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Como yo te miro, no te mira nadie
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Tiempo de lectura: 16 minutos

Hoy te has puesto muy sexy para él, pero en cambio él, no parece darse cuenta del todo, ya que cuando apareces por la puerta de tu casa, te hace entrar corriendo sin apenas mirarte.

V- Hola niña, cariño… corre pasa, que acaba de empezar una partida. -te lo dice con prisas.

R- ¡Joder niño, otra vez el dichoso videojuego! -protestas.

V- Cariño, es muy bueno. -añade como si eso fuese algo extraordinario.

R- Para una vez que estamos solos y podemos follar tranquilamente en la cama, me vienes con el cuento del videojuego, joder chico, lo tuyo es muy fuerte. Yo vengo dispuesta a follar, especialmente dedicarme de lleno a tu polla, primero a comérmela y luego a clavármela bien clavada como sé que te encanta, pero tú nada, ni me miras y sentados en el sofá, pareces dispuesto a devorar otra cosa y es nada menos que… ¡un videojuego! Sabes que hoy habíamos decidido escoger nuestro momento romántico y sexual a tope, para echar unos cuantos polvos, incluso hacerlo en la terraza, como me sugeriste, con el morbo que conlleva eso, pero es que ves un mando y te vuelves idiota, te lo digo de verdad. Precisamente, hoy, que vengo más que preparada y me he metido unas bolas chinas que vibran porque he venido con ganas de sorprenderte y de hecho ya he llegado bastante caliente a casa porque viniendo aquí, ese cosquilleo continuo en mi coño por culpa de las bolas, me ha dejado cachonda perdida. Sin embargo, hoy la cosa va para largo, hay por lo visto, un juego muy importante… de no sé qué… yo entiendo que te guste eso de tocar botones, pero ¡coño, niño, era nuestro día!

Intentas acariciarle por encima del pantalón, pero rápidamente te quita la mano para no distraerte.

V- Para, niña, que me desconcentro. -te dice muy serio.

R- Pues hoy teníamos nuestro polvo pendiente y estoy muy caliente.

V- ¿No puedes esperar un par de horas? –te responde casi abroncándome.

Te mosqueas bastante con su actitud y te vas a la parte de arriba de tu casa, observando esa cama gigante en la que podríamos estar follando en este preciso momento, pero tú nada, tú a tú rollo. Te miras en el espejo fijándote detenidamente en tu atuendo, en el que en otras circunstancias estaría comiéndote con la mirada. Hoy, te has puesto especialmente sexy para él, con esa blusa tan ceñida blanca y esa minifalda de cuero negro que tanto te pone. Ni tan siquiera se ha fijado en las medias que llevas puestas, de esas negras de cristal, ajustadas al muslo, que resaltan tanto tus piernas, por no hablar de tus zapatos de plataforma con tanto tacón.

Regresas al salón y pasas delante de él, con tus andares más sensuales y provocativos, pero su reacción es otra a la esperada.

V- Quita, joder, que no veo. -me gritas.

R- Estoy furiosa y te juro que he estado a punto de pirarme con tu actitud, pero me digo que, ya que estoy aquí, tendré que esperar esas dos horas, si realmente quiero que apagues mi calentura.

Te sales a la terraza por no discutir con él y no mandarle directamente a la mierda.

Al mirar justo a la terraza de al lado te das cuenta de que también estoy yo mirando la calle y tomando un vaso de agua y tomando el fresco. Nada más verte me acerco a ti quedando ambos separados por apenas un metro y te saludo sonriente.

C- Hola ¿qué tal? -me pregunta.

R- Hola. Bien.

C- ¿Disfrutando de la noche?

V- Bueno, sí…

C- Yo desde que has aparecido, la disfruto mucho más. –te digo piropeándote y observando tu atuendo, ese en el que tu chico ni se ha fijado.

R- Gracias -respondes halagada, pues por fin alguien valora mi outfit.

C-¿Pero qué haces aquí afuera tan sola? –te pregunto.

R- No estoy sola, estoy con mi novio, pero es que está jugando a la consola.

