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Una noche, mi hermana y yo
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Era verano, hacía calor y era de noche. Yo estaba tumbado en el sofá viendo una película antigua que echaban en la televisión. La habitación sólo estaba iluminada por el tono azul que emitía la pantalla del televisor. Aunque era ya tarde, las dos o las tres de la madrugada, no tenía sueño ya que la película era muy buena. Mi hermana mayor se había ido a la cama hacía ya varias horas, y no había vuelto a salir de su habitación, así que me encontraba como el dueño y señor de la casa.

Es por eso que al terminar la película que estaba viendo cogí el mando de la televisión y puse el canal erótico. Mi familia tiene puesta una clave para que mi hermana y yo no entremos en determinados canales, sin embargo, yo me hice con la clave un día que sorprendí a mi padre viendo el susodicho canal. Pero bueno, El caso es que mis padres no estaban, se habían ido de vacaciones y no volverían hasta diez días más tarde, así que como estaba sólo y sabía que nadie me iba a ver decidí masturbarme tranquilamente y disfrutar del momento.

Con el ajetreo que suele haber en mi casa son pocas las veces que consigo estar tranquilo para poder dedicarme a mí mismo. Aun así preferí asegurarme de que nadie me iba a molestar, así que fui hasta la habitación de mi hermana para comprobar que estaba dormida. Al llegar, abrí la puerta con cuidado para no despertarla y miré por la abertura. La luz que entraba por la ventana era suficiente para vislumbrar que dormía, además su respiración acompasada indicaba que estaba profundamente dormida. Volví hasta el salón me quité el pantalón que llevaba y me tumbé en el sofá sólo con una camiseta y mis bóxer. Cambié de canal, introduje las cuatro cifras de la clave de acceso y ante mí aparecieron unos anuncios en los que salían mujeres desnudas que te invitaban a llamar a un número de teléfono.

Habían pasado apenas cinco minutos desde que había sintonizado el canal cuando aparecieron los títulos de una película. El título era poco imaginativo, al igual que lo suelen ser los de este tipo de películas. Y el argumento era aún menos imaginativo. Pero eso no importaba, los tíos somos por lo general más visuales que las mujeres. En la película aparecía una mujer rubia bastante bien dotada, por la naturaleza y por el cirujano, que viajaba en un tren para ver a su querida hermana que estaba hospitalizada por culpa de un accidente de coche. En el compartimiento del tren estaban ella, un cura (este personaje me hizo mucha gracia) y un hombre muy apuesto. No llevaban ni dos minutos de película y ya se notaba que iban a montárselo el hombre y la rubia porque no paraban de enfocar como se miraban y como el hombre miraba el escote de la rubia. Aprovechando que el cura se durmió, empezó la trama sexual de la película.

Primero la rubia se levantó para coger algo que había debajo de su asiento, con lo que su culo quedaba justo a la altura de la cara del hombre que luego me enteré que se llamaba Joe. Pues eso, que al tío se le puso dura, bastante más que a mí, que por el momento no me había excitado ya que mi afán por ver los errores de guion de las películas me impide concentrarme en otras cosas. La rubia, después de mucho buscar, encontró lo que buscaba debajo del asiento. Se sentó de nuevo, y de nuevo empezaron a mirarse. Ella sacó su pintalabios y empezó a pintarse los labios muy sensualmente. Nuestro amigo Joe estaba que no cabía en el pantalón. Cuando termino de pintarse los labios, se puso de pies y empezó a buscar algo en una maleta que estaba justo encima del asiento de Joe, por lo que la tenía justo en frente suyo.

De pronto el tren freno y la rubia se cayó encima de Joe. Se iba a levantar cuando Joe le puso las manos en los pechos y la trajo de nuevo hacia sí. Empezó a besarla y a manosearle los pechos por encima de la ropa. Ella se desabrochó un botón de la camisa y sus pechos entraron a escena. Eran redondos y tenía los pezones duros como piedras. Su siguiente paso fue meter su mano bajo su falda y empezar a juguetear con su tanguita casi transparente. En este punto fui yo el que no cabía en el calzoncillo. Me lo quité y me quedé sólo con la camiseta puesta. Fue Joe el siguiente en quitarse el pantalón y mostrar al mundo lo que la naturaleza le había dado. Sólo diré que la naturaleza había sido muy generosa con nuestro amigo Joe.

