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Antes del café (Capítulo 11): Fuera de la zona de confort
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Intervención de la narradora:

Así es. Justo como lo imaginaron. Lo que sucedió fue que Erick adquirió uno de los departamentos que quedaban de aquel edificio y por los benditos azares del destino, Azucena y Braulio vivirían demasiado cerca. ¿Qué tan cerca? Braulio se encontraba en el primer nivel, departamento 4, casi frente a Ingrid, departamento 2. Erick adquirió el 6, ubicado en el segundo piso.

¿En realidad se trató de una coincidencia? Pues, si nos ponemos en el lugar de Erick, quien se vio entre la espada y la pared, es decir, entre el inquebrantable compromiso de matrimonio con Azucena y la fuerte seducción de Ingrid, siendo esta última quien no solo lo hizo despedirse de su soltería, sino que también lo persuadió de vivir cerca de ella para tener encuentros recurrentes… Podemos pensar que sí fue mera casualidad, pero con base en nuestro sexto sentido, sabríamos que pensó con la cabeza que tiene en su miembro y no con su cerebro.

En esta obra maestra, la planificadora, inversionista, ejecutiva bancaria y negociante fue Ingrid. Así, ella no solo tendría a sus machos al alcance de sus manos, sino que también podría convivir gran parte del día con su mejor amiga. Un ejemplo más de cómo las mujeres, como siempre, somos más inteligentes y sacamos provecho de los hombres, teniéndolos a nuestros pies, en mi opinión.

A manera de resumen, los siguientes dos meses fueron consistentes. Entre semana, Azucena e Ingrid eran inseparables desde su salida del edificio hasta que regresaban y Erick retornaba del trabajo. Los cónyuges marchaban sin problemas, aunque solo estaban juntos en las noches y los fines de semana. Braulio estaba saturado de actividades, como de costumbre, pudiendo descansar solo los fines de semana.

Lo interesante sucedía en el departamento 2 los fines de semana. Ingrid recibía a Braulio cada sábado, a menos de que él decidiera que fuera los domingos. Sin embargo, Ingrid a veces le cancelaba a Braulio por causa de Erick, quien también recurría a ella, aunque con menos frecuencia. A pesar de tener muchísima confianza entre esposos, Erick temía confesarle a Azucena que seguía acostándose con Ingrid y ella no se lo comentaba a su mejor amiga porque Erick le pidió que se mantuviera en secreto por un tiempo. Por su parte, Braulio cogía con Lizbeth cuando no se podía con Ingrid y en los ratos en que su hermana se encontraba sola, iba a su departamento para entablar una clásica charla de hermanos, sin sexo.

Así era como subsistía un conjunto de fetiches sexuales. Por un lado, Erick presentaba mayor excitación al ocultarle estúpidamente a Azucena lo que había entre él e Ingrid. Y, por otra parte, existía represión del instinto sexual, dado que Azucena y Braulio se abstenían de hacerlo entre ellos, aunque por dentro les urgía.

Ingrid era la única consciente de todo y a la que más le importaba el bien en común, por lo que, llegando al punto de hartazgo, se negó a follar con Erick y Braulio a modo de castigo desde principios de noviembre.

No obstante, la ridiculez masculina fue evidente. Erick y Braulio fueron insistentes y obvios. En diferentes momentos, cada uno llamaba a la puerta de Ingrid y ella, después de caer en la trampa varias veces, se vio en la necesidad de ignorarlos. Los vecinos de los demás departamentos eran espectadores de esto y era de esperarse que también algunos hombres de la vecindad quisieran tocar a la puerta de Ingrid y "ponerse a sus órdenes". Erick y Braulio llegaron a coincidir en la entrada del departamento de Ingrid, pero su conversación no pasaba de un simple saludo.

Los muchachos habían caído en la rutina y también en la desesperación. A mediados de noviembre, Erick se cansó de insistirle a Ingrid y permanecía en su departamento todo el fin de semana, sin ganas de tener sexo con Azucena, pues eso no le llenaba el ego. Por ese motivo, Braulio se veía impedido de conversar con Azucena y a su vez, Lizbeth comenzaba a experimentar con otra pareja sexual, lo cual a Braulio le cayó como dolor de cabeza.

