Criado y educado en una familia donde se tenía bien en claro qué está bien y qué no lo está, taxativo, blanco o negro, sin medias tintas. Con esta claridad conceptual llegué a mis cuarenta y cinco, familia y vida normal, pero el destino tiene su forma de cruzar vidas y destinos.
Son esos momentos que nos pone situaciones, causalidades que nos resulta difícil esquivar, el llamado del sexo, por ejemplo. Esa mañana tenía excusas válidas para no pasar por la oficina y no había notado cuántas ganas de tener una aventura, la causalidad puso en mi camino a Mary
Esa mañana, era una de tantas, en lugar de ir a la oficina había dispuesto pasar a visitar a unos clientes, pero ahora estaba pensándolo mejor, el aguacero me había alterado los planes. Voy conduciendo despacio y con la precaución propia de un día con tanta lluvia. De pronto la observo a esa mujer, como de cuarenta, guareciéndose en un porta, como aterida por el frío otoñal, la calle era un páramo, por eso mismo me animé a ofréceme a llevarla, volví a insistir por tercera vez, accedió.
Le comenté que era vecino del barrio, que no tenía nada que temer, que me dijera a dónde se dirige, que si me quedaba en camino la llevo, si no, la acercaría lo más posible.
Achuchada por el frío y la mojadura, las pequeñas tetas destacan los pezones erizados debajo de la fina tela del vestido, parecía carne fácil, pero tampoco era cosa de aprovecharme de su estado vulnerable.
Sobre la marcha recordé que tengo la llave de la casa de la tía Amelia, que hacía como una semana que no paso a regar las plantas y a retirar la posible correspondencia. Le comenté el tema de la casa de la tía y que si no tenía problemas podría ofrecerle alguna bebida caliente y quedar hasta que se le sequen las ropas. Para darle confianza no apresuré ni forcé una respuesta. Parece que la actitud de no hacerlo le dio confianza, aceptó, dócil y confiada se dejó llevar.
En el camino compré medialunas (croisant), le preparé un abundante desayuno para restaurar fuerzas y calorías, preparé una ducha calentita, mientras se secaban sus ropas se colocó una bata de la tía.
Ahora, calentita, recobro la sonrisa y el color en sus mejillas. El desayuno hizo la pausa, diría que se sintió obligad a relatar la intimidad reciente, que vino del interior por una disputa matrimonial, de momento estaba viviendo con su hermana, pero su cuñado no paraba de acosarla, casi la viola y no estaba dispuesta a entrar en conflicto con su hermana delatando al marido, que está dispuesta a retornar a Mendoza, con su madre y luego ver si la situación marital tiene arreglo.
Se mostró demasiado sumisa y frágil, para evitar llorar buscar cobijo entre mis brazos, contenida se dejó estar, entregada a mis disimuladas caricias, algo tensa pero había dejado de temblar.
El contacto con este cuerpo maduro y atractivo me hacía sentir seductor, tampoco era parecer que abuso de la situación de indefensión. Era un momento crítico, la libido a tope, la testosterona activando el pensamiento de la cabeza… la de abajo. Se me quemaron los papeles, la perspectiva de comerme esta deliciosa madurita privaba sobre todo, dispuesto a todo por gozarla.
Se había recostado, recostada sobre mis piernas, la tomé en brazos y llevé a la cama, la arropé, mientras pienso cómo seguir, regué las plantas, barrí el pasillo, recogí la correspondencia, hacía tiempo para controlar la ansiedad, darle un tiempo para descansar.
Retorné al dormitorio, estaba bajo las mantas, pensando que dormía, levanté las cobijas para mirar debajo, todita desnudita. Una oleada de calor me invadió, la verga se puso dura, pidiendo a gritos donde desahogar su bruta erección. No dormía, solo parecía…
– Ven acá.
No necesité más, entré, desnudo para no desentonar. Abracé, besé toda, sin dejar ningún rincón por besar. Primero las tetitas pequeñas pero latiendo y con los pezones gruesos y turgentes. Me caben en mis manos, palma grande y dedos gruesos, aprieto suave, comienzo a lamer y mamar, avanzo en chupadas intensas, apretando los pechos, chupando hasta casi morder.