C- ¿En serio? Estando tú aquí… ¿se pone a jugar? -te pregunto levantando las cejas.

R- Pues sí, ya ves.

C- Yo tiraría la consola por la ventana si estuvieras en mi casa.

Sonríes ligeramente.

La verdad es que no habíamos coincidido mucho y estaba hoy muy ocurrente, además de ser muy amable y una charla animada.

C- ¿Y por qué no te vienes, mientras dura la partida? -me dice de pronto.

R- ¿A tu casa?

C- Claro y charlamos en el sofá tranquilamente… luego te vuelves.

R- No sé si mi chico estará…

C- Recuerda que te ha dejado por una consola.

R- ¡Es verdad! Voy para allá.

Entras en el salón, pero él sigue ensimismado y gritando con sus compañeros de partida sin volverse a percatar de tu paso por allí mostrándole tu culito y tus piernas gracias a tus altos tacones y eso que te habías comprado esas medias nuevas para él.

R- Niño, me voy a dar una vuelta. –le dices.

V- ¿A dónde?

R- Por ahí. -añades- ¡a follar con el vecino! -Y te ríes.

Te sonríe cuando dices eso, pero es que te dan ganas de tirármelo para que escarmientes de una puta vez.

Cierras la puerta tras de ti, sales al rellano y llamas al timbre. Reconócelo te has puesto nerviosa, pero yo resulté ser un hombre tan atento, tan amable, cierto que es algo mayor para ti, pero en el fondo te gusta atraerme y en el fondo tengo ese puntillo…

C- Hola preciosa… de cerca eres todavía más bonita. -te suelto en cuanto abro la puerta.

R- Gracias. -respondes sintiéndote aún más deseada.

C- Pero pasa, pasa…

Mi invitación a pasar va acompañada de un buen repaso a tu culo y a tus piernas y en el fondo eso te gusta, pero es que cada vez que mis ojos se van posando en ti, te va gustando más y tu pensando que tu chico estará en este momento disfrutando de su consola, mientras tu amable vecino devora tu escote y tus piernas.

C- ¿Así que tú eres la parte femenina de la pareja de al lado? -te pregunto con mi vista clavada en tu canalillo.

R- Sí.

V- Pues es un auténtico placer. No te había visto antes y no creo que hayas venido a jugar a la consola, ¿Me equivoco? -te suelto sonriente.

R- Pues no. Íbamos a estar mi novio y yo a estar juntos… bueno…

C- No te cortes que no me chivo. A ver… ¡Cuéntame!

R- Pues eso, que aprovechando que estábamos solos íbamos hacer algo especial en casa.

C- ¡A follar! -añado sin cortapisas.

Te pones colorada, pero es la verdad, habíais quedado a eso y tú sigues con un calentón tremendo, mientras yo no dejo de lanzarte piropos y de admirar tus piernas.

R- Sí, la verdad es que sí. Veníamos a eso… -contestas.

C- Y tú chico eligió la consola.

R- Eso parece.

Te preparo una copa para que te vayas soltando más, ya sé que el alcohol te desinhibe bastante… y también porque te sientes más relajada a mi lado. Resulto muy simpático y lo cierto es que charlando conmigo parece que nos conocemos de toda la vida. Resumiendo, te empezaba a gustar.

C- Entonces ¿venías preparada? -me vuelvo a preguntar.

R- Yo… sí.

C- A ver, cuéntame. Tengo curiosidad.

R- Me da vergüenza

C- Venga, en confianza, mujer. Es solo por hablar de algo. Hace meses que no tengo sexo y ya no sé si estoy caduco en eso.

La verdad que el hecho de saber que yo hace tanto tiempo que no estoy con una mujer te resulta morboso.

R- Pues aparte de esta ropa que llevo hoy… la que se ve, me dices.

C- Que te sienta de maravilla, por cierto –apunto y entonces apoyo mi mano entre tus muslos y acaricio tus piernas rozando tus medias con la yema de mis dedos.

Me vistes lanzado, pero había una parte que te atraía…

C- ¿Y qué más? -digo intrigado.

