Vivo cerca de una estación del metro que hace conexión con otras líneas, así que cada día cuando vuelvo de trabajar y un poco para romper la rutina, salgo del metro a la calle por diferentes salidas. Hay algunas salidas que están más concurridas que otras, hay incluso algunos pasillos que conducen a ciertas salidas que están un poco vacías, con poca luz y esto es aprovechado por parejas que lo ocupan para comerse a besos y magrearse cómodamente. Aquí fue donde vi por primera vez a una pareja de un par de chicos, jóvenes ambos, ninguno rebasa a lo mucho los veintitrés o veinticinco años. Ambos delgados, blancos, bien parecidos; la primera vez que los descubrí, uno le acariciaba las nalgas al otro con mucho esmero, así que fije la mirada y me pareció que sin duda se trataba de un buen par de nalgas. Al principio me pareció que era una chica y un chico los que estaban juntos, pero al pasar un poco más de cerca comprobé que se trataba de dos chicos, uno de ellos, quién creí que era la chica, se dio cuenta y volteo por un momento a verme también. Verlos ahí por ese pasillo tan solo, con poca luz y toqueteándose me excitó, me excitó mucho más cuando supe que eran dos hombres, cuando uno de ellos me miro fue inevitable sentir un poco de pena al ser descubierto, pero me gusto mucho lo que vi.
Así que cada día por la noche al volver de trabajar, cada vez que podía intentaba salir por esos pasillos solos y oscuros por donde los vi la primera vez, pero no siempre tenía suerte, algunas veces era más tarde otras más temprano y eso lo volvía complicado, además de que cuando lograba encontrarlos coincidía que había más gente de lo normal y era imposible verlos justo como la primera vez.
En otra ocasión por otra salida los volví a encontrar, había mucha luz y más gente que por el otro lado, pero eso a ellos no les importaba, estaban abrazados y se besaban muy tiernamente, se estaban despidiendo; me ilusionó observarlos y también admiré lo guapos que eran, sobre todo el que me descubrió mirándolos y que todo indica que era el pasivo en la relación.
En otra ocasión caminaba hacia la salida, cuando recibí una llamada telefónica, por lo que caminé lento mientras hablaba, y para mi sorpresa los volví a encontrar, ahí estaban, hablando, abrazados, uno lo tenía tomado por la cintura y el otro por el cuello, éste, el que abrazaba al chico por el cuello es quién se había dado cuenta que los miraba desde la primera vez. En algunas ocasiones por la cantidad de gente que se cruzaba entre nosotros y los diferentes sitios en donde nos encontrábamos, había logrado que pasara desapercibido, en teoría, pero no era así. Él sabía que los miraba cada vez que los encontraba, así que esta vez no fue la excepción y mientras hablaba por teléfono los miraba, y el chico también me miraba de reojo y de espaldas a su novio mientras lo besaba. Me parecían muy idílicos y perfectos el uno para el otro, me gustaban mucho como pareja, y qué decir de la excitación que me causaban al verlos besarse y tocarse discretamente ahí en los pasillos de la estación del metro.
Normalmente llego caminando hasta mi casa desde la estación del metro, y un jueves mientras regresaba un poco más tarde de lo común, vi salir a uno de los chicos de una tienda de abarrotes, iba tras él, quizá a unos ocho o diez pasos de distancia, no más, así que al llegar a una esquina mientras cambiaba la luz del semáforo, pude comprobar que se trataba del que tenía el par de nalgas ricas, ese, quien me había descubierto mirándolos. Lo tenía ahí, a un lado de mi, aproveché y lo observe con delicia y detenimiento su cuerpo delgado y sus nalgas bien pronunciadas, tanto que cuando se dio cuenta que lo miraba, se sonrojó, no le disgusto mi mirada ni mi cercanía, le sonreí y lo saludé de mano, note su perturbación ante la sorpresa de mi presencia, me presenté, le dije mi nombre, me dijo que se llama Edgar, mi emoción era muy evidente, así que me despedí con otra sonrisa y aceleré el paso.
En menos de dos semanas nos volvimos a encontrar, Edgar se estaba despidiendo de su novio, en cuanto me vio se aproximo a su chico y comenzó a besarlo de manera más melosa, asegurándose que los estuviera observando, y así era, me excitaba mucho verlos. Pasé de ellos y seguí mi camino, una calle más adelante me alcanzó, me saludó y yo estaba que no podía contener la emoción, incluso ya tenía una discreta erección; le pregunte cómo estaba, si venía de la escuela, que qué estudiaba, ya más calmado le pregunté si tenía tiempo para seguir caminando y platicar un rato, asintió con la cabeza, así que aproveche y lo fui conduciendo hacia una calle más solitaria y mal iluminada; me estaba contando qué estaba estudiando y me dijo que ya me había visto también muchas veces desde aquel día en el pasillo oscuro del metro, seguíamos caminando y al llegar al centro de la calle, idéntica a ese oscuro pasillo del metro, Edgar me estaba preguntando por qué los miraba tanto, cuando me le fui encima, lo tomé por la cintura y acerqué mi boca a la suya, ¿tú por qué crees? le dije y lo besé tan frenéticamente que al principio pude sentir su resistencia, pero también sentí su erección, la acaricié por encima y apreté sus nalgas jalándolo contra la mía, nos frotamos, así como lo hacia con su novio en el metro, sentí cómo poco a poco se soltaba y comenzamos a besarnos más lento, me tocaba por encima del pantalón, estaba súper mojado y sentía que me venía en cuanto logró bajar el cierre de mi bragueta y acariciar directamente mi verga. Con una mano frotaba mi glande con sus jugos de una manera estupenda y con la otra me acariciaba y me tomaba del cuello, me sujetaba para que no dejará de besarlo. A estas alturas yo también ya le acariciaba la verga, una verga que se sentía muy jugosa, gruesa, de buen tamaño; acariciaba su glande y con sus jugos le acariciaba los testículos y logré colar un par de dedos hasta el inicio de su ano, en ese momento me estaba masturbando muy rico, sentía que en cualquier momento me vendría. Frotaba con dedicación su perineo y los pliegues de su ano cuando las luces de un carro nos distrajeron un poco y traté soltarlo un instante, pero a él no le importó y se pegó más a mi, lo solté un instante, iba a sacar mi mano, cuando me beso con desesperación y sentí como salivaba en cascada su boca, se vino antes que pudiera sacar la mano de su bragueta así que terminé de masturbarlo y con su propio esperma, lubriqué y le metí un dedo en el ano, mismo que me apretó muy rico mientras lo metía y sacaba con dedicación. Yo estaba a punto de eyacular también, se dio cuenta por mi respiración agitada y porque no dejábamos de besarnos, de pronto me soltó se hinco y comenzó a mamármela, no duré nada, apenas sentir sus labios en mis testículos y cómo succionaba lenta y rápidamente mi verga, me vine en su boca, un chorro que parecía eterno, una descarga generosa, así de generosa como su boca que seguía mamando con empeño, le pedí que se levantara y lo volví a besar con desenfreno y con calma saboreando aún los restos de mis esperma. Miramos al rededor de nosotros y la calle seguía quieta, sola, oscura y vacía, tan perfecta como el deseo que me causaron desde la primera vez que los vi en el metro.
Nos despedimos dos calles más adelante y acordamos volver a vernos.