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Una puta travesti en el extranjero
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Luego de mi experiencia con gloryholes en los sex-shops de Ámsterdam (y sí, regresé al menos un par de veces), no podía evitar estar en celo constante, simplemente quería más; sin embargo las cosas no eran tan fáciles como en Cartagena – simplemente no podía salir a la calle a solicitar sexo; tenía que ser más sutil. Tenía dos semanas más en la ciudad y me alojaba en un hotelito de media caña, en un barrio lejos del centro. Así que lo único que se me ocurrió fue la de poner un par de avisos clasificados, en Locanto, ofreciéndome como “escort”; me habían dicho que los hoteles no se hacían tanto problema por el asunto, que estaban acostumbrados a eso así que listo, a ofrecer “room service”

El resultado fue inmediato: un par de avisos con algunas fotos bien sexis y ya, el mismo día me llegaron entre ocho a diez respuestas. “Esto va a ser muy fácil” pensé. Además podía coger y ser pagada en euros… humm… podía imaginar toda la ropa nueva que me compraría con ello. Solo tenía que organizarme bien en cuanto al tiempo. La primera noche decidí aceptar solo dos tipos – claro a diferente hora, aunque no me habría molestado coger con todos ellos juntos! Como estaba en mi cuarto del hotel podía vestirme con lencería así que opté por un babydoll bien sexy, de color negro, con portaligas, medias tipo red, tacos de 15 cm y claro, sin pantis ni nada. Compré un par de vinos para ofrecer y relajarme. Esa tarde, mientras me maquillaba me metí un “buttplug” del ancho de una lata de Coca-Cola para dilatar mi culito un poco.

Mi primer cliente (oh, cómo me gusta esa frase!), llegó como a las 7 pm; era un chico de unos 28, bien parecido, muy cortes. Intercambiamos nombres, luego un par de tragos y directo a los negocios (tenía otros clientes por venir así que no había tiempo para mucho chat). Luego de unas ligeras caricias se sentó en uno de los sillones a la mano con la verga bien parada y dura; me puse de rodillas entre sus piernas y empecé a mamársela como una buena puta. Como siempre, mamar me pone súper cachonda así que a medida que saboreaba su mazo yo me excitaba más y más; y así pasó… cada vez su verga iba más adentro y más adentro en mi boca hasta que desapareció por completo en lo profundo de mi garganta. ¡Qué delicia! Le hice varias gargantas profundas hasta dejarle la verga completamente bañada en saliva. Al cabo de un rato no pude soportarlo más: me puse de pie, de espaldas hacia él, abrí las piernas y me senté sobre su mazo duro de un tiro. ¡Uff! La cosa esa entró hasta al fondo en la primera… ¡OMFG, qué rico! Una vez dentro solo atiné a saltar de arriba abajo, metiéndome ese pedazo de carne como si fuese una lanza. Podía sentir esa cabezota gruesa frotando las paredes de mi recto… oh, mi amor, era delicioso. Cambiamos de posición varias veces hasta que finalmente, teniéndome en cuatro sobre el suelo llenó mi culo de semen holandés. Luego de casi una hora de sexo salí ganando 70 euros por ello; nada mal para empezar ¿no crees?

Mi segundo cliente fue muchísimo mejor: era un negrazo caribeño con cuerpo de boxeador! Cuando lo vi hasta me asusté: “Mierda, ¿realmente voy a poder con este negro?” Le sonreí algo nerviosa (y creo que se dio cuenta), aunque en mi cabeza lo que más pensaba era el tamaño de su verga. “¿Será una de esas tipo monstro”? Mientras más lo pensaba más me excitaba y más ganas tenía de tenerlo dentro de mi cuerpo. Nos presentamos brevemente, intercambiando sonrisas. Me había vuelto a arreglar el maquillaje, limpiar el esperma de mi cara y puesto un babydoll negro semitransparente con portaligas y tacones negros de 15 centímetros. Me veía una mamacita claro. Miré el bulto en el buzo que llevaba puesto… no podía esperar más. Me abalancé sobre él, poniéndome de rodillas y le jalé de un tiro el buzo y la ropa interior. Oh my fucking god!! No era un humano lo que tenía allí… era un caballo. Era una verga de más de 25 centímetros, completamente negra, cabezona como un hongo gigante, llena de venas y totalmente afeitada. Sin dudarlo lo cogí con ambas manos y empecé a chuparlo como si de eso dependiese mi vida. Chupaba, chupaba y seguía chupando. A medida que lo hacía la verga crecía más, se hacía más gorda, las venas se hinchaban más y más. Ahora creo que casi llegaba a los 30 cm de largo. Tenía que metérmelo todo en la boca. Empecé a intentarlo… era imposible… lo metía cada vez más y más pero creo que a lo más llegué a tragarme los primeros 20 centímetros… era gigante… la cosa negra esa raspaba mi garganta… apenas podía respirar. Él se dio cuenta de mi desesperación por metérmela así que agarró mi cabeza y empezó a empujarla hacia su verga… no estaba muy segura si quería eso…podía asfixiarme. Tras mucho intentar logré llegar cada vez más al fondo de la garganta. “Seguro mañana no podré hablar” pensé. Su pene delicioso salía de mi boca completamente cubierto de una capa densa de saliva. Era hermoso. Pero suficiente de eso. “Rómpeme el culo amor… viólame como la puta que soy” le rogué. De inmediato me puso en cuatro sobre la cama; arrancó mi g-Sting, lamió la entrada de mi culo para lubricarlo (casi no hacía falta); “ahora sí, mételo con fuerza”… Y así lo hizo: tomó mis caderas son sus manos gigantes, acercó la cabeza a la entrada de mi culo hambriento… cerré los ojos… ”hazlo… hazlo” decía susurrando. Y lo hizo. De un solo tiro y con mucha fuerza ese negro enterró su verga de burro por completo dentro de mi cuerpo. ¡¡¡Oh dios!!! Grité (realmente, grité). Lo sentí entrar como un torpedo, sentía esa cabeza de hongo completamente en el fondo de mi recto…sus venas raspaban las paredes internas, sobándolas, casi podía sentir la sangre que las hinchaban. “¡Viólame, viólame por favor!!!! Le grité suplicante; tenía que sentir esa verga deliciosa con toda fuerza; y así lo hizo; me agarró las caderas más fuerte aún y empezó a taladrarme el culo de manera casi violenta, intensa, y brutal. Era una máquina de coger: su mazo entraba y salía, moviéndose como el pistón de un auto. Yo solo apoyé mi rostro contra el colchón, los brazos extendidos hacia adelante, aferrándome a las sábanas, mi cadera bien arriba, con las piernas expandidas y la espalda arqueada como una gata en celo. Cerré los ojos; solo quería sentir como ese negro me violaba sin piedad; los 30 centímetros de carne desaparecían y reaparecían; sus bolas cacheteaban mi culo cada vez que me penetraba. Estaba en el nirvana.

