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El último viaje
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Este relato me pasó hace solo unas semanas. Por confidencialidad la vamos a llamar Mercedes.

Mercedes era mi mejor amiga desde que éramos muy pequeños. Ella siempre había sido bastante bonita, pero, en los últimos años se había vuelto aún más hermosa, no solo por su cuerpo, también por todo lo demás. Ella era bajita. Desde siempre había tenido un culo perfecto, pero, últimamente sus pechos habían crecido bastante, y se habían vuelto mucho más notorios. Antes, lo que volvía locos a los hombres por ella era su culo, ahora eran sus pechos.

Durante un tiempo estuve bastante triste por mi ruptura con Sofía, aunque fui yo el que la dejó yo estaba bastante triste.

Pero, ya se acercaba fin de año. Todos los de último año siempre iban a un paseo de casi una semana a unas cabañas con piscinas y que tienen un río al lado.

El primer día, al llegar, todos nos fuimos a las habitaciones a dejar todas nuestras cosas y después nos fuimos al río. Ahí todos estuvimos por varias horas, hasta el atardecer. Nos habíamos separado por grupos, yo me había quedado con mi mejor amiga hablando en la orilla del rio. Estuvimos hablando hasta bastante tarde. Al final solo quedábamos ella y yo, sentados, bajo las estrellas de una noche completamente despejada. La verdad es que nunca la había visto de una forma ni romántica ni sexual, ya que éramos mejores amigos desde que éramos muy pequeños, pero, esa noche lucía muy hermosa. La luz de la luna reflejaba en sus ojos, al mismo tiempo que resaltaba sus curvas, que volvía loco a más de uno. Noto que ella para de hablar en medio de una frase, la verdad no sé qué es lo que estaba diciendo. Ya que, sin notarlo, me había quedado mirando fijamente sus ojos. Por un momento creí haber visto algo en sus ojos, era como si deseara decir algo, pero las palabras, después de atravesar un laberinto de obstáculos para reprimir lo que quería decir, al llegar a la salida chocaran contra una barrera de vergüenza e inquietud. Por un momento ninguno de los dos habló, solo nos quedamos mirando. Noté que ahora, la distancia que nos separaba era tan solo de unos sentimientos y que con cada segundo que pasaba se iba acortando cada vez más. Al estar casi juntos, nuestros rostros se detuvieron por un instante. Nos miramos preguntándonos si en verdad íbamos a hacerlo. Decidí cerrar mis ojos y dejar al destino lo que pasara. Antes de lo que me imaginé sentí como los labios de Mercedes rozaban los míos, al principio con algunas dudas, pero rápidamente esas dudas se transformaron en deseo. Ella siempre me había parecido hermosa pero nunca me nos había imaginado juntos. Nuestras manos se fueron acercando lentamente hacia el cuerpo del otro. Al llegar empezaron a recorrer por completo nuestros cuerpos. Pero, al estar semidesnudos no tardaron en dejar de recorrer nuestros cuerpos por afuera para hacerlo por abajo de la poca ropa que teníamos. Yo ya estaba al máximo, por lo que cuando ella metió su mano debajo de mi pantaloneta y agarró mi pene casi me vengo.

Cuando metí mi mano en la parte inferior de su bikini sentí como estaba incluso más excitada que yo. Sentía como si en vez de estar en la orilla del rio, en verdad estuviéramos dentro. Al empezar a frotar mi mano contra su vagina ella empezó a gemir con bastante intensidad, mientras seguíamos besándonos, y cuando metí mis dedos dentro de ella sentí como no pudo aguantar más y se vino. Eso me excitó aún más, por lo que yo tampoco pude resistir más y me vine. Seguía con mi mano dentro de su vagina, no quería que mi mano saliera de ahí, me encantaba como se sentía estar dentro de ella. Creo que ella sentía lo mismo, ya que seguía agarrando mi pene, como si fuera una niña que no quiere soltar sus dulces por miedo a que se los roben. Seguimos besándonos un poco más antes de tan solo dejarnos caer. Lo único que se escuchaba eran nuestras respiraciones, aún agitadas. Nos quedamos en esa posición por algunos instantes antes de volvernos a ver.

