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Cuñada embarazada, necesita sexo
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Fue producto de la causalidad, a solas con la cuñada, embarazada, son dos ingredientes que detonaron mi deseo. La necesidad de atenciones de ella hizo el resto, un polvazo monumental, le hice la conchita y el culo, la seguimos hasta el alumbramiento.

Esta es mi segunda aventura con una mujer embarazada, la primera fue con una compañera de oficina, un corte de luz y la falta de atención marital fue la génesis, bastaron un café y la confidencia para que el encuentro termine en la cama de hotel.

Siempre tuve una fijación con el deseo de poseer a una mujer embarazada, sentir en carne propia la expresión de calentura y erotismo de la mujer grávida, es increíble vivir la pasión exacerbada por la condición tan especial, si a esta condición especial le sumamos la falta de atención marital, tendremos un combo maravilloso, poder gozar la entrega de una mujer así puede ser la mayor experiencia del disfrute sexual. Este recuerdo dejó sabor a poco y potenció el deseo por esas deliciosas panzonas, que tanto y tan bien cogen.

Nuevamente la fortuna me puso cerca de una mujer grávida, la hermana de mi pareja vino a visitarnos, luego de un impasse de casi un año por una tonta discrepancia con su hermana, mi pareja avisa que llegará algo más tarde, la causalidad de su demora nos permitió conocernos.

Invité a tomar un café mientras le hacía el “aguante” (acompañar en la espera), ella se empeñó en hacerlo. Sentado podía admirar su espléndido culo, sus casi cuatro meses de embarazo no hicieron mella en sus atractivos físicos, senos grandes y redondos, ahora más creciditos por la adecuación corporal para la maternidad.

Se mueve con soltura y gracia, su figura atrae como moscas a la miel, me cuesta mucho disimular el atractivo, ella no está ajena al efecto cautivador, cada tanto echa una mirada y siempre me pesca embelesado con admirar su trasero. Directa y sincera, sin pudor, fue directa en su pregunta:

—Tanto te gusta mi trasero? debe estar un poco más gordito por estar embarazada, qué te gusta?

—Bueno… en primer lugar me disculpo si te ofendí, no sé, o sí sé pero no pude reprimir la atracción por admirar… tu figura…

—Figura nada, me estabas mirando el culo!

Lo decía con todas las palabras, no de forma agresiva, más bien con el tono preciso de quien se siente gratificada por el deseo masculino. – Me gusta que me vean como mujer, como hembra, me seduce cuando un hombre me ve como un objeto de deseo.

—No te andas con eufemismos, vas directo al hueso. Sí, es cierto, te miraba el cu… lo. Lo tienes muy bueno, digno de ser bien tratado.

Aposté todo a que su respuesta me diera permiso para poder ampliar mi admiración por su traste.

—A ver cómo es eso de “bien tratado”, cuéntame… -se acerca con las tazas de café

—Bueno… bien tratado es eso, sentirlo como algo digno de ser bien usado, digo… en el buen sentido.

—Usado en el buen sentido? no entiendo, cómo es eso

—Bueno…digamos que tu marido pueda hacer uso, hacerte sentir el disfrute de tenerlo, todo para él.

—Todo eso me gustaría, solo que él no lo disfruta para nada, desde que embaracé declinó todo interés en mí como mujer, el solo ve la madre de su futuro hijo, antes lo usaba y mucho. – risas compartidas

—Qué desperdicio, tener algo tan tentador delante de sus ojos y no verlo, peor aún, no darle uso.

Nos habíamos encontrado solo un par de veces, siempre encuentro familiar, ahora, en cuatro palabras nos adentramos en la intimidad del terreno sexual. En cada palabra ponía el acento en lo buena que está, ella en lo desatendida. La coincidencia nos acerca en los deseos, el mío por las ganas de hacérselo, ella por la abstinencia de sexo que necesitaba una pronta ración de sexo.

—Cuñadito, podemos ser francos y hablarnos a calzón quitado? (asiento) También puede ser en el sentido literal, sin calzón. Bueno, coincidimos en lo mismo, yo tengo ganas, muchas, vos deseo de mí no te faltan. Tengo las necesidades básicas de garche insatisfechas, ya no me aguanto, si no eres tú, sería el que se me cruce. Todo quedaría en familia o prefieres que salga a la calle a levantarme un tipo? Somos familia, discreción y sexo sin consecuencias, no me vas a dejar embarazada, entonces… qué tienes para decir?…

—Pues no mucho, o todo, comparto tu razonamiento y… cuándo podemos? yo estoy urgida vos… no sé cuánto puedes aguantar ahora que te lo propuse.

