Me llamo Antonio. Tengo 25 años y he tenido una vida sentimental un tanto azarosa. Como ejemplo he de decir que hace unos meses me enteré de que no soy hijo de mi padre. Mi madre se casó con otro hombre después de haber nacido yo.
Mi madre tiene 45 años. Es todavía muy guapa y tiene una excelente figura. Lleva el pelo corto y lo mejor que tiene son sus piernas.
Sobre mi vida. En mi época de adolescente pasé muchas penurias económicas. Después caía en manos de calientapollas, con las que no llegaba a consumar ningún acto sexual, ni siquiera un roce.
Pero al cumplir los 25 años todo cambió. A mi padrastro le tocó la lotería. Un mes después conocí a una mujer. Tenía buen cuerpo aunque no fuese especialmente atractiva. Aquí la cosa cambio por completo. En seguida me desabrochaba la bragueta y cogía mi polla. Me llegaba a hacer daño al hacerlo. Y luego se la metía en la boca. Yo como inexperto que soy me parecía la gloria, pero creo que tampoco era tan buena haciéndolo. Succionaba mucho y me daba con los dientes, pero me gustaba.
Esta chica comenzó a jugar conmigo. A veces me lo hacía, pero cada vez con menos frecuencia por lo que me creaba un estado de ansiedad y dependencia de ella.
Mi madre terminó conociéndola y me di cuenta por la forma en que la miraba que no le agradaba nada.
Bueno pues a continuación voy a contar cual fue la sorpresa.
Un fin de semana que llamé a mi “novia” y que me dijo que no iba a estar conmigo porque tenía que hacer una cosa muy importante, me encontraba tumbado en la cama muy desolado. De pronto se abrió la puerta y apareció mi madre vestida de lencería, muy provocativa.
-Mamá ¿qué haces? -le dije.
-Hay algo que no te he contado -me dijo.
-¿El qué?
-Tu padre no es tu verdadero padre.
-¿Qué?
-Porque antes de conocerle yo era prostituta.
Yo me quedé sin poder decir nada.
Ella estaba en el marco de la puerta, fumando un cigarrillo, muy insinuante, mucho más guapa que mi novia.
-Mama. Márchate de aquí –dije yo.
-Tu padrastro no está aquí. Sabes que trabaja este fin de semana…
-Déjame -dije atormentado.
Finalmente se marchó.
Al día siguiente no podía calmar mi erección ni mi estado de ansiedad salvaje. Estaba deseando tirarme a por cualquier mujer. De pronto vi cruzar por el pasillo a mi madre, con su lencería negra. Mi corazón empezó a latir con fuerza.
No pude más.
Entré en su habitación.
Con ambas manos apreté sus pechos. Ella se quitó el sujetador y comencé a chuparle los senos desnudos empapándolos con mi saliva. Una y otra vez. Mi madre me desabrocho la camisa y también me mamó mis pezoncillos. De mi boca pareció salir un lamento. Se me puso la carne de gallina y sentí que me liberaba del dolor y el frenesí.
Yo estaba de pie y ella se agachó. Metí mi polla entre sus tetas. Ella las estrujaba. Me pareció que salía leche y no era eso, sino que yo me había corrido sin darme cuenta, pero seguía empalmado y con mucha ansia.
Hice que se levantara y casi la lleve a empujones hasta la cama. Allí le quité las bragas y me puse a chuparle el coño. Yo estaba excitadísimo y ella me miraba complaciente pero no estaba seguro de que estuviese disfrutando. ¡Quizá no lo estuviese haciendo bien!. Pero tampoco estaba molesta. Lo que quería sobre todo es hacerme disfrutar a mí.
También le chupé el culo, aunque reconozco que me dio un poco de asco y tuve que dejarlo.
Al día siguiente, me despertó mi madre, muy temprano. Vestida con la lencería negra. Mi padrastro ya se había marchado al trabajo.
Mi madre acercó su boca a mi oído y me dijo lo siguiente:
-En cierta ocasión un cliente me pidió un servicio especial.
Yo estaba mudo.
-Pero para ello debía estar en ayunas.
Dicho esto, me bajó el pantalón del pijama y se metió mi polla en su boca. Chupándomela. No notaba sus dientes y sí su lengua que se movía vertiginosamente. También sentía una succión.
-En aquella ocasión lo hice por dinero…
Mi polla llegaba hasta el fondo de su garganta. Notaba calor, saliva, pegajosidades.
-Pero ahora lo hago porque te quiero.
Mi madre tosía de tan dentro como se la metía.
-Y ahora agárrame la cabeza y haz que me tragué tu polla. Imagínate que soy una muñeca hinchable.
Lo hice así. Haciendo que se atragantase. Que tuviese arcadas. Y los ojos le lloraban. Soltaba todo tipo de salivas, babas, mucosidades, jugos, pero no dejaba de mover la lengua. De cintura para abajo yo estaba completamente empapado.
Me corrí como un chulo, gritando de placer y ella tomaba aire.
Caí exhausto sobre la cama y me quedé dormido.
Al despertarme mi madre seguía tumbada a mi lado. Llevaba las bragas quitadas.
-Termina -me dijo.
La penetré. Su vagina estaba empapadísima. Veía su cara con los brazos apoyados. No quería juntar mi cara con la suya. Me daba asco. ¡Como movía sus caderas! Y su rostro permanecía inmutable. No pude aguantar más y mi cuerpo cayó sobre el de ella. Notaba su respiración. Ella tomaba la iniciativa moviéndose todo el rato. Yo no hacía nada. Sus piernas con sus muslos ajamonados me atraparon. Sentí que se estremecía. Había tenido un orgasmo con un jadeo que finalizó en un pequeño gemido.
-Esto sí que no me pasó con aquel hombre.
Yo también me corrí. El que ahora no podía casi respirar era yo.
Salimos de la cama.
-No vuelvas más con esa mujer -me dijo mi madre- ¡Y para puta yo!… a darte una ducha.
Desde entonces ya no sufro tanto con las mujeres.