Hola a todos, mi nombre es Jorge, vivo en Argentina y aquí me animé a escribir un segundo relato. Actualmente resido en Capital Federal junto a mi hija y mi esposa Alejandra, una rubia muy bonita de profesión odontóloga. Tengo 60 años y ella es muchísimo menor que yo.
Retomando lo contado en mi primer relato lamento decir que lo que vaticiné acerca de mi rendimiento sexual se está haciendo realidad. Cada vez me cuesta más tener erecciones y en cierto modo me perturba la angustia y la frustración, pero redactando mis vivencias maritales encontré una forma de hacer catarsis. Al escribir me siento aliviado y me gustaría compartirlo con ustedes.
En cuanto a Alejandra está en su plenitud sexual. Su cuerpo es un deseo, se hizo una pequeña cirugía en los pechos para darle un tantito más de tamaño, una leve aplicación de bótox en los labios que quedaron carnosos y con forma de corazón, mantiene esa cinturita de avispa de sus tiempos de estudiante de odontología y ahora se colocó brackets porque según ella veía algo desalineados sus dientes.
Y como las necesidades humanas siempre quedan insatisfechas y algo tenía que encontrarse para no estar del todo conforme con su cuerpo, me asegura que todo lo que come se le va asentando atrás, o para hablar de modo más vulgar toda la gordura se le acumula en el culo según su punto de vista y ciertamente le empecé a dar la razón, porque su pancita y vientre son por demás planos pero sus glúteos están en aumento. Tiene un culazo gigante, redondísimo y cuando camina se bambolea de aquí para allá. Quiero aclarar que no es un culo fofo y deforme ni mucho menos feo, es 100 por ciento carne argentina y de exportación, una belleza al menos para mí. Estoy más que orgulloso de tener una mujer tan hermosa a mi lado.
Una vez en nuestros juegos de todas las mañanas previos a dirigirnos a nuestras actividades diarias y estando Ale solo en tanga mientras se vestía apresurada para ir a trabajar tomé una cinta métrica de las que usan las modistas y le di una vuelta arrancando de su nalga derecha hasta volver a dicho punto y me encontré con 98 centímetros de culo. Y eso que se hacía un bache importante en medio de esas blancas cachas, esa zanja se tragaba la tela de la tanga y emanaba un calor similar al de un radiador.
–Amor estoy gordisima!– me decía y se reía provocándome.
–Gordisima me ponés la verga– le contesté, ella se mordió los labios, me bajó el bóxer y me hizo un pete hermoso como los que me tenía acostumbrado.
Se me sentó arriba al borde de la cama y mi verga cabezona le entró toda. Ella se movía como la mejor y yo me aferraba de sus nalgotas. Fue un rapidon pero lo gozamos. Le acabé en la cara, lo disfrutó mucho, nos reímos y después de limpiarse le ayudé a vestirse. Esa medición con la cinta métrica fue improvisada pero dio sus resultados sexualmente hablando. Ale de atrás es un infierno y me vuelve loco.
Yo por mi parte además de mis escasas erecciones me diagnosticaron hipertensión arterial y una arritmia cardíaca. Debía empezar a comer más sano y a hacer una vida saludable. Por suerte tenía a mi mujercita que me acompañaba a sol y a sombra.
Recuerdo ese día en que fuimos a la clínica privada y me enteré de aquel problema de salud que me aquejaba.
Yo llegué primero y aguardé a mi mujer quien me mandó un audio aduciendo que la espere porque tenía un retraso.
–Estás embarazada? –pregunté exultante.
Y ella entre risas me respondió:
–Nooo tontito!!, acabo de salir de la esteticista pero me encontré con una manifestación y está interrumpido el tránsito. Esperame afuera que ya llego y entramos juntitos. Te amo.