Disfruta el mimo del hombre engolosinado con sus tetas, acaricia mi cabeza, ofreciéndolas en sus manos como madre cuidadosa amamantando a su bebé. Transita el tumultuoso camino del placer que se inicia con el pezón encerrado en mi boca y sirve de cadena de transmisión de las vibraciones hasta consolidarse entre sus piernas, aprieta los muslos para contener el bullicio provocado con mi boca en sus pechos.
La mano en la entrepierna, abro el camino a esa “boquita” vertical, húmeda, agita los labios temblorosos, esperándome. Primero un “boca a boca” para dejarla delirando, recorrida exploratoria de lengua entre los labios desde el borde perianal, hasta apresar al indefenso clítoris. El cuerpo, convulsionado no paraba de sacudirse como coctelera, fuertes gemidos y la extrema humedad fregada en mi boca, son claros indicios que se acerca a un gran orgasmo.
Tumultuoso y áspero fuer como acicateó sus sentidos, creo que hasta lágrimas tenía cuando se produjo el estruendo emotivo que le robó el aliento.
Se tensó, inmóvil por un instante, luego el aquelarre de sentires la descolocaron, llevando a la estratosfera del placer. No le di respiro, seguí lamiendo el clítoris hasta dejarla exánime, dócil e inerme, entregó su voluntad en manos, bueno en mi boca, entregada a mi lujuria.
Lloraba, gemía y reía, sin sentido, liberando la tensión por la brutal acabada, secó las lágrimas y me besó agradecía todo este placer descubierto.
En cuanto se rehízo, volvimos a los besos y a las caricias. Deseaba hacerla mi mujer ahí y ahora, no aguantaba más. La calentura le subía al rostro, coloreando de carmín intenso las mejillas, la agitada respiración y el retorno de gemidos desde el fondo del deseo.
Acomodé la cabeza entre los labios de la conchita, ella aparta los vellos, separaba los labios, entre despacio pero sin pausa, las rodilla arriba contribuyen a llegar a tope, la tengo con suficiente grosor para ocupar todo el espacio. El envión a fondo le robó un gemido, salido desde el útero, acusó el movimiento de bombeo, disfruta del accionar un tanto áspero y rudo, disfruta ese momento donde el instinto animal priva sobre cualquier otro.
Bombeo en su conchita, se ajusta delicioso al tamaño del miembro, asiste y acompaña gustosa en los movimientos, goza en cada arremetida, los gemidos avisan que está próxima. El placer cada vez más intenso me acercaba a la culminación, tomé conciencia de que no usamos ninguna protección, la urgencia no me permitió preguntarle, la saqué y sacudí dejando la eyaculación sobre el vientre, parte quedó sobre los vellos del pubis con aspecto de nevado. Con el final de suyo fue el mío.
– Gracias por venirte así. Estaba tan turbada y conmocionada que no atiné a advertirte que no terminaras dentro. Gracias, eres un buen tipo.
– En mi boca, que te la voy a dejar bien limpita.
Quedamos rendidos, agotados por la intensidad de las emociones. Un sueñito liviano, apretaditos en “cucharita” ella tras de mí, se adormeció teniendo su pierna entre las mías y la mano agarrada al artífice de su grito triunfal.
La quietud en brazos de Morfeo no duró mucho, la calentura renació cual ave Fénix, las ganas por seguir se imponía sobre todas las obligaciones. La calentura con esta hembra puede más que las obligaciones familiares, llamé a mi casa para avisar que problemas con el auto me demorarían hasta bien tarde. Necesitaba ganar tiempo aprovechar este tiempo de placer regalado por la causalidad.
– Tienes que cumplir tus obligaciones, debo irme… (poca firmeza)
– No, no, a ver, déjame pensar de qué modo. Tienes dónde ir? (negó con la cabeza) A ver… y sí… no sé, si… la tía no vendrá hasta dentro de un mes, hmmm, puedes quedarte aquí un par de días? Si avisamos a tu hermana para que no se preocupe… podrías quedarte?