R- Pues traigo lencería debajo de color negro, aparte de las medias, ya sabes, para jugar. –Me dices a pesar de estar muerta de vergüenza.

C- ¡Y qué medias! -repito acariciando tus rodillas con el dorso de mi mano y subiendo ligeramente hasta medio muslo.

R- ¿A ti también te ponen las medias? –me preguntas.

C- ¡No sabes cuánto!

R- Lo adivino. –me sonríes cuando ves que ya no despego mi mano de ahí.

Empiezas a creer que a tu vecino Carlos le gustan las medias incluso más que a tu chico, porque no dejo de acariciar tus piernas y cada vez con más descaro. No puedes negar que eso te gusta, primero porque ese era un regalo que quería hacerle a tu chico y ahora soy yo quien lo disfruta y lo segundo porque que te está dando un gustito lleno de morbo. Yo sigo dibujando tus gemelos, pasando por tus rodillas y metiéndome incluso bajo la falda palpando la suavidad de las medias con la punta de sus dedos, metiendo mi mano cada vez más adentro y dibujando con enorme suavidad los encajes de la parte alta. No sigo más arriba, aunque estabas dispuesta a dejarme avanzar.

C- ¿Y qué lencería llevas debajo? -te pregunto de pronto.

R- Pues un conjunto muy sexy, negro con encajes.

C- ¡Guau, negro!

R- ¿Veo que te gusta el negro?

C- ¡Hummm, me encantan estas prendas! Lo cierto es que una mujer resulta increíble con lencería sexy, siendo sincero me da igual el color, pero negro… es algo mágico. Ni recuerdo el tiempo en que mi mujer se ponía cosas así, pero creo que más de un año.

R- ¿Tanto tiempo hace que no estas con una mujer, Carlos?

C- Pues sí… No te voy a mentir y además las últimas mujeres vestidas así, creo que las he visto por internet, jeje.

R- ¿Te gustaría vérmelo puesto?

Nada más decirme eso, te pusiste colorada, pero te ha salido solo, aunque la verdad es que te apetece estar guapa y que alguien te lo diga, en cambio tu chico parece estar a otras cosas.

C- ¿En serio me harías ese regalo? –te digo entusiasmado.

R- ¡Claro!

Todavía no sabías por qué estabas aquí, en la casa de tu vecino, ni cómo se te ha ocurrido dar ese paso, al fin y al cabo, este hombre es un desconocido, bueno me conoces, así que en el fondo… No sé, crees que estas algo borrachilla.

Yo disfrutando del espectáculo, mirando como desabrochas tu blusa delante de tu vecino que te mira absorto desde su sofá. En cuanto te quitas esa prenda, tus tetas se ven más ensalzadas con ese sujetador negro de gran escote, como ya imaginaba estabas bien dotada, pero incluso ese sostén te hace parecer más tetona de lo que ya eres. Luego te sueltas el corchete de la falda junto a la cremallera y acompañado de un movimiento oscilante de tus caderas, la vas dejando caer para quedarte con ese pequeño culote negro con encajes y transparencias. Otra de las sorpresas que le tenías preparada.

Seguramente él no estás pensando en ese momento que su chica se encuentra haciendo esto, que es quedarse medio desnuda, justo en la casa de al lado, en donde tu vecino traga saliva sin creerse lo que está contemplando. Te giras para que vea tu culito, que sabes que es uno de tus fuertes y no sabes por qué, pero completamente lanzada vas y te sientas sobre mis rodillas, algo que hace que yo tiemble. Supones que ni por asomo he soñado con tenerte encima a una jovencita dispuesta a lucir su cuerpo, pero ahí estas tú, porque ya sé que eres muy exhibicionista y te encanta gustar a los hombres, pero ¿qué quieres? Te miro con deseo, se admirar el arte que tu provocas con tu atuendo como en tu manera de mostrarte.

Sobre mis rodillas, la señorita R, retira sus medias ante mi atenta mirada. Mi mano sujeta tu cintura, rozándote suavemente la piel y tú con aire inocente sigues haciendo ese improvisado show, con el mayor erotismo.