La rubia con cara de sorpresa al ver el enorme miembro se acercó y empezó a chuparlo sin contemplaciones. Entonces la cámara enfocó al cura que se despertaba. Miró lo que tenía enfrente (el culazo de la rubia, que sólo llevaba el tanguita rosa transparente) y después de tragar saliva se subió la sotana y tras mostrar su también desarrollado miembro empezó a manosear el culo de la rubia que no interrumpió su desenfrenada succión del mástil de Joe. No estaba mal la película, a pesar del argumento. Me estaba cascando una buena paja gracias a la rubia y sus dos amigos. Imaginaos la escena, yo en camiseta en el sofá del salón de mi casa, sin ropa interior, a oscuras y viendo un canal porno. Pues estando así oí un ruido en el pasillo. Se me paró el corazón. Pensé en mi hermana y en la vergüenza que me haría pasar si me pillaba en aquella situación. Rápidamente cambie de canal, me puse dos cojines encima y escondí mi calzoncillo detrás de mí. Esperé mirando hacia la puerta pero mi hermana no apareció.

El corazón me latía a mil por hora y mi sentido del oído estaba a tope. Volví a oír otro ruido, pero como ahora estaba atento supe lo que era, esta vez había sido la puerta de la habitación de mi hermana al cerrarse. Eso quería decir que mi hermana me había pillado viendo una película porno, y era posible que incluso me hubiese visto masturbándome. El hecho de pensar que mi hermana me había visto masturbarme me excitó de nuevo, así que no me importó lo sucedido y pensé que si había vuelto a la habitación, lo más seguro es que no volviese a salir, por lo que podía volver al canal de la rubia, Joe y el cura. Volví a marcar la clave y allí estaban otra vez, aunque habían cambiado de posición, además, había un cuarto miembro, una revisora del tren que estaba mostrándole a la cámara su sexo rasurado en triángulo. La escena era bastante buena.

Las dos mujeres estaban haciendo un 69 y sus pechos chocaban contra el estómago de la otra, era delicioso. Mientras, Joe estaba penetrando a la revisora del tren que estaba debajo, y el cura estaba culeando a la rubia que estaba encima. Una escena digna de la mejor paja. Y eso estaba haciendo yo, masturbarme cuando me fije en uno de los cristales de las vitrinas que hay junto a la tele y que reflejan la puerta del salón que está justo detrás del sofá. Se me volvió a parar el corazón cuando me pareció ver a mi hermana reflejada. Me volví a fijar y allí estaba. Justo en el quicio de la puerta dispuesta a salir de mi ángulo de visión si me giraba. Mi hermana me estaba espiando mientras me masturbaba. No me lo podía creer pero así era. Cuál fue mi sorpresa cuando me fije mejor y después de que el televisor emitiese una intensa luz blanca, me di cuenta de que mi hermana tenía su mano metida debajo del pantaloncito corto de su pijama. Entonces se me ocurrió una idea perfecta.

Traté de acomodarme de tal forma que mi hermana me viese perfectamente. Si quería excitarse yo la iba a ayudar. Situado como estaba, mi hermana podía ver perfectamente mi miembro erecto y yo podía verla mientras fingía que miraba la tele. Empecé a masajearme el pene. Mi hermana se estaba conteniendo la respiración mientras aceleraba el ritmo de su mano bajo su pantaloncito. Seguí masturbándome un rato hasta que mi hermana dejó escapar un ligero gemido que llegué a oír, con lo que rápidamente desapareció de mi ángulo de visión, seguramente hacia su habitación. Había ayudado a mi hermana a que se masturbase. Era excitante. Sólo que pensándolo mejor, la única que se había beneficiado de eso era mi hermana. Por eso decidí hacer lo que hice para conseguir mi recompensa. Esperé un buen rato junto a la puerta de la habitación de mi hermana, lo suficiente como para que se durmiese, lo cual no sería muy tarde ya que seguramente estuviese cansada después de lo ocurrido.