También lo está pensando, sus pensamientos no están cifrados en la calentura y el sexo, tiene otros problemas previos. Fui a llamar al delivery para pedir algo para comer, mientras le dejo el espacio mental para resolver esta situación inesperada.
De pronto se levantó, se vino a la cocina donde buscaba algo para beber, se apoyó contra mi espalda y dijo que estaría bueno, tendría uno o dos días para ella, para pensar en el nuevo rumbo de su vida.
Comimos y bebimos, el resto del día lo pasamos juntos, hubo conversación, contención y un prolongado encuentro de sexo, con el mismo broche final nevado sobre los vellos púbicos.
No podía quedarme con ella, pero en la noche la llamé un par de veces, me preocupaba su soledad en lugar extraño y sola, al menos el llamado preocupándome por ella era una compañía virtual. Arreglé en la oficina que me cubrieran por un viaje al interior de un día y medio para tener tiempo de disfrutarla antes de partir.
En la mañana pasé a recoger sus cosas por la casa de su hermana y llegué para desayunar juntos. Me esperaba en bata, bañadita y desnudita, bebimos el café y en el mañanero aporté la leche para nutrir su desayuno, porque esta vez no me permitió derramar el semen sobre el vientre, cuando percibió los movimientos y actitudes propias de cuando estamos llegando dijo:
– Cuando te vengas, no me ensucies el vientre, no derrames esa lechita, dámela en la boca, me hace falta para el desayuno… (Toco el labio con el dedo índice)
Como no me agrada colocarme condón, fue una gratísima sorpresa el regalo de venirme dentro de su boca, en verdad lo había pensado pero no me animé a pedirlo. Pasamos el resto del día con sexo y viendo una película. Almuerzo, sexo y siesta, en la noche, al abrigo de la impunidad, cenar afuera como cualquier pareja de novios.
En la noche tuvimos una fiesta de sexo y lujuria, era la última oportunidad de estar juntos. Nos trenzamos en un polvo apoteósico, demorado, luchado y disfrutado. Un par de orgasmos la hicieron olvidar por un tiempo de sus acuciantes problemas.
El cambio de posturas, sobre todo ella encima me permiten disfrutar y poder demorarme, pues lo que más me agrada es el proceso de la relación, el metisaca, bombear la verga dentro por eso disfruto prolongando la eyaculación, obviamente la mujer resulta gratificada al estar tanto tiempo dándole sexo.
Con la satisfacción de dos orgasmos en su haber, necesitó entregarse a proporcionarme todo el placer de que era capaz.
– Ahora es mi turno, necesito hacer de este encuentro sea algo para que me recuerdes. Déjate hacer, voy a usar mi pobre experiencia, el resto improvisar para darte las gracias por todo lo que has hecho por mí en estos dos días. Es mi tiempo de agradecerte, sólo déjate llevar.
Una mamada me puso a full, montó sobre mí, empalada comenzó a evolucionar en el subibaja, meciéndose, girando y volcándose sobre mi pecho para darme a mamar sus tetas.
– Aprieta, fuerte, hazme sentir tus manos, tu boca, tus dientes, no importa si me marcas, sería un trofeo de amor. Cómo vamos?
– Bien estoy cerca y te voy a dar el biberón.
– No señor, nada de eso, tengo una sorpresa más. Aceptas?
– Sí (deseo con todas mis fuerzas que sea “la cola”, rezo silencioso)
– Ya lo sabes no?
– Sí, lo deseo también.
– Bueno, solo un par de veces y me dolió, la tienes gruesa, pero sé que serás cuidadoso, quiero dártelo, te lo mereces. Dame vuelta!
Somos lo bastante transparentes cuando se trata de calentura, no podía esconder mis preferencias, se lo había tocado muchas veces, jugado como al descuido. La mujer sabe cuánto nos gusta entrarles por ahí, que sabemos que no lo entregan con facilidad, si aprovechamos la ocasión, y si se lo hacemos gustar será algo que siempre nos pondrá un paso adelante en sus preferencias.
