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Delirios en el club del desenfreno
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Eran ya las doce de la noche y el olor a alcohol y sudor se hacía cada vez más penetrante. Un ambiente bastante obscuro solo permitía ver sombras bailando en el salón central. Parejas acariciándose y besándose podían verse en la proximidad. A lo lejos, solo siluetas de personas sin ningún rasgo definido. El sonido de la música y unos cuantos tragos ya hacían estragos en la cabeza de Carolina.

Dos muebles de semicuero negro, con una mesa en el centro era todo el espacio que podía ver con relativa claridad. No había nadie en el mueble de enfrente y a su lado, solo su esposo Roberto. Por eso, se levantó y se dirigió al lado opuesto del mueble, se escurrió un poco y entre sentada y acostada, aprovechando que tenía falda, se quitó sus pantis y abrió algo sus piernas con dirección a su esposo.

Un minuto después, ya tenía la cabeza de él entre ellas, permitiendo que este le chupara toda la entrepierna. La lengua pasaba una y otra vez por el clítoris, por los labios menores y mayores, por la parte interna de sus muslos, y luego comenzaba el ciclo de nuevo. Sentía por momentos como la lengua de su esposo entraba en su agujerito de cuando en cuando.

Ya no sabía si gemir, gritar o decir una que otra mala palabra. Cuando los labios de Roberto se colocaban en forma de beso francés y la lengua penetraba en las diferentes partes, se perdía totalmente en la excitación. Con cada roce de la lengua, en su hoyito y su clítoris, acompañado por los movimientos de los labios de su esposo, le salía un gemido, un pequeño grito y algunas veces hasta algún balbuceo de alguna palabra inentendible.

Roberto levantó la cabeza por un momento para tomar un trago y pasarle el vaso a su esposa y luego volvió a sus labores de cunnilingus. Carolina entonces tensó un poco su cuerpo, y agarrando la cabeza de su esposo para pegar más la boca con su cuca, suspiraba. Un trago más de alcohol y todo se volvió más surrealista para ella. No sabía si era verdad o era un sueño lo que estaba viviendo, incluso no parecía importarle ya dónde estaba.

Roberto notó que su esposa se mojaba cada vez más, sobre todo cuando simulaba una penetración con la lengua. Le metió la lengua hasta donde podía, como si fuera un pequeño pene y siguió con una chupada concentrada en el clítoris, circulando al derredor y de arriba a abajo. Ella cerró sus ojos y su cabeza le daba vueltas, mientras sentía que se acercaba el orgasmo.

Lo hubiera conseguido si no fuera porque él se incorporó para beber otro trago. Ella abrió sus ojos mientras él trataba de llenar el vaso y solo veía sombras de cuerpos que se movían con el ritmo de la música. Aprovechó el momento para tomar otro sorbo del vaso que sostenía en su mano derecha y volvió a tomar posición, cuando sintió que su esposo volvía a meter la cabeza en su entrepierna.

El nuevo sorbo, parecía cargado de lujuria, pues cerró nuevamente sus ojos y tomó la cabeza de Roberto con sus manos para pegarse más la boca a la vagina. Echó su cabeza un tanto hacia atrás, para preparar el orgasmo, pero el frío de la boca de su esposo por el trago con hielo, la hizo regresar a su posición original.

Su cabeza comenzó a dar nuevamente vueltas, volvió a echar su cabeza hacia atrás y finalmente, al Roberto agarrarle el clítoris con los labios y darle pequeños toques de lengua, Carolina llegó al orgasmo. La lubricación de la vagina era extremadamente abundante. Sus manos agarraban la cabeza como para no dejarlo respirar. Un momento de combinación entre alcohol y excitación, que le hizo perder la noción de la realidad. Solo la última fase del clímax le hizo soltar la cabeza de Roberto para lograr equilibrio y no caerse de aquel mueble.