—Por mí te lo haría ahora mismo y aquí, solo tenemos el inconveniente de que pronto vendrá tu hermana.

Como si los dioses se hubieran puesto de nuestro lado, no habíamos terminado de ponernos de acuerdo en hacerlo, cuando mi celular suena, es Claudia, mi pareja excusándose porque la prolongada demora, que aún sería por un par de horas más pues necesitaba terminar un informe de auditoría. Informó que Betty, su hermana, estaba esperándola, pidió que la disculpara, que mientras tanto hiciera todo lo posible por justificarme con ella y le diera mis mejores atenciones.

—Ja! era tu hermana, como si nos hubiera escuchado. Se va a demorar como tres horas más. Me recomendó especialmente que te atienda bien.

—Atenderme bien, hmmm… justo lo que necesito, en tres horas se pueden hacer muchas cosas…

—Como digas.

—Entonces qué esperamos, puedes poner “manos a la obra”

No hacía falta repetir eso de “manos a la obra”, el masaje en los hombros abre el camino, mis manos se pierden en el escote del vestido, apropiarme de sus tetas, sentirlas bien cargadas fue una alucinante rapiña.

Gira, baja los breteles, cae la copa del sostén, cúpulas blancas en libertad, pezones asoman inquietos, gruesos y erectos. Manjar que merece ser tomado, la pasión alucinada de mi boca, los gemidos surgen con la primera mamada, los siguientes son producto de la excitación gestada por la succión continua.

Ponerse de pie y dejar caer el vestido fue casi un acto de magia, mostrarse solo en bombacha un desafío al deseo. Las caricias en los pechos, bajando hasta el borde de la bombacha, vencer el elástico y llegar a su sexo era un viaje al mundo de su fantasía. Los gemidos se suceden y multiplican, comienza a desvestirme.

—En cuero todo es mejor. Qué buen pedazo tienes, lo contenta que debe estar mi hermanita poder comerse toda esta carne. -comienza a masturbar, besar y mamar.

Me calienta a mil, moviéndome en su boca, coge con la boca, sostengo su nuca para ayudar a hacerle sexo oral, hice a un lado el cabello, lo hace tan bien que necesitaba verlo con claridad. En ningún momento deja de mirarme. Es una mamada de calidad, sabe disfrutar a un hombre y hacerlo gozar, mujer eficaz como pocas, la calentura toma la intensidad de una mamada épica.

Atenta a todos mis movimientos, entiende los gestos, conoce de qué modo nos gusta el disfrute de una buena mamada, demora y prolonga el goce. En un momento la presión de mis manos sobre la nuca y lo acelerado de mi acoso en su boca hacen que detenga la intensidad de la mamada, aprieta la base del pene para detener el avance. – Ya tienes bastante, ahora es mi turno

No quería pasarme de calentura, demorarlo para que fuera dentro de ella, la senté sobre la mesada de la cocina, piernas abiertas dejan expedito la visión de la vagina, solo una línea de vello decorativo, el papo abultado y juvenil, como de una pendeja, labios pequeños y exquisito aroma de la mujer en celo. Decidida y precisa, sabe aprovechar el tiempo, suave toque en mi cabeza indican la premura por la breve disponibilidad del tiempo.

—Sí, así, hmmm qué bien me la comes. Hace como cuatro meses que no siento una boca en mi cuquita. Sabes lo que le gusta a una mujer, lo haces de mara… villa. hmmm sigue, sigue, sigue, me estás llevan a la gloria. No pares, no pares! Me vengo, me vengooo!…

Esta mujer es realmente algo digno de probar, su intensidad y capacidad de entrega es más que meritorio, sea la gravidez o lo que fuera, tiene calidad para disfrutar del orgasmo, también para hacer disfrutar al macho que le come el sexo.

—Qué bueno que eres comiendo el sexo, lo haces mucho mejor que mi marido, bueno a él le gusta poco comérselo, creo que lo hace porque insisto, lo haces de maravilla, me robaste dos orgasmos, me gustó!

