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La historia de Ángel, solo era un muchacho (35)
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Tiempo de lectura: 13 minutos

Los días pasaban, la normalidad había regresado a nuestras vidas sirviendo de paz y sosiego. Habían transcurrido dos semanas desde que Pablo se marchó y no habíamos tenido acontecimientos reseñables salvo unos pocos.

A partir del lunes tenía mis tareas que cumplir, preparar las clases de mayores en la hacienda de don Ernesto y seguir las instrucciones de Guido y Oleguer, mis profesores, para hacer mis propios estudios.

Hablaba todos los días de la semana con ellos recibiendo sus consejos y pasándoles los ejercicios cumplidos, para volverlos a recibir con las observaciones de los errores que cometía.

El padre de Álvaro me autorizó, pues ya tenía mi licencia de conducir, a coger el coche que necesitara para mis desplazamientos, pero Victoria, prudentemente, sugirió que mientras hubiera nieve en las carreteras y caminos sería preferible que otras personas más diestras me llevaran y trajeran.

Precisamente estábamos pasando una dura temporada en lo que a nevadas y fríos intensos se refería, y las previsiones de los hombres entendidos no eran muy esperanzadoras, preveían que tendríamos nevadas, acompañadas de frío y vientos, hasta la primavera.

Como ya adivinaba de antemano la labor de recogerme cada día recayó, preferente en Marcos, a veces era Eliseo y muy raramente algún otro joven empleado de don Ernesto. Me trataban bien y con respeto, dentro de lo que era habitual, y a veces dejaban salir a la superficie su creencia de seres superiores por ser viriles y machos.

Nada que yo no pudiera torear, o esa era mi creencia. Me recogían después de la comida y una pequeña siesta que acostumbraba a tomar, para relajarme de la intensas horas de estudios donde me esforzaba todo lo que podía y era capaz. Eliseo y Marcos no atendían las clases, no las necesitaban como tampoco los empleados mas jóvenes. Se trataba de los mayores que no habían podido cursar estudios de tipo alguno.

Cuando faltaban minutos para finalizar la clase llegaba Marcos, se colocaba displicentemente apoyado en la puerta, con las manos dentro de los bolsillos de su vaquero adoptando una pose de aparente indiferencia.

A veces le miraba y él me sonreía haciendo gestos con los labios, preguntando sin palabras cuando terminaría la clase, su actitud me hacía gracia y no podía contenerme de mirarle en su actitud altiva de hombre de campo.

Los pantalones vaqueros le eran habituales, como si no tuviera otros que ponerse, con una camisa a cuadros, de fuerte tela que a veces llevaba por fuera y abierta, enseñando una camiseta de cuello de barco por donde se le salían los duros y abundantes pelos del pecho.

Seguramente no fuera su intención, pero parecía que le gustaba exhibir sus atributos viriles, de verdad bien remarcados bajo la ajustada tela que no escondía la longitud y grosor de la verga corriendo por la pernera, ni las dos redondas y abultadas pelotas que eran sus testículos.

Todo un sensual y erótico espectáculo que me mostraba desde los metros que nos separaban, aprovechando que los alumnos me miraban a mi y le daban la espalda se rascaba las gordas bolas como si le picaran incitándome.

De todas las maneras eran un juego, pues luego sin hablar mucho, solo algunas bromas que me hacían reír, o me sonrojaban por lo atrevidas que eran, me llevaba a casa dejándome sano y salvo.

Pablo comenzó llamándonos todos los días, eran llamadas cortas, de escasos y contados minutos, podría haberlo hecho yo sin esperarle, pero no quería distraerle de sus ocupaciones.

Álvaro parecía que deseaba recuperar las horas que nos dedicó a Pablo y a mi el día de la despedida. Continuaba llegando tarde la mayoría de los días y marchándose temprano a la mañana siguiente. Nuestras relaciones personales eran calmadas y tenía que ser yo quien le provocara sexualmente, dando como resultado que fuera quien le hiciera el amor o bien una mamada de verga que le dejaba más que satisfecho.

Personalmente lo disfrutaba aunque yo no me corriera, o lo hacía estimulándome con la mano, o cuando le enterraba mi verga en el culo follándomelo, a pesar de no ser mi papel preferido aprovechaba esos momentos, pero era un gustazo verlo a él disfrutándome la boca y como se corría entre gritos para acabar agradeciéndome lo que le hacía.