La diversión sexual tanto para chicos como para chicas estaba en pausa. Ingrid prefería abstenerse que tener sexo con unos idiotas, según ella los llegó a considerar, parecía que ya se había aburrido de ellos. Azucena tenía aspiraciones elevadas, pero no tenía a alguien definido con quien llevarlas a cabo y optaba por masturbarse. Erick y Braulio simplemente eran y se comportaban como hombres, hablaban con otras chicas en redes sociales y trataban de lucirse, pero no lograban concretar una cita con nadie.

¿Quién tuvo que acabar con la problemática? Una vez más, Ingrid. El cansancio la colmó, las ganas lujuriosas la carcomían sin poder ocultarlo ni controlarlo y el aburrimiento también la llevaba a cometer masturbación y tonterías como hablar con chicos desconocidos en sus redes sociales.

Finalmente, Ingrid planeó una salida para sus problemas y los de su gran amiga. A falta de un mes para las vacaciones en Europa que habían planeado las muchachas, no pudieron evitar una salida de putería el último sábado de noviembre. El lugar indicado fue la playa.

Desde temprano, Ingrid invitó a su amiga a beber café con tequila para animarla a las aventuras que habrían de vivir. Luego de ello fueron a un salón de belleza y alrededor de las 6 de la tarde se dirigieron a la playa. Mientras tanto, Erick y Braulio no sabían cómo matar el tiempo, pero la soledad les jugaría una travesura y todos bien sabemos que el ocio es el padre de todos los vicios.

Versión de Azucena:

Con mi cuerpo vestido en un tankini magenta de cintura alta apretado luciendo mi trasero y mi mejor amiga en su bikini tipo bandeau blanco muy sexy dejando ver la silueta de sus enormes tetas, nos encontrábamos paseando por la hermosa costa de Puerto Vallarta.

En el recorrido mirábamos y coqueteábamos a hombres que realmente eran guapos, pero eso sí, demasiado mamones. No faltó quien nos viera con cara de interesadas, pero en fin, nuestra intención era divertirnos.

Las dos sabíamos exactamente lo que queríamos y fue por eso que después de fruncir algunos penes con nuestra simple presencia, arrastramos a varios ingenuos directo a un bar, siendo las 9 de la noche. Tampoco faltó quien nos preguntara a cuánto la hora y eran los primeros a los que mandábamos a la chingada.

Lamentablemente, nuestra actitud cabrona alejó a los hombres, a pesar de que luego tratamos de atraerlos nuevamente. Transcurrió hora y media, Ingrid seguía animada pero yo quería volver a mi departamento con Erick. Fue entonces cuando Ingrid reconoció a un compañero de trabajo nuestro sentado frente a la barra con otro muchacho y me pidió que la acompañara a saludarlo para después retirarnos.

Ingrid se acercó a Héctor, nuestro colega de la empresa, lo saludó y entonces reconocí al joven con el que estaba, ex compañero mío de la facultad, llamado Iván. Luego de los saludos comenzaron las platicas de nuestras vidas desde la última vez que nos vimos, es decir, en la graduación. Teníamos toda la atención y el interés de Héctor e Ingrid y cada uno de los cuatro pedíamos unos caballitos de tequila.

A grandes rasgos, Iván y yo explicamos que no fuimos amigos en la universidad, pero nos ubicábamos el uno al otro, nos encontrábamos en los ratos libres en el campus y en algunas fiestas. Ambos éramos populares, yo por ser una facilota y él por ser atlético, pero la razón por la que nunca le hablé era porque tenía novia y prácticamente todo el tiempo estaban juntos.

-Me casé con ella hace tres años pero nos divorciamos hace tres meses -discurría Iván-. Todo iba bien hasta que empezó a ser una posesiva de lo peor. Me harté, le pedí el divorcio, ella me suplicó que no nos separásemos pero nunca cambió y mejor me di al libertinaje. Creo que haberme casado tan joven fue un grave error, pero a la vez no elegí correctamente a mi pareja.

Sus palabras eran una verdadera enseñanza, pero yo ya comenzaba a tener alcohol en la cabeza y mi lengua no se pudo controlar.

-Al principio mi marido me prometió una relación matrimonial abierta y ¿ahora dónde está eso? Él sale y no me dice a dónde ni con quién, yo quisiera saberlo, no lo tomo como infidelidad pero tal vez siente vergüenza o es su inconsciente anegado de moralidad.