Recuerdo lo mucho que me decías lo que te gusta jugar a eso de hacer shows privados.

Yo acariciaba tu cintura y tu cadera e incluso me atreví a acariciar la parte baja de tu espalda, casi rozando la costura de tu braguita. Alzas tu pierna derecha y estiro las medias con tus manos hasta ajustarlas bien en tus muslos, luego haces lo mismo con la otra pierna y recolocas tu zapato con sutileza, poniéndote de pie a continuación. Giras sobre ti misma mostrando la mejor de tus sonrisas y muy cerca de mi cara, levantas tu culo gracias a esos taconazos.

R- ¿Te gusto? -le pregunto mordiendo inocentemente mi dedo índice.

C- ¡Señorita R, eres alucinante! ¡No entiendo que tu chico está jugando a la consola!

R- ¡Ni yo! ¿Quieres que te sirva un vino? -me preguntas recogiendo la copa vacía que hay sobre la mesa, frente al sofá.

Yo me limito a asentir con la cabeza y así vestida o, mejor dicho, medio desnuda, empiezas a moverte en mi salón con soltura, tan solo ataviada con un sujetador que realza tu pecho, tu culote negro, que enseña parte de tus nalguitas, luego tus medias negras y tus taconazos. Caminas con seguridad, marcando cada paso y haciendo sonar tus tacones en el suelo logrando que tus muslos y tu culito tiemblen a cada paso. ¡Qué pena no tener grabado ese momento!

Te pones a preparar esa copa en una pequeña mesa que tiene en el salón, pero lo haces con todo tu glamour, ya sé que cuando te pones, te gusta interpretar lo mejor de ti misma. Coges una copa y comienzas a caminar lentamente hacia el sofá donde yo permanezco sentado atento a tu cuerpo y a tus movimientos. Llegas a mi altura con un gran meneo de tus caderas, sabiendo que tu culote ofrece lo mejor de tu culo. Coges la botella de vino y me siento nuevamente en mis rodillas. Mi mano vuelve a acariciar tu cintura. Me gusta ese calor que desprende.

C- ¡Dios señorita R, eres como un sueño! –te digo pasando mi mano por tu cadera.

R- Gracias Carlos. ¿Quieres el vino?

C- Sí.

R- No, digo… ¿Lo prefieres en la copa o que yo sea la propia copa?

Cogí aire y entonces suelte el broche de tu sujetador negro, quedándote en tetas delante de mí. En ese momento he vuelves a pensar en tu chico, pero también recuerdas que él, en este preciso momento prefiere otra cosa, mientras que yo alucinaba con tus pechos. Estiras la espalda para que disfrute de tus tetas bien erguidas.

C- ¡Son preciosas! -digo acariciando con el dorso de mi mano la piel de tu teta derecha por el costado.

Te muerdes el labio al notar ese contacto. A continuación, me ofreces un hielo y entiendo que lo primero es refrescar el recipiente, que en ese momento son tus pechos. Sosteniendo el cubito de hielo entre mis dedos empiezo a dibujar cada centímetro de tus tetas, hasta dejarlas fresquitas y totalmente mojadas. Esa sensación es totalmente placentera, porque tú estás muy caliente y el hielo en lugar de enfriar parece derretirse en tu piel. Luego me entretengo pasando el cubito por tus pezones, que se ponen duros como piedras al instante.

Acto seguido coges la botella de vino e inclinándola sobre tu cuello, viertes parte del contenido por encima de tu pecho haciendo que ese líquido caiga por la parte baja de tu cuello y se escurra como un río por tu canalillo y por cada una de tus tetas hasta alcanzar algunas rebeldes gotitas empapar también tus pezones.

R- Adelante, Carlos. -me invitas a degustar el vino sobre tu piel

No lo pienso. Mis labios se apoderan de tus pechos que están empapados en esa mezcla que ha dejado el hielo con el vino, haciendo que disfrute degustando cada centímetro de tu piel y lo hago con pasión, aplicando mi lengua mientras tu vuelves a verter otro pequeño chorrito que juguetón se adentra en el valle que forman tus pechos.