¿Me estaba comenzando a acostumbrar a mi nueva vida? Para que me voy a engañar, había de todo y echaba de menos a Pablo, a su apasionada forma de hacerme el amor, y su dominio de macho sobre mi.

Lo pasaba bien con Álvaro aunque era, a todas luces, insuficiente para la calentura que yo llevaba, pero así estaban las cosas.

———————————

Algo cambiaría en breve, para bien o para mal, mi destino estaba ligado a los hombres, varoniles y machos bien dotados, y creo que ellos, como buenos perros de presa, me olían, se daban cuenta de mi estado hormonal de continuo deseo sexual.

El segundo sábado, tras la marcha de Pablo, tuve una inesperada visita, o quizá fuera para Victoria y don Mateo. Una de las chicas de servicio llamó a la puerta avisándome de que Victoria quería saber si estaba libre, y si era así que bajara al primer piso.

En un principio me pareció extraño que me hiciera llamar por terceros, casi siempre era ella la que se llegaba a nuestra habitación si quería hablarme. Aprovechaba para curiosear y recolocar algún adorno de los que abundaban en estanterías y paredes, copas y trofeos ganados por Álvaro en su juventud, y de la universidad, medallas o fotos recibiendo los premios.

Pasé por el baño para lavarme, llevaba varias horas estudiando, vestido con un simple y holgado pantalón con camiseta de tirantes, me lave de nuevo la boca y sin recoger los papeles me dispuse a bajar.

La visita de verdad resultaba una sorpresa, no la había vuelto a ver desde la fiesta de despedida de Pablo. Irina estaba sentada al lado de don Mateo, nada del otro mundo si no fuera porque la muchacha le cogía la mano al señor en actitud cariñosa.

-Acércate Ángel, ya conocer a Irina. -está no esperó a que yo me acercara, se levantó con rapidez y llegó hasta donde yo estaba algo asombrado, sus largas y estilizadas piernas las tenía embutidas en un pantalón floreado como si fueran medias, un ajustado jersey de color azulado le resaltaba los pequeños senos logrando que aparentaran ser más grandes.

La bella muchacha me echó los brazos al cuello como si se tratara de mi mejor amiga de toda la vida.

-Parece que terminas de levantarte. -me estampó dos sonoros besos en cada mejilla, cerquísima de la comisura de la boca, me cogió la mano y me llevó hasta el sofá quedando sentada con don Mateo a un lado y yo al otro.

-Te quedarás a comer cariño, Álvaro no vendrá y así puedes hacer compañía a Ángel, nos gustaría que estuvieras. -la chica miró a don Mateo y este la sujetó por el brazo pidiéndole que aceptara.

-De acuerdo, pero solo si Ángel no se opone. -la chica cargaba la responsabilidad sobre mi para que aceptara, la persona de los tres del que menos importaba la opinión.

-Creo que puedes hacerlo si no tienes algo que te lo impida.

-De acuerdo ya está decidido, llamaré a mamá para decirle que me quedo con vosotros. -se alejó hacia uno de los ventanales para usar su móvil y en dos minutos volvía a sentarse a nuestro lado.

Puede enterarme que había estado un año estudiando en otro país, ampliando sus conocimientos de inglés antes de empezar en la universidad en Septiembre y así estuvieron los tres hablando durante una hora que se pasó con rapidez, yo solo intervenía cuando se dirigían directamente a mi, y a Irina le debió parecer que me aburría a pesar de estar interesada en mis clases.

-Mientras llega la hora de la comida podemos subir y me enseñas lo que haces. -no tuve que decir que sí o no, se puso de pie y alegremente me cogió de la mano para salir al repartidor donde estaba la escalera.

Abrí la puerta de la habitación e Irina se quedó indecisa.

-Pasa, ¿no querías ver mis trabajos? -al traspasar el umbral se detuvo de nuevo mirándolo todo con detenimiento. El cuarto no estaba muy ordenado a pesar de que las muchachas de la limpieza lo habían recogido y hecho la cama, alguna ropa sobre una silla, unos zapatos que había pensado ponerme y sobre todo papeles sobre la cama y el escritorio, testificaban que aquella habitación era donde pasaba las horas.

-¿Compartes la habitación con Álvaro? Es una casa grande y tiene habitaciones de invitados… -me di cuenta de mi gran error y quise quitarle importancia.