De pie, inclinada sobre la mesada, echando el culito hacia atrás, abrí los cantos para una breve atención bucal, pletórica de jugos, me alcanza papel de cocina para que se la limpie, quite el exceso de jugos, compartimos el gusto por hacerle sentir la entrada del miembro sin tanta lubricación, el contacto de piel a piel hace el disfrute más intenso.

Puse la verga en la entrada, separando los labios con la cabeza, ella se toma del borde de la mesada, parece estar ducha en esta postura sexual, tomada de la cintura, me ofrece el ángulo preciso para un penetración profunda. La intensidad, el grosor y la vehemencia de la intrusión hicieron que me sintiera abriendo sus entrañas. La improvisación y la urgencia ponen el tono épico al momento de garche, tomado de sus melones, voy con más ímpetu, decidido a traspasarla con mi poronga, la danza del sexo se torna en convulsivos movimientos, ella sacando el culito hacia atrás, yo volviéndola a su lugar, empotrado dentro de su sexo.

Es tiempo de variar la posición, la silla con respaldo del desayunador me parece lo más indicado, sentarla, descansando sobre el respaldo, las piernas bien hacia adelante, entre sus piernas se la ensarto, profundo. Se toma del apoyabrazos cuando me posiciono entre sus piernas, apoyándola en la entrada, sus piernas pinzan en mi cintura, penetro con moderada brusquedad, disfruta ese instante de agresión, despierta la loba interior, se hace bien puta. Tomado de sus meloncitos, vamos abriendo camino en la cueva húmeda.

El vaivén de la cogida, nos envuelve en la misma vorágine de calentura, nos aunamos en el mismo objetivo: disfrutarnos. Vaya que lo disfrutamos, los jadeos de ambos completan el combo del goce infiel, nos ponemos a tono y ritmo. Siempre priorizo el goce femenino, no siempre es posible

Fue un orgasmo intenso, con réplicas que agitan su cuerpo, los labios transmiten el lenguaje del placer interno. Estrujo con brusquedad sus tetas, apreté los pezones, extiende los brazos para tomarse de mí, los embates me llevan dentro, bien dentro, la penetración se enriquece en cantidad y calidad de los embates, transita el nuevo orgasmo.

Frenético movimiento de pelvis, me impulso, empujo fuerte, concentrado en mis sensaciones, aprecio el momento en que la esperma comienza la carrera a la libertad. Un golpe preciso, profundo libera, eyaculo dentro, chorros profusos y contundentes vierten la savia del hombre ardiente en su cueva.

—Wowww, calentita la leche del señor. Cuánta tenías… hhhh, me gusta, mucha y caliente.

—Me pareció que estabas acabando, o me equivoco?

—Si, me vine otra vez, no quise gemir fuerte para turbar tu momento. Viste que pudimos juntos, qué bueno, te corriste justo en mi orgasmo. Súper polvo nos echamos.

Quedé viendo cómo el semen comienza a escurrir de la vagina, chorreando hasta el culito. Sabe terminar un buen polvo, se arrodilla para limpiar el semen que hacía brillar la pija. Chupa y lame dejándola sin resto de eyaculación.

Breve descanso para reponernos, higienizar el estropicio de jugos y leche dan tiempo para un segundo round de sexo.

Hubo una segunda parte, las ganas intactas, la calentura renueva su temperatura, todo está dispuesto para otra vez.

—Yo sigo con ganas, vos también, conozco esa mirada. Cuando comenzó todo esto estabas embobado con esto (se palmea el culo), así que… ahora le toca, bueno me lo tocas y… me vas a dar pija por acá? (mohines de nena caprichosita)

—Obviamente lo tenía como prioritario, esta (me toco la pija) está deseando abrir ese orto divino.

—Dale, como me pongo? dónde lo hacemos?

La hice poner con las manos en el borde de la mesada y se la mandé, de una por la vagina, un par de metidas crean el clima de garche y lubrican lo necesario para ir por el ano. Abrí los cantos, coloqué la pija en el centro de hoyo. – Abre guacha!, abre el culito, te lo voy a partir como un queso…

Un poco de saliva también sirve, empujo como para puertear, el glande se pone en posición, tomé su cintura con fuerza para darnos más estabilidad, el envión me hizo entrarle toda la cabezona.