Dejé de tomar y seguía consciente, aunque de los cuatro yo era la que estaba más emborrachada. En ese estado de felicidad hice una propuesta insinuante.

-Ya que estamos en confianza, deberíamos de jugar a la botella como en las fiestas de la universidad, pero hay que ir a un hotel para tener más privacidad.

A todos les pareció una excelente idea, pues nadie andaba perdido. Antes de llegar al hotel donde habríamos de pasar la noche, le pedí a Ingrid que le llamara a Erick para que no se preocupara por mí.

El juego de la botella comenzó con confesiones leves como la primera vez, las fantasías sexuales, los momentos más bochornosos durante el sexo y fue elevándose con retos de bailes eróticos, besos, chupetones y en el caso de los caballeros el despojo de sus prendas hasta dejarlos con el pecho descubierto y en calzones. Para mala suerte mía, Ingrid se veía más atraída por Iván que por Héctor y yo también.

La botella giró y era turno de que Ingrid me impusiera un reto. La desgraciada me desafió a sentarme en las piernas de Héctor hasta sentir que se le parara por debajo de su bóxer. Después, mi deseo era que la botella me concediera la venganza y así fue como sucedió. Inspirada en los retos de la universidad, le ordené a Ingrid que se tomara cinco minutos con Héctor en el cuarto del cachondeo, es decir, en el baño.

Mientras ellos cumplían el reto, tomé de la mano a Iván y lo llevé al sofá para restregar mi culo en su entrepierna, En cuestión de segundos sentí su pene erecto y vigilando que Ingrid y Héctor aún no salieran del baño, me dejé a media pierna la braga, me enterré su pito en mi coño y comencé a moverme sensualmente.

Intentaba no gemir fuerte para que Ingrid y Héctor no nos escucharan, pero de repente los gemidos se escucharon de su lado, así que le dimos rienda suelta al sexo. Me aventaba unos clavados duros como si los muslos de Iván fueran una piscina y él colaboraba sujetando mis pompas para azotarme más fuerte.

Después de unos minutos, Héctor salió del baño con Ingrid por delante de espaldas, con la pija bien ensartada en su concha y jalándola del cabello hasta tirarla en la cama.

Sin duda, esa maniobra me llamó mucho la atención y le pedí a Iván que hiciera lo mismo conmigo hasta llevarme a la cama junto con ellos.

Apenas había dado la medianoche y los cuatro ya estábamos cogiendo rica y salvajemente en la cama. Los muchachos nos tenían a mí y a Ingrid a su merced, en cuatro y bien empinadas, con la disposición de ser penetradas por ambas vergas.

Versión de Braulio:

Las ganas de follar me gobernaban en pleno mediodía de sábado. La inquietud por masturbarme crecía, mi mano se dirigía hacia mi pelvis bajo mi bata de baño y emprendí la charla conmigo mismo.

-Los fines de semana son aburridos desde que Ingrid se volvió mamona y negada a tener sexo conmigo, al igual que Lizbeth, con su cántico "no se cele, profesor, usted es mi definitivo", pero ahí anda cogiendo con otro y a mí me descuida. Sigo teniendo la misma vergota y la misma forma de coger que tanto les encanta, pero no lo valoran. Buscan gusanos cuando tienen una anaconda al servicio de sus caprichos.

Mi enfado era obvio y mis ganas aún más. Ni siquiera podía entablar una plática con Azucena porque Ingrid se la había llevado de paseo. Llevaba diez minutos masturbándome mientras veía una película porno en el televisor y entonces alguien tocó a mi puerta. Me amarré la bata, salí a ver quién era y frente a mí estaba mi cuñado.

-No quería interrumpirte si es que estabas haciendo algo importante -se excusó Erick-. Solo que me siento aburrido y quería saber si te encontrabas disponible para ir a la playa, ¿sí te gusta el voleibol, no?

– ¡Claro! Tiene mucho tiempo que no juego y estaría muy bien -acepté y me cambié de ropa rápidamente.

Erick me llevó en su carro al centro comercial para comprar una red y balones de voleibol. En el camino pude conocer más de él y él más de mí, fortaleciendo así la relación de cuñados, aunque no tocamos sus temas matrimoniales ni cosas profundas, en otras palabras, nos hicimos más amigos.