Me tuvo así por un buen rato, no sé cuánto tiempo. Mi cuerpo estaba flácido, debilitado. Entonces, aún con la verga adentro me levantó en peso, cargándome hasta una de las paredes. Me arrinconó contra la pared, mis brazos y piernas bien abiertos y reinició la violación. Con fuerza animal mi cliente metía ese pedazo de carne en mi culo, una y otra y otra vez más. Cada vez en su verga entraba yo empujaba hacía atrás para que entre más y más fuerte. Al cabo de un rato, nuevamente me jaló, esta vez detrás del sillón que estaba en el centro de la sala; arqueó mi cuerpo sobre el espaldar, doblándolo casi por completo; mientras mi cara descansaba sobre el espaldar, él abrió mis piernas y siguió cachándome. Se había tomado mi pedido de violarme bien en serio. Y yo no quería que pare.

Pero tarde y temprano tenía que explotar. Pensé, mi boca y mi culo ya gozaron un montón, pero me falta algo más: quiero que me bañe con su esperma. Cuando noté que estaba por venirse, me puse de rodillas frente a su verga; “báñame con tu leche amor” le pedí con una sonrisa lasciva. Empecé a masturbarlo con ambas manos, apuntando hacia mi cara; tenía la lengua afuera, esperando mi postre. Lo masturbé más duro, más rápido… ”vacíate amor, vacíate ya” Él gemía, sabía que pasaría pronto… ”semen, semen… semen” era todo lo que pensaba. Y de pronto pasó: lanzó un gemido más fuerte y la leche salada y calientita empezó a fluir de la punta de su verga: ¡¡¡oh sí, sí, sí!!!! Más y más semen, cubriendo mi cara por completo, mi lengua, mi cuello. Así como tenía una verga de caballo, también tenía leche para 20 putas. El esperma no dejaba de salir…” ¡báñame amor, báñame!!” Cuando terminó yo tenía el rostro completamente cubierto de delicioso esperma de negro. ¡Divino! La leche chorreaba mi cuello, mis pechos, todo el resto de mi cuerpo; antes que se terminara, me metí por completo su verga a la boca para chuparle la última gota que quedase. Con mis dedos tomé un poco de semen de mi cara, jalándola hacia mi boca, y luego me chupé los dedos.

“Eres una puta deliciosa y salvaje” me dijo. “La mejor puta que he conocido”

Pasado el éxtasis me dejó 100 euros en la cama. Se vistió, y me dio un beso en mis labios aún con esperma. Al salir del cuarto fui al baño para mirarme al espejo: era un desastre – semen por todos lados: el cabello, cara, cuello, pecho. Para cerrar la noche, usé ambas manos para esparcir todo ese esperma por todo mi rostro, cubriéndolo como si fuese una mascarilla de maquillaje. Ahora, con la cara casi blanca de leche salada, me acerqué a la ventana abierta de mi habitación, que estaba en un sexto piso, y atrevidamente me paré, en lencería y bañada en semen, mirando la calle, para ver si alguien lo notaba.

Si eso era solo la primera noche, ¿cómo sería en los casi diez días más que me quedaban? La noche siguiente acepté tres machos, luego cuatro… cada vez eran sesiones más cortas: entrar, mamar, coger, cobrar. Empecé a quedarme en mi hotel desde la tarde. Felizmente el hotelero no se hacía problema con todos los hombres que entraban y salían de mi cuarto.

En serio, nunca antes había gozado tanto por ser una puta travesti. Adoraba ser una puta, una prostituta. Y lo sigo haciendo.

Besos.

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