En ese momento vuelves a pensar en tu chico y en que tenía que ver qué manera de comerte las tetas tenía Carlos….

R- ¡Huy! -dices picarona, levantándote- te he manchado entero. -comentas refiriéndote al vino que se ha derramado en parte de mi camisa y en mis pantalones.

Mordiendo la punta de tu lengua, desabotonas mi camisa mientras yo sigo enfrascado en acariciar tus pechos que quedan colgantes al encontrarte semi agachada, incluso en alguna ocasión mi lengua lame alguna gotita que todavía queda en tus pezones. Sientes un intenso gustito que recorre tu espalda en un largo escalofrío.

Te pones en cuclillas para soltar mi pantalón y levantando mi culo arrastras la prenda junto a sus calzoncillos dejándome desnudo, con mi polla totalmente erecta.

R- Joder, Carlos, estas muy bien y no se puede negar que tienes una buena tranca.

En ese instante te pones a bailar de forma serpenteante frente a mí, desnudo y te encanta ver cómo me fijo en tus movimientos y en especial atiendo a tus tetas que oscilan de forma hipnotizante o en tus braguitas que casi transparentan tu sexo y por supuesto en las medias que envuelven tus piernas y que observo con atención, casi diría que, con devoción, desde tus pies hasta casi tus ingles. En ese momento recuerdas lo mucho que le gusta a tu chico que juegues con tus medias en su polla y en sus huevos y claro, conmigo también quieres jugar a eso, porque estas seguras de que me encantará.

Acto seguido subes tu zapato apoyándolo sobre mi muslo para que te ayude a despojarte de él y lo hago despacio, sosteniendo el tacón y deslizando el calzado hasta que desaparece completamente de tu pie. Mueves tus deditos que se mueven juguetones dentro de los refuerzos de tus medias y notas por mi sonrisa que eso también me atrae. Repetimos la operación con el otro tacón, agarrando tu tobillo con suma delicadeza para descalzarte completamente.

Tras sonreírme, te metes en el hueco que dejan mis piernas abiertas y giras levemente tus caderas para rozar con el nylon de tus medias la cara interna de mis muslos. Con eso consigues que cierre los ojos. Entonces te sientas en el sofá y con tus dedos descalzos, tan solo cubiertos por las medias, agarras mi polla tiesa y comienzas a pajearme, lentamente, ayudada únicamente por tus pies descalzos y sin dejar de sonreírme, haciendo que sienta la fina tela rodeando mi endurecido miembro y me notas gemir cuando aplicas cada vez más rapidez a esa paja con tus pies. Yo contraigo mi cuerpo al sentir cada caricia de tus pies, de cada uno de tus dedos, como cuando juego con mi frenillo y notas como sale la primera gotita adornando la punta.

De sobra se lo mucho que te gusta la polla de tu chico y que estas más que contenta con ella, pero esta es diferente, además de bonita, es prohibida… ¡desafiante!

R- ¡Me encanta tu fresita! –Me dices bajando tus pies para tomar en tus dedos ese glande sonrosado e hinchado.

Coges ese elixir que desprende mi polla con tus dedos y lo degusta llevándolo a tu lengua, ante mi mirada atónita que sigue sin creerse lo que le está sucediendo.

R- ¿Tienes nata? ¡Me encantan las fresas con nata! –me dices de repente y vuelves a acariciar ese glande con tus dedos.

C- Sí, en la nevera. –te indico.

Te levantas y camino hasta la cocina con tu paso firme, marcando el ruido de tus pies descalzos contra el suelo y justo allí apoyada sobre la nevera, meneas tus caderas y vas bajando tus braguitas manteniendo tus piernas rectas y flexionando tu cuerpo hasta que la pequeña prenda llega hasta tus tobillos.

Yo te observo con detenimiento cuando levantas un pie y después el otro, hasta conseguir desnudarte a cámara lenta. Luego estiras bien tus medias inclinando tu cuerpo, sin flexionar las piernas, ajustándolas bien en la parte alta de tus muslos, en una pose de lo más seductora. Entonces vuelves con tus andares felinos hacia donde estoy sentad, con tus braguitas en una mano y el bote de nata en la otra, que agitas al mismo tiempo que avanzas hacia mí, lo que provoca que tus tetas se muevan juguetonas.

