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Amos sin sumisas (amo 1)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

No pasaba de los 45, un atractivo moreno cordobés de clase alta, un cirujano que podía permitirse cualquier tipo de capricho y me tocó serlo durante unos meses que me parecieron siglos.

De carácter dominante y timbre de voz gélida, por teléfono no me inspiraba confianza, pero tocaba trabajar, mi mejor sonrisa y al abrir la puerta pude apreciar que mi primera impresión no fue errónea.

Destilaba altanería, su seguridad aplastaba el aire del recibidor, me agobiaba.

Con su timbre de voz hizo que la piel se me erizase, me dijo…

-Baja la mirada

¡Me tocaba el papel de sumisa y es el que más me aburre!

Hizo que lo desvistiera y que me quedara sólo con las bragas, en algún momento sin que me descubriese levanté la vista y pude observar cómo se relamía los labios mirándome los pezones, pasó 2 dedos por el borde de mi media/liga y con su otra mano cogió una de las mías para que le tocase la polla, dura, caliente y amenazadoramente apetitosa, éstas últimas palabras me las hacía repetirlas cuando me permitía hablar.

Me bajé de los tacones y poniéndome de rodillas, observé cómo sacaba del maletín que traía con él, lo que parecía un lazo de unos 2 metros, color blanco y de tacto suave, curtido en esto el hombre.

Cuando quise darme cuenta tenía mis manos atadas a mi espalda y las manos en posición de rezo invertido.

Empezó con un monólogo sobre lo que me quería hacer, lo que me indicaría y permitiría hacerle, porque yo debía comprender que el placer del amo reside en el de la sumisa, un sinfín de chorradas varias a las cuales no presté atención, lo único que me interesaba era pasar a la acción lo antes posible, para cobrar, hacerlo correr y que se fuese.

Me levantó el mentón y en voz baja, me indicó que abriese la boca, no tenía una polla especialmente gruesa, sino más bien larga y venosa.

De una sola estocada me la metió hasta la garganta, primero a un ritmo suave en cuestión de segundos el ritmo se volvió frenético, las lágrimas se me saltaron con sus brutales movimientos, como pude recuperé el aire y me sumé a su ritmo, mi boca estaba repleta de saliva que comenzó a brotar por las comisuras de mis labios, lo oía gemir como un animal, me soltó la pinza de pelo y aprisionando a ambos lados de mi cara, entre jadeos me ordenó que en su próxima visita no lo quería recogido…

-Dame una respuesta afirmativa mirándome, hazlo!!

Levanté la mirada y pude ver unos ojos verdes llenos de algo que no me gustaba, con el intercambio de miradas, varias estocadas más dónde me estaba follando la boca a su antojo, comencé a notar la tensión en su cuerpo, ya conocida para mí por clientes anteriores, tensión en sus testículos, venas de su polla hinchada dentro de mi boca, me la sacó y agarrándola con una de sus manos, un par de movimientos arriba y abajo y soltó todo su veneno junto mi saliva en mis dos pechos.

Volví a mirarlo diciéndole que me sentía marcada, su respuesta fría e impersonal a mi comentario fue:

-¡Eres mía!!

De repente sentí una rabia contenida, esa frase evocó en mí recuerdos horribles de una relación pasada.

Tratando de respirar tras la finalización de nuestro encuentro, no quise recurrir al insulto fácil y tras desatarme, con una amplia y falsa sonrisa, le indiqué que podía pasar al baño.

Me picaba el cuerpo, lo único que quería en ese momento, era que el tipo que estaba en mi bañera se marchase lo antes posible de casa, para purificarme con el agua.

Tras su marcha, donde me indicó que volvería, cerré la puerta y salí corriendo al baño, bajo el agua me tocaba con suavidad las marcas que habían dejado su lazo en mis muñecas y brazos, perdida en ese instante, se me iluminó la bombilla, descubrí cómo dominarlo desde abajo en sus próximas visitas, alargar el tiempo y por consiguiente ganar más dinero.