Ale llegó en un taxi, descendió y con una sonrisa y un beso agarró mi mano e ingresamos. Desde que pisamos aquel sanatorio ví como todos le clavaban la vista a mi señora, comenzando por el guardia de seguridad, pasando por el personal de limpieza que refregaba el piso, los pacientes masculinos y la gente del mostrador que atendía al público. Ale vestía una remerita de hilo color blanca, un trajecito y una minifalda color lavanda que le daban un aire de secretaria ejecutiva, su pelo recogido atado con un rodete y unas sandalias chatitas y quiero detenerme en un detalle que me calentó mucho: se pintó las uñas de los deditos de los pies y de las manos de colores distintos, como si fuesen confites.
Para describir la sala de espera dónde aguardamos prácticamente 45 minutos, diría que eran dos filas de asientos enfrentados de pared a pared, es decir, nosotros nos sentamos de lado derecho y del izquierdo los pacientes estaban sentados de cara a nosotros.
Ale captó la atención de los presentes y no era para menos. Mi rubia hermosa era objeto de las miradas de viejos y jóvenes, incluso de un flaco que estaba con su esposa al lado que quedó tildado por las carnes de mi mujer.
Lo que rescato y admiro de Alejandra es que jamás le importó el "Qué dirán". Clavó el culo en la silla de cuerina negra y se cruzó de piernas. Me habló al oído haciendo referencia a sus piecitos recién atendidos en el centro de estética y susurrándome me preguntó:
–Te gustan cómo quedaron?
Obviamente mi respuesta fue un Si enérgico y sonrió complacida.
El dedo gordo se lo hizo pintar color verde manzana, el segundo azul marino, el tercer dedo de su pie en color fucsia, el cuarto amarillo y el meñique al igual que su precioso dedo mayor volvía a ser verde manzana.
Llegó mi turno. La pantalla anunciaba P22 consultorio 7.
Ale se paró primera, se acomodó la minifalda que la tenía toda subida y por poco se le veían las nalgas. Apoyando su carterita en el mismo asiento dónde estuvo sentada se inclinó para guardar su celular y buscar mi carnet de la prepaga ofreciéndole una vista privilegiada de ese orto perfecto al flaco que aguardaba con su esposa.
De más está decir que al tipo se le puso dura la pija al verla en tal postura y Alejandrita lo hacía peor. Amaba parar vergas.
Ingresamos al consultorio 7. Nos recibió el doctor Bustamante.
Bustamante y yo éramos casi contemporáneos. Pero a diferencia mía se lo veía con un cuerpo atlético, era alto, lucía anteojos, pelo negro entremezclado con canas en los costados y tenía un tatuaje de una serpiente que descendía por su antebrazo izquierdo hasta finalizar en su muñeca dándole una apariencia de tipo rudo.
Apenas ingresamos Bustamante le clavó los ojos a mi señora. Primero en sus piernas, nos sentamos y ahí le miraba las tetas y los labios. Ale los traía pintados de un rojo pasión por demás sugestivo.
El médico siempre correcto y educado nos hablaba, va yo era el paciente pero en su alocución se dirigía más a mi mujer que a mí.
Alejandra asentía con la cabeza todo lo que él decía y me dijo:
–Escuchaste amor, ahora a portarse bien y a cuidarse.
Bustamante escribió en una receta lo que debería comprar en la farmacia y me anotó la correspondiente posología. Ella le dijo:
–Despreocúpese doctor Bustamante yo me hago cargo de todo.
Ahí él nos despidió con un apretón de manos y le dio una tarjeta con su número personal a mi esposa diciéndole que para lo que necesitáramos estaba disponible, pero en el fondo yo sabía que no era tanto por mí sino que quedó caliente con mi mujer.
Pasamos por una farmacia donde atendía un cliente habitual de mi mini supermercado, me dirigí a él solicitando la medicación prescripta pero para peor no tenía esa marca sugerida. Quedamos con la duda de comprar o no alguna alternativa, por lo que Ale aprovechó la oportunidad y lo llamó a Bustamante para pedirle su opinión a ver qué hacíamos.
Salió a la vereda y mientras charlaba vía celular pasó un camión volcador que llevaba a tal vez 14 obreros de la construcción que volvían de un día de trabajo. Las guarradas que le dijeron a mi mujer son irreproducibles, ella haciendo un gesto les levantó un dedo haciendo un Fuck You ofuscada, y los desalineados trabajadores deliraban diciéndole de todo.
