Llevaban tiempo de platicar por las redes sociales. Por azares del destino todo comenzó con un saludo.
Tanto él como ella esperaban el mensaje del otro. Platicaban de todo, la confianza era mucha, al grado que hablaban de temas privados.
Fantaseaban en como sería el día en el cual se conocieran. Ya se conocían por foto y eso daba un poco más de confianza a su amistad.
Tenían en común muchas cosas a tal grado que aún ambos tenían pareja.
Angela. 28 años. Delgada, piel morena, 1.65 de estatura, pechos medianos, labios gruesos y carnosos.
Alberto. 38 años, un poco llenito sin llegar a ser gordo, 1.70 de estatura, piel güera.
Ni la diferencia de edades, ni la distancia impedirian esa emoción por encontrase; ya que, Angela vivía un poco retirado.
El día de su encuentro llego.
Finalmente uno frente al otro.
Gracias a las fotos compartidas entre si no fue difícil reconocerce.
Sus miradas quedaron clavadas entre si.
Alberto tomo la palabra.
– Hola Angela. Te ves divina.
– Muchas gracias. Tu también te ves muy bien.
Ese día parecía estar a su favor, pues; aunque estaba soleado, no hacía calor, el plan de ellos era comer algo y tomar un helado.
Risa tras risa, anécdota tras anécdota. Alberto y Angela la estaban pasando de maravilla, hasta que hubo una pregunta que debió haber sido hecha anteriormente.
– ¿Y bien, te decepcionaste de verme?
Decía la chica con un tono algo tímido
– Por supuesto que no. Es más. Hasta me encantaría rosar tus labios con los míos. Digo. Sin ofender.
– ¿Te gustan mis labios?
– Me gustas tu por eso, no pienses que me decepcionas.
– Bueno. Tampoco me quedo atrás.
– No te creo.
– Es en serio Beto. Bueno. ¿Cómo se que dices la verdad?
– No se. Tendrás que creerme.
– Así no se vale.
– Esta bien. Se de un modo con el que me vas a creer.
– ¿Así, cuál?
– Este.
En eso Alberto se acerca lentamente a Angela, tomandola tiernamente de la mejilla y se atreve a darle un beso en los labios.
– ¿Ahora me crees?
– Si. Pero ¿Por qué lo hiciste?
– Perdona. No creí que lo tomaras a mal.
– No es eso. ¿Podemos ir a otro lado?
Angela y Alberto salieron de aquel lugar, la chica iba pensativa, callada y él iba arrepentido por haber sido tan atrevido. Angela se recargo en un árbol, mirando fijamente a su amigo.
– Por favor disculpame, fue algo sin pensarlo.
– Lo sé. ¿Y si te dijera que me gustó, pero que era algo que todavía no esperaba? Al menos no tan pronto.
En completo silencio la chica abrazo al aturdido hombre que no sabía que contestar diciendo:
– ¿Le has sido infiel a tu pareja? Yo no, pero tengo curiosidad y no me desagradaria que fuera contigo.
Alberto. La tomo de la cintura, ambos se quedaron viendo fijamente y una vez más sus labios chocaron entre si.
Los besos pasaron de tiernos a llenos de pasión, ya las manos de cada uno recorria la espalda del otro.
Pronto se darían cuenta que necesitarían un lugar más privado.
– ¿Sabes? Una vez fui infiel, fue hace mucho.
Decía Alberto al entrar en la habitación de aquel hotel.
Angela se sentó en aquella cama, despojandose de su calzado, mirando Alberto; este entendió el mensaje, e hincado frente a ella prosiguieron lo que había quedado inconcluso.
En vez de acariciarse el uno al otro, forcejeaban para quitar las prendas del otro.
Alberto pudo quitar unos pantalones negros, en tallados de Angela; observando, una prenda intima de encaje negro. Angela ya tenía sin playera al amigo.
Pronto Alberto acostó a la chica para besarle desde los pies, recorriendo sus piernas Y llegar a su intimidad.
– Beto. ¿Qué vas a hacer?
– Llevarte al cielo.
– Espera. Nunca me han hecho eso.
– Relajate y verás lo bien que se siente.
Con suma suavidad Alberto besaba y paseaba su lengua en la cavidad de la chica.
Ella casi aullaba del placer que sentía, sus manos aferradas a la cama para soportar ese placer hasta ese entonces desconocido.
Luego de saciarse con los líquidos de la chica, Beto subió besando cada parte hasta llegar a sus pechos donde se detuvo un momento.
– Ya hazme tuya, ¿Que no ves que estoy ardiendo?
– ¿Estas lista?
– ¿Para qué?
De una sola estocada, Angela era penetrada con vigor, tanto que no pudo contener sus gemidos, los cuales llenaban la habitación.
Ahora Alberto acomodada a su acompañante en posición de perrito; así podría besarle la espalda, aferrarse a sus pechos y darle una que otra suave nalgada.
Con delicadeza la coloca boca arriba, poniendo sus piernas en los hombros para volver a arremeter con vigor.
Volviendo a la posición de misionero Angela besaba y entremordia el pecho de Alberto, el cual la besaba del mismo modo.
– No pares papi, no pares…
Decía la chica al tiempo que terminaba.
Aún en el orgasmo coincidieron, descargando en cada uno esa corriente de fuerza en sus cuerpos.
Tumbados en la cama, la chica acariciaba el pecho de su amigo, al cual le dijo.
– Veo que aún tienes ganas, deja te las quito.
Volviendo a besar al hombre, Angela se acomodó encima para clavarse aquel miembro erecto.
Sus cabalgatas eran cada vez más placenteras para Alberto.
– Hay amor, que bien montas. Uuff.
Sentándose; él chupada, besaba y entremordia los pechos de su amante.
Empujandolo suavemente, la mujer le toma de los hombros para poder mover las caderas a su placer.
Alberto con los ojos en blanco, le aplaudía aquello que hacía que casi gimiera.
Los besos, las caricias y aquel placer en la intimidad, eran los factores perfectos para perder un momento la cordura.
Con total sincronía la explosión orgásmica no se hizo esperar.
Tumbados en la cama, exhaustos y aún entre besos, aquellos amantes disfrutaban de su compañía.
Volviendo a la realidad Angela y Alberto se despidieron muy tiernamente, agradeciendo aquel momento, que para ellos fue más que excelente.
Mientras, volverían a sus pláticas por chat, pensando en algún reencuentro, pero eso el tiempo lo dirá.
Vladimir escritor.