Te pones en cuclillas sosteniéndote casi de puntillas, ofreciéndome tus piernas abiertas y tu sexo depilado sonrosado e inflamado del que asoma la cuerdita de las bolas chinas. Me sonríes desde tu posición y te muerdes el labio inferior, comportándote como esa niña mala que tanto me excita y por supuesto a ti también. Tras agitar un par de veces el bote, lanzas el primer chorrito de nata sobre ese capullo rosado y yo doy un pequeño respingo al notar el frío, pero enseguida entro en calor cuando abres tu boca y recoges la nata apretando tus labios al mismo tiempo que succionas esa polla dura.

A continuación, ya no te hace falta más nata, tan solo empiezas a mamar la dura verga que sabe, por cierto, deliciosa.

C- ¡Dios señorita R, qué gusto! -gimo.

R- ¡Tu fresita está riquísima! -respondes relamiendo tus labios que todavía tienen restos de nata.

Tras recoger con la punta de tu lengua los últimos resquicios de nata, tus labios bordean ese brillante glande, subiendo y bajando sin parar a lo largo de esa enorme tranca saboreándola… por fin tienes mi polla entera en tu boca, bien tiesa y no la de alguien que parece estar más a un videojuego que a otra cosa, tu sí que me estas divirtiendo y resarciendo de mi deuda pendiente para hoy y al mismo tiempo, casi sin darte cuenta, le estabas dando tu merecido…

Cuando separo un momento tu boca de mi polla, yo me quedé mirando tu cara que y te dije:

C- Oye realmente eres preciosa, eres un ángel ¿estás segura de querer hacer esto? ¿No te arrepentirás después?

R- ¿Bromeas? Estoy segurísima de lo que hago, así que, aquí me tienes, enterita para ti, para que hagas conmigo lo que quieras… ahora mismo este cuerpo te pertenece ¿quieres jugar con él?… es todo para ti, si lo quieres, claro…

Creo que tus palabras me animaron a continuar y naturalmente aprovecha mi gran oportunidad como lo hubiera hecho cualquier hombre en su situación…

Te incorporaste lentamente apoyando tu rodilla contra mis huevos y frotando suavemente en esa parte, empiezo un roce continúo de tus medias contra mi parte más sensible, arrancándome algún suspiro y poniéndome la piel de gallina.

Acaricio tus tetas dulcemente como si te las fuera a romper, y también paso mis dedos suavemente por tu espalda y tu ombligo, te estremeces con cada roce, jugando con mis dedos en la parte interna de tus muslos, dibujando el refuerzo de tus medias y acariciando las formas del encaje, acercando miss dedos, casi sin atreverme al comienzo de tu sexo. Su boca queda tan cerca de la mía que puedes notar mi calor y no tienes que repetírmelo con palabras, solo una mirada, una tierna mirada y una dulce sonrisa, dan paso a un apasionado beso.

En ese momento sientes algo de vergüenza, crees que pensaría que menuda zorra… pero no sabes por qué, has tenido una punzada de timidez, hasta que sientes cómo mi lengua se introduce en tu boca buscando jugar con tu propia lengua. ¡Que rico sabe un beso bien dado…!

Pellizco tus dos pezones y tú levantas la pierna y apoyas tu rodilla sobre mi muslo jugando nuevamente a ese roce de tus medias de cristal contra mi piel. Yo me agarro cada vez más a tus caderas admirándome una vez más.

C- ¡Chiquilla eres como un ángel!, ¡Quiero follarte! -digo nervioso acariciando tus labios vaginales con mis dedos haciéndome temblar de gusto.

Entonces me di cuenta de la cuerda que sale y tirando de ella voy descubriendo la primera bola plateada que sale empapada de tu sexo y a continuación la segunda hasta quedar colgando entre mis dedos. Me sonríes y yo también lo hago, además de morderme el labio inferior mostrándome tu calentura.

C- ¡Dios, eres una caja de sorpresas! –te digo.