Al ver su cara de felicidad noté que quería eso desde hace tiempo, y que no era un breve momento de deseo. Saqué mi mano de su vagina, y por un momento su rostro de felicidad se extinguió. Pero, al notar lo que me disponía a hacer volvió.

Metí mi mano por debajo de su espalda y la atraje hacia mí y la coloqué sobre mí. Nos volvimos a besar y nos quedamos hacía por bastante rato.

Volví a ver hacia el cielo y vi que la luna estaba en lo más alto del cielo, no soy experto en las etapas lunares, pero creí que eso significaba que ya era bastante tarde.

-Creo que deberíamos ir- le dije mientras la bajaba de mi.

-Tengo una mejor idea- dijo con una sonrisa pícara.

Se levantó de un salto y me jalo de las manos para levantarme. Una vez arriba me jalo de una mano hasta el río. Al llegar al río me atrajo hacia ella y me empezó a besar, mientras me bajaba pantaloneta. Al comprender lo que quería hacer empecé a hacer lo mismo con la suya. Al terminar de quitarnos la ropa la lanzamos a la orilla del río. Al sentir como mi pene chocaba contra su cuerpo y como sus tetas contra mi pecho me excité hasta un punto que creí imposible. La atraje más hacia mi y la empecé a penetrar, fue mucho más fácil de lo que esperaba, no solo porque estuviéramos en el agua, también porque ella estaba tan excitada como yo. Agarré su culo con mis manos y lo movía hacia adelante y hacia atrás para coordinarnos. Ella gemía, cada vez con mayor intensidad. Nunca había disfrutado tanto con nadie. Con todas con las que lo había hecho se sentía siempre igual, pero, ahora que lo estaba haciendo con Mercedes me sentía diferente. Me encantaba estar dentro de ella, sentir el calor de su vagina, y sentir su suave piel, mezclándose con la mía hasta ser tan solo una piel. Éramos uno. Seguimos así por un rato hasta que los dos nos vinimos al mismo tiempo.

Nos quedamos abrazados, completamente desnudos, en el río. Aún seguía con mi pene dentro de ella, mientras nos besábamos. Al separarnos seguimos en el agua, viéndonos, ella lucía demasiado hermosa bajo la luz de la luna. Ahora la veía con ojos diferentes, como si volviera a verla por primera vez, pero ahora no la veía como la pequeña niña que me habló de pequeños cuando nadie más lo hacía, ahora era una mujer, una hermosa y perfecta mujer. Nos quedamos en el río, charlando, bromeando y de vez en cuando dándonos algún beso ocasional. Al ver que ya estaba amaneciendo salimos del río y nos pusimos rápido la ropa para ir a nuestras cabañas y que nadie supiera lo que habíamos hecho durante toda la noche.

Al llegar a mi cabaña uno de mis mejores amigos (Luis) ya estaba despierto.

-¿Que estuviste haciendo toda la noche?- me preguntó.

-Nada, eso solo que no me podía dormir así que fui a caminar y no me di cuenta de que hora era.

A la hora del desayuno, Mercedes se sentó al lado mío. Al principio me asusté, porque pensé que alguien nos iba a descubrir, pero luego recordé que éramos mejores amigos y que para los demás eso era normal. La verdad es que fue diferente de lo que creía, pensaba que sería como antes, pero que estaríamos algo "avergonzados". Pero, esperaba algo totalmente distinto, esperaba que ahora fuera diferente. Y terminó siendo una mezcla entre los dos, seguíamos como antes, pero ahora éramos más "unidos" y más "cariñosos". Pero, mi parte favorita, era que cada vez que nadie nos veía, nos besábamos, y cada vez que nos quedábamos completamente solos, lo hacíamos.

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