Al fin volvió mi primo (parte 2)

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Uno de los mejores recuerdos que me dejó Yasmine, la hermanastra de Lucas, además de su fabulosa sensualidad y su ansia sin freno de sexo, fue un set de jabones artesanales neutros (de glicerina) con forma de pene. Apenas había usado uno la noche anterior para penetrarme a mí mismo en la ducha antes de acostarme y me hizo llegar al éxtasis en un par de minutos. Recordé que lo tenía en el fondo de mi mochila. Mientras Martín reposaba al sol su cuerpo escultural desnudo, fui a buscar el mismo de la noche anterior y volví a su lado, luego de mojarlo en la canilla.

-Tengo que lavarte un poco, le dije a mi primo. Él sólo ronroneaba satisfecho y asintió con la cabeza. Le enjaboné bien la pija y los huevos, acariciándolos con fruición y notando cómo iba recuperando la erección. Seguí en lo mío y fui bajando las caricias y el jabón hacia su precioso y redondo agujero rosado, al que rodeé con mis manos y comencé a penetrarlo suavemente, pese a su débil resistencia.

-Relajate y dejate llevar, que no te voy a lastimar. Sólo te voy a dar más placer, mientras le metía y le sacaba el jabón en el ano. Bastante jabón, un poco de dedo medio, y así de manera alternada, hasta que pude superar el límite entre el dolor y el placer. Tenía un balde a mano que usé para enjuagarle los genitales, sin dejar de tener el dedo o el jabón en su culito virgen.

Cuando creí tenerlo a punto de caramelo, con la pija bien parada de nuevo, se la empecé a chupar otra vez, metiéndomela toda en la boca varias veces, sin dejar de cogerlo con el jabón y ya dos dedos en el orificio al que quería entrar. Estaba gozando, lo veía en su cara mientras se la chupaba y me la tragaba toda una y otra vez y entraba en lo que para mí sería mi objetivo supremo, meterle mi poronga en el culo y poder gozarlo, junto con él.

Ya estaba chorreando unas gotas de líquido preseminal de su pija que me tragaba con avidez apoderándome de su glande cuando me pareció que era el momento preciso. Me coloqué en posición, levanté sus firmes y redondas nalgas y empecé a penetrar su culo enjabonado con mucho cuidado y delicadeza, pese a mis ansias desesperadas por cogerlo. Me miró asombrado con los ojos bien abiertos, no dijo nada y cuando pude metérsela toda por la preparación previa, gimió de placer.

Me quedé quieto para que se acostumbrase a tenerla toda adentro un par de minutos y de pronto él mismo comenzó a moverse y a contraer y relajar el esfínter. Fue la señal para que comenzara con mi cogida que deseaba que fuera eterna. Cada par de minutos me detenía con la pija dentro de su ano y me recostaba sobre su pecho para chuponearlo con desesperación.

-Decime qué soy, al oído, por favor.

-Sos muy puto, me susurraba, y me enloquecía. -Otra vez, le pedía, ¡decímelo más! -¡Sos reputo! -¡No pares de decírmelo! -¡Qué puto sos! y nos entreverábamos en más besos de lengua y chupones.

Le saqué la pija del culo para volver a chupársela a él nuevamente, desde el glande que saboreaba como un helado hasta todo el tronco hasta casi atragantarme. Así seguí varios minutos hasta que noté que tensaba el cuerpo y alcancé a apretarle bien fuerte la base de su poronga para evitar que eyaculara. Lo tomé de la cintura y lo hice girar para ponerlo de espaldas a mí, de rodillas, y lo volví a empalar sin piedad, con su ano habituado a la penetración. Acompasó su vaivén a mis acometidas y en unos minutos acabamos al mismo tiempo, yo en su culito que había sido virgen y él en seco, sin que se tocara ni lo pajeara yo.

Lo ayudé a enderezarse sin que mi pija se saliera de su ano y él recostado sobre mi hombro, jadeando los dos abiertamente. -¡Qué bien me cogiste! Me hiciste acabar. ¡Sos muy puto!, me dijo entre resoplidos.

-Te dije que te iba a gustar. Todavía la tenés parada y chorreando. La quiero toda para mí, toda entera, en mi boca y en mi culo, ¡bombón!, susurré. Me gusta mucho tu cuerpo, tu cara, tus ojos, tu espalda, tus nalgas, todo de vos me gusta, babeándome y acariciándole todo el cuerpo, besándolo en la boca y lamiendo su cuello, una y otra vez.

Continuará.

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