El hecho de que te despoje de esas bolitas, te produce un gusto que te hace ronronear y acto seguido te sube a horcajadas sobre mi cuerpo desnudo. Nuestros sexos quedan pegados y tú empiezas a mover tu pelvis para que tus labios vaginales acaricien ese miembro duro.

R- Carlos, ¿De verdad quieres follarme? –me dices con tono susurrante.

C- ¡Claro que si mi niña i! -es casi un grito mi contestación.

En ese instante apoyas las rodillas en el sofá para levantar ligeramente tu culo y orientando mi polla y la llevas hasta tu coño, sentándote de golpe sobre ella. Ese duro miembro se mete hasta lo más profundo de tu útero, dándome un gusto increíble… llenándote entera, matándote de gusto, proporcionándote un placer fuera de lo normal. Sin duda que la señorita R estaba necesitada de polla y la mía ha venido a sustituir la que te faltaba. Comienzas a subir lentamente disfrutando del contacto de mi polla rozando las paredes de tu coño, para luego volver a dejarte caer sobre ella.

R- ¡Ah, qué placer! -dices gimiendo al sentirla bien adentro.

A continuación, tras un largo suspiro, empiezas a cabalgar sobre ella, mientras yo me divierto amasando tus tetas, tu culo, dibujando tus caderas y tu cintura.

C- ¡No me creo que te esté follando! -repito entrecortadamente.

R- ¡Ni yo que lo estés haciendo!

Aunque parece un sueño, estas aquí, desnuda, cabalgando sobre la dura polla de tu carbón, alguien necesitado de un buen polvo, tanto como lo estoy… necesitabas que alguien por fin se fijara en ti y te taladrase de una maldita vez mientras tu chico está tocando botoncitos.

Sé que mientras te clavabas mi polla hasta lo más hondo no dejas de pensar en tu chico, pero curiosamente no sientes arrepentimiento en ese momento, tan solo la necesidad de ser follada y por tu diablillo…

Mis manos acarician tus piernas, pasando mis dedos suavemente por tus medias brillantes, mientras tú me tienes atenazo con tus muslos e intentas apretar los músculos de tu vagina para sentir esa dureza con mayor intensidad, sin dejar de cabalgar más y más fuerte, sintiendo como te lleno con mi polla en tu interior.

Puede que en ese momento te estés comportando como una puta, una traidora, una novia infiel, pero te sienta tan bien, quieres follar el mayor tiempo posible sobre esa adorable polla que te llena tanto… quieres disfrutar este momento y no tener que ver el estúpido videojuego. En el fondo, aparte de sentir ese placer, lo hace a conciencia en gran parte, para darle un buen escarmiento y una buena lección para que nunca olvide a su novia cabreada mientras se llena de una polla nueva y bien dura.

La respiración y los jadeos de los dos son muy intensos y ambos estamos disfrutando de ese polvo prohibido e intenso… Te agarras a mi nuca y tus tetas quedan en mi boca que chupeteo y muerdo con todas mis ganas. Solo se oyen nuestros cuerpos desnudos chocar, nuestras respiraciones y nuestros agitados jadeos.

C- Me voy a correr –te aviso.

R- ¿Te gustaría hacerlo en mi culo? –me preguntar mientras aprietas tus muslos.

Yo te miro sin creerme la propuesta, pero solo te sonrío y asiento con la cabeza, reflejando en mis ojos el deseo y la felicidad. No me haces esperar, te incorporas para ponerte arrodillada a cuatro patas sobre el sofá y esperando a que, tu cabrón, por detrás te siga follando, pero esta vez por tu otro agujerito. No me cuesta meter la punta, que se encuentra bien lubricada y además me permites mejor posición, levantando tu culo, apoyando tus codos en el brazo del sofá facilitándome al máximo esa entrada. Relajas los músculos y esa polla entra en tu ano como un cuchillo caliente en la mantequilla. Nunca te has entrado tan fácilmente ahí atrás, pero es que los dos estamos excesivamente calientes. Su polla está totalmente insertada y notas los latidos de tu corazón acelerarse. A partir de ese momento, te agarro de tus caderas y empiezo a clavártela cada vez con más fuerza teniendo que sostenerte pues mis embestidas son brutales, haciendo que el sonido de nuestros cuerpos chocar sea como una explosión… es la música mágica y atrapante de una follada que parece que no tiene fin.