Al primer envión corrió el cuerpo hacia adelante, la sujeté con fuerza, entré todo de un golpe, se quejó por la brusca acción, considerando su estado pregunté – Te la saco?

—Qué?… ni te atrevas, me gusta, solo me asustó lo gorda y cabezona, como hace varios meses que no entra nadie, supongo que se habrá cerrado, déjame acostumbrar, en un momento estoy disponible para que me cojas, es lo que más me gusta, ya verás cómo me vengo. Soy tu yegua, monta cabrón, embarázame por el culo con esa poronga gorda y cabezona, abre todo, puedes romper el orto a esta perra puta.

Es una mujer que va de frente, sabe pedir verga y la disfruta a mil. Por una razón de comodidad la coloqué sobre el sofá, arrodillada en asiento y tomada del respaldo, ofrece un ángulo perfecto para hacérselo, como ya se lo había abierto, esta vez simple, entrar todo, de un solo golpe, se la mandé hasta el fondo, volqué sobre sus nalgas, por debajo me apropié de sus tetas, tomado de ellas me sirve de apoyo para darle bomba en continuado, tomando ritmo y velocidad, una mano de la muchacha frota con intensidad el clítoris. Es una cogida perfecta, todo en su medida y armoniosamente.

—Vamos cabrón mueve esa poronga, rompe el culo de tu yegua, más movimiento, más, necesito más acción. Me falta poco, apura la cogida, me pone loca esa cabezona moviéndose en mi culo. Vamos, vamos, me está quemando la calentura, apura, rompe el culo de tu yegua. Dameee pijaaa.

Fueron sus últimas palabras previo al gemido mortal de su orgasmo, le estalló en la boca y en la vagina, su mano apretaba fuerte el clítoris, la mía estrujaba las tetas y apretaba los pezones. Todo es prisa, vorágine y locura, ella grita y prolonga su orgasmo, se la estoy metiendo con fuerza salvaje, la calentura nos consume, sacudo su cuerpo a golpe de pija.

Todo es movimiento, gemidos, jadeos, gritos de placer y dolor, todo junto y revuelto. Los gritos de la mujer son pálido reflejo del estado de lujuria que transita a fuerza de pija. Nada le importa, pide a gritos que le dé más fuerte, más hondura. – Guacho divino!!! Nunca me cogieron así, dame bien fuerte no te importe que me queje, disfruto con este choto gordote dentro. Rompe el culo de tu puta, préñame cabrón, no te voy a dejar más, me vas a tener coger siempre así…

Era un momento alucinante, desorbitada en su calentura es incapaz de comprender otra cosa que no fuera el goce de ese momento. Los gritos de esta loca llenaban el ambiente, cuando me vine dentro todo se incrementa de modo exponencial, nada que no sea el goce de esta hembra importa.

Me vine de un modo alucinante, ni sé cómo pero sentía que se me iba la vida con la eyaculación. Después el silencio, se me aflojan las piernas, la eyaculación me dejó temblando, retiré la pija de su recto, cuando saqué la cabezota del pene me dio la sensación de descorcha una botella de espumante, en un primer momento creía que habido alucinación, pero ella confirmó la misma sensación. – Papi, cuando me la sacaste sentí que al atravesar el esfínter me descorchabas la concha.

—Era como descorchar el champán?

—Sí, eso, tal como dijiste. Claro no me debió extrañar me estaba garchando un burro…

Luego de este momento de placer alucinante, nos higienizamos, todo en su lugar, sin rastros de la locura anal. Cuando llegó Claudia, mi pareja todo era alegría, solucionaron ese mal entendido que las mantuvo alejadas por un tiempo.

En la despedida, con el beso en la mejilla me susurró

—Esto no terminó, solo fue el principio. Necesito más, necesito sentir esa poronga de burro como me rompe el orto…

Solo fueron un par de horas, el comienzo de más culeadas, disfrutando del culo de mi cuñada, al año de parir se mudaron al interior, cuando regresó un par de años después nada fue lo mismo, o no quería o tendría otro macho que la sirva como hizo este “burro”.

No sé si te ha pasado de estar embarazada y que tu marido no atienda tus necesidades, me gusta saber tu opinión, te espero en [email protected].

Nazareno Cruz

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