-Álvaro me ofreció su ordenador y escritorio y lo utilizo para comunicarme y estudiar. -sabía que no engañaba a la perspicaz y bella jovencita, pero no insistió y se sentó en el borde la cama cruzando las largas piernas enfundadas en la tela floreada.

-Ven Ángel siéntate a mi lado y hablemos. -supuse que todo estaba planeado, y que el querer subir al primer piso era una excusa para quedarse a solas conmigo, me sentía sobre ascuas y la curiosidad me podía, sabiendo, intuyendo más bien, que no sería algo de mi agrado lo que teníamos que hablar pero hice lo que me pedía y me senté junto a ella.

-Me gustaría ser tu amiga Ángel, me has caído bien. -sonreía con dulzura empalagosa y la dejé que siguiera.

-Eres inteligente y te habrás dado cuenta de que siento algo por nuestro amigo, mejor te lo puntualizaré, estoy enamorada de él, desde que era niña amo a Álvaro, lo que esperábamos todos era que cuando fuera mayor nos comprometiéramos, y parece que tenemos algunas dificultades para que se cumpla lo que estaba previsto. -mantenía una postura hierática y solemne, con la espalda recta y erguida.

-Nunca me ha dicho Álvaro que estuviera enamorado de otra persona distinta… -hizo un gesto con la mano interrumpiéndome y me colocó la mano sobre el muslo.

-No me interrumpas por favor, es mejor que te explique lo que pienso sin distracciones innecesarias.

-Álvaro no está enamorado de mi, me quiere como a una hermana pequeña, eso ha sido obvio desde hace tiempo para todos, no obstante tenía la esperanza de que por otros motivos me pidiera que fuera su novia, para darle los hijos que Victoria y Mateo esperan con ilusión, cubrirle la espalda y taparle de cara al publico sus otras inclinaciones sexuales.

-En la fiesta pude confirmar lo que ya me habían comentado, el hombre al que amo les gustan los de su género, y es público lo que sucede entre vosotros añadiendo a Pablo en el grupo.

-Estos días he estado dando muchas vueltas al asunto y tengo un trato para proponerte. -mi curiosidad iba en aumento, aquella niña no parecía tener los dieciocho años sin cumplir, parecía una señora mayor, astuta y lista, de cerebro fértil que estudiaba con frialdad las posibilidades que se le ofrecían para hacer real su propósito.

-Puedes seguir siendo su amante, y tenerlo en la cama contigo, salvo para que cumpla con su deber de tener herederos legítimos, están en juego grandes fortunas que llegaran a sus manos más pronto que tarde.

-Se casará conmigo y yo no me interpondré entre vosotros tres, te pido que lo pienses y además quiero que me ayudes a que se haga realidad lo que te pido, sería bueno para todos. -no sabía que respuesta darle, me había dejado estupefacto sin entender del todo lo que me estaba proponiendo.

-Irina, yo creo que debería ser Álvaro el que mantuviera esta conversación contigo.

-No, eso sería lo peor que podría hacer, acudo a ti porque se que quieres a sus padres y que no querrás decepcionarles haciendo imposible que tengan los nietos que necesitan y merecen. Tu amas a Álvaro y deberás ver las ventajas, para él y su vida profesional, de hacer realidad lo que proyecto. Tu eres el único que puede hacer que todo esto se materialice.

-No me respondas ahora, tenemos tiempo. -impulsivamente la chica me abrazo el cuelo y me besó dulcemente los labios.

A la tarde Irina se marchó, estuvo contenta durante la comida y el resto del tiempo, y pude darme cuenta de que, en parte, me había dicho la verdad, los padres de Álvaro la adoraban aunque para ellos estaba claro que sus sueños no se iban a realizar estando su hijo enamorado de un muchacho, el perseguido que tenían acogido y escondido en su casa.

——————————

Ese día, y después de meditar sobre lo que Irina me dijo, sin hablarlo con Álvaro, había decidido decirle que estaba de acuerdo en principio. Había estado muy preocupado esos días y al tomar la decisión era como si densos nubarrones desaparecieran dejando el cielo libre para que se viera el sol.

Marcos llegó para buscarme, mi adustez y seriedad de los días anteriores, había dado paso a una loca euforia y explosiva alegría que no dejó de notar.

