Me llamo Alberto, tengo 37 años, de cuerpo medio (Ni gordo, ni flaco).
Piel trigueña y desde hace 4 años me divorcie; desde hace 2 años, vuelto a juntar.
Eran las 7 de la mañana. Me encontraba nervioso por la cita con mi ex mujer. Los mensajes; no se porque, ni como, habían subido de tono, al grado de querer pasar un momento en privado. Solos ella y yo.
Luego del divorcio, nuestra relación era solo para tratar el tema de los hijos. Niño y niña de 8 y 6 años; además de pelear por los gastos y cuestiones de dinero.
Había salido del baño, aun envuelto en toalla pensando si esto sería una trampa o, si empezaría con sus mojigaterías. Aun cabía la posibilidad de que se lo dijera a Julieta. Mi actual pareja. No se conocen, pero, ella sabe donde encontrarme y eso solo por mi familia.
No quise arreglarme mas de la cuenta, solo me vestí con un pantalón de mezclilla azul cielo, una camisa blanca y una chamarra de cuero negra.
Ese pensar me seguía al tiempo de perfumarme. Sera una trampa o, se echara para atrás?
La moneda seguía en el aire.
Mi único consuelo era que yo si sabia con quien andaba de novia. No tenia nada serio con el tipo, solo noviazgo.
Al salir de casa, seguía pensando en los últimos mensajes, donde yo le decía a Roxana (mi ex) que le daría un rico masaje y que deseaba que la pasaramos bien, sin ningún tipo de pleito.
Al llegar al lugar indicado. Ahí estaba.
Se veía muy bien, con esa falda negra que le llegaba un poco mas arriba de las rodillas, una blusa del mismo color, con escote, luciendo unos pechos un poco grandes y redondos, su cabello suelto hasta los hombros.
Su piel blanca parecía tener mas brillo de lo normal.
Sus labios carnosos, se veían muy agraciados al momento de ponerlos en su taza de café.
Al darse cuenta de ser observada, con una sonrisa me indico acercarme.
Te ves hermosa. Acaso te hiciste algo, o, solo es por nuestro encuentro? Atine a decir.
La charla y las tazas de café fluían con cierta rareza; no parecíamos, ni casados, ni divorciados.
Ella reía de cada ocurrencia mía, recordando algún anécdota juntos.
A donde me vas a llevar? Pregunto frunciendo el ceño.
Me gustaría llevarte a un lugar privado, lleno de recuerdos, pero no quiero que te sientas incomoda. Le dije.
Rox.: Bueno. Yo te prometí que este día haríamos muchas cosas, así que, puedes llevarme al lugar de nuestra primera vez. No?
Con esto, era mas que obvio que deseaba ir al hotel donde se entrego a mi, antes de casarnos.
Al entrar a la habitación. Yo me quede contemplando el lugar desde la puerta, en lo que ella pasaba al sanitario.
Saliendo, se dirigió a la cama, mirándome fijamente, con una sonrisa muy coqueta.
Me tendió la mano, pero la jale al tocador donde la subí.
Contemple su cara y pronto nos fundimos en un beso apasionado, lleno de ganas y deseo.
Acarice con ansias sus piernas, su espalda, rosando tímidamente sus pechos.
Me incline para quitarle una tanga blanca y prontamente me prendí de su vulva.
Sus piernas rodeaban mi cabeza, como queriendo ahorcarme.
Mi boca estaba poseída con el sabor de sus jugos íntimos.
Ella gemía, mientras se quitaba la blusa y el brasier.
Como si fuese mi novia, la cargue a la cama, colocándola suavemente y volviéndola a besar.
Giramos en la cama, quedando sobre mi y así se penetro así misma, cabalgando con muchas ganas.
Yo me senté para seguir con los besos y desde luego besar sus pechos.
Estábamos tan concentrados en el placer que, la puse en cuatro, le di un beso negro, metiendo un dedo y así hacerle un rico sexo anal.
Rox.: Así se lo haces a la otra?
No le conteste. Solamente me dedique a acariciarle los senos, atrapando con mis dedos sus pezones rosas, al tiempo que besaba su espalda y su nuca.
Su piel se sentía muy suave, su perfume embriagaba mi nariz.
Sin dejar de penetrar su esfinter, cambiamos de posición, colocando sus piernas bien formadas en mis hombros y bombeando con fuerza.
No soporte mas tanta lujuria, que termine por llenar sus entrañas con mi leche.
Rox.: Que orgasmo tan fuerte tuviste mi vida! Ahora te enseñare algo que he aprendido.
Me limpie el pene y ella se prendió de mi falo, de un modo único.
Cosa que cuando estábamos casados no lo hacia muy bien que digamos.
Sin quedarme atrás nos colocamos en un 69 muy mojado; lamiendo, sorbiendo cada gota de nuestro líquido.
Su lengua recorría mis huevos, pero llegó a mi ano, dando un beso tan negro, que ahora ella me hacia gemir y crean que no estoy exagerando.
Mi lengua se posaba en su clitoris y en su ano, sin importar que me bebiera mi propia leche.
Nos acomodamos en la posición del misionero; solo que, giramos en la cama.
Besos, caricias y sudor invadían nuestros cuerpos, que tanto gozaban mutuamente.
Un segundo orgasmo nos tomo con violencia.
Así terminaríamos de un modo casi épico.
Ella se levanto para sacar una botella de agua de su bolso.
Cuando la contemple desnuda y de espalda hacia mi, me levante, la tome de la cintura y la volví a colocar en el tocador, volviendo a besar su boca y a penetrarla.
Así, penetrada, la cargue, llevándola al baño, dándonos una ducha muy caliente.
Roxana volvió a darme una rica mamada.
La recargue en la pared, bombeando con menos fuerza para no golpearla contra el azulejo.
Otra vez me vine, pero esta vez en su vagina. Ella me apretaba con la misma en forma de agradecimiento.
Volvió a darme otra mamada y así logro, casi sorprender con un cuarto orgasmo.
Terminamos de ducharnos, nos acostamos un momento y salimos a comer.
En la comida, Roxana me pidio que no repetieramos lo antes sucedido.
Me moleste de gran manera, pero no dije nada y con tal de que no dijera nada a nadie. Acepte.
Nos despedimos con un ultimo beso.
Era obvio que llegue exhausto a casa. Julieta medio de cenar; pero, antes de ir a acostarnos, llego un mensaje de Roxana que decía.
"Se que te pedí no repetir lo de hoy.
Te parece si la próxima semana me cumples el masaje que prometiste?"
Bueno. No me podía negar.
Vladimir escritor.