Ingresó nuevamente al local y me dijo que el doctor dio su aprobación para que compremos la marca sugerida por el farmacéutico. Me pidió las llaves de la camioneta y me esperó en el habitáculo.
Camino a casa la noté muy callada y con la mirada perdida. Se sacó las sandalias y alzó ambos pies sobre el torpedo del vehículo. Esos deditos pintados de distintos colores me tentaron y tomándola del tobillo me traje su pie izquierdo hasta mi boca y mientras conducía se los comí uno a uno y ahí logré relajarla, lo que le hacía le gustaba mucho, abrió más las piernas y se tocó la conchita por sobre su ropa interior y unos leves gemidos asomaron de su boca.
Que le chupe los pies la encendía, pero quedó con una calentura contenida por todas esas cosas chanchas que los obreros le gritaron al verla y eso acrecentó su excitación.
Volvimos a casa, entre vuelta y vuelta se hizo de noche. Se hacía la molesta conmigo y me aseveró que a partir de hoy comeríamos sano, ya nada de frituras ni comidas chatarra y me preparó una ensalada insípida de las que ella comía a diario y yo las odiaba.
Terminamos la cena, me mandó a la cama y desnudándose en mi presencia quedó como Dios la trajo al mundo e ingresó a ducharse.
Desesperado salí de la cama y levanté del piso esa tanga blanca tan pequeñita que la tuvo puesta todo el día.
En la farmacia cuando ella se retiró aproveché a pedirle unas pastillas azules al despachante, el me las vendió sin receta médica ya que había una confianza entre los dos. Me aconsejó tomarla momento antes del acto sexual y previamente estar estimulado. Recordé sus palabras y como estímulo me llevé a la cara esa tanga blanca usada de Ale.
Tenía un olor a hembra por demás hermoso, la olfateé por un rato y se me paró la pija como a mis 20 años. Además noté una secreción blancuzca algo seca reforzada por una humedad más reciente. Se me aceleró el corazón y me hice una paja con su ropa interior en mi nariz.
La noche fue muy productiva, tuvimos relaciones sexuales dos veces y al otro día hicimos un mañanero y arrancamos la jornada en positivo. Esa semana me la pasé en casa pues ella se ocupó de mis trámites referidos al negocio, iba al banco, pagaba a los proveedores y se desempeñaba de un modo fabuloso. Yo más que orgulloso de mi amada mujercita.
Por mi parte esa semana me envicié con el sildenafilo. Ale volvía de la calle y yo la esperaba con la pija parada, rescato que nunca pero nunca me decía que NO, al verme así se desnudaba, se metía a la cama y hacíamos el amor como nunca.
Un sábado por la tarde Alejandra se dispuso a llevar a nuestra hija Florencia a la fiesta de cumpleaños de una compañera del colegio. Yo ganas de salir de la cama no tenía por lo que ella se encargó de llevarla.
A eso de las 22 regresó pero sola, nuestra hija se quedó a un pijama party en casa de la cumpleañera. Teníamos la casa para los dos solitos pero Ale volvió con un malestar estomacal por algo que comió en aquel acontecimiento al que fue.
La noté mal, los retorcijones la doblegaban, por lo que no se me ocurrió otra que llamarlo a Bustamante para que la asista en nuestro domicilio.
–Nooo! No quiero que me revise el doctor! –me dijo haciendo un berrinche igual a los que nos tenía acostumbrados Florencia. Se puso su musculosa larga de dormir y abajo solo en tanga se tiró a la cama y escondió la cabeza bajo el almohadón.
El doctor llegó después de 20 minutos.
–Señor Roucco soy Bustamante –se anunciaba desde el portero eléctrico y le di el okey para que suba.
–Ale por favor no me hagas pasar vergüenza, levantate que ya viene el doctor –le dije enojado pues ella seguía acostada y tapada con el acolchado y con el almohadón sobre su cabeza.
No se inmutó y siguió en la misma postura, ya para eso el doctor Bustamante tocó el timbre.