-Hoy se te ve más alegre…, y más guapo, la tristeza y la preocupación no van contigo. -no pude evitar sonrojarme, sus aduladoras palabras, dichas con el tacto y la suavidad precisa, lograron que me cohibiera y bajé los ojos ruboroso y aturdido.

-Eres muy amable Marcos.

-Digo solo la verdad, eres lindo sin reír, pero cuando lo haces parece que tu cara irradia brillo. -ya resultaba demasiado aunque me sentía complacido. Detuvo con cierta brusquedad la camioneta y se volvió para levantarme la cara con dos dedos sujetándome la barbilla, sin darme cuenta tenía su boca expulsando el aliento caliente a unos milímetros de la mía, le miraba espantado esperando anhelante no sabía el qué.

Juntamos las bocas y de pronto lo estaba besando, abrazándome a su cuello y refugiándome en su fuerza, el beso no cesaba y empezaba a mover los labios pretendiendo que abriera la boca.

-¡Oh! No Marcos, por favor. -se apartó sin dejar de sujetarme los hombros y me miraba fijamente a los ojos.

-Está bien, lo siento, pero sabes que no voy a causarte mal alguno, no lo malinterpretes por favor, eres tan irresistible que debería castrarme para no pensar en ti. -su cara contrita y la barbaridad que terminaba de decir logró que sonriera otra vez.

-No, no hagas eso, no merece la pena. -mis ojos se perdieron en el bulto alargado que le bajaba por la pernera del pantalón; y no sucedió algo más porque puso en marcha la ranchera y seguimos el camino, él con una ancha sonrisa en la cara, negra por la barba de varios días que llevaba sin afeitar, yo satisfecho al saber que Marcos, además de recordarme que me deseaba, sabía respetarme también.

Durante la clase no pude evitar pensar en él, e inconscientemente deseaba que llegara el final de la clase y me viniera a recoger. Marcos se estaba ganando mi confianza y estaba ademas, era verdad, estaba bueno, apetecible y sonreía sin darme cuenta.

Aunque lo esperaba me sorprendí cuando apareció como era su costumbre, y se apoyó en el marco de la puerta abierta, de su sonrisa bajé la mirada a su entrepierna, para no variar la manguera que discurría por su pierna continuaba estando en su lugar, así como las gordas pelotas en la parte superior, pasé la lengua por mis secos labios y al volver a levantar la cabeza, me sonreía lleno de lujuria al haberse dado cuenta de la mirada que había dirigido a su verga.

Rápidamente volví a concentrarme en la materia que estaba impartiendo, pero un buen observador se habría dado cuenta de la rojez que impregnaba mi cara.

Terminó la clase y supuso un duro esfuerzo evitar volver a mirarle cuando lo tenía justo enfrente, viendo de soslayo como a veces se arrascaba la entrepierna intentando llamar mi atención para que lo mirara.

Comenzaron a salir después de recoger sus cuadernos y dejarlos depositados en una mesa junto a una pared. A mi vez también reuní en un montón mis papeles para meterlos en la cartera. Marcos había apagado la mitad de las fluorescentes cuando se acercó hasta mi mesa, cuando se colocó a mi espalda mis manos empezaron a temblar siendo incapaz de meter las hojas sin arrugarlas. Sin estar pegado a mi sentía el calor que despedía su cuerpo.

-Espera ya te ayudo. -pasó las manos por mis costados dejándome abrazado y me cogió las hojas para dejarlas a un lado, sujetó mi cintura y se aproximó hasta hacer contacto. A través de la tela de nuestra ropa podía sentir la dureza de su miembro apoyado sobre mis nalgas. Sentí un escalofrío y comencé a temblar.

-¡No, Marcos! -se movió para acercarse aún más y me quedé paralizado, sintiendo la rotundidad de aquella barra o manguera de carne y las duras pelotas.

-Se que lo necesitas nenito, igual que yo. -giré la cintura lo que me permitía al tenérmela abrazada y Marcos aprovechó el momento para besarme la boca. Pude haberlo evitado y en su lugar respondí al beso de sus labios.

-¡Ahh! No Marcos, no. – negaba con las palabras pero no retiraba la boca y volvió a besarme, ahora con más fuerza.

-No pasa nada bebito, estamos solos y me vuelves loco.

-La criadas Marcos, pueden venir en un momento.