No se había recuperado totalmente de aquel primer orgasmo cuando sintió que el pene rozaba sus labios, en un intento por meterlo en aquella boca pintada totalmente de rojo. Todo fue muy confuso, pues mientras abría su boca para recibir y saborear el miembro, seguía sintiendo la lengua en la entrepierna y los últimos espasmos del orgasmo.

En medio de una divagación, no sabía ya con claridad lo que sucedía. Sacó aquel miembro de su boca para tomar un nuevo sorbo, dejando el vaso en el piso, no sin antes tomar un hielo pequeño y dejarlo en su boca. El frio de aquella roca de agua fue un impacto placentero y novedoso para aquel hombre que volvía a insertar su miembro en aquella boca pequeña pero hambrienta.

Con aquel hielo en la boca comenzó a juguetear y chupar cada parte del pene. Lo metía, lo sacaba, lo lamía, lo saboreaba. Lo bombeaba un rato con la boca y otro con sus manos. Sentía sensaciones intensas, como si lo que su mano izquierda y su lengua hacían en ese falo, su cuca lo sintiera por igual. Al punto que en un acto reflejo bajo su mano derecha para agarrar aquella cabeza que poco rato antes la había chupado. Sorpresivamente su mano encontró un tumulto de pelo que evidenciaba que la seguían chupando. Fue muy extraño, pues no sabía si aquello era real o propio del último trago.

De golpe abrió sus ojos, pero no pudo reconocer del todo a su esposo en aquel cuerpo que le ofrecía el miembro para chupar. No podía asegurar si era o no, pues la obscuridad, la posición en la que se encontraba y la cabeza de este echada hacia atrás por la excitación no lo permitían. No sabía tampoco quien la estaba chupando. De pronto pensaba en dos o tres hombres posibles, incluyendo a su esposo, pero no hubiera podido asegurar que era alguno de ellos.

Hubiera entrado en pánico, si no fuera porque las sensaciones que estaba recibiendo eran muy intensas y estaba por alcanzar el segundo orgasmo. Ese miembro en la boca la excitaba muchísimo y al mismo tiempo aquella lengua en su cuca, recorriendo cada parte de su hoyito y su clítoris eran sensaciones impresionantes. Su lengua quería más, quería saborear aquel pene centímetro a centímetro, sin importar de quien fuera. Con los espasmo del orgasmo soltó el miembro de su boca y comenzó a sentir como el placer le recorría todo su cuerpo.

En medio de las contorsiones pudo ver vagamente que dos personas más estaban detrás del mueble donde se encontraban y dos más en el otro mueble. Parecía que el movimiento estaba captando público. Era excitante el que personas extrañas se excitaran con su cuerpo, sus movimientos, su culo, sus gemidos y su lujuria. Era inevitable no sentir las miradas en cada parte de su piel.

Trató de aprovechar el momento para fijar mejor al dueño del pene que ella estaba chupando, pero este ya se estaba acomodando en el mueble. La tomó por las piernas y la hizo deslizarse totalmente hasta quedar acostada. Le abrió sus piernas, y estando arrodillado, la penetró de un empujón. La comenzó a bombear y bombear. Le introducía el pene con muchas ganas, como si tuviera muchos días sin sexo. Aquel hombre se sentía totalmente excitado por estar penetrando esa cuca. Su ritmo, sus gotas de sudor y los gemidos que emitía, daban cuenta que estaba ansioso por cogerse a Carolina.

Ella de pronto se preguntó dónde estaba quien la estaba chupando, pues había sido muy experto en el arte. Pero antes de hacer conjeturas, ya sentía otro cuerpo que se acercaba hasta donde estaba su boca. Sintió como colocaba una rodilla a cada lado de su cabeza, preparando una penetración oral intensa. Pero cuando abrió su boca para recibir aquel nuevo miembro, el nuevo sabor, el nuevo “guevo” en su boca; sintió como una cuca totalmente mojada se pegaba a su boca. Y oyó entre la música que decían “coño… que rico”.

Como por reflejo comenzó a chupar, pero abrió sus ojos para ver si identificaba a la mujer que estaba chupando. Tampoco hubo total claridad, pero el perfume de ella le era vagamente familiar. La excitación pudo más que cualquier otro pensamiento, por eso comenzó a chupar esa cuca como si fuera experta en dicha acción. Su lengua recorría el clítoris y luego el hoyito, saboreando aquellos flujos vaginales y sintiendo como las caderas de aquella fémina, le cogían la cara y sobre todo la boca.

Los embates de aquel pene dentro de su vagina, hicieron que volviera a concentrarse nuevamente en las sensaciones de su propia cuca. Unos momentos después, volvió a cambiar su centro de atención, pues sentía como por aquella cuca, además de aquel rico flujo vaginal, chorreaba un poco de licor que aquella mujer había regado por su monte de venus. Una jugada que hizo que bebiera un nuevo sorbo de alcohol, pero con un sabor mejorado.

Todo tomó un matiz más surrealista, al punto que casi no se da cuenta que la mujer encima de su boca se volteó para acomodarse y quedar frente a quien la penetraba. Carolina mientras era penetrada cada vez con más fuerza, chupaba aquella cuca cada vez más chorreada y quienes estaban encima de ella, se besaban con máximo placer. Las caderas de la mujer seguían cogiéndose su lengua y el hombre parecía que quería reventarla con sus embates. El miembro parecía que llegaba a lugares cada vez más placenteros, entraba y salía con un ritmo intoxicante.

Carolina con su mano derecha comenzó a masajear el clítoris de aquella mujer, lo que hizo que esta acelerara su ritmo, pasando aquella vagina por su boca de manera muy excitante. Por último apretó sus nalgas mientras conseguía el orgasmo. En medio de los espasmos de aquel cuerpo todavía desconocido, aquella mujer se levantó un poco para sostenerse del respaldar del mueble.

La música seguía muy acelerada, como de DJ europeo, al igual que las penetraciones que seguía recibiendo. Y mientras tenía su siguiente orgasmo, Carolina veía que quienes estaban en el otro mueble ya se besaban y metían mano. Ya ella notaba que estaban desnudos.

Sorpresivamente, sin él alcanzar el orgasmo, quien la penetraba sacó su pene de un golpe, pues la mujer que estaba encima suyo, lo comenzó a besar y lo hizo sentar en el mueble, se subió encima de él y se metió el pene hasta el fondo. Ver aquel ritmo y la curiosidad de saber quiénes eran, hizo que Carolina se acercase, apoyándose en cuatro patas, hasta la cara de estos. Como él tenía la cabeza entre las tetas de ella, pudo inicialmente ver que la mujer no era una extraña. Era Paula, una antigua vecina y amiga de hace unos cuantos años. Y cuando trató de buscar a Roberto en la cara de aquel hombre, se dio cuenta que era Carlos, un compañero de clase con el que se había dado unos besos durante su período universitario, pero no habían llegado a mayores. Eso hizo que determinara que todo aquello era irreal, que era imposible que aquello estuviera sucediendo. Aquellas personas no podían ser reales.

De pronto, Carolina sintió unas manos que la abrazaban y la hacían levantar, solo para quedar apoyada en las rodillas. Un miembro erecto en su espalda le indicaba que otro hombre realizaba la maniobra. Cuando volteó la cabeza para ver quién era, se encontró con la cara de su esposo que de un empujón le metió la lengua en la boca. Eso era más real, eso era lo que realmente estaba pasando. Aquella lengua recorría el mismo camino y con el mismo ritmo que el pene que había chupado hace unos momentos.

Se sintió aliviada de tener un poco de realidad, en medio del desenfreno. Por eso decidió relajarse y dejarse llevar por aquella tormenta de lujuria. Volvió a la posición de perrito y con mucha suavidad, pero con firmeza, Roberto la penetró por el culo. Su esposo entraba y salía de su ano, con mucha excitación. Le agarraba las caderas y las nalgas en cada empujón. Solo lo sacaba para masturbarse un poco entre sus nalgas y nuevamente se lo volvía a meter con muchas ganas.

Mientras era sodomizada, Carolina nuevamente dirigió la cabeza hacia su izquierda y se volvió a encontrar con la escena donde Paula cabalgaba a Carlos. Mientras Paula aceleraba el ritmo, Carlos bajó un poco su cabeza, besó a Carolina y le tomó una de sus tetas con una mano. La sensación del beso profundo fue el toque final que hizo que Carlos soltara toda la leche mientras penetraba aquella cuca. Paula terminaba casi al mismo tiempo y después de los espasmos, viendo que Carlos no soltaba la boca de Carolina, esta se levantó y comenzó a besar apasionadamente a Roberto. Evidentemente quería buscar más sensaciones.

La lengua de Carlos en su boca y la penetración de Roberto por el culo, hizo que Carolina tuviera su siguiente orgasmo. Uno que casi la hace desfallecer, y por eso hizo que se sentara de una vez en el mueble, dejando que todo lo demás fluyera por su cuenta.

Mientras Carlos un tanto agotado y Carolina a su lado, buscando un poco de aire, Paula, después de separar su lengua de la de Roberto, se acomodaba en cuatro patas en la alfombra al pie del mueble. Exactamente en el espacio que permitía la mesa. Roberto se acomodó como pudo, se colocó un condón y la penetró también por el culo. Paula se movía bastante fuerte. Se veía que no le importaba si era penetrada por un hoyo o por el otro. Roberto estaba fascinado con aquel culo de piel canela, pero que en aquella obscuridad solo se veía redondo y con movimientos muy excitantes.

Roberto se cogía aquel culo con mucha excitación. Entraba y salía sin ningún problema. Paula parecía dilatarlo sin ningún contratiempo y se veía que sentía mucho placer, por la cantidad de gemidos que emitía. No era muy necesario agarrarle las caderas, ella misma se metía el miembro hasta el fondo con toda la fuerza y por momentos aceleraba el ritmo de manera considerable. Por ratos, Roberto solo se movía cuando Paula tomaba unos segundos para agarrar aire del ritmo un tanto salvaje que llevaba.

La pareja solo se separaban de tanto en tanto, para que Paula se incorporara y lo besara nuevamente con mucha pasión.

Mientras tanto, Carolina solo veía, en primer plano la escena de su esposo y en segundo, la de las personas que había en el otro mueble. Ya en aquel otro lado, no eran dos personas como inicialmente había, ya eran tres. Al otro lado del mueble, Carlos con un pene ya algo flácido, se quitaba el condón y lo dejaba en la mesa.

Aprovechando que Roberto nuevamente penetraba a Paula, Carolina se levantó y comenzó a besar a su esposo. Esto hizo que se generara un poco de espacio en el mueble, y una de las personas del otro mueble se acercó más a la escena. Al sentarse la persona, Carolina pudo ver que era Endriago, el esposo de Paula. Ya tenía una erección algo considerable, pues había estado jugueteando con la pareja que estaba en el otro mueble.

Todo ahora parecía más real, parecía ser posible. Esto hizo que todo fuera más excitante, pues aunque ya habían pasado bastantes cosas esa noche, le hacía revivir varias de las fantasías que todavía tenía en su cabeza. Al ver que Endriago se sentó en el mueble, Carolina se separó de Roberto y comenzó a chuparle el miembro ya erecto. Primero en la cabeza y luego por todo el tallo del pene. Con su lengua saboreaba cada centímetro de piel.

Un miembro delgado pero largo, permitía una maniobra de este tipo y no una mamada total, pues la boca de Carolina es un tanto pequeña. Pero esto no impedía que Carolina pasara la punta de su lengua por cada vena del miembro de Endriago, mientras este gemía de placer. Carolina fascinada con aquel pene, chupaba hasta los testículos como si fuera un chocolate o un helado. Las pequeñas gotas que salían por aquella punta, ella las recogía y saboreaba con su lengua. De tanto en tanto, lo masturbaba con sus pequeñas manos, mientras se levantaba y besaba a Endriago.

Al ver todo esto, la pareja del otro mueble se acercó, y dos hombres que estaban detrás, también. Terminó de configurarse el cuadro para un gran final. La pareja era un par de esposos de piel obscura, de unos cuarenta y tantos, como el resto del grupo, y que luego se supo que se llamaban Alejandro y Eliana. Los hombres eran uno de tez más obscura que la pareja y cuyo nombre es Mario, y un rubio bastante pequeño y delgado, llamado Hans, ambos más jóvenes que el resto del grupo, aunque no por mucho.

El mueble era de filmación. Nueve personas lo ocupaban. Tres dobles penetraciones se daban al mismo tiempo. Carolina era penetrada por Alejandro en la cuca y Hans en el culo. Paula por Mario en la cuca y Endriago en el culo. Y Eliana por Carlos en la cuca y Roberto en el culo.

Carolina se introdujo el pene de Alejandro en su cuca y besaba por primera vez a un hombre de piel obscura. La lengua de él parecía cogerle la boca, mientras con las manos él le agarraba fuertemente las nalgas. Alejandro solo dejaba de besarla cuando le chupaba las tetas. En un momento en que le agarró las nalgas intensamente, Hans aprovechó con su pequeño tamaño meterle su miembro en el culo. Dos hombres de diferentes tamaños y color de piel, en una doble penetración, hacían que Carolina tuviera su último orgasmo de la noche. Alejandro terminaba en su cuca y Hans alcanzaba perfectamente a darle fuerte por el culo hasta soltar el semen.

Paula después de quitarle el condón a Roberto, lo chupo un rato, recogiendo con su lengua cualquier líquido que saliera de aquella punta. Se metía y sacaba aquel miembro con mucha suavidad pero con muchas ganas.

Luego tomó a Mario y lo sentó en el mueble. Le chupo el pene hasta que tuvo una tremenda erección. Se acomodó encima de él y comenzó a cabalgarlo. No habían pasado sino algunos instantes, cuando sintió como su esposo buscaba penetrarla por el culo. Tomó sus manos y separó las nalgas. Endriago introdujo su miembro por aquel trasero que ya estaba bastante dilatado por el movimiento de la noche. Después de su último orgasmo se arrodilló para recibir el semen de su esposo y de Mario en las tetas y la cara.

Carlos ya se había recuperado nuevamente, viendo aquel cuerpo exuberante de piel obscura de Eliana. Y mientras ella se besaba con Roberto, este aprovechó para penetrarla por la cuca desde atrás. Luego de bombearla un rato, esta se levantó y comenzó a cabalgarlo y le pidió a Roberto que le cogiera el culo. Aquellos miembros no parecían ser suficientes para el movimiento y exigencia de aquella mujer. Recibió cogidas frenéticas por el culo y la cuca hasta que cerró su último capítulo orgásmico de aquella noche, recibiendo la segunda leche de Carlos en su cuca y el fuerte embate de Roberto por el culo, mientras soltaba todo su semen.

Después de un rato, de aquella escena tan loca y tan movida, con piel, penetración y mucha excitación, Carolina y Roberto, como por arte de magia, se quedaron solos en su respectivo ambiente. Ella no sabía todavía si todo aquello había sido real, o producto del alcohol en su cabeza y las ganas de sexo. Al día siguiente comprobaría una cosa u otra. Por los momentos, seguir oyendo música en compañía de su esposo y feliz de haber tenido todos esos orgasmos, era suficiente.

Sirena y Tritón

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