En su silla de ruedas, Waldo, un joven de 23 años, moreno, tetrapléjico, escuchaba los gemidos y las palabras obscenas de una joven y un joven. Venían de la habitación de su madre, una mujer llamada Virginia, alta, de cuarenta y cuatro años, con tetazas, con anchas caderas y un gran culo. Virginia tenía los cascos puestos, pero no se daba cuenta que no estaban bien conectados al ordenador.
Después de masturbarse y de correrse sacó los cascos, y al seguir oyéndose las voces le dio un vuelco el corazón. Se dio cuenta de que su hijo había oído lo mismo que ella. Apagó el ordenador. Fue a la sala de estar y vio a Waldo mirando la televisión. El joven disimulaba, pero quien no podía disimular era su polla que le hacía un gran bulto en el pantalón. Virginia, preguntó, aun sabiendo la respuesta:
-¿Sabes lo que he estado haciendo, hijo?
El joven bajó la cabeza.
-¿Sentiste mis gemidos al correrme?
Waldo, asintió con la cabeza.
-¿Piensas que mamá es una guarra?
El joven negó con la cabeza.
-Sé que no lo debía hacer, pero es que tu padre no me atiende.
Virginia vio como la polla su hijo le latía debajo del pantalón.
-¿Te pusieron así los gemidos de la chica?
Waldo, le dijo que no con la cabeza.
-¿Fue pensando en cómo mamá se tocaba las tetas, como se metía los dedos en el coño y como se corría?
Parecía que Virginia quería que su hijo se calentase aún más.
Waldo, asintió con la cabeza.
-Vaya por Dios. ¿Quieres que mamá te alivie?
Waldo, asintió tres veces con la cabeza.
Virginia, se agachó, le sacó la polla a su hijo de su escondrijo. Era una polla pequeña aunque gordita. Le lamió el meato, el frenillo, la corona… Metió la polla en la boca y se la mamó mientras su mano la masturbaba. Al ratito, Waldo, con los ojos en blanco, se corrió en la boca de su madre, que con lujuria, se tragó la leche.
Al acabar de correrse, le preguntó:
-¿Mejor, hijo?
Waldo, volvió a bajar la cabeza, pero la de su polla no se bajaba, y el miembro seguía latiendo.
-Se ve que estás muy necesitado. Te voy a hacer una cubana a ver si así quedas satisfecho.
Virginia se quitó la blusa blanca y el sujetador. Quedaron al aire sus grandes tetas. Metió la polla entre los melones y masturbó con ellos a Waldo hasta que se corrió. Al sentir su leche calentita entre sus tetas, le acabó cogiendo la polla con la mano y tragándose la última leche.
Virginia ya estaba caliente como una leona en celo, pero para su desgracia, la polla de su hijo bajó la cabeza.
Le dio un beso en el capullo, y le preguntó:
-¿Te quedaste a gustito, hijo?
Waldo, asintió con la cabeza.
Al llegar la noche, Basilio, el marido de Virginia y padre de Waldo, un cincuentón, alto y fondón, electricista de profesión, tenía una tajada gorda. Se había bebido media botella de brandy Felipe II. Había Champions. El Barça jugaba en Roma y la iba cagando, después de haber ganado tres cero en casa estaba a punto de quedar eliminado, y Basilio, culé empedernido, ahogaba el fracaso en el brandy, Virginia, le dijo:
-Voy a lavar y acostar a Waldo.
Basilio estaba de cabreo subido.
-Y de paso acuéstate con él, puta. Todos los días tocándole la polla, lo estaréis deseando.
La derrota de su equipo la quería pagar con su mujer. Virginia, no se iba a callar. De hecho, sin llegar a las manos, la tenían un día sí y otro también.
-Pues a lo mejor lo hago, mira, pasamos mucha hambre.
Basilio, que se creía un macho alfa insustituible, le dijo:
-¡¿A qué esperas, mamona?!
Virginia, llevó a su hijo en la silla de ruedas a la habitación, que estaba pared con pared con la sala de estar. Cerró la puerta con llave. Lo metió en cama, lo desnudó y le dio un baño de toalla. Ya no fue como siempre. Waldo, se empalmó. Sobraron las palabras, Virginia, se desnudó, subió a la cama y besó a su hijo en los labios, dulcemente, luego se besaron con lengua. Le puso el cuello en la boca, Waldo se lo besó, le puso las orejas, los ojos, la punta de la nariz… Waldo besó todo lo que su madre llevó a su boca y lamió lo que tenía que lamer. Sabía lo que debía hacer ya que había follado lo suyo antes de quedarse tetrapléjico en un accidente de coche dos años atrás. Luego besó ella las tetillas se su hijo, para acto seguido poner sus manos en la cabecera de la cama, y llevarle las tetas a la boca, primero una y después la otra. Waldo le mamó aquellas grandes areolas marrones y lamió sus pezones.
El partido había acabado, el Barça quedara eliminado. Basilio volvió al ataque.
-¡¿Qué haces?! ¡¿Le lavas la polla al mierda, zorra?!
Las paredes eran de papel y se oían las voces con nitidez.
-No, el mierda me está comiendo las tetas, y no grites que no estoy sorda, zurullo.
