¿Cómo debería empezar? Tal vez contando un poco de mí.
Me llamo Emily. Voy en la universidad. Soy considerada una de las chicas más bajitas y adorables del salón, lo cual no me desagrada, eran etiquetas que me gustan.
Mi altura de 1.56 se complementaba con un cuerpo delgado, caderas anchas, pechos medianos. Cabello castaño teñido con algunos mechones rosas.
No soy la más sociable de todos, pero tampoco me quedo sola en un rincón mientras dibujo o escucho música. Supongo que estoy en la media de “normalidad”. Claro, solo ante los demás. Pues guardo demonios dentro de mí que podrían hacerles cambiar todo el panorama.
Hacía mucho tiempo había salido con alguien. Un chico menor que yo. Solía ser niñera de sus hermanitos cuando estudiaba la preparatoria. A veces, lo llegaba a cuidar a él también cuando lo veía retraído en su mundo y con problemas de autoestima.
No lo sé. Por alguna razón, entre los cuidados, las atenciones y agradables momentos: me sentí muy unida a él. Estaba enamorada. Y el también.
Fuimos pareja casi dos años. Hasta que sus papás tomaron la decisión de que él podía hacerse cargo de sus hermanos. Yo me fui de ahí, pero seguimos saliendo. Hasta que el comenzó a ponerse raro, en más de un sentido. A veces llegaba a mi casa y me pedía que lo cuidara si se sentía mal. Se comportaba como un mocoso que no se me despegaba y exigía mi atención; como un niño que hace berrinche para que se le compre un helado. Todo llego a un extremo, cuando se empezó a mostrar celoso y posesivo. Literalmente, intento mantenerme solo para él.
Aun lo amaba, pero sabía que eso no podía ser bueno para ambos. A mi pesar, rompí con él. Sus insistencias se habían vuelto muchas, hasta cierto punto le había aterrado las formas y maneras en que me pedía que regresáramos; no lo eh vuelto a ver hace más de un año. La idea de que haya entendido que era el fin me daba calma, pero pensar que ahora todo lo que hacíamos juntos ahora lo hacía con alguien más, me dolía un poco.
En cierta forma rara, lo extrañaba.
Era verano cuando paso. Salimos muy tarde de la escuela. Luego de salir de una cafetería a la que algunos compañeros habíamos ido, me encamine hasta la parada del bus. Pero, al pasar junto a un callejón oscuro, sentí como alguien me tomaba de la cintura y me cubría la boca y la nariz con un paño. Todo se volvió oscuro y caí desmayada.
Abrí los ojos y me encontré en una casa. Estaba en una habitación, estaba llena de fotos mías pegadas en la pared y cajas vacías de galletas y otras golosinas. Me senté abrasándome a mis piernas, e intentando mantener la calma.
Oí pasos afuera de la habitación antes de que la puerta se abriera. Un hombre más alto que yo, con una playera mojada de lo que seguramente era sudor (la cual se ajustaba a sus músculos) y unos pantalones con diseño militar. Su cabello castaño se pegaba a su frente, y sus ojos verdes me veían con atención. Sonrió de forma rara al verme y cerró la puerta tras el antes de caminar hacia mí.
—Hola, mi amor. Qué bueno que por fin estés aquí.
—… ¿Aarón? — No podía creerlo. Era él, mi exnovio. La última vez que lo había visto, él media cuatro centímetros menos que yo, y era delgado y debilucho. ¿Cómo había cambiado tanto? Era irreconocible.
—Te eh extrañado mucho, ¿tú me extrañaste? — Se sentó al borde de la cama y se acostó, dejando su cabeza a mis pies —. Llegar a como estoy ahora fue duro, pero por ti mi amor, soy capaz de todo.
— ¿Qué es todo esto, Aarón? — pregunte asustada al ver mis fotos. Algunas eran de cuando estaba en la escuela, otras fuera de su casa. Se topó con algunas tomadas desde la ventana de su cuarto. Se sonrojo como un tomate cuando se topó con una caja llena de fotos en donde ella se estaba cambiando, duchándose, o simplemente desnuda.
—Nuestra casa, cariño. Mis padres me apoyan a independizarme. Muy pronto, te mudaras y viviremos juntos— me vio con una sonrisa y rodo para quedar con el estómago contra el cubre cama. Tomo mi mano y la puso en su mejilla; cerro sus ojos y se apoyó en mi tacto —. Oh cielo, me haces tanta falta.
—Aarón, esto no es sano. No podemos lastimarnos así.
Apretó mi mano y me miro con seriedad. En un rápido movimiento, se puso sobre mí y sostuvo mis muñecas al lado de mi cabeza. Mis ojos se clavaron en los suyos; estaba muy enojado.
— ¡Ya deja de alejarme! ¡Tú me amas y yo te amo! — junto su frente con la mía. Sin dejar de verme. Nuestras respiraciones chocaban. A pesar de no quererlo, mi cuerpo reaccionaba a él — ¿Lo recuerdas? Cuando era un patético marginado. Fui a verte a la habitación de mis hermanos; arreglabas su ropa. Te entregue una flor de nuestro jardín y te dije lo que sentía. Me aceptaste. Nos abrazamos y nos besamos. Juramos que no nos separaríamos nunca.
Dicho eso, me beso. Me beso como solíamos hacerlo en cualquier parte antes de que sus padres llegaran, y en donde sus hermanos no nos vieran. Sus labios se movían desesperadamente, intentado devorarme tanto como fuera posible; su lengua atacaba la mía sin darle oportunidad a defenderse.
