Hola, queridos lectores. La siguiente anécdota la he alterado un poco, ya que conocí a los involucrados en una etapa de su vida un poco complicada; sin embargo, en ese entonces ellos y yo la pasamos estupendo y, para concentrarse en lo bueno y dejar de lado lo problemático, no daré muchos más detalles que los que se leen enseguida.
En esos días, ya de lleno en el travestismo, conocí a un galán de redes sociales con quien me gustaba tener sexting. Yo lo calentaba relatándole mis fantasías, así como mis aventuras, y él me decía cosas calientes sobre cómo sería si nos viéramos para coger:
-¿Te gusta chupar pitos, corazón?
-¡Me encanta!, es lo que más me gusta. Cuando estoy con un hombre lo primero que hago es mamarle su pito… En mi despertar sexual, en la prepa, cuando hacíamos fiestas en las que no faltaba el alcohol, ya borracha le pedía a algún chico que me enseñara su verga y solita se la empezaba a mamar. Algunos chicos ya sólo me lo pedían directamente desde el comienzo y yo no me negaba. En una sola noche de parranda pude mamar hasta 7 vergas distintas.
Un día tuve que meterme a un café internet para hacer un trámite urgente; pagué la hora y el trámite lo terminé en breves 15 minutos, por lo que decidí abrir una sesión de mis redes sociales. Encontré a este amigo, nos saludamos, nos comenzamos a decir cosas lindas, sucias y muy calientes; le recordé lo mucho que me gusta chupar pitos, cómo me gusta que me bajen la cabeza para que se las chupe, cómo se la he chupado a muchos hombres, algunos de ellos nada guapos y nada agradables, pero que, sabiendo de mi debilidad por el sexo oral, me habían convencido de mamárselas sin ningún problema.
Estábamos metidos en esa conversación ardiente cuando recibí una llamada, relacionada al trámite que había ido a hacer, en la que se me pedía ir a otro lugar con urgencia. Cerré algunas ventanas, pagué mi cuenta y salí de ahí rápido y sin darme cuenta que había dejado mi sesión abierta.
Al llegar a casa y abrir mi sesión, me encontré con un inbox de una cuenta desconocida. El mensaje decía “Hola, dejaste tu sesión abierta en el café X. Yo la cerré por ti, vi un poco de tu perfil, pero no hice nada más indebido. Disculpa por haber visto tu perfil sin permiso”. Me sentí muy avergonzada y respondí el inbox agradeciéndole a la persona el gesto de avisarme de mi torpeza y de no haber hecho un mal uso de mi cuenta. Un rato después, tuve respuesta a mi agradecimiento por parte del propietario de esa cuenta: un estudiante como del primer o segundo año de la universidad, ni feo ni guapo, un chavo normal. Respondí cordial a todo lo que decía y así mantuvimos una conversación tranquila y amena; me contó que iba a una universidad de paga muy prestigiosa y jugaba básquet en el equipo de su escuela; que le gustaba todo tipo de música y que le gustaba bailar, pero que casi no salía por sus compromisos escolares.
Yo le conté de mi trabajo, de la música que me gusta, las películas que suelo ver y de qué cosas hacía cuando tenía su edad.
Llevábamos cerca de 40 minutos charlando cuando se animó a preguntarme si era travesti:
-Sí lo soy…
-Es que te ves muy guapa, sí pareces chica natural en tus fotos.
-Jajaja, gracias. Me halaga que lo digas.
-Vi tu conversación con Y… ¿es cierto todo eso que le dices?
-Algunas cosas sí, otras no, ¿por qué?
-Te voy a decir la verdad: es que vi lo que le decías sobre que te gustaba el sexo oral y mientras lo leía me excité mucho. Quisiera que tú me hicieras sexo oral alguna vez, ¿te animas?
-Jajaja, pero corazón, estás muy chiquito, además, no es lo mismo ver a una tv en fotos que en persona, a lo mejor ya no te gusto cuando me veas.
El chico en lugar de responder con palabras me respondió con una foto de su pene erecto, se veía rico, nada fuera de lo común, pero no estaba mal. Luego de eso me dijo: “¿todavía te parezco chiquito?”
-Jaja, no lo decía por tu tamaño…
-Ándale, si le dijiste a tu galán que se la chupabas a cualquiera. O dime, ¿no te gusta cómo se me ve? ¿Nunca has chupado una de mi edad?
Ese comentario me pareció excitante, ya que el chico tenía razón, nunca había chupado una verga así de joven desde que me dedico al travestismo. Pero aun así le seguí diciendo que no, con la intención de ver qué iba contestando.
-Es que estás muy chiquito, corazón; capaz que te pega tu mamá por andar con señoras como yo…
-No se va a enterar, en mi casa no hay nadie hasta la noche, nada más estamos mi hermano y yo y cada quien tiene su cuarto, así que no nos interrumpiría.
-O.K., pero luego, ¿qué tal si por tu edad acabas rápido?, va a ser una visita muy corta.
-A mí se me para muy rápido otra vez, lo sé porque me masturbo varias veces en poco tiempo.
-Pero, en lo que se te vuelve a parar, ¿qué hago yo?, necesito algo o alguien para entretenerme…
-Si quieres invito a un par de amigos.
Con ese tipo de mensajes acepté la invitación del chico, siempre y cuando invitara a otros dos amigos suyos a su casa, de manera que me chuparía tres vergas universitarias esa tarde. El acuerdo era sólo sexo oral, nada de coger.