-Aún no es hora de preparar la cena, no tengas miedo. -de alguna manera le estaba dando permiso para que hiciera lo quería, buscando excusas pueríles, y el macho sabía que lo necesitaba, mi cuerpo debía despedir el olor propio de una hembra en celo, necesitada de ser cubierta por un semental.

Dejó de sujetarme con una de las manos para soltarse y bajarse los apretados pantalones sacando sus genitales al aire, el suave olor a macho llegó a mi nariz, y mi verga respondía hinchándose a la vez que en mi culito sentía un ligero espasmo.

Después metió la mano por la cintura de mi pantalón y me sacó la camisa, ahora con las dos manos tiró del pantalón para bajarlo, pensé que lo iba a romper y me solté el botón bajando la cremallera para ayudarle haciéndoselo más fácil. Ya no había vuelta atrás, lo que tuviera previsto que sucediera se iba a cumplir sin remedio, me tenía entregado a sus deseos y me dejaba llevar por la lujuria y las sensaciones que me transmitía su polla dura como un madero pegada entre mis nalgas.

-¡Ahhh! Que dura la tienes Marcos.

-Sabía que la necesitabas bebito, que abra tu culito y entre en él. -llevé la mano para cogerle la verga y sentirla en la mano, para saber realmente su grosor y textura, y tenerla. Su calor abrasador fundía mi mano, la tenía humedecida de precum y la corrí el pellejo para pasar la mano por el gordo glande.

-Te la voy a meter toda en tu culito delicioso.

-La siento tan rica…

-¿Te gusta? Mi polla será tuya. -se la masturbé de mala forma mientras volvía a besarme metiéndome la lengua todo lo que podía en la boca y yo se la chupaba engolosinado de su dulce saliva.

-¡Ayy! Marcos, que rica se siente y que grande, me vas a hacer daño pero necesito ya tu verga, métemela. -en mi loco deseo le pedía que la metiera sin estar preparado, sin pensar en el destrozo que me haría en el culo. Y debo agradecer que Marcos, a pesar de estar tan deseoso como yo, resultara más sabio y prudente.

Me empujó para que apoyara el pecho en la mesa y me abrió las piernas, no resultaba fácil ya que tenía el pantalón y el slip por las rodillas, me subió la camisa dejándome la espalda al aire y comenzó a meterme la mano entre las nalgas acariciándome el ano.

A la vez que iba introduciendo los dedos en el culo, primero uno hasta llegar a tres, me acariciaba la espalda y me la besaba, yo gemía con la mejilla y el pecho sobre el tablero de la mesa, a veces sacaba los dedos para pasarme la verga por la raja y hacer mención de querer penetrarme, y volver otra vez a escupirse en la mano y jugar con los dedos dilatándome el ano.

-Creo que estas listo precioso, ahora te voy a hacer mío, voy a tomar posesión de tu ano y darte la verga hasta el fondo.

-¡Sí, por favor! Mete tu rica polla y dame duro. -tiró de mis caderas para separarme de la mesa que solo sentía por el golpeteo de mi erecta verga por debajo del ala de madera, y apoyé mis manos en ella elevando el pecho y la cabeza.

Giré la cabeza para verle como se chupaba dos dedos y volvía a introducírmelos en el ano, gemí largamente al sentirme penetrado.

-La verga Marcos, méteme tu dura verga, la quiero, si por favor. -podía sentir mi culo muy abierto, perfectamente dilatado para acoger con facilidad su polla.

-Me gusta que me la pidas, que desees que te folle con ella.

-La quiero, la necesito ya, dámela Marcos.

-¿Entonces, quieres ser mi hembra?

-Sí, lo quiero, pero métela ya. -mi nuevo amante se reía quedamente pasando los labios por mi espalda, satisfecho de tenerme dominado, entregado y dispuesto a todo en ese momento de pasión.

Pasó un brazo por mi vientre para tenerme bien sujeto, y con la otra mano dirigió el duro pollón hasta colocarlo a la entrada de mi culo. Empujó y solo sentí una fuerte presión cuando la punta de la verga entró avasalladora y dominante en el ano haciéndolo suyo.

Le ayudaba deseando que, de una vez, aquel largo falo se me clavara en el cuerpo y me atravesara, elevé el culo ofreciéndoselo, abriendo las piernas todo lo que la ropa me dejaba, y sentí las dos fuertes y viriles estocadas que siguieron, hasta que sus gordas pelotas quedaran encajadas en el perineo empujándome los huevos.