Lo recibí y nos dirigimos a mi habitación.
–Ale aquí está el doctor –le dije con voz gruesa. No soy de levantarle el tono pero me molestaba y mucho su comportamiento casi infantil.
Se sentó en la cama, puso la espalda en recta posición contra el respaldo y Bustamante un poco se aceleró al ver sus piernas al desnudo y la bombachita negra que asomaba debajo de la musculosa gris.
Procedió a revisarla. Empezó en la panza presionándola con la mano.
–Duele ahí?
–No –respondió ella.
Bajó un tanto más, presionó un tanto bajo el ombligo:
–Duele ahí?
–un poco –respondió ella.
Bajó más se posó sobre su vientre y presionó con su mano fuerte:
–Duele ahí? –Manoseando justo donde comenzaba su tanga.
–Siii… Ahí… Me duele mucho!!! –respondió con una vocecita tremenda de puta.
Yo desde atrás observaba todo. Ale estaba excitada y la humedad brotó de su vulvita cuando el doctor le pasó un dedo por sobre el tajo.
Automáticamente se quitó la musculosa quedando tetas al aire. Ahí me di cuenta de algo que no tenía retorno: mi mujer me iba a poner los cuernos con el doctor estando yo presente.
Se abrió de piernas dando permiso a que el profesional de la salud continúe. Bustamante me miró buscando mi permiso y asentí con la cabeza. Sin sacarle la ropa interior, es decir, corriéndola a un costado le dio unos primeros lengüetazos y los alternaba metiéndole un par de dedos. La babita que emanaba la concha de Ale era abundante y se pegoteaba en la yema de los dedos del hombre. Ella gemía entregada y magreaba sus pezones duros con furia.
Con sus dedos y lengua metidos en la conchita de mi señora interrumpió su labor y haciéndome señas me dio a entender que me acerque a ella y le meta un pijazo en la boca.
Así lo hice, llegué a la cabecera de la cama, para ese entonces me desnudé por completo, me subí al colchón y arrodillado le hice entrar la verga en su boca mientras Bustamante la dedeaba con más ímpetu.
Alejandra me lo chupaba entero, hasta se llevó mis huevos a su boca y me lamió el tramo que comprende entre los testículos y el ano. Eso incrementó mi erección sumado a que la veía totalmente entregada a ese señor. Ale no pudo más y acabó intensamente en la boca del doctor y al sentirla explotar yo hice lo propio en su boca.
El pervertido doctor iba por más, dejó que se recupere y le preguntó de modo muy profesional:
–Como se siente señora?
– Un poco mejor –respondió ella como queriendo seguir.
–Cuando fue la última vez que fue de cuerpo?
–Hoy a la siesta –le respondió ella muy escueta.
Bustamante indagó un poco más.
–Cuénteme, como fue su caca, blanda o dura?
–Dura –le dijo adentrándose en el juego.
–Déjeme revisarle la cola por favor –le pidió ya con morbo.
Ale obediente se puso en cuatro y se sacó la tanga quedando totalmente desnudita.
Puso su rostro a milímetros del culazo de mi señora y después de manoseársela sin descaro por un largo rato y en mi presencia procedió a abrirlas y dejó expuesto el agujerito de Alejandra, que paraba el culo curiosa por lo que iba a venir.
–Señora usted tiene la cola muy irritada, dígame… Hizo algún otro esfuerzo por ahí?
–Después de hacer caca me vestí y salí a andar en bicicleta.
–Y que más –indagó el médico y ya se desabrochaba el pantalón con una importante erección.
–… Y el asientito me lastimó un poco, es muy pero muy duro –declaró mi mujer con su vocecita de puta otra vez.
–Y a usted no le molesta tener algo duro metido en la colita? –preguntó el señor con una pija nada despreciable para un tipo de casi 60 años.
–No, para nada –le dijo Ale cuando Bustamante se quitó la chomba quedando completamente desnudo.
Se abalanzó sobre el culo de Ale que estaba así tan expuesto y se lo chupó con locura. Le metió un dedo, después dos y por último tres y ella no se inmutaba, al contrario, los recibía complacida y se estimulaba tocándose la concha que no tardó en mojarse y mucho.