Arrodilló, volcada sobre almohadas para dejar el trasero bien en pompa, elevado, expones sus genitales a la caricia lingual, el masaje digital, el frotamiento con el glande inflamado de pasión, llorando ese lagrimón que anuncia el comienzo del juego.
Los dedos y la cabezota untados en sus jugos, aceitando el orificio, objeto de deseo y objetivo de placer, contacto piel a piel. Sus manos toman la nalgas, abriendo el acceso, presión sobre el anillo muscular, resiste el empuje del pene, lo tomo con mi mano y froto presionando, acompaño la intrusión, respira pausado intentando relajar el esfínter.
Es tiempo de echar mano a la experiencia de estrenar anos, no es el caso per casi es lo mismo. Un dedo ayuda a relajarlo, dos, girándolos, jugando a entrar y salir van creando confianza, ablanda la resistencia involuntaria, cambiar dedos por glande en el momento preciso sirve para entrar la cabezota, cruzar ese estrecho círculo elástico, vencer el miedo y dejarse llevar por las promesas, ceder el control al hombre, entregarse sin condiciones, ser objeto de sus deseo para ser objetivo de su placer.
Cuando el glande atravesó la barrera física y mental del esfínter, inspiró profundo y fue dejándose penetrar, sus manos activan sobre la conchita y frotan el clítoris. Volcando el cuerpo sobre el de ella, el canal estrecho pero complaciente, se deja penetrar, el anillo anal aprieta en el ingreso y afloja en el retroceso, tomando el mismo ritmo.
Es algo hermoso sentir el calor del ano, tan apretadito que me cuesta demorarme, no es fácil pero hago uso de todas las mañas posibles para prolongar todo lo posible este momento de disfrute máximo. Pero…querer no es poder, la calentura tiene sus tiempos, la resistencia natural de la estrechez acelera los tiempos, de pronto las ganas de poseer se tornan incontenibles.
Asido de las caderas comienzo a impulsarme con firmeza, hasta con la brusquedad propia de no medir la fuerza puesta en la penetración, la energía y el brío solo tienen por finalidad terminar el acto en el fondo del recto. Tomada de los cabellos, toda la furia puesta en penetrarla hasta más allá de lo posible, empuje hasta dejar el aliento, bramando como el toro cuando se prepara para embestir al torero. El chorro de semen salió con la fuerza de la naturaleza expulsando lava por el volcán, sentía el calor del chorro de leche liberado en lo profundo del ano, los siguientes se llevaron una parte de mi ser.
Quedé tumbado sobre su espalda, reposando de una faena antológica, derramado toda mi energía dentro de ese culito tan apretadito. Se la saqué despacio, no sé si fue real, peo me pareció escuchar como cuando la sopapa destapa el caño, o tal vez sí, la desarmonía entre ambos bien podría…
Me temblaban las piernas por la tensión puesta en sodomizarla, un espasmo me recorrió todo, la sensación de la eyaculación se prolonga deliciosamente, esa paz que hubiera disfrutado mucho más si no hubiera visto como ella ocultaba esas lágrimas reprimidas del aguante silencioso durante la penetración áspera y salvaje que soporto sin gritar, dijo que para no interrumpir ni turbar ese momento que tanto estaba disfrutando.
Realmente le dejé el ano humillado y maltratado por el grosor de la pija abriendo ese culito tan apretado como de virgen.
Satisfecho el machista sádico interior, volví a las atenciones y consideraciones que merecía por su entrega y consideración para que el disfrute de su cuerpo fuera lo máximo.
El primero del mañanero fue desayunado, el segundo me dejó hacérselo por la cola, más calmo y menos vehemente, el resto del tiempo hasta el momento de llevarla hasta la terminal de del bus fueron solo atenciones.
Tiempo después me comunicó que volvió con su esposo, que estaba recomponiendo la situación marital.
Esta es una historia de tantas, infidelidad causal, dos personas que el destino quiso se cruzaran una vez, pero recordar toda la vida. La realidad no necesita justificar todo, las situaciones solo se producen. Ahora espero si alguna infiel quiere opinar. [email protected].
Nazareno Cruz