Cuando creí que ya había pasado suficiente tiempo giré el pomo de la puerta y empujé. Me acerqué hasta mi hermana y escuché para asegurarme de que estaba dormida. Me quedé observándola. Ahí estaba mi hermana, a medio metro de distancia. Era una mujer en toda regla, tenía dos años más que yo y dos tetas muy bien puestas. Alguna vez me había fijado en ella como mujer, pero en el fondo era mi hermana y aquello nunca había pasado de unos simples pensamientos. Pero ahora era distinto. Estaba frente a mí, con una pierna fuera de las sabanas y mostrándome su culito en pompa cubierto sólo por su pantaloncito y puede que por unas braguitas. Pero eso lo descubriría enseguida. Tras cerciorarme de que estaba completamente dormida conseguí quitarle las sabanas por completo. Le toqué la rodilla y el corazón se me disparó una vez más. Ella ni se inmutó. Presioné un poco y conseguí situarlas boca arriba con los brazos hacia los lados y las piernas ligeramente abiertas.

En ese momento me di cuenta de que mi hermana no estaba dormida, se estaba haciendo la dormida pero no lo estaba. Eso quería decir que aceptaba por el momento lo que estaba haciendo. Saber eso me excitó aún más. Coloqué mi mano sobre su vientre y el calor que desprendió me resultó muy agradable. La cama era lo suficientemente grande, así que me tumbé a su lado. Subí mi mano arrastrando su camiseta y llegué hasta sus pechos. Eran firmes, nunca creí que podría manosear los pechos de mi hermana, pero hay estaba. Acerqué mi cara y chupe el pezón, fue genial chuparlo mientras sabía que seguramente en ese momento mi hermana estaría abriendo los ojos para mirarme. Chupé un poco más y manoseé la otra teta con cuidado pellizcando el pezón. La solté y me levanté de la cama. Ella se giró como si estuviese dormida volviendo a ponerme el culo a mano. Aproveché la situación y se lo toqué. Tenía un culo perfecto. La nalga me cabía perfectamente en la mano y estaba prieta.

Metí los dedos bajo la cintura del pantalón y comprobé que no llevaba bragas ni tanga. Me levante, me situé a los pies de la cama y volví a colocarla boca arriba. Me acerqué a su pantaloncito y metí un dedo entre la pernera y su pierna. Subí poco a poco por sus muslos y sus ingles hasta llegas a su rajita. No me lo podía creer. La tenía a mi entera disposición y ella se estaba dejando. Agarré el pantalón por la cintura y se lo bajé. Se lo quité del todo y lo tiré. Que vista. Un triangulito rasurado parecido al de la rubia de la película apareció ante mí. Le doble las rodillas para acomodarme mejor y acerque mi cabeza hasta su rajita. Sople y no se movió. Chupé sus ingles y tampoco se movió. Mordí un poco sus labios mayores y tampoco se movió. Yo estaba disfrutando como un loco y ella también iba a hacerlo. Chupe, chupe, chupe, lo que quise y más, de arriba abajo y en remolino, ella empezó a mover las caderas levemente. Arriba y abajo. Cuando llevaba ya un rato paré. Me puse a la altura de su cabeza de manera que mi pene quedaba a la entrada de su vagina y mi pecho se apoyaba sobre sus tetas desnudas.

Me acerque a su cara y le dije susurrando: "Sé que estás despierta". Pero no abrió los ojos. Así que la besé. No abrió la boca. "No seas tonta, quieres esto tanto como yo". De repente con sus manos cogió mi cabeza y empezó a besarme de una manera que me impresionó. Separó su cara de la mía y sin decir nada sonrió. Se puso encima de mí y empezó a masturbarme. "Te lo debo" me dijo mientras me hizo una de las mejores mamadas de toda mi vida. Supongo que era no sólo porque mi hermana lo hacía muy bien sino por el morbo que me daba aquella situación. Fue espectacular. Como estaba exhausto se abrazó a mí y empezó a besarme, hasta que después de un rato estuve de nuevo en acción. La abracé contra mí y metí dos dedos en su rajita, ella empezó a gemir y al ver mi pene otra vez erecto lo agarró y se lo metió poco a poco. Movía sus caderas lentamente, acelerando la velocidad poco a poco. Estaba a punto de correrme por segunda vez mientras tenía a mi hermana montada sobre mí gritando de placer.

Cuando me corrí dentro de ella permanecimos un rato abrazados hasta que mi pene volvió a estar flácido y salió de su excitada rajita. Nos quedamos dormidos y me desperté por la mañana con el cuerpo como nuevo y abrazado a mi hermana desnuda. Durante los diez días que mis padres estuvieron fuera lo hicimos a todas horas y en todos los lugares de la casa, incluso lo hicimos en público.

FIN.

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