-¿Tetas? Lo que tienes son dos pedazos de grasa mal hechos, plasta.
Minutos después, Virginia, se dio la vuelta, le puso el coño mojado en la boca y disfrutó de la lengua de su hijo mientras le masturbaba la empalmada polla…
Basilio, después de largar otro lingotazo de brandy, siguió a lo suyo.
-¿Y ahora qué haces, le pones el coño en la boca?
-Sí, y me voy a correr como una loca.
-¡A ver si lo ahogas y nos quitamos esa cruz de encima!
No me extraña que le metiera los cuernos con el hijo. Basilio era un hijo puta y un cabrón de primera división.
-Tú sí que eres mi cruz, agonías.
Virginia se volvió a dar la vuelta. Le volvió a poner el coño en la boca a su hijo. Se magreó las tetas y movió su pelvis buscando el orgasmo rozando la lengua de su hijo con el coño y metiéndola dentro de su vagina… Tanto fue el cántaro a la fuente que se rompió y su agua dio de beber al sediento, diciéndole:
-¡Bebe, cariño, bebe!
Basilio, que la estaba oyendo, sonrió, antes de decir:
-¿Ya le diste el veneno, perra?
-Sí, me corrí en su boca.
-¡Ojo con lo que dices que vas a empalmar al vegetal.
Virginia, se cabreó.
-¡¡Tú eres el vegetal, cuckold!!
-Inglesa de mierda. Lo que estás diciendo es para calentarme. Por más que hagas hoy no hay fiesta, puuuta.
-Puta, pero puta de libro. Me voy a dar una cabalgada sobre la polla de Waldo y lo voy a dejar mirando para Cuenca.
Virginia se sentó sobre la polla de su hijo y la clavó hasta el fondo de su coño.
-Vas a acabar enfadándome de verdad, asquerosa.
-Joder, ¡que morbo me da follar con Waldo mientras hablo contigo!
Basilio quiso levantarse para ir junto a a su mujer y no pudo.
-¡Deja de decir tonterías, ramera!
-Insulta, insulta que aún me pone más cachonda.
-¡La puta que te parió, lame coños!
-¡Lástima de un coñito más para hacer un trío!
A Basilio lo comían los demonios.
-¡Te desgracio, asquerosa, cuando me pase la borrachera, te desgracio!
-No te pongas así, hombre, que estaba de broma. Nunca te metería los cuernos, ni con nuestro hijo ni con nadie.
Basilio, escuchó lo que quería oír, y sacó pecho.
-Ya lo sabía, pero te seguía el juego. Aún no nació la mujer que le meta los cuernos a este pedazo de macho. ¡Baaarça! -se acordó de que acababan de perder- ¡Puta que los parió!
Virginia estaba desatada y quiso cumplir una fantasía a la que Basilio siempre se negó. Sacó la polla del coño y le puso a Waldo el ojo del culo en la boca. El hijo se lo folló con la punta de la lengua. Nada más sentir la lengua dentro de su culo, un estremecimiento recorrió su cuerpo. Supo que al meter la punta de la polla en su culo se iba a correr. Dejó que Waldo le follase el ojete con la punta de la lengua, que se lo follase bien follado. Cuando sintió que el ojete aceleraba sus contracciones anunciando que le venía, cogió la polla y metió la cabeza dentro de él. Comenzó a temblar, y con el placer que sintió se desmayó. Al despertar, con toda la polla dentro de su culo, oyó a Basilio, preguntar:
-¿Vas a acabar, cerda?
Virginia le respondió lo primero que le vino a la cabeza.
-Tu hijo está hecho un cristo. Me va a llevar un tiempo.
-¿Mi hijo? El tuyo. ¡A saber quién es el padre, zorrona!
-Si fueras a dormirla.
-Si pudiera levantarme…
Virginia le dijo al oído a su hijo:
-¿Te quieres correr dentro del coño de mamá?
Waldo, una vez más, asintió con la cabeza.
Virginia, quitó la polla del culo, y noto que de él caía la leche de su hijo. Después de besarlo le acarició los huevos con una mano y le masturbó la polla con la otra… Más tarde lo masturbó subiendo encima de él y frotando su empapado coño con la polla al tiempo que lo besaba… Llegó un momento que ya no aguantó más, se metió la polla en el coño y folló a su hijo con maestría. Empezó como empezaban a ponerse en marcha las viejas locomotoras del tren cuando salían de la estación, lentamente: "Chuuuuuu, chucu, chuuuucu". Poco a poco iban cogiendo velocidad… Hasta que soltaban con un pitido toda la presión de la caldera. En el caso de Virginia fue una explosión que anegó los cojones de su hijo. Comenzando a correrse, se derrumbó sobre su retoño, y cuando sintió como le llenaba el coño de leche, entre gemidos, le dijo:
-¡Te quiero, hijo!
Basilio, que estaba echando un trago de Felipe II, al oír a su mujer, le dijo:
-Si no estuviera tan borracho juraría que te estás corriendo, pécora.
-¡Eeestoy, cabrooonazo, estoooy! ¡Ooooh! ¡¡¡Qué coooorrida!!!
-Esta vez no pico, pero que bien lo finges, putona.
Se agradecen los comentarios buenos y malos.