Ale paró a más no poder esas nalgas abiertas, Bustamante se le subió apoyando sus pies en la cama y abriendo las piernas rodeando el contorno de mi esposa logró penetrarla en tal postura.
Le hacía el culo con deseo y las embestidas ya eran profundas. Sus huevos golpeaban las nalgas con un plaf plaf plaf muy estimulante al menos para mí que miraba pija en mano sentado en un rincón.
Ella feliz, una pija nueva le estaba entrando. En el fondo siempre quiso eso, ser cogida por otro tipo y ahora se hizo realidad su sueño.
Se la sacó y dejó expuesto un pronunciado agujero. Ella me miró y sonrió como agradeciéndome.
Le hice un pedido al doctor. Hablándole al oído interrumpí la taladrada de orto que le propiciaba a Alejandrita para indicarle que los quería ver en una posición que fantasee que se la hiciera. El abajo y que ella se lo monte.
La parejita me hizo caso. Él se acostó y ella no dudó en endurecerle la pija que acababa de salirse de su culo. Se la chupó entusiasmada ofreciéndome una vista privilegiada de su culazo al aire. Chupaba y chupaba y sus nalgas de movían al compás. Hice lo imposible por no acabar y cerré los ojos para contener mi lefa.
Hubo risas cómplices y cuando la tuvo dura del todo ella se le sentó y le fue entrando en el culo suavemente.
La verga de Bustamante era muy ancha, y fue ganando terreno poco a poco. Alejandra lo sentía cada vez más adentro, no pudo contenerse, se masturbó y un fuerte orgasmo la sacudió. Se quedaron quietos un largo rato, obviamente con la pijota metida en el ano. Yo me pajeaba enloquecido por lo que veía, cuando de a poquito y con besos apasionados ella comenzó a cabalgarlo otra vez.
Yo era un fantasma en mi propia habitación, ya que cogían sin descaro y ni se inmutaban por mi presencia. La pija del médico estaba totalmente enterrada en la cola de Alejandra, mi señora. Los huevos otra vez golpeaban sus cachas y ella iba por otro orgasmo, cuando él le avisó que ya no podía más y la muy puta le dejó que le inunde las tripas con su leche.
Ella se tocó desesperada y alcanzó el clímax por tercera vez en la noche. Quedaron rendidos y en silencio y yo también acabé como un volcán en erupción.
Pasaron unos minutos, ninguno de los tres hablamos. Se besaron agradeciéndose mutuamente, le manoseó el culo por última vez y con una fuerte palmada la hizo salirse mientras comenzaba a descender todo ese mar de esperma que le inyectó bien adentro.
–Acérquese Jorge por favor –me pidió él, y aún con Ale arriba suyo le abrió más las nalgas y me mostró lo colorado y abierto que le dejó el culo a mi amor. Era una caverna, abiertísimo estaba. Ella se reía y me dijo– Gracias amor por dejarme hacer esto.
Se besaron por última vez y se fue rápidamente a bañarse.
Nos vestimos y acompañe a Bustamante hasta la puerta. Me dio un apretón de manos y al irse me dijo:
–Jorge que hermoso culo tiene su mujer. De esto no me olvido nunca más.
Y se fue.
Después de una larga ducha fui a la cama. Ale puso sábanas limpias y arregló la habitación. Nos acostamos y con tiernos besos me volvió a dar las gracias. Estaba satisfecha al cien por ciento y nos dormimos.
Por algunos días no volvimos a hacer el amor, ella me notó raro y me lo hizo saber. Le propuse darle el divorcio dejándola en libertad pero no quiso, es más, hasta lloró. Nos reconciliamos por decirlo de algún modo y nos dimos otra oportunidad. Me dijo que se iba a acostar con otros hombres solo si ambos estábamos de acuerdo, y me dejó dubitativo y no supe que decir. Veré quien será el próximo macho que se encule a Alejandra pero como ella me lo planteó, antes deberá de tener mi aprobación.