A las tres de la tarde nos encontramos en la playa. Comenzamos a jugar él y yo solos hasta que un grupo de jóvenes decidieron unirse. Lo nuestro fue un espectáculo para las chicas: dos equipos de cuatro chicos jugando con todo, había de dónde escoger para ellas.

En lo particular, yo quería conocer a una nueva muchacha que estuviera dispuesta a ser mi pareja sexual, pero no demostré buenas cualidades en el voleibol y al terminar el partido, las espectadoras siguieron a los otros jóvenes, mientras que mi cuñado y yo continuamos jugando nuestro duelo de uno contra uno.

– ¿Puedo jugar con ustedes, chicos? -habló una guapa jovencita aparecida de la nada, güera, chaparrita, delgada y de cabello negro que le llegaba a las nalgas. Vestía un bikini de top de cuello alto y manga larga y una sexy braguita en color escarlata. En lo personal me pareció muy atractiva, pero mi cuñado fue más rápido que yo.

– ¡Por supuesto! ¡Sé de mi equipo! -invitó Erick.

La gente pasaba y nadie se ofrecía a hacerme dupla. Erick y la muchachita escarlata me estaban dando una paliza. Ella jugaba bastante bien.

Caí rendido y cansado en la arena. Ella se acercó, me dio la mano y con gestos dulces se presentó.

-Muy bien jugado. Mi nombre es Leilany, pero puedes llamarme Lei o por mi raro apodo, Jesse. ¿Y tú?

-Yo soy Braulio y él es mi cuñado, Erick -respondí.

-Encantada de conocerlos -replicó-. Soy nueva aquí y no tengo dónde pasar el resto del día, ¿algún lugar que me recomienden?

Era mi oportunidad para invitarla a pasar la noche conmigo y convencerla de follar, pero, extrañamente, fui muy lento para reaccionar.

-Hay muchos bares donde puedes divertirte y conocer a mucha gente -recomendó Erick.

-Gracias, pero yo ya no soy una mujer de fiestas -confesó.

-Si quieres podemos ver una película en mi departamento -sugerí mostrando seguridad pero muriendo de nervios internamente y más al notar su silencio y su cara pensativa.

-Me parece bien, pero quisiera pasar al hotel donde me hospedo para cambiarme de ropa más cómoda y decente, por favor -pidió amablemente.

Antes de las 6 de la tarde, nos retiramos de la playa e hicimos una parada en el hotel donde se hospedaba Leilany. Ella simplemente no dejaba de asombrarme cuando salió lista para acompañarnos con su sexy cuerpo denotado con su short de mezclilla, su top y su kimono de malla negro sensual, además de sus sexys lentes de armazón redondo.

Ya en mi departamento, me apuré a quitar la película pornográfica que había dejado puesta y, con algo de intención sucia, puse la película "Friends with Benefits" con Justin Timberlake y Mila Kunis como protagonistas.

– ¡Es una de mis favoritas! -reveló Leilany.

El momento era perfecto para pasarlo a solas con ella, pero Erick se plantó frente a mi puerta con un tazón grande de palomitas y le dejé pasar, para no quedar como un grosero.

Alrededor de las 10 de la noche, la película terminó y Lelilany me pidió que le permitiera elegir una última película antes de irse y no se lo negué. Simultáneamente, Erick recibió una llamada y decidió salir de mi apartamento para contestar.

Tenía escasos segundos para darle un arrimón o un manoseo a Leilany y seducirla, pero la puerta se quedó abierta e inesperadamente, a mi derecha se presentó Lizbeth, quien no me dejó hacer nada y me espantó con su saludo. Tuve que presentar a las dos jovencitas.

Erick ingresó de nuevo, pero Lizbeth me llevó de la mano a la habitación. Ella estaba ardiendo en deseos de coger, pero le dije que de preferencia esperara a que mis invitados se retiraran.

Lizbeth, necia como siempre, comenzaba a desnudarse frente a mí cuando de repente se escuchó un grito proveniente de la sala.

– ¡Ay, sí! ¡Qué rico! -gimió fuerte Leilany luego de que Erick la penetró vaginalmente sobre el sofá.

CONTINUARÁ…

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