Sin darse cuenta pasó a ser un AMANTE DE TURNO FIJO (Bautizados así los clientes que nos frecuentan mucho).

Días más tarde, tirada en la cama estudiando, mi teléfono sonó y al ver de quién se trataba, la pereza me inundó y diciéndome a mí misma:

“Lucía, es dinero, atiéndelo rápido y antes volverás a tus cosas”.

1 tono no lo cogí, otro seguía sin ganas, al tercero…

-Yo: ¿Diga?

-Amo 1: Explícame por qué cojones tardas tanto en cogerlo!

-Yo: En primer lugar, no me grites, en segundo ¿Quién eres? y en tercer lugar, si no lo cojo es porque no puedo.

Se sentía la tensión telefónica en aumento, tenía la sensación de que algo me pinchaba en el pecho.

-Amo 1: Mira Lucía, en primer lugar, no te estoy gritando, eso te lo voy a dejar a ti cuando te ponga las manos encima, en segundo lugar pienso meterte todos y cada uno de los dedos de mi mano en ése coñito tuyo que me fascina, verás como no sufrirás de mala memoria y cuando te vuelva a llamar, no cometerás la estupidez de preguntarme quién soy y en tercer lugar, anula las citas que tengas próximas, en una hora estoy ahí y recuerda que para mí nunca estás ocupada.

Al querer replicar, me jodí el muy gilipollas me había colgado el teléfono.

Tenía una hora para arreglarme por fuera y por dentro (Lubricaciones falsas).

Al primer impacto al tocarme el coño húmedo y lubricado, su expresión fue la de un león que ha capturado a su presa.

Sin esperarmelo, éste fue nuestro último encuentro después de varios meses, donde las únicas partes de mi cuerpo sin su veneno, fue mi pelo, mi boca, mi coño y mi culo ambos por dentro.

Sus castigos eran bastantes sutiles a mi rebeldía, nada que me resultase difícil de llevar, pero el que tenía preparado hoy para mí fue el inicio del final de nuestro negocio.

Descubrí que él también me había engañado, su comportamiento distaba mucho de ese comportamiento dominante que estuvo teniendo los meses anteriores, hoy era conciliador, tranquilizador, quería darme confianza, para que le permitiera penetrarme vaginal y analmente con uno de sus puños envuelto en un guante quirúrgico hasta el codo.

Monté en cólera, mil fieras habitaban mi cuerpo, puse postura de defensa y lo invité a marcharse, incluso me ofrecí a devolverle su dinero, me negué en rotundo a realizar ese servicio.

Jamás os alcanzará la imaginación de aproximaros a la cantidad que llegó a ofrecerme, pero debéis tener en cuenta que nuestros límites los ponemos nosotras, las Novias de mentira.

Optó por marcharse y para mi sorpresa no quiso que le devolviera el dinero…

– Me has hecho disfrutar de cada una de nuestras citas.

– Gracias, lo siento de verdad, pero conmigo no funciona el dicho de todo por la pasta.

– Lucía, siempre me has gustado, desde el momento que vi tu anuncio.

– Pudiste escoger a cualquier compañera que realizara ese servicio y lo indicase en su anuncio, las hay.

– Soy plenamente consciente de que nunca lo fuiste y que tu límite es éste.

Tras su marcha, ésa última conversación no paraba de resonar en mi cabeza, a partir de entonces decidí comportarme de un modo más domesticable por decirlo de algún modo ya que esto retroalimenta el ego de los hombres a la hora de pagar por sexo y poder cumplir según que tipo de fantasías y a mí me serviría para ganar dinero.

Por supuesto que Jorge no es el único “amo” que he conocido siendo escort, pero a diferencia de él, en los otros había variedad, amos verdaderos, amos de careta, amos de palabra y amos que son realmente sumisos jugando a ser amos.

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