Nos quedamos de ver a una cuadra del ciber donde dejé mi sesión abierta. Para mi sorpresa, el chico llegó con sus amigos conduciendo la camioneta de papá, así que entendí que se trataba de un junior, un chico con buenas posibilidades económicas. En el camino él y sus amigos, otro par de jóvenes de aspecto atlético, compañeros del primero en el equipo de básquet, me iban haciendo la plática acerca de cómo era ser travesti, si me vestía en público, si mis papás lo sabían y cómo habrían tomado la noticia de habérsela dado, etc.
Al llegar a la casa, una casa lujosa de dos niveles y amplio patio, pedí que me mostraran el baño para cambiarme a mi atuendo de nena (un top gris que cubría un sostén con relleno y unos leggins negros que difícilmente escondían mi tanga, peluca castaña ondulada, muy larga y maquillaje). Al salir del baño, el anfitrión me condujo a su cuarto. Sus amigos iban detrás de mí, diciéndome que se me veía muy bien mi trasero, cumplido que agradecí con un movimiento más exagerado de mis caderas.
Rumbo al cuarto del chico, se nos apareció otro muchacho:
-¿Qué onda? (le preguntó mi anfitrión al que, adiviné, era su hermano, un chico que se había quedado boquiabierto al verme).
-Me asomé por el ruidero que hacen.
Volteándose a nosotros, el anfitrión les dijo a sus amigos que me enseñaran dónde estaba su cuarto, que nos alcanzaba en un momento, y se quedó en el pasillo con su hermano platicando.
Llegamos al cuarto; uno de los chicos se acercó a mí de frente y me dijo: “te ves muy guapa, más guapa que varias mujeres que conozco”, me tomó de la mano y se acercó a besarme la mejilla. Le di las gracias por el cumplido y le respondí con un beso en la mejilla también, mientras sentía cómo el otro chico se acercaba por detrás, acariciaba mi cintura y me decía: “se te ven ricas las nalgas”. “¿Te gustan, chico?, ven siéntelas”, tomé su mano y lo jalé hacia mí para que me abrazara por la espalda y me arrimara su pene. Comenzaron a frotarse frenéticamente, el de atrás contra mis nalgas y el de adelante contra mi muslo mientras me besaba el cuello. Yo gemía suavecito entre esos dos chamacos deseosos de mi cuerpo cuando llegó nuestro anfitrión: “¿Ya empezaron sin mí?” Yo lo volteé a ver y le hice una seña de que se acercara; ya cerca nos besamos en la boca mientras los otros dos me manoseaban mis nalgas y, para mi sorpresa, mi pene erecto de la excitación de ser el juguete sexual de esos muchachos.
Seguía besando al chico cuando comencé con mis manos a buscar los penes de los otros; los acaricié por encima de la ropa brevemente, pero ellos decidieron pronto quitarse los pantalones. Con las vergas descubiertas, empecé a jalarlas mientras mi anfitrión me besaba el cuello, me abrazaba y me sobaba frenéticamente mis nalgas por encima de los leggins. Los otros chicos, con las manos en la cintura y las vergas paradas, se dejaban masturbar por mí y me decían que lo sabía hacer muy rico. Así estuvimos algunos minutos hasta que el anfitrión me dijo “ahora sí, a lo que vienes, puta” y se sacó la verga, pidiendo ser el primero al que se la chupara. “A ver, corazón, trae aquí tu verga, mi vida”, le decía mientras me agachaba a mamar. “Uy, que rica verga, así sin muchos vellos, me gusta cómo sabe, mi vida”. Se la chupaba con mucho deseo y sin dejar de jalar las otras dos, que estaban esperando mi boca, mientras los chicos me decían “eres toda una experta, se ve que sí te gusta mucho la verga”, “sí, corazón, me encanta, y las suyas están más ricas porque son vírgenes, ¿verdad?”, “sí, nadie nos la ha mamado antes”.
Estaba tan excitada que no noté la puerta abrirse; de pronto, me sobresaltó que me empezaran a acariciar las nalgas, me detuve brevemente y vi al hermano, agachado detrás de mí, acariciándome las nalgas con mirada lujuriosa. “¡Qué rico que te nos uniste! Desde que te vi en el pasillo te me antojaste” Le dije ya muy caliente de verlo transformarse de un ángel en un demonio lujurioso. Le pedí que se bajara el pantalón y al ver su verga enloquecí y se la chupé frenética. En poco tiempo se puso dura y lubricada, entonces le dije “Quiero que tú me la metas”, me bajé los leggins y la tanga y, en cuclillas, le puse las nalgas al chico que también estaba agachado a mi altura; lo ayudé a metérmela ante las miradas morbosas de los otros muchachos y seguí mamando vergas mientras el hermano de mi anfitrión se abría paso entre mis nalgas. Así estuvimos unos 5 minutos hasta que el chico, en medio de su excitación, empezó a empujarme la verga con más ganas y más fuerzas; dejé de mamarle el pito a los otros, me puse en 4 y me dejé coger por este joven amante. Los otros chicos sólo miraban morbosamente mientras yo le decía “así, corazón, ¿te gusta el culo? Es tuyo, papacito, me enloquece tu verga virgen, papá”. Y el chico se vino, gimiendo fuerte, resoplando, entre las risas de los otros que, mientras nos veían coger, se estaban masturbando y estaban listos para expulsarme su leche en la cara.
Antes de pasar a cambiarme para salir de la casa, aún en atuendo de mujer me despedí de ellos, especialmente del hermano, a quien le di un ardiente beso con el que me lo llevé al baño, para volver a sentir su joven verga en mi culo una vez más.