-¡Ahhh!, rico, rico, si. -movía las caderas circularmente para conseguir que el pene se adaptara y encontrara el lugar correcto dentro de mi.

-¡Que rico! muévete bebé, que bien lo sabes hacer. -me colocó una mano en la nuca haciendo que volviera a poner la mejillas y el pecho sobre el tablero de la mesa, mientras empezaba moverse sacando y metiendo la verga con fuerza.

Aquello era delicioso, ¡cuánto necesitaba una verga como la que Marcos me daba!, y un dominante macho poderoso y fuerte que controlara a placer mi cuerpo y que me llevara a su antojo.

Dejó de culearme tan rico y abrazado a mi vientre me puso derecho, se inclino para favorecer la entrada de la polla desde abajo, y cuando me la volvía a meter me elevaba en el aire, o hacía que me tuviera que poner de puntillas por las fuerza de su empuje. Terminé con la cara contra la pared cercana, apoyando mis manos en ella y tirando el culito hacia él follándome con su verga yo mismo.

-Me voy a venir, dame duro, rómpeme. -sentía la baba que salía de mi polla salpicándome las piernas, y unas ganas enormes de vaciarme la tensión que me agarrotaba todo.

-Yo también, bebé, te voy a llenar de leche, se te va a derramar del culo, toma, toma lo que quieres. -arreciaba en la follada y me incliné contraído cuando exploté lanzando chorros de semen. A su vez, y unos segundos después, Marcos me preñaba por vez primera gritando como poseído y sin preocuparle que pudieran oírle.

-Toma, toma toda tu leche, ¡ohh, sí!, todo para tu culito tragón. -parecía que no tendría un final y que su deposito no se vaciaría, pero sentía la delicia de notar como los chorros de leche se estrellaban en el fondo de mi vientre.

Nos limpiamos con un rollo de papel de cocina que había en la mesa donde dejaban el material de enseñanza, y recogimos los excesos de la leche derramada en el suelo, también la que yo había expulsado contra la pared, y ya vestidos nos dispusimos a salir para que me llevara.

-Cierra bien el culito bebé, tenlo apretadito, y no dejes que se te salga la leche, me hace ilusión pensar que te gustará tenerla dentro para sentirme. -Marcos aún sentía la calentura y no se terminaba de calmar, me abrazaba mordiéndome los labios hasta que me separé encaminándome a la salida.

Cuando salimos del complejo de edificios de la hacienda, para coger la carretera, estaba anochecido, vi como se encendían las luces de una ventana en la casa de Pablo, como también lo estaban las de otras viviendas cercanas. Hicimos el recorrido hasta la casa de Victoria sin hablar, nos habíamos entretenido y era tarde.

-Te recogeré mañana como siempre. -me puso la mano sobre la pierna hasta inclinarse y tirar de la manilla para abrirme la puerta sin hacer intención de bajar y le notaba preocupado.

-¿Estas bien Marcos?

-Estoy deseando volver a tenerte, nada más es eso, ¿y tú querrás?

-Hablaremos mañana. -no quería decirle que yo estaría encantado, me había gustado su forma de follar y sobre todo lo que poseía entre sus piernas.

Tuve tiempo de ducharme y vaciarme de la leche que aún tenía dentro, a pesar del deseo de Marcos, no estaba por la labor de que me escurriera y marcharme la ropa, luego esperamos a Álvaro quien había comunicado que llegaría para la cena.

Estaba pensando seriamente en decírselo a Álvaro, confesarle lo que había hecho, y tenía muchas dudas de que eso fuera lo mejor. Decidí que era preferible callarlo de momento, cuando salió de tomar una ducha y a toda prisa se metió en la cama a mi lado.

Esa noche Álvaro me hizo el amor de una forma sencilla y sosegada, haciéndome disfrutar de su persona, de sus besos, del calor que todo su inmenso cariño me otorgaba. Sería mejor no hablar para no empañar su dicha, pero el pensamiento de la verga de Marcos entrando en mi culo no me dejaba dormir.

No iba a poderme negar a ser suyo si me lo pedía, ahora no creía que pudiera negarme, ya sabía lo rico que podía ser estar a su lado, controlado y lleno de su poderosa polla.

Seguirá…

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