C- ¡Sí, sí… qué maravilla… que culito tan estrecho! –te digo entre bufidos.

De vez en cuando vuelves tu cabeza para atrás y observas como el cuerpo sudoroso de ese macho sigue haciendo esos movimientos de mi pelvis clavándose contra tu culo y es asombroso mi aguante.

R- ¡Pero qué manera de follarme el culo, cariño!

Tus dedos empiezan a jugar con tu clítoris sintiendo un gusto doble, por un lado, el que recibes en tu culito con esa maravillosa polla y por otro el de tus propios dedos en tu sexo.

R- ¡Si, si, si, que gusto…! ¡Me estoy corriendo…! -empiezas a gemir cuando te llega un orgasmo maravilloso

C- ¡Sí, preciosa, córrete, córrete que ahora voy yo!

R- ¡Sí, joder, dame más, Carlos, fóllame el culo! -sigues gimiendo entre temblores.

Eso me estimula para dejarla más dentro, tensando mis músculos mientras ese orgasmo te hace temblar, lo que provoca mi propio orgasmo a continuación corriéndome dentro de tu apretado culo.

Puedes notar como te invaden incesantes chorros de mi semen que te llenan por completo y cuando saco mi miembro de tu apretado culo, innumerables ríos de semen recorren tus muslos manchando tus medias con ese líquido blancuzco.

Permanecemos desnudos, abrazados y jadeantes en el sofá, recuperándonos de ese sexo salvaje y tan morboso.

Te levantas y caminas meneando tus caderas, con tus pies descalzos que manchan las medias en la planta de mis pies y así caminas desnuda hasta la ducha.

Regresas hacia el sofá en donde te espero admirando tu cuerpo, fijándome como solo un hombre sabe hacerlo, en tu sexo primero y en tus medias después, observando como tus pies descalzos retumban en la madera del entarimado.

Vuelves a ponerte a horcajadas sobre mí.

R- ¿Tienes sed? –me preguntas.

Cuando asiento con la cabeza y pellizco de nuevo tus pezones y tú le das otro trago al vaso de vino manteniendo el líquido fresquito en tu boca y a continuación me haces un gesto para que abra la boca dejando caer de entre tus labios un pequeño chorrito de vino que se deposita sobre mi lengua y a reglón seguido nos fundimos en otro tórrido beso.

No sé el tiempo que permanecemos ahí, con nuestros cuerpos desnudos, nuestros sexos pegados y nuestras bocas y lenguas unidas, pero entonces nos acordamos de que tu chico estaba prácticamente en la habitación de al lado, ya que nos separaba un tabique nada más y estaría cansado de jugar.

R- Carlos, debo irme… –me dices separándote de mí.

A continuación, comienzas a vestirte mientras te observo y le pega otro trago a la copa. Te encanta ver como observo tus movimientos, cómo te abrochas el sujetador, como abotonas tu camisa o como subes tu falda meneando tus caderas mientras nuestros ojos se miran de continuo. Estiras tus medias para tensarlas ante mi cara sonriente.

C- Preciosa, necesito verte otra vez. –te digo, mientras tú vas calzándote los tacones.

R- Claro… Carlos… sabiendo esto, a partir de ahora le regalaré algún videojuego –me contestas y ambos reímos.

Regresas a la puerta de tu piso, no sin antes lanzarme un besito, al chico que te mira deseándote y como te mereces, desde la puerta de tu casa.

Días después nos encontramos en el portal y me dijiste que tu chico te comentó que es día, al vecino de al lado había tenido la visita de alguna zorrita, porque no veas que gritos, sonreí y dándote un pequeño azote te dije: -Cierto es, menuda zorra, ojalá vuelva pronto.

Espero que os guste este relato y que dejéis alguna valoración o un comentario, son gratis.

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