¿Quién no hizo erótica poesía
en la soledad de un anochecer
y a una margarita no hizo arder,
no la hizo gozar sin ella saber,
y sin ella saber no desbordó su ría?
¿Quién no bebió dulce ambrosía
que guardaba muy dentro de su ser,
viendo su maravilloso fallecer,
viendo en su rostro el amanecer,
viendo su deliciosa agonía?
¿Quién no gozó de una alegría,
de un nuevo y dulce amanecer,
de una paloma que quiso hacer
real lo que era una utopía?
¿Quién no tuvo suficiente picardía
para volver loca a una mujer,
soñando que era lo que no podía ser,
soñando que regaba su celosía?
¿Quién no alcanzó con su fantasía
las cumbres donde duerme el placer
cuando la estancia estaba fría?
¿Quién no se sumió en la algarabía
que traía el goce de recorrer
una piel que nunca recorrería?