Soltó mis muñecas y enrolle mis brazos en su cuello. Respondí sintiendo una gran oleada de nostalgia y recuerdos. Había extrañado eso tanto, aun sabiendo que, en cierta forma, estaba muy mal lo que hacían.
Nos separamos del beso, jadeantes y con ganas de más. Sentía mi cara arder, mis ojos apenas se podían mantener abiertos y mi lengua estaba ligeramente afuera. El me miro unos segundos; luego, sentí algo duro restregarse en mi pierna. Lo miro sorprendida. Él sonrió divertido y se bajó encima de mí, llegando hasta los pies de la cama y bajándose de esta para pararse frente a mí.
—No te sorprendas, cariño. Se me pone dura siempre veo tus fotos, imaginando todo lo que podríamos hacer— se sobo por encima del pantalón y gruño por lo bajo —. Antes eras cruel conmigo. Cada noche, mandabas tus fotos desnuda; posando sexy y diciéndome que todo eso era mío. Pero nunca me dejaste llegar más allá de tocarte por encima de la ropa. Hoy, mi amor. Te dejare claro que eres mía.
Se desabrocho el pantalón y saco tu pene. Lo mire asombrada y apenada. Sentí mi vagina palpitar y empezar a producir sus jugos. Me mordí el labio y me lleve ambas manos a la entrepierna.
Luego de quitarse la ropa. Camino hasta mí y me quito la mía. Me quito la blusa y vio mis tetas; las acaricio y presiono mis pezones. Me quito el pantalón; paso sus manos por cada parte de mis piernas y beso las plantas de mis pies. Me quito las bragas, y las olio antes de hundir levemente el dedo a mi vagina. Gemí encantada.
Él se puso abajo, yo arriba. El me chupaba el coño, yo le mamaba la verga. Me volvía loca sentir como su lengua se metía en mi entrada y la movía dentro. A el parecía encarte como lo succionaba y le lamia las bolas.
Luego de unos minutos, él se levantó y se sentó en la esquina de la cama. Me jalo hasta el, me hinque con las rodillas en la cama frente a él, me saque el bra y viéndonos a los ojos me fue bajando hasta por fin estar con todo su miembro dentro de mí. Empecé a brincar, gritando que lo amaba y que amaba todo eso. El chupaba y lamia mis tetas como un bebé intentando tomar leche. Me golpeaba el culo repetidas veces, murmurándome “Niña mala”, “Te portaste mal”, “Desobediente”, entre otras.
Por fin, él me puso en cuatro y se colocó sobre mí, penetrándome por el culo sin piedad. Yo gemía como perra en celo. El mientras respiraba con fuerza mi cabello y besaba mi espalda.
Sus manos acariciando mis caderas me volvían loca. El entendía mi estímulo y lo hacía, acercando sus manos a mi vagina de nuevo y, a veces, apretando mis tetas con fuerza.
Luego de casi diez minutos en total. Salió de mi interior, me pidió que me hincara frente a él. Le hice caso y me pidió que pusiera mi mejor cara de niña inocente. Lo hice, y él se masturbo a gran velocidad hasta eyacular sobre mis tetas, abdomen y cara. Recogí con mi lengua una gran porción que se deslizaba de manera provocativa entre mis pechos. La probé, sacando mi lengua y haciendo alusión de mi habilidad para chupar.
—Mmm, tu leche es excelente, Aarón.
El rio y cayo rendido sobre la cama, me limpie el resto del semen recogiéndolo con varios dedos y chupándolos. El me daba nalgadas desde lugar, diciendo entre risas que no lo tentara porque lo estaba excitando. Cuando termine, me acosté junto a él. Me abrazó por la cintura y nos volvimos a besar.
—Soñaba con hacerte gritar mi nombre desde que hacías la cena para todos y te inclinabas en busca de las especias, mostrándome tu culo sin darte cuenta— me conto. Yo reí algo apenada —. O, cuando me ayudabas con la tarea. Te inclinabas y tu escote me dejaba verte los senos. Y esas veces, cuando te burlabas llevándome a la cama y acostándote a mi lado.
—Vaya, debiste haberte tocado mucho en esos tiempos.
—Je, sí. Y una vez, te dormiste en la sala y mis hermanos veían la tele en su cuarto. Yo me acerque a ti y te toque mientras dormías. Te chupe las tetas sobre la blusa y sobe mi verga en tus casones gracias a que llevabas falda.
—Eres una asco— lo golpee avergonzada. El solo se rio.
—Pero cumplí mis metas. Somos novios, nos revolcamos, y ahora viviremos juntos y llamaremos a la cigüeña todo el tiempo.
Sinceramente, todo me daba más gracia que nada. No escuche nada después de eso, ya que caí dormida.
Finalmente, me convenció de vivir juntos. Éramos como cualquier otra pareja. Tal vez mas folladores que otros, pero nos gusta así. Sigue siendo celoso y posesivo; nunca me deja sola. ¿Pero saben qué? Ya no importa. Nos amamos, y eso es lo que importa.
Cada vez expandimos nuestro repertorio de fetiches. El más popular, es cuando yo vuelvo a hacer de niñera suya y terminamos haciendo todo lo que el soñaba hacerme en esos años. Tal vez algún día lo cuente. Quizá.