, masturbarme violentamente viendo porno y luego pedir algo rico para comer. Lo que se dice disfrutar de la vida.

Armé mi porrito, lo prendí y encendí la tele, entré a internet y me puse a buscar con qué me masturbaría. Tenía ganas de alguna orgía interracial, de esas en las que varios negros destrozan a alguna rubia como yo. Encontré un gangbang muy caliente, el cual me hizo hervir la concha de excitación.

Ya bastante ''high'' y muy caliente, fui al cuarto y busqué el consolador más grande de mi arsenal, lo aseguré en el piso y empecé a cabalgar mientras me imaginaba ser esa joven siendo penetrada por esas bestiales vergas. Estaba tan caliente y volada que me lo metí por el culo, para más placer. Orgasmo va, orgasmo viene, me sentía en el aire; hasta que llegó el final de la escena: todos los caballeros procedían a eyacular en el bello rostro de la joven. Luego, ella misma se encargaba de tragarlo todo. Y fue ahí que se me ocurrió: ''¿Cuánto semen me puedo tragar?''

Parece una pregunta tan estúpida y en su momento la tomé como tal, pero no se alejó de mi mente. Recordé noches de lujuria y sexo en las que había tragado leche y recordé que en la noche en la que más veces me tragué a la futura descendencia de alguien fueron 4. Había sido en una fiesta muy loca en unas vacaciones en Ámsterdam.

Ahí me vino a la mente que la señorita del video se había tragado 7 y que yo podría bien tragarme 10. Sonaba a un número redondo y grande como para tener de récord personal. Conozco mis limitaciones y sobre todo las de la realidad; no podría lograr un récord mundial pero sí uno que me enorgullezca.

Eso sí, conseguir 10 hombres que te den la leche en la boca parece tarea fácil, pero no es tanto. No estaba dispuesta a tragársela a cualquiera, por lo que me puse manos a la obra y comencé a buscar entre mis contactos. Ahí conseguí 6, todos machos que alguna vez ya me habían cogido. Les expliqué lo que quería hacer y aunque la mayoría se lo tomó en broma, aceptó. Después se dieron cuenta que iba en serio.

Los otros llegaron gracias a que algunos invitaron a unos amigos -los cuales aprobé tras ver sus fotos- y el número finalmente ascendió a 16. Ese era el número, esa era mi meta.

Le puse empeño a organizar la tragada de leche más grande de mi vida. Llegó un punto en el que parecía que estaba organizando una reunión de gabinete presidencial y no un encuentro sexual. Finalmente llegó el día.

Decidimos encontrarnos todos en un salón vacío que tenía uno de mis amigos a los que invité a participar. Llegaron todos y parecía un poco incómodo el ambiente. Yo tampoco sabía que hacer. Estaban todos diseminados por el local, entonces me paré en el medio y dije ''Bueno, a lo que vinimos carajo''.

Me saqué la ropa y me arrodillé.

''Dale, no sean tímidos'', dije. No podía creer que sea yo quien deba tomar la iniciativa.

Se acercaron dos y me ofrecieron sus vergas, comencé a chuparlas. Con el tiempo fueron acercándose otros más y así hasta que finalmente fueron formando rondas por las que yo me paseaba y procedía a chuparles la pija a todos, trataba de que nadie se quede sin ser succionado.

Me empezaban a manosear y me sentía muy bien, estaba muy mojada y excitada. Hasta ahora no puedo creer que a ninguno se le ocurrió levantarme y cogerme, porque de ser así, esta historia sería aún mejor.

Lo cierto y lo concreto es que iba chupándolos uno a uno. Dos no aguantaron demasiado y descargaron sus fluidos apenas en la primera vez que los chupé. De esos dos, uno se fue y el otro se quedó pajeandose hasta que volvió a ponerse en condiciones, pero así como la primera vez, unos cuantos lengüetazos y ya explotó. Lo bueno es que ya llevaba 3 lechazos.

Tres más descargaron su leche en mi boca y procedí a tragarla. Quedaban 11. De esos 11, otros 3 más no aguantaron demasiado.

8 eran los que quedaban y ellos hicieron una fila, para que pase uno por uno a complacerlos. Finalmente terminaron todos descargando sus huevos en mi boca. Obviamente que el sabor no era precisamente el de un helado de vainilla, pero lo sucio que se sentía todo, el líquido espeso y caliente llenando mi boca, bajando por mi garganta, sumado a sus gemidos de excitación y gozo; me volvían loca.

Cuando todos acabaron, procedí a masturbarme en medio del lugar, frente a todos. Ellos reían, me animaban, algunos filmaban y sacaban fotos. El orgasmo que tuve no se compara con demasiados que haya tenido antes, fue fortísimo. Al orgasmo le siguió un abundante squirt y una impensada ronda de aplausos de los presentes.

Tomé mis cosas y me fui, así sin despedirme. Lo logré y no me arrepiento. Es sinceramente una de las mejores experiencias